Cap 3: Entrenamiento
El gimnasio en si no era gran cosa: un conjunto de aulas unidas derribando sus muros, lo que lo hacía parecer un poco claustrofóbico, ya que el techo tenía no mucho mas que la altura de un salón normal. En un rincón apartado, se encontraba una puerta de metal oxidada, que daba al armario donde guardaban los materiales de gimnasia que no se usaban: maniquíes rotos, pelotas pinchadas, colchonetas ligeramente corroídas por algún ácido...
A un lado del lugar, una fila de maniquíes se encontraban esperando a que alguien acabara con su ridícula apariencia; y es que, como parte de un proyecto de arte en jardinera, los angelitos y demoncitos pequeños habían dado su "toque único" a los pobres seres de plástico, por lo que terminaron pareciendo una pandilla de payasos coloridos.
En la otra punta del lugar, un círculo pintado cuidadosamente de blanco, de al menos unos 10 metros de diámetro, marcaba el sitio de uno de los ejercicios favoritos del Señor Muschel.
Para desgracia de sus alumnos, este había decidido que ese era el día perfecto para ejecutar ese dichoso ejercicio en particular.
—¡Muy bien, señoritas!—gritó, mientras pasaba caminando por delante de la fila que habían echo los dichosos alumnos. Cassiel , que se encontraba tercera en la fila, podía oler la asquerosa colonia con aroma a sal marina del entrenador—¡Ya conocen el ejercicio! ¡Dos entran! ¡Batalla de poderes! ¡Uno sale victorioso y pasa a la siguiente ronda! ¡El perdedor queda fuera!
Se oyeron largas exclamaciones de protesta, ya que ese no era el ejercicio favorito de todos especialmente. Cassiel casi esperaba que ese día no hubiera que practicar de esa manera, y tenía sus razones.
El ejercicio consistía básicamente en una pelea física, generalmente entre dos alumnos con el mismo grado de poderes
Lo poderes de todo ángel y demonio determinaban en qué categoría estarían marcados. Los Ángeles tenían tres clases: los Ángeles Mayores, categoría que abarcaba a todos los que poseyeran cualquier control o capacidad de generar sentimientos positivos. Los Laries que tenían poderes relacionados con aspectos de la naturaleza. Y los Currentes, que tenían poderes considerados simples, o que no entraban en ninguna de las otras categorías.
Los demonios también tenían tres clases muy parecidas, pero con algunas pequeñas y casi invisibles diferencias: los Mayores, que, al igual que sus contrapartes angelicales, poseían cualquier tipo de control sobre los sentimientos negativos. Los Elementt, que tenían cualquier tipo de poder relacionado con fuerzas elementales de a naturaleza, como agua o metal. Y finalmente los Pebleus, que eran más o menos lo mismo que como sucedía con Los Ángeles.
Los poderes de Cassiel entraban en la categoría de simples, ya que su habilidad en particular se trataba de la posibilidad de entrar en contacto con el alma de una persona.
Cada ser vivo, sin importar la especie, tenía un alma: una manifestación espiritual de su ser. Un alma no solo reflejaba tus sentimientos e intenciones, si no también tus características, las cuales tal vez no conocías. En cada alma predominaba un sentimiento o característica, el cual definía a todo el ser.
Lo que le permitía el poder de Cassiel era observar esto y leer sus debilidades. El día que consiguiera su aureola, la cual representaba la autenticidad de un ángel documentado oficialmente, era posible que lograra aumentar esta percepción, como sucedía con los demás.
El señor Muschel seguía y seguía hablando, a gritos esta vez, tanto que, cuando pasó por delante de Cassiel, esta pudo notar pequeñas gotitas de saliva que le salpicaban en la cara, para su asqueo.
Luego de una muy, muuy larga charla sobre los riesgos de ser comido por un dragón y torcerse un tobillo, por fin el entrenador dijo la primera pareja que pelearía.
—¡Ágramon y Bimorí!—anunció, señalando a un chico y una chica, demonio y ángel, respectivamente.
La chica, Bimorí, dio un paso hacia adelante. Tenía el pelo corto y rojo claro, con la piel extremadamente pálida. Sus alas grises estaban medio extendidas hacia ambos lados, como si quisiera dar una imagen más intimidante a su oponente, Ágramon, el cual ya se estaba abriendo camino entre la multitud de demonios que lo ovacionaban. Tenía el pelo oscuro, con la piel cubierta de brillantes escamas verde esmeralda. Usaba lentes negros, a pesar de que no había rastro del sol. Sonreía con aire galán, dejando a la vista hileras de afilados colmillos. Los Ángeles con los que se cruzaba se apartaban de el, lanzándole una mirada cautelosa.
Agramon era muy conocido por todo el instituto debido a tres cosas bastante inusuales en un demonio de su edad: primero, no era exactamente un demonio. Tenía una cola verde escamosa, pero no tenía alas. Específicamente, era un diablo, que sería una especie de subgrupo de demonio. Segundo, tenía ya sus cuernos, verdes oscuros y brillantes, ya que había pasado las pruebas de la Orden, que era como la ley máxima entre los Ángeles y los demonios. Y tercero, estaba su poder; Agramon entraba en la categoría de demonios mayores, ya que su poder era controlar un sentimiento negativo, el cual era, en este caso, el miedo. El color de sus ojos era desconocido para Cassiel, al deberse que él no se sacaba casi nunca los lentes oscuros, ya que todo su poder se concentraba en sus ojos.
Era fácil: si veías a Agramon a los ojos, él podía ver tu mayor miedo y transformarse en él, razón por la que todo el colegio había juntado firmas para hacer que usara lentes oscuros continuamente.
Cassiel aleteó un poco las alas y se elevó unos centímetros por encima de las cabezas del resto de la clase, que se había reunido en torno al círculo para presenciar la interesante pelea.
Agramon se alisó furtivamente los doblados de la remera de manga corta negra que usaba, la cual tenía una calavera estampada.
—Cuando usted quiera, entrenador—dijo finalmente, mirando al señor Muschel–Yo estoy listo.
La chica ángel, Bimorí, entró también al círculo y extendió sus manos, ocasionando que el suelo comenzara a temblar.
—Lista también—anunció.
Al pitido del silbato del entrenador, Bimorí movió rápidamente las manos hacia abajo. Del suelo, como una manada de caballos furiosos, comenzaron a surgir arbustos espinosos de todo tipo, los cuales se lanzaron en dirección a Agramon. El diablo no dio muestra alguna de preocupación y, agarrando impulso, comenzó a esquivar con increíble agilidad todas las hiedras que intentaban atraparlo. Al no poseer alas que entorpecieran sus movimientos, logró zafarse sin muchos problemas de cada ataque vegetal.
—¡Buen intentó, pequeña!—le gritó Agramon a Bimorí, ajustándose de nuevo los lentes—¡Pero deberías poner más fuerza en tus ataques de verduras!
Y, rápido como un rayo, echó a correr hacia ella. Cassiel y los demás espectadores se inclinaron aún más, expectantes y curiosos por ver cuál sería el siguiente movimiento de los oponentes.
Pero esta vez, Bimorí dio una pisotón en el suelo, y unas enredaderas bastante gruesas agarraron al diablo verde de los pies, ocasionando que este cayera de cara en medio de maldiciones. Velozmente, las plantas comenzaron a enrollarse a su alrededor, presionando sus brazos contra su cuerpo, e impidiéndole mover las extremidades.
Bimorí sonreía satisfecha, y comenzó a caminar en dirección al joven, el cual ya estaba perdiendo la pelea contra las ramas que ya le apretaban el pecho.
—¿Que sucede, pequeño?—se burló, inclinándose hacia él y quedando su cara con unos pocos centímetros de distancia—¿Tal vez será me acerqué demasiado al éxito?—se regodeó.
Ágramon la miro fijo, y Cassiel pudo advertir que sonreía con entusiasmo, como si no le importara el hecho de lucir derrotado.
—De hecho...—murmuró este, sonriendole a la elementarista vegetal, la cual retrocedió unos pasos, algo confundida—¡Estás justo donde quería!
De repente, y con un movimiento rápido de cabeza, los lentes salieron volando y se estrellaron ruidosamente contra el suelo. El rostro de Bimorí se congeló en una mueca de horror, mientras su cara se cubría de una luz verde brillante que, dedujo Cassiel, venía del rostro de Ágramon. O, más concretamente, sus ojos.
Unos segundos después, el ángel gritó, espantada, y retrocedió torpemente. Donde antes había estado el diablo verde, ahora se encontraba la araña más grande que Cassiel hubiera visto en la vida. Sus patas peludas se agitaron en dirección hacia su presa, y sus mandíbulas chasquearon, con la baba chorreando de ellas y formando charcos.
Bimorí retrocedió aún más, sin apartar los ojos de la criatura, mientras ésta se aproximaba lentamente hacia ella.
La tarántula chasqueó sus mandíbulas una vez más, y fue suficiente: la joven peledeció, más blanca que el papel. Sus ojos rodaron hacia atrás, y se desplomó sin ceremonias.
Los demonios irrumpieron en vítores. Los ángeles protestaron. Un par de ellos corrieron a poner a la chica a salvo, mientras Ágramon, de vuelta en su forma normal, recogió los lentes algo resquebrajados del suelo y se los puso con aire superado.
—Que mal—le murmuró Cassiel al oído de Aziel, la cual había estado a su lado durante la pelea—Hubiera jurado que esta vez ganaba Bimorí.
Su amiga solo asintió, pensativa. Suponía que Agramon sería uno de los finalistas, aunque no le gustara la idea.
El señor Muschel, luego de asegurarse indirectamente de que Bimorí estuviera bien, se volvió hacia Agramon pensativo
—A pesar de que no hiciste que ella saliera del círculo, como debería ser el ejercicio, supongo que ganaste más o menos limpiamente. Pasas a la siguiente ronda—se volvió de repente hacia el resto de la clase, observándolos uno a uno—Bien, los siguientes son: ¡Abariel y Cassiel!
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