Cap 8: El ilusionista
La situación se había salido completamente de control. Cassiel tuvo que elevarse sobre los demás con ayuda de sus alas, ya que todos los alumnos se habían amontonado a ver lo que era probablemente la mas intensa y peligrosa situación que habian vivido en mucho tiempo.
Dómaco lanzaba una ráfaga constante de metrallas de hielo, las cuales se derretían al instante al entrar dentro del radio de alcance de las llamas de Astartea, que brotaban de su cuerpo como serpientes iracundas. El cuerpo de la chica estaba completamente envuelto en llamas, ofreciendo una vision extraña a la vista, con las facciones apenas distinguibles. Donde ella pisaba, el hielo se derretía a una velocidad increible.
Su hermano tampoco se quedaba atras: con todo el entorno practicamente congelado, se movía como un pez en el agua, a diferencia de los demas. De sus manos (cubiertas de escamas azuladas al igual que el resto de su cuerpo) salían estalagmitas y trozos de hielo, que eran lanzados rápidamente hacia su contrincante.
Pero los dos demonios no eran los únicos en el gimnasio. Cassiel podía sentir como la temperatura bajaba y subía aleatoriamente. El fuego de Aster consumía una cantidad preocupante de oxígeno. Los gritos de pánico no se hicieron esperar.
Atrapada en la pequeña multitud, la chica de alas rosas podía ver cómo varios de sus compañeros intentaban detener la pelea. Pero nadie podía acercarce lo suficiente sin ponerse en peligro, por lo que no estaban progresando. Con el rabillo del ojo, Cassiel logró distinguir a Abariel, quien hacía todo lo posible por detener las llamaradas y la metralla helada que llegaba directo hacia ellos. Los campos de fuerza del muchacho apenas sí se materializaban a tiempo, y el sudor que comenzaba a caer por su rostro indicaba que estaba consumiendo una cantidad inmensa de energía.
Aziel y Uriel, ambas con el miedo pintado en sus rostros, corrían de un lado a otro, ayudando a alumnos que se habían atascado en el hielo del suelo. En un momento, Uriel se volvió hacia ella, con los ojos llenos de terror, viendo algo detrás...
Y entonces Cassiel se percató de que, tal vez, había prestado demasiada atención a su alrededor, y no se había preocupado por el hecho de que ella también estaba en peligro. Siguiendo la mirada de su amiga, volteó.
El pánico en su voz se hizo presente cuando gritó, viendo como una gran metralla de hielo desviada se dirigía directamente hacia ella. Como acto reflejo, cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Sabía que eso no bastaría parta detener el proyectil. Se tensó,esperando el impacto...
Y de pronto, sintió como algo la empujaba a un lado. Aterrizó en el suelo cubierto de hielo con un quejido, pero ilesa. Abrió los ojos, y lanzó un chillido.
-¡ZACHY!- exclamó, asombrada, al ver al ángel camaleónico, quien miraba con el ceño fruncido a los restos del mortífero pedazo de hielo. Tenía una mano colocada protectoramente alrededor de los hombros de Cassiel, como un abrazo.
La chica notó que se sonrojaba cuando su salvador le clavó la mirada, con los ojos llenos de una tierna preocupación.
-¿Estás bien? ¿Te lastimaste?- preguntó, ayudándola a levantarse, con cierta torpeza.
Cassiel negó con la cabeza. No le salían las palabras.
-Zachy, eso fue...muy valiente de tu parte.
Él rió, pasándose una mano por el pelo, con la piel adquiriendo un ligero tono rojizo.
-N-No fue nada, es realidad- murmuró con timidez.
-¿No fue nada?- Cassiel casi largó una carcajada- ¿Que no fue nada? ¡Zachary, prácticamente te lanzaste hacia el peligro para salvarme! ¡Claro que fue algo!
El chico sonrió. Sus ojos naranjas se lavaron el los de ella.
De pronto, se oyó un fuerte estruendo. Ambos volvieron la vista a la batalla entre los dos demonios, sobresaltados. Parecía que una bola de fuego había logrado impactar en Dómaco, lanzándolo contra una de las paredes del gimnasio con tanta fuerza que esta se había agrietado. Astartea no parecía preocupada por esto. De hecho, su rostro no abandonó la expresión neutra que había sostenido al igual que su hermano desde el inicio de la pelea. Parecía que un resplandor verdoso iluminaba sus ojos, cosa bastante extraña, puesto que no había nada verde que se pudiera reflejar. Las llamas envolvían sus cuerpo entero, quemando cada vez más rápido el oxígeno aprisionado en el gimnasio.
Cassiel lanzó un gemido lastimero.
-¿¡Cómo es que esos dos no se dan cuenta de que podrían matarnos!?- escuchó que Zachy vociferaba.
Se quedó muy quieta, analizando lo que su amigo había dicho. Algo encajó de repente. Las expresiones sin vida, la supuesta ignorancia hacia lo que los rodeaba...
Soltó un grito de sorpresa, ganándose la atención de Zachy, que había vuelto a verla, con el temor de que estuviera herida después de todo. Cassiel tenía los ojos celestes abiertos como platos. Sujetó al chico del brazo, con la vista clavada en los demonios elementales.
-¿Y si...realmente no saben que estamos aquí?
Parecía que, si no hubiera estado tan preocupado, Zachy se habría revolcado de risa.
-¿Cómo podría eso ser posible?- le preguntó- ¡Prácticamente estamos frente a sus ojos!
<<Sus ojos...>> pensó de pronto Cassiel. Le había parecido ver un destello verde en los ojos de Aster hace un minuto, ¿no?. ¿Y que tal si...? Cuando Dómaco se levantó, la chica pudo divisar que, de hecho, los ojos negros y celestes del demonio de hielo despedían un aura verdosa, parecida al de su hermana.
Lanzó un grito ahogado.
- Ilusión- murmuró.
- ¿Qué?- Zachary la miró con extrañeza, sudando por culpa del calor.
- Astartea y Dómaco. Parecen estar bajo algún tipo de ilusión- repitió, con la mente funcionando a toda velocidad. Ella no conocía a ningún estudiante que tuviera esa capacidad de jugar con la realidad. De hecho, las únicas personas que podrían tener una idea cercana al respecto... El rostro de Cassiel se torció en un grito- ¡AZIEL! ¡URIEL! -llamó.
Con esfuerzo, pudo divisar finalmente a las mellizas, quienes miraban a su alrededor, confundidadas por el repentino llamado. Sin pensar en los proyectiles helados, Cassiel corrió hacia ellas, haciendo caso omiso a los gritos alarmados de Zachy. Esquivó por los pelos un par de ataques desviados que salían de la maraña furiosa de elementos en la que se había convertido la pelea. Muchos ángeles y demonios con los que se cruzó se habían resguardado tras algún mueble, o debajo de las gradas. Sus amigas la miraban con la boca desencajada en una exclamación doble de preocupación.
Cuando llegó a su lado, descubrió que estaba más cansada de lo que debería. Le costaba encontrar el aire necesario para calmarse, a pesar de estar respirando con más intensidad que nunca.
<<El oxígeno se está consumiendo>> se percató con preocupación. Apartó esos pensamientos de su cabeza. Debía centrarse.
-¡Chicas!- llamó.
Las "gem" parecían ilesas, pero terriblemente asustadas. El dobladillo del vestido de Uriel estaba cubierto de escarcha, y ambas temblaban de frío, producto de su reciente carrera para ayudar a algunos de sus compañeros.
- ¿C-Cassy?- preguntó confundida Aziel, con los dientes castañando- ¿Que ha-haces?
Con el corazón latiéndole a toda velocidad por culpa del miedo, Cassiel les explicó lo mejor que pudo lo que había visto. Las expresiones de ambos ángeles pasaron de la sorpresa a la confusión, y de la confusión a la sorpresa.
-¿Conocen a algún estudiante que tenga ese poder?- les preguntó finalmente.
Ellas se miraron.
-No, no conocemos a nadie. La habilidad de alterar la realidad que otros perciben es sumamente rara, por no decir poderosa- explicó Uriel finalmente, entornando los ojos, confusa- De hecho, la única persona de la que tenemos conocimiento que tiene capacidad de crear ilusiones es...- de pronto, el rostro de la chica de alas doradas se desencajó de sorpresa y terror.
Eso alarmó a Cassiel.
-¿Qué pasa?
Parecía que a su amiga no le salían las palabras. Tragó en seco un par de veces, antes de declarar:
-Azrael. El único ángel ilusionista del que sabemos es el profesor Azrael.
Cassiel sintió que su sangre se congelaba. Miró atrás, como si hubiera sido posible que una de las metrallas de Dómaco la hubiera alcanzado, pero no era así. Cuando volvió a hablar, se percató de que su voz sonaba temblorosa, y no era culpa del frío.
-¿Estás diciendo que el profesor suplente, al cual conocemos desde hace treinta minutos, está manteniendo bajo una ilusión a Aster y Dómaco?
La idea sonaba casi tan ridícula como lo era, pero pareció que Aziel no pensaba lo mismo.
-De hecho, puede no ser una suposición tan loca- argumentó, ante las miradas curiosas de las otras dos -Es decir, lo conocemos desde esta mañana. El profesor Muschell nunca había faltado a una sola clase antes, ni siquiera aquella vez que se contagió del mal del pájaro loco. ¿Entonces por qué de repente decide irse y dejar a un profesor suplente del que no se sabe casi nada? Por no mencionar sus ciertamente dudosos métodos de aprendizaje- bufó, señalando con el dedo a los hermanos demonios.
Por fin, Cassiel comenzó a ver a dónde quería llegar su amiga.
-¿Acaso estás sugiriendo que Azrael "influenció indirectamente" al profesor Muschell para ganarse su puesto?- el movimiento de cabeza de Aziel fue suficiente para que lanzara la pregunta que estuvo pensando desde que ella había explicado su teoría- ¿Y qué ganaría él a cambio?
Su amiga guardó silencio antes de responder.
- No lo sé. Pero de lo que sí estoy segura es que hay que parar a estos dos antes de que destruyan el gimnasio. Sin mencionar que ese gasto de magia podría terminar matándolos.
Esa última observación golpeó a Cassiel como un baldazo de agua helada.
-¿Cómo los detenemos?- preguntó, alarmada.
-Bueno- Uriel se aclaró la garganta, tomando finalmente la palabra- De acuerdo con lo que leímos, cuando una persona se encuentra bajo una ilusión, esta puede ser "traída de vuelta" a la realidad de diversas formas- miró con el ceño fruncido a Astartea y Dómaco- Si ellos están en una ilusión poderosa, como sospecho, un simple sacudón y unos gritos no bastarán para despertarlos.
Cassiel oyó como Aziel murmuraba una maldición.
-Según el libro- continuó Uriel- La forma más efectiva de deshacer la ilusión es una emoción fuerte.
El corazón de Cassiel latía a toda velocidad.
-¿¡Y cómo vamos a generarlos una emoción fuerte a esos dos!?¡ASTARTEA PARECE DESAYUNAR BRASAS POR LAS MAÑANAS!- exclamó.
De pronto, sintió como alguien tosía detrás de ellas. Cuando se giró, descubrió a Ágramon, el diablo del miedo. Cassiel pudo verse reflejada en aquellos lentes oscuros.
-Tal vez podría ayudar- propuso este, con una sonrisa.
(...)
-¿Todos recuerdan bien el plan de Aziel?- preguntó su melliza, escondida tras el armario de los materiales de deportes.
A su lado, Abariel asintió. Cassiel oyó como Ágramon y Zachary mustiaban una respuesta afirmativa. Miró a su izquierda, y se encontró con la mirada decidida de Aziel, quien sonrió.
-Estamos listas
-Bien- Uriel fijó la vista en la pelea.
Habían apartado a todos los demás compañeros, de los cuales la mayoría se había refugiado tras las gradas, a salvo. Les habían explicado con detalle el plan, por lo que, si necesitaban ayuda extra, esta estaba garantizada. A Azrael no se lo veía por ninguna parte.
-A la de tres...- susurró Abariel, con los ojos brillantes de determinación.
-Uno...
Un campo de fuerza comenzó a formarse debilmente alrededor del chico y Ágramon.
-Dos...
Zachary desapareció, mimetizándose con el ambiente. Uriel, Aziel y Cassiel se prepararon.
-¡TRES!
Aziel comenzó a correr hacia los luchadores, encabezando la marcha. La seguían sus dos amigas, cada una haciendo lo posible por evitar quedar rostizada por alguna bola de fuego. Antes de que ellas pudieran acercarse demasiado, Uriel tomó la iniciativa: con una repentina frenada, dió un pisotón contra el suelo cubierto de hielo. Durante tres segundos no pasó nada.
Y de pronto, Cassiel se sintió más ligera. Sus pies se elevaron del suelo sin que tuviera la necesidad de agitar las alas. Lo mismo pasó con sus amigos, y con Aster y Dómaco, quienes, por primera vez desde que habían comenzado, se detuvieron, aparentemente sorprendidos. Cassiel no los culpaba. La gravedad cero de Uriel era casi siempre desconcertante, por no decir aterradora.
Al estar expuestos a gravedad cero, los hermanos no podían continuar disparando bolas de fuego ni hielo, pues el más mínimo impulso los haría flotar en círculos sin control.
Con el rabillo del ojo, Cassiel pudo entrever cono Abariel y Ágramon entraban dentro del rango de alcance de los poderes de su amiga. El campo de fuerza de Abariel los protegía del cambio, pero necesitaban llegar a los demonios.
Viendo el momento, le hizo una seña a Uriel. Esta asintió, y gritó:
-¡Tu turno, hermanita!
Con un bufido por el apodo, Aziel consiguió equilibrarse en el aire.
-¡Ya voy!- exclamó a su melliza, quien le respondió con una carcajada. Dió una palmada, y al instante la gravedad aumentó. Cayeron disparadas por una fuerza invisible hacia el suelo, pero por suerte Zachy había acercado estratégicamente algunas colchonetas, por lo que no se hicieron daño.
Astartea lanzó un grito cuando la elevada gravedad le impidió incorporarse. Su hermano estaba igual. Pero no pasaría mucho antes de que encontraran una forma de escapar de esa prisión invisible.
<<Es ahora o nunca>> pensó Cassiel.
Con un esfuerzo, logró ladear la cabeza para hacerle una señal a Abariel, quien le sonrió.
-Muy bien, Lentes- oyó ella que este decía.- Enséñanos que es lo que puedes hacer.
Con un movimiento del brazo, el escudo se hizo pedazos al tiempo que Uriel deshacía su influencia sobre el ambiente.
Astartea estaba incorporándose entre maldiciones cuando Ágramon la sujetó del brazo, obligándola a mirarlo.
-Hola Asty- canturreó, para luego quitarse los lentes con la mano libre. El rostro de Aster apenas llegó a expresar confusión cuando un repentino brillo verde encandiló a todos en el gimnasio.
Cuando el resplandor se desvaneció, Cassiel divisó como la demoniesa de fuego palidecía. Frente a ella, donde hasta hace unos segundos estaba el diablo verde, una columna inmensa de agua se erguía, como un tsunami reducido. Astartea gritó de terror cuando la ola gigantesca se arrojó sobre ella, con el agua agitándose como el mar en una tormenta. El mini-tsunami la envolvió como un torbellino, sin que una gota la llegara a tocar.
Cuando el pequeño tifón se detuvo, Ágramon sostenía a Aster entre sus brazos, quien parecía haberse desmayado. Los ojos del diablo estaban de nuevo cubiertos por los lentes oscuros, y sonreía.
Con esfuerzo, Cassiel se les acercó, saltando por arriba de los cráteres que habían quedado de la pelea. El hielo había comenzado a derretirse, y la temperatura estaba volviendo a la normalidad. Con el rabillo del ojo, vio como Abariel sostenía a Dómaco, también inconsciente, impidiendo que el chico cayera al suelo.
Al llegar al lado de Ágramon, no pudo evitar comprobar el estado de Aster. Aún respiraba, al parecer, pero parecía agotada.
<<Demasiada energía>>
Miró con el ceño fruncido al diablo del miedo.
-¿Por qué Dómaco también se libró de la ilusión?- le preguntó.
Él se levantó, cargando a Aster como si fuera una princesa, cuidando de que su cabeza no resbalara de su hombro. La miró.
-El mayor miedo de Dómaco es que su hermana esté en peligro. Irónico, ¿no?
Cassiel no pudo más que asentir. Se volvió hacia los demás, recordando las prioridades.
-Mejor comencemos a intentar abrir las puertas. Tenemos que llevarlos a la enfermería.
Cuando se retiraron, Cassiel no pudo evitar sentir que alguien la estaba observando.
(...)
Desde las sombras que ofrecían las vigas del techo, Azrael observó complacido como los últimos alumnos se retiraban. Su mirada no se apartó en ningún momento del grupo.
La aureola sobre su cabeza había desaparecido nuevamente, liberándolo del esfuerzo que había ejercido: no era fácil mantener una ilusión casi inconscientemente. Pero era necesario. Si no lo hubiera hecho, nunca le habrían dado el puesto.
Y eso les habría dificultado las cosas.
-Esto va a ser divertido- murmuró, con una risa malévola escapando de sus labios. Activó un pequeño comunicador que llevaba camuflado como brazalete- El plan ya está en marcha. Comienza la segunda fase.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top