Mi Refugio

Sasha

D. Alexandra O'hurn Ivannov ese era su nombre, aunque nadie le llamaban así desde que su abuelo la empezó a llamar Sasha. Un nombre que adoptó como suyo y que le trae recuerdos maravillosos de su niñez y su tan adorada familia.

Sasha inspira fuerte viendo por la ventana del taxi. El mundo da vueltas a su alrededor y solo se calma cuando cierra los ojos. Ella no está acostumbrada a tomar de esa manera, no es una mujer de vida nocturna ¿Por qué le siguió?

Contempla la foto de la mujer que aún sostiene y sigue preguntándose lo mismo. No debería importarle lo que le suceda, Angelo sabe como cuidarse y es ella la que corre peligro al estar junto a él.

Ser amada nunca ha sido algo con lo que ha contado, el desamor adolescente, no tiene la misma capacidad doler como el de la edad adulta. El de ese instante es una mezcla de ego herido, tiempo perdido y corazón roto.

Pese a todo a ese dolor sabe, no hay marcha atrás, no da segundas oportunidades cuando hay miles esperando una primera y siendo mejor opción. Con esa verdad llega el enojo por el tiempo perdido y todo lo que ha luchado para que esta relación funcionara. Andrés siempre fue un hombre atento y amoroso, fue fácil amarlo.

Ha tenido sus contradictores, su familia no suele meterse en sus asuntos, pero no dejaron de alertarla sobre lo que veían en Mackenzie. Solo quería la ayuda de su padre y sus contactos para entrar al mercado americano.

Su hermano mayor, Marck, fue el primero en decírselo, sospechaba que su compromiso era solo de interés. Era el único que le decía la verdad sin importar que tan cruel fuera. En el fondo una parte de su corazón era consciente de ello, pero era tan maravilloso sentirse amada que decidió ignorar sus consejos.

El anhelo de formar una familia, unido al miedo por quedarse sola y no formar un hogar o el rechazo adolescente, le hizo ver en Mackenzie un príncipe.

Las palabras dichas a Angelo llegan y suelta un sollozo que alerta al chofer del taxi y ella ignora. Había superado hace muchos años la historia de amor imposible y culpa de ese exabrupto de recuerdos, al alcohol. Abre la ventanilla cerrando los ojos inspirando el aroma nocturno de Londres a las diez de la noche. Lanza por ella la fotografía hecha trizas de la rubia esposa de Ángelo, cuyo parecido con ella ya no es tanto.

¿Qué importa si lo es? Hace años él le dejó claro nunca podría fijarse en alguien como ella y le hizo prometer no volver a tocar el tema de sus sentimientos ¿Por qué traerlo ahora a la luz? Ángelo era quien estaba cerca como ella lo estaba para él en su momento y aunque él no tenía 16 y no era vulnerable como Sasha a esa edad, eso no lo hace menos delicado y fuera de lugar.

—Llegamos.

Aleja sus pensamientos para contemplar la elegante edificación y suspira. Había dado la dirección sin pensar de Pierre Jr. Era desde tiempos remotos su mejor amigo y paño de lágrimas. Ingresa una mano en la parte trasera de su vaquero y paga.

—Señorita... El cambio. —habla el chófer al verla salir apresurada.

—¡Quédeselo! —responde ya en la puerta de la casa y presionando el timbre.

Escucha el crujir de las llantas de un auto al frenar y la partida de un segundo. Pasa saliva mientras presiona varias veces el timbre tras la mención de su nombre de pila, seguido de una maldición, ambas le dicen que Ángelo le ha seguido.

—¡Alexandra! Regresa al auto ahora mismo. —ordena. —¡Alexa!

Si es el Ángelo que recuerda no se ha bajado, está en el interior y espera ella le obedezca como en años anteriores. Aquella época en que era una adolescente cautivada por la belleza exótica del griego. Misma que se ha ido al diablo, al tomar la decisión de ingresar a ese mundo oscuro y recuerda las tantas veces que le rogó no hacerlo. Llegó incluso a recurrir a sus padres para hacerle desistir. Presiona el timbre una última vez y sonríe al escuchar las quejas.

—¿Podrían esperar un maldito minuto? —se queja Pierre desde el interior. —estoy teniendo una orgía y espero que vengan a unirse.

—Alexandra... te lo advierto, no estoy de humor.

Alguien debería decirle que ya no tiene dieciséis años, y dejó de ser el centro de su universo, ella ha descubierto otras galaxias.

El Ángelo que conoció en aquella época, distaba de ser el de hoy día. Era un hombre alegre, de sonrisa amplia y con un sentido del humor magnífico. La primera vez que lo vio, tenía doce y el 21 estaba recién en la escuela de cocina y en un descanso fue a ver a su tío a América.

Lo volvió a ver en Moscú cuatro años después, no se acordaba de ella. Por más que intento hacerle recordar le fue imposible, era comprensible a sus doce años, Sasha era una chica de preparatoria con coletas, sin figura y Brakets. Él era el que ella recordaba, la llenó de tantas atenciones e hicieron miles de cosas juntos que fue fácil amarlo (si es que eso fue amor).

—¡Alexandra O'hurn! Vuelve aquí o juro que no responderé...

Está por presionar el timbre otra vez cuando la puerta se abre. El rostro descompuesto por la rabia de Pierre es lo primero que nota, lo segundo es su esmoquin y su rostro suavizarse al ver su estado.

—Dios... Me lo imaginé —pasa una mano por su cintura y la atrae hacia él. — ¿Se acabó?

—Si... —solloza sorbiendo su nariz —y duele como el demonio.

—Lo sé...—susurra en su oído —amigo, puedes irte, yo cuidaré de ella.

En otras circunstancias le gustaría ver el rostro del griego al ser confundido con un guardaespaldas. Pero, no está de humor, se siente cansada y sin ganas de seguir. La idea de cerrar los ojos y no despertar le resulta bastante atractiva. Solloza apretando con fuerza sus manos en las caderas de su primo y en respuesta le acuna mientras le susurra palabras tranquilizadoras

—No soy tu amigo y no la dejaré en manos de desconocidos. —El tono de Pierre es amistoso y le molesta la respuesta violenta de Ángelo

—Me alegra que entiendas eso, porque yo tampoco pienso hacerlo y menos en su estado. —sin alertarla la entra a la casa cerrando tras sí. — ¿De qué prisión saliste? Vincent ha bajado de categoría en sus empleados.

Pierre ha quedado fuera y en lo que parece una disputa con Ángelo. Ella no desea discutir, ha pasado por demasiadas cosas en 24 horas para ello. Se quita uno de sus zapatos deportivos que deja puerta impidiendo que se cierre. Tras hacer aquello busca el sitio que suele usar cuando llega de visita. No dañará sus planes, pues no es la primera vez que llega a su casa sin avisar.

Entra a la habitación sin encender luces, conociendo el sitio exacto de la cama y a su dueño que no suele cambiarlos de ubicación. Se lanza a ella sintiendo la suavidad de las cobijas y el dulce aroma a flores de la habitación.

El tiempo que pasa hasta que escucha la puerta abrirse, el peso de un cuerpo en la cama y besos en su mejilla.

—Cariño debo salir... Si no fuera importante no lo haría.

—Vete al diablo Pierre. —se acuesta con ella en la cama y abraza apoyando su rostro en el cuello. —espero no te dejarás golpear.

—Llegamos a un acuerdo... Descansa hablaremos cuando esa cruda baje —deja un beso en su frente, se aleja de su lado y segundos después sale de la habitación.

Despierta con el Diablo en su cabeza y miles de agujas en su sien. Alza el rostro mirando a su alrededor, las paredes bailan, su cabeza está a punto de explotar. Todo eso empeora al recordar la noche anterior, así que vuelve a lanzarse a la cama, esta vez cerrando los ojos.

—Infierno y condenación Sasha ¿Qué mierdas hiciste?

Permanece allí hasta que logra que las paredes se detengan y baja un pie en suelo firme. Hace lo mismo con el otro y espera un momento. Una mirada a la mesa de noche le hace ver un vaso con agua y una cápsula.

Vierte el contenido del líquido en su garganta y la pasta a mitad de este. Se desnuda y entra a la ducha, cerrando los ojos ante los recuerdos de la noche anterior y la vergüenza por sus acciones. Traer a la luz esa época fue muy poco inteligente, tendrá cuidarse de ver al protagonista de su vergüenza adolescente.

Cierra los ojos y alza el rostro permitiendo que el agua baje la temperatura de su cabeza. Jamás había tenido una resaca, ella no debió tomar tanto y menos por Mackenzie. Por más amor que le profesara, debía imperar el amor propio y sentido común. Sale de la ducha encontrando un fino vestido tendido en la cama y su móvil.

Encuentra muchos mensajes, notas de voz, llamadas perdidas y notificaciones en varias redes sociales. Borra más de 100 de Andrés, de diversas maneras y va por las demás, las de los O'hurn.

Mensajes de sus padres diciendo que se han enterado de la situación y la frase que le hace arrugar el corazón "Respetaremos tu decisión, la que sea tomes. Te ama papá y mamá". Los O'hurn, tienen muchos defectos y un pasado sombrío que los persigue, pero sobresalen siempre por su amor y respeto. El mensaje de Marck es más directo "Estás de vacaciones por sesenta días, aprovéchalos, ponen en orden tu corazón y cabeza. Te amo"

Decide hacerle caso, envía un mensaje a sus padres, otro a sus hermanos diciéndoles que estará por fuera un tiempo y recibe un mensaje de voz de todos. Al dolor de cabeza y la cruda se le suma el nudo en la garganta, por el apoyo de su familia sin reclamos.

Sale de la habitación en búsqueda de su amigo y lo encuentra en la cocina. El resto de su ropa está en un sillón, junto a su bolso, aquel que Angelo le impidió tomar al sacarla del sitio cuál costal con patatas.

—¿Qué tal noche? — con una taza en sus manos que deja en la mesa avanzando hacia ella. — Buenos días, nena. —susurra dejando un beso en su mejilla.

Pierre D'angelo, ha heredado no solo la belleza de su padre, su frescura, carisma, también la sonrisa pícara. Ostenta el título que nadie dentro de su familia cercana tiene, pues lo han perdido, el de soltero. Un estado civil que no está dispuesto a cambiar por el amor más hermoso. Asegura haber vivido y sufrido lo suficiente para saber que no ha nacido una mujer que logre amarlo tanto o de igual manera que él se ama.

—El vestido es de Samantha —recalca al verle mirarlo sin decirle nada. —no te dejaría usar algo manchado de... pecado.

Ignora ese comentario como su sonrisa ladina y se permite ese mimo. Ha sido su apoyo en tantas ocasiones que ha perdido la cuenta.

—¿Cómo recuperaste el móvil?

Pega su rostro a su pecho escuchándolo decir que lo dejó en el bar y Vryzas se lo entregó. Alza la mirada al darse cuenta si conoce al griego y lo ve sonreír de forma pícara.

—No me cae bien, tiene una actitud superior —se excusa encogiéndose de hombros y nota un golpe en su mejilla que acaricia de forma suave. —ya lo lloraste, te embriagaste y muy seguramente lo mandaste al diablo miles de veces...

—Millones —corrige y le escucha sonreír.

—Millones... —habla besando su frente — Es hora de seguir avanzando, esto es solo un aprendizaje nena —afirma sintiendo el abrazo más fuerte. —son cien dólares la hora.

—¿Y los besos?

—Son gratis.

Sonríe dejándose llevar a la mesa de comedor, allí la espera la taza humeante que promete ser lo mejor para la resaca. Ella puede soportar el dolor de cabeza y todo malestar, lo que no sabe si podrá es olvidar más de tres años de relación.

—¿Me dirás por qué le huías? —pregunta al fin —el tipo tiene pinta de delincuente y en realidad lo es... pero es familia ¿No?

Cierra los ojos antes de decirle su estupidez y dispuesta a ser reprendida (esta vez no va a defenderse) Pierre abre los ojos cada que escucha sus palabras y al final acaba riendo a carcajadas.

—Ese ...—empieza a decir señalando la puerta —¿Era el tu amor imposible? —asiente y su primo sonríe negando —¿Qué cojones le pasó?

—Un tropiezo amoroso...

—¿Contigo? —junta las cejas y su primo abre los brazos excusándose —está allá afuera, linda, no se ha ido desde que entraste... te ha esperado toda la noche y son las doce.

Ángelo

Sale del auto encendiendo un cigarro, le da una calada y lanza el humo hacia arriba. Gira la cabeza de izquierda a derecha sintiendo el crujir de los huesos, estira su cuerpo y escucha el mismo sonido. Pasar la noche en un auto no diseñado para alguien de su tamaño fue un error.

Eran primos el afeminado y ella, su tío William, se lo confirmó, amigos bastante cercanos y se querían ¿Por qué quedarse allí entonces?

Porque la usaste, le susurra una vocecita interior, hace años cuando se refugió en Moscú.

Ella era muy joven, alegre, con una manera de verle que aliviaba su corazón roto. No midió las consecuencias, mientras él la veía como la que alzaba su ego, ella se enamoraba de él. Cuando lo vio con una chica, empezaron los problemas y el enojo de su tío por usar a su bebé.

Iban a todos lados, cumplía cada uno de sus caprichos, pero no por los motivos que ella creía. Era demasiado joven para despertar en él sentimientos profundos, solo era una chiquilla jugando al amor y el demasiado herido para permitirse otra relación.

Era hermosa, sí. Divertida, Sí. Inteligente, alegre, audaz y todas las virtudes que esperas encontrar en una mujer, solo que no era una mujer.

Ella contaba con 16 y toda una vida por vivir, el 25 y creía haber vivido todo. Sonríe con algo de ironía al darse cuenta lo imbécil que fue en ese entonces. Le da otra calada al cigarro y revisa el móvil que vibra, ríe al recibir la respuesta a su solicitud cuando escucha un auto detenerse.

Mackenzie...

Puede entender que quiera recuperarla, aunque era más fácil si le hubiese sido fiel, la Sasha lo valía. La historia sería distinta si ella fuera ayer lo que es hoy y el hoy, lo que era ayer. Sin dudarlo le haría feliz y mandaría al diablo las ganas de entrar a esa organización.

En ese instante todo es distinto y en eso comparte opinión con ella. Sus vidas serían otras si su decisión fuera esperar a que ella cumpliera la edad adecuada y no hacerle prometer no hablar de amor. La hizo escoger entre su amistad o la distancia, ella escogió lo primero y lo había cumplido hasta el día de ayer. Sus palabras le dolieron un poco, parte por tener razón y otra porque encierra todo lo que se ha venido cuestionando.

¿Valió la pena? Sí, se responde inmediatamente... Anker hacía que lo fuera.

No se molesta en saludar e ignora las miradas de desprecio que le lanzan al acercarse a la entrada.

—No se irá contigo Mackenzie, es una Ivannov, no perdonan.

Él podría llorarle y perseguirla por medio mundo, el resultado sería el mismo. Sonríe al ver que se detiene y suelta el aire, mientras le da una calada al cigarro.

—No va a permitirte hablar, estás perdiendo tu tiempo...

—No hables por ella...

—Solo menciono los hechos. —le aclara —Hombre de 43 años, sin nada que ofrecer más que dinero, curiosamente a una mujer de 30 hermosa que tiene mucho... ¿Eres consciente de lo malnacido, imbécil y perdedor que eres? ¿En serio con Edine? De ser Jaz, hasta te entendería ¿Edine?

Sonriente se llevan el cigarro a los labios, la cortina del segundo piso se mueve lentamente y sonríe a la mujer que se asoma. No ha alzado la cabeza, para no alertar a Mackenzie, pero sabe esta allí.

—Puedes irte Ángelo, —ordena dando media vuelta y viéndolo de arriba abajo— Sasha y yo vamos a solucionar nuestros problemas, fijaremos fecha de bodas.

—Mackenzie, Mackenzie... me encanta tu seguridad y excelente sentido del humor. Todo esto fue estúpido hasta para ti.

—¿Tanto como la mujer que te dejó por otro? —suelta la pregunta llevándose una mano en el bolsillo de su pantalón fingiendo no está nervioso, aunque lo está.

Angelo lo ha visto mirar la hora en cuatro ocasiones, mueve su mano izquierda que golpea en su pierna, eso y el tic nervioso de mover la cabeza a la derecha ¿Qué mierdas tiene abstinencia por Drogas o alcohol?

Lanza el cigarro al suelo lo pisando con el talón, intentando ignorar el escozor que esa aseveración le produce. Es demasiado pronto para llegar a esa conclusión, ya una vez la acusó de un acto parecido y no desea cometer el mismo error.

—Las noticias vuelan. ¿Te encuentras bien? —le pregunta al ver que sus tics empeoran...

—¿No vas a preguntarme cómo lo sé?

—Sabes de mí lo que yo quiero que sepas. —le aclara en calma.

Se aleja del vehículo al ver la puerta abrirse, confiando en el sentido común de la mujer y el persuasivo de su primo le abre la puerta del coche. Mackenzie se interpone un instante, el italiano se acerca lo suficiente para hacerle ver no está sola. El griego se permite ser un espectador silencioso, uno con buen sentido del humor y le divierte lo que escucha.

—Te he estado llamando...

Su respuesta es en un ruso perfecto, idioma que ambos manejan, Ángelo aprendió gracias a la rubia que se enfrenta a Mackenzie en estos momentos.

—Si crees que, siguiéndome, acosando o enviarme miles de mensajes, me hará cambiar de opinión... Te encontrarás con una Alexandra que no conoces Mackenzie.

Sin dejar de sonreír y despidiéndose del italiano que lo observa con rostro solemne, le ayuda a entrar cerrando la puerta lentamente tras ella.

—Tengo órdenes de asesinarte si no respetas su decisión —le aclara —... Si crees ser sobrino de Tanned te hará especial conmigo, estás errado. Soy un hombre de palabra Mackenzie, pero también un caballero... Que no se te olvide.

Entra al auto y enciende el vehículo sin esperar una respuesta. Ella por su parte se pone el cinturón de seguridad al tiempo que mira por la ventana cruzándose de brazos.

—Lamento lo de ayer...

—Lo siento...

Hablan al tiempo y Angelo suspira un instante, le alienta a seguir y se queda con la vista fija en la vía.

—Fui muy inmaduro contigo Sasha, te usé y de la peor manera —empieza —me gustaría decirte que de volver al pasado cambiaría las cosas. He descubierto, soy más hijo de puta que sensato... no eres una mujer de usar y tirar.

—Recordar eso fue un error, no sé por qué lo hice... culpa al alcohol o a mi depresión —dice encogiéndose de hombros.

—¿Lo amas verdad? —asiente mordiéndose los labios y vuelve a suspirar al tiempo que lanza una maldición silenciosa.

—Tengo claro lo que hizo es imperdonable... yo nunca le he fallado. Se ha dejado ver con ella por medio Londres, mientras a mí me negaba una salida. — puede sentir en esas palabras extractos de Alexis Ivannov su abuelo y lanza una plegaria de agradecimiento al anciano.

—Sé que soy la peor de las compañías, pero en algún momento tú fuiste mi ancla... me gustaría devolverte el favor. — Vuelve la vista a ella al llegar a un semáforo y le extiende su mano —tengo una visita que hacer y debo fingir ser turista... me vendría bien una prima, sobrina o hermana como compañía —mira mi mano y luego a mis unos instantes antes de animarse a tomarla. —solo eso, no te emociones...

—¿Qué te hace pensar que esta vez no eres tú el que me rogara?

—En otra vida... quizás —ella sonríe sin decir más y él se queda viendo su imagen de perfil.

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