Cap 5: Las dos caras de la musica

Para cuando llegaron al salón, todos los demás estudiantes ya se encontraban ubicados en sus respectivos asientos, afinando o practicando distintas notas en sus instrumentos designados. Las charlas llenaban el aire, además de las ocasionales pruebas de sonido. Cassiel pudo ver a Abariel riendo junto a las gem en la mesa que los tres compartían.

en la pared derecha del salón, desde el piso hasta el techo, habían pegados infinidad de afiches y pancartas de grupos de orquestas, clases de violín, y fotos de instrumentos tales como el violonchelo, el arpa, la liria y el clarinete. En cambio, en la pared izquierda del salón, se hallaban pegados avisos de grupos de música metálica, rock, y folletos o bonos para clases gratis de guitarra, batería y bajo.

Todos los angeles siempre se colocaban del lado derecho del salón, y los demonios del izquierdo, el cual, dicho sea de paso, tenía los bancos pintados de rojo y negro por los propios demonios.

Lanzando un suspiro largo y acompasado, se sentó en su banco, en la tercera fila, fijando la vista en los dibujos y rayones hechos con marcador y lapicera que lucia este, como un traje de carnaval mal echo. Delante de ella, sobre la mesa larga de madera que compartía con tres estudiantes más, se encontraba su violín, tal como lo había dejado la última vez. Acarició suavemente sus cuerdas, y sonrió al sentir el familiar tacto de los hilos en su mano. Desde pequeña había sido una gran violinista. Amaba ese instrumento; solía decir que era una especie de "amansa bestias", ya que su padre le había contado cómo se podían entrenar serpientes venenosas con unas simples notas. Era un buen instrumento para ella.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el portazo de la puerta al abrirse con más fuerza de la necesaria, lo cual los sobresaltó a varios.

Una demonio entró a la habitación en actitud relajada y divertida, con el vestido morado ondeando alrededor de ella como una bandera perdida. No aparentaba más de 35 años, pero las arrugas alrededor de los ojos que se le habían formado de sonreír a menudo le daban un aire de experiencia que detonaba inteligencia. Sus alas púrpuras, escamosas y brillantes como la piel de un pez plateado, se extendían delicadamente tras su espalda, y sus cuernos morados resaltaban sobre su cabello marrón recogido en una coleta.

Se trataba de la profesora Odets, que tenía fama de ser una gran compositora. Era siempre muy amable con todos, tanto alumnos como profesores, y siempre lograba que todos se alegraran al verla, cosa bastante valiosa en esos tiempos.

—¡Buenas tardes queridos!—los saludó, regalándoles una de sus sonrisas tranquilas—Hagan grupos de a tres: hoy ensayaremos composición en conjunto—declaró alegremente. Brotaron exclamaciones de emoción por todo el salón, ya que todos amaban esos ejercicios en particular.

Cassiel se volteó para trabajar con Aziel y Uriel, pero se dió cuenta que estas se habían juntado con Abariel, y la miraron con expresión culpable y arrepentida, por no decir asustada. Ella les hizo un gesto de "ok", y recorrió con la mirada el salón. La mayoría de los ángeles formaban equipo entre ellos, mientras que los demonios hacían lo mismo de su lado del salón. Cassiel pudo ver a Agramon acercarse coquetamente a Aster, acción que ella respondió con un bufido, poniendo los ojos en blanco. <<De acuerdo, eso no lo ví venir>> pensó.

De pronto, sintió que alguien a su lado carraspeaba. Se volteó y se encontró cara a cara con el integrante del grupo faltante, Zachary Howard, sonriendo tímidamente. Se recogía los mechones de su largo pelo oscuro detrás de las orejas, y miraba alrededor con nerviosismo.

—Hola Zachary—Cassiel le sonrió a su amigo con cariño—¿Ya tienes grupo?

Zachary movió inquiteto sus alas naranja brillante, y se sonrojó

—D-De echo, quería saber si tu...s-si querías...—parecía que no le salían las palabras, y su rostro se teñía cada vez más de rojo por cada palabra que pronunciaba.

—¿Si?—lo incitó a hablar ella, aunque ya sabía cual sería la pregunta.

Él cerró los ojos

—¡Si querías hacer equipo conmigo!—declaró de un tirón, completamente rojo en sentido literal.

Zachary era un alumno brillante, pero muy tímido. Siempre hacía lo posible por pasar desapercibido, cosa que lograba con facilidad: al poder controlar la luz, venía a ser una especie de camaleón, permitiéndose cambiar de color e incluso hacerse invisible, lo cual resultaba muy útil a veces, pero a la vez comprometedor.

Cassiel río al ver la cara de su compañero

—Claro, no hay problema—respondió, encogiéndose de hombros.

El color regresó poco a poco a Zachary, acompañado por una sonrisa.

—¡D-De acuerdo!—exclamó como si no hubiera esperado llegar tan lejos—Tu usarás tu violín...¿no?—sonrió ante el gesto afirmativo que Cassiel le hizo con la cabeza.

Su charla fue interrumpida por la profesora Odets, que dio dos fuertes palmadas.

—Bien, ¡empiecen! ¡De a tres, chicos!—añadió al ver a los dos ángeles.

Zachary y Cassiel se miraron.

—Necesitamos a alguien más...—murmuró ella.

Recorrió con la mirada todo el salón, en busca de alguien que todavía no tuviera equipo...Agramon, Astartea y Dómaco eran un equipo...Aziel, Uriel y Abariel, otro... Esta no...esos tampoco...

Por fin, Cassiel pudo divisar a cierta chica que miraba a su vez en su dirección.

—¡Bimorí!—la llamó, sonriendo al darse cuenta que la mencionada se acercaba con una flauta de marfil.

—Hola—Bimorí los saludó riendo, a pesar de que aún tenía la cabeza vendada debido a su reciente batalla contra Agramon. Sus alas se encontraban plegadas delicadamente contra su espalda, y sus ojos desbordaban diversión—¿Les importaría si me uno a su equipo?—preguntó.

Cassiel y Zachary negaron con la cabeza al unísono

—No hay ningún problema—aseguró él—De todas maneras, ya te íbamos a pedir lo mismo.

Ella solo asintió, y arrimó un banco para poder sentarse en la misma mesa que ellos.

—Bueno, ¡menos charla y más acción!—exclamó Cassiel, robándoles una sonrisa a sus dos compañeros.

(...)

Bimorí era genial. Soplaba la flauta y movía los dedos sobre los hoyos con tal rapidez que a veces casi no se notaban sus manos. Zachary también era muy bueno, pero a Cassiel le pareció que no se mostraba muy conforme con la pandereta que golpeteaba y sacudía como un pompón de porrista.

Por lo demás, la composición que lograron crear era bastante buena, y pronto el salón se llenó del sonido delicado y suave del violín, y la voz melodiosa de la profesora Odets, que, llevada por la emoción, había comenzado a improvisar una letra. Poco a poco, los demás alumnos, tanto ángeles como demonios, se comenzaron a unir poco a poco a esa pequeña orquesta que se había creado en el momento.

Cassiel, sin dejar de tocar, miró a su alrededor, sonriendo enormemente al ver cómo sus compañeros se mezclaban y marcaban nuevos ritmos para añadir a la composición. En un momento, creyó alucinar al ver cómo Aster se levantaba del asiento y se sumaba a la música, marcando fuertes notas con la guitarra electrónica que llevaba en brazos, la cual era de un color negro brillante, lo cual le dió a la canción un toque moderno y electrónico.

Aziel y Uriel, riendo, comenzaron a improvisar un baile para acompañar la melodía. Sus pies se movían a gran velocidad, marcando los ritmos, y giraban sobre ellas mismas con una sincronización increíble, hasta contagiar con su coreografía a casi la mitad de la clase, que continuó tocando los instrumentos pero se sumó a los pasos improvisados.

<<Esto si es una verdadera clase de música>>pensó satisfecha Cassiel<<No hay un lado u otro. Todos son parte de la misma melodía, como un árbol con muchas hojas>>

(...)

Para desgracia de ella y de los demás, las clases de música nunca duraban lo suficiente. Pronto sonó el timbre, y obligó a los alumnos a retirarse a regañadientes del aula, con las palabras de despedida de la profesora Odets resonando todavía en su consciencia: <<Buena clase, queridos. Recuerden que la música siempre es para unir a las personas, no para separarlas>>

—Que frase profunda, ¿no lo crees, Cassy?—le preguntó Aziel, que caminaba junto a ella y a Uriel.

Cassiel asintió, algo distraída, lo cual le arrancó una carcajada a Uriel.

—Conozco esa cara—declaró, para luego observar atentamente a su amiga, la cual la miraba confundida—¿Sientes que te estás olvidando de algo pero no sabes qué es, no?

Cassiel la miró, asombrada.

—¿Acaso ahora puedes leer la mente? ¿Como lo supiste?

—¡Porque no traes el violín contigo, tontita!—exclamó riendo a carcajada suelta su amiga.

Rápidamente, Cassiel se llevó las manos al hombro, donde normalmente estaba la correa que mantenía sujeto a su preciado instrumento. Solo que, claro, ahora no estaba. La chica palideció, pero también se echó a reír.

—Bueno, creo que tienes razón—admitió, con las mejillas ruborizadas de vergüenza—Espero que el salón todavía esté abierto—y, tras decir esto, se dió la vuelta y volvió al aula volando con ayuda de sus alas lo más rápido posible.

Pero, antes de entrar siquiera, la sorprendió el ritmo entrecortado de una batería. La puerta del salón estaba entreabierta.

Cassiel quedó de piedra, congelada frente a la puerta, escuchando atentamente los compases que marcaban los golpes. Abrió lentamente la puerta, y asomó solamente la cabeza por el espacio que quedó. Y se quedó sin aliento.

Sentado detrás de la batería, ya agitando energéticamente las batutas, se encontraba Zachary. Tenía los ojos cerrados (una suerte, porque si no la hubiera visto ya) y una expresión de concentración marcada en los labios. Golpeaba los tambores de la batería con tanta pasión y emoción que costaba entender por qué no se había vuelto un baterista famoso ya.

Cassiel, que estaba embelesada con aquella muestra inédita de un talento oculto, se inclinó hacia adelante para escuchar mejor. Pero, para su desgracia, la puerta cedió, y cayó bruscamente contra el suelo en el medio del salón.

Los golpes de la batería se interrumpieron bruscamente.

Cuando Cassiel levantó la mirada, descubrió que Zachary la observaba, con el rostro pintado de terror y nerviosismo; pero ella sabía que solo pasarían segundos antes de que eso se transformara en enfado, así que decidió explicarle todo antes de que hablara

—¡Lo siento, no era mi intención espiarte!—exclamó, incorporándose y sacudiéndose el polvo del vestido—Es solo que me olvidé de mi violín, y venía a buscarlo. Pero entonces te oí tocar y...¡me encantó!—casi gritó, haciendo que Zachary se sobresaltara—¡Tocas en verdad muy bien!

—N-No es para tanto...—farfulló Zachy, poniéndose rojo—Aunque...—suspiró—Siempre me ha gustado tocar la batería. Es mi sueño, creo—murmuró, con los ojos anaranjados brillando de emoción.

—Espera. Hay algo que no entiendo—Cassiel lo miró frunciendo el ceño—Si te gusta tocar la batería...¿por que entonces nunca lo haces en las clases?

Zachy suspiró tristemente, y comenzó a juntar las piezas de la batería y a guardarlas en su estuche correspondiente

—Porque simplemente no puedo—admitió.

Cassiel sacudió la cabeza, incrédula—¿A que te refieres con que no puedes? ¡Si tocas genial!

Zachy ya se dirigía a la puerta, pero volteó a verla. Su rostro era frío y vacío, libre de emoción.

—Cassiel, dime la verdad: ¿a cuantos ángeles conoces que toquen instrumento de demonios?

Ella se quedó totalmente en blanco. Zachy solo se dió la vuelta y se fue.

(...)

Cassiel caminaba por los pasillos, rumbo al dormitorio que compartía con las mellizas. El estuche del violín con, este adentro, se encontraba cargado a su espalda. Caminaba cabizbaja, sin prestar atención a lo que la rodeaba. Pensaba sin parar en esas palabras que le había dicho Zachary, y que han acertado estaba.

De pronto, chocó contra algo...más bien dicho alguien.

El hombre la miraba desde sus casi dos metros de altura, con unos ojos completamente oscuros. Sus alas, con las plumas totalmente verdes, se extendían a sus lados, haciéndolo parecer más grande.

—¿Que haces aquí?—le espetó, con una voz gruesa y alta, que hizo eco en las paredes del pasillo—¿No sabes que a esta hora los estudiantes deben estar en su habitación?—rugió

Cassiel se puso rígida, de pronto alarmada y nerviosa.

—L-Lo siento señor—alcanzó a decir, con un hilo de voz—N-No quería...—de pronto, sin querer, subió la vista hacia la cabeza del hombre...y retrocedió rápidamente, lanzando un grito ahogado...

El hombre solamente la observó, sin inmutarse—Venga, ya largo

Cassiel solo pudo echar a correr hacia los dormitorios, lejos de aquella silueta que se alejaba más y más a medida que ella corría.

Su corazón palpitaba con tal intensidad que estaba segura que se oiría a través de un miró de ladrillo.

Lo que la había aterrado no era la altura, la voz, o las alas del hombre.

Había sido el echo de que, por un breve instante, al mirar la cabeza del hombre, no había ninguna aureola brillando sobre esta, como debería ser en todos los ángeles adultos.

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