Cap 21: No pierdas la esperanza.
Cassiel tuvo que admitir que le llevó más de un minuto procesar completamente las palabras que habían salido de la boca de Cupido, y casi otro para recordar cómo se suponía que se hablaba correctamente sin hacerse un lío con su propia lengua. Para cuando consiguió emitir sonidos coherentes que formaran frases, chilló con la voz ahogada:
-¿El Énferton-Énferton? Cómo, tu sabes, ¿del que nos cuentan historias aterradoras los estudiantes mayores? ¿El que tiene hasta su propio jueguito de terror, en el que tienes que intentar convocar a un enfert usando un espejo y diciendo tres veces su nombre? ¿ESE MISMO?
El ex-arcángel gruñó por lo bajo, pero le contestó finalmente, asintiendo con la cabeza para desgracia de la rubia, confirmando sus temores, mientras hacía lo que podía por quitarse la arena mojada y de color carbón de las plumas. Sus alas se agitaban en movimientos descoordinados, y arruinando todo lo que la anatomía sabía acerca de proporciones. Cassiel se preguntó, desvariando, cómo era posible que un ángel (tuviera aureola o no) poseyera unas alas tan pequeñas. La envergadura promedio de un ángel adulto estaba casi cerca de los cinco metros. La de cupido casi no llegaba al metro.
El ángel fue sacado repentinamente de sus pensamientos cuando sintió como una pesada y áspera tela cubría sus hombros. Levantó la vista de la arena color carbón y se encontró con el protagonista de esas preguntas, quien parecía haberla cubierto cuidadosamente con su saco, el cual, a pesar de estar húmedo, era mejor que la ropa empapada que Cassiel llevaba.
-G-Gracias...-consiguió tartamudear ella, con la mandíbula castañeteando y la voz ronca después de su pequeña sesión de gritos histéricos y el reciente semi-ahogamiento.
Cupido apartó la mirada a un lado, pero la empática pudo detectar como su postura volvía a ser tensa.
De pronto, una tos seca llamó la atención de ambos, haciéndoles volver la mirada hacia donde una humana empapada vomitaba agua, mientras Zachary frotaba círculos en su espalda, y la ayudaba a no ahogarse. Ambos chorreaban agua de pies a cabeza, y estaban llenos de arena, pero debían de haber caído más cerca de la orilla, pues no parecían tan agotados por el nado como Cupido y Cassiel. Las alas anaranjadas de Zachy se pegaban a su cuerpo tembloroso, como protegiéndolo del frío, mientras que Lauren estaba pálida como un fantasma.
Al sentir como ellos se habían volteado a verlos, el ángel camaleónico les dirigió una mirada alarmada, con el pelo negro pegado al rostro por culpa del agua.
-¿¡Dónde estamos!?- chilló, ayudando a Lauren a sentarse erguida.
Entre toses, la humana gruñó.
-¿Por qué nunca pueden ser campos de flores?- mustió, con la voz ronca que indicaba que su garganta no se encontraba en su mejor momento. Pero, de pronto, sus ojos amarronados se abrieron el doble de su tamaño, repletos de la mayor cantidad de preocupación que Cassiel había visto en su vida- ¿¡DÓNDE ESTÁN TATIA Y FAJITA!?- exclamó, debatiéndose en el agarre de Zachary (quien intentaba evitar que se parara), y mirando frenéticamente a su alrededor.
Ahí, el ángel femenino pudo sentir como su viejo amigo "pánico" le llenaba lentamente el pecho, mientras giraba la cabeza de un lado al otro, escrutando la playa de arenas oscuras con los ojos. Lauren tenía razón: no había nadie. Aziel y Uriel, Ágramon y Astartea, y Tatia y Faith no se encontraban por ningún lado.
-¡Pero si caímos al mismo tiempo!- exclamó, confundida, y con el corazón palpitante-¿Dónde están?
Ahora, Zachary y Cupido parecían haberse percatado de a qué se referían ambas chicas, y las imitaron, buscando con el ceño fruncido a el resto de los viajeros desaparecidos, aunque sin resultados.
Repentinamente, Cassiel elevó la mirada hacia lo que parecía ser una enorme montaña, cuya base daba directo a la playa de carbón en la cual se encontraban, y con el pico cubierto de hielo y rodeado de algunas nubes. De una de las superficies mixtas de piedra y escarcha, podía verse como lo que parecía ser una cueva aún largaba un hilo de humo, como si hubiera ocurrido una gran explosión dentro.
-Creo que encontré nuestro famoso tobogán de hielo- dijo ella, señalando su descubrimiento con un ala.
Cupido gruñó con rabia, pateando la arena carbonizada.
-Genial, simplemente genial. No me imaginaba una mejor forma de pasar el fin de semana que quedándome atrapado en el Énferton con un par de mocosos. ¿Cómo me convencieron de ayudarlos?.
Cassiel sintió que la frustración en su organismo aumentaba, mientras le lanzaba una mirada de muerte al ex-arcángel.
-¡TÚ FUISTE QUIÉN NOS TRAJO AQUÍ EN PRIMER LUGAR!- le espetó.
El hombre descartó su queja con un movimiento de la mano.
-¡Les estaba evitando una lenta y dolorosa muerte repleta de arrepentimientos, niña! ¡Y aún no he escuchado un agradecimiento por eso!
-¡Y nunca lo escucharás!- gritó Cassiel, con los puños tan apretados que podía sentir como sus huesos crujían debajo de la piel de sus dedos-¡A Abariel podría costarle el tiempo que perdimos! ¿Qué pasa si, gracias a nuestra demora, se encuentra lastimado?
-Niña...
-¡Entonces jamás podría perdonármelo!- continuó ella, haciendo caso omiso a la mirada algo triste que le estaba lanzando el hombre canoso- Y, además, supongo que él va a estar pinchándome con eso por el resto de nuestra vida, y tal vez tenga que darle todas mis porciones de postre por los siguientes años, pero-
-Oye-
-...pero, aún así, lo habríamos dejado más tiempo del necesario como prisionero de esos malvad-
-¡NIÑA!- le gritó Cupido finalmente, agarrándola con fuerza de los hombros y obligándola a mirarlo a los ojos. Cassiel nunca habría imaginado que el color morado pudiera reflejar tristeza, pero en ese momento no era capaz de percibir otra cosa que no fuera esa en la mirada que el hombre le lanzó.
Vagamente, la empática fue consciente de que tanto Zachary como Lauren estaban en silencio, y que habían detenido su frenética búsqueda por sus amigos para enfocarse en la escena que hacían ella y Cupido.
Y, al final, este último largó un suspiro, para luego pronunciar con la mayor suavidad que Cassiel lo había oído manejar en el poco tiempo que lo conocía:
-Niña, tu amigo...tal vez...-empezó. Se humedeció los labios, como si le costara pronunciar las palabras- Él tal vez...ya no esté con vida.
El mundo pareció detenerse para el ángel joven, como si alguien hubiera pausado el tiempo. Los ojos se le empañaron con involuntarias lágrimas, y el aire se atoró en sus pulmones.
-L-Los Arcángeles no son de tomar prisioneros. No sé para qué secuestraron a simples estudiantes, pero...- Cupido negó con la cabeza, renunciando a su intento de explicarse, y dándole la mirada más penosa a Cassiel que ella había visto-Lo siento.
-N-No...- escupió la joven. Sentía como si la playa entera estuviera girando bajo sus pies; su respiración se había acelerado hasta volverse errática, y arroyos salados caían de sus ojos celestes.
A su lado, Zachary estiró una mano hacia ella, con los ojos húmedos.
-Cassiel...
-¡NO!- negó ella con la cabeza, escapando del agarre de Cupido, y retrocediendo a tropezones.
Las lágrimas le escocían los ojos, y las piernas le temblaban tanto que estaba distantemente sorprendida de no haberse derrumbado en el suelo.
Se negaba a creerlo. Abariel Nightstar no podía estar muerto. Abariel, quien se había convertido en un hermano mayor para ella, quien había estado a su lado desde que eran pequeños...no podía haberlo perdido para siempre. Era imposible, una locura. Cupido tenía que estar exagerando, ¿verdad?
¿Verdad?
-¡Te equivocas!- alcanzó a gritar, antes de que su voz se quebrara por el llanto, sin saber muy bien a quién se lo gritaba: si a Cupido... o a ella misma.
Y, sin escuchar los gritos de Zachary, echó a correr con todas sus fuerzas, aleteando hasta alzar el vuelo, y alejándose lo más posible del lugar, y deseando con todas sus fuerzas poder hacer lo mismo con sus pensamientos.
(...)
No supo cuánto tiempo estuvo agachada detrás de unas rocas de la playa, abrazándose las rodillas y envolviéndose con las alas mientras lloraba a moco tendido, temblando como una hoja, pero, de repente, sintió cómo alguien más se apretujaba dentro de la pequeña cueva entre las piedras, y se sentaba a su lado. Al alzar la vista, con los ojos enrojecidos, Cassiel se encontró con la mirada gentil de Zachary, quien le dirigió una sonrisa triste.
-Ey- le dijo, revolviéndose algo incómodo en su lugar
-Ey- le devolvió ella, sonriendo débilmente, muy a su pesar, atrayendo más las rodillas hacia el pecho.
El ángel camaleónico la observó por unos segundos, jugueteando con las plumas de sus propias alas, hasta que murmuró:
-Cupido se equivoca. Lo sabes, ¿verdad?
Y Cassiel no pudo detener las nuevas lágrimas que corrieron por sus enrojecidas mejillas.
-E-Ese es el problema, Zachy...- susurró, con la voz rasposa, y secándose como pudo el agua salada que empapaba su cara- No lo sé.
-¿A qué te refieres?
-¡Ya no sé siquiera si es posible que Abariel esté vivo!- estalló ella, sollozando, y abrazándose con más fuerza, mientras todo su cuerpo temblaba- ¿Qué pasa s-si Cupido está en lo cierto? ¡Quiero ten-tener esperanza, quiero creer que él no sabe de quién está hablando, pero una parte de mí no puede evitar pensar q-que tal vez el tenga razón! ¡Que estoy siguiendo falsas ilusiones, y que en realidad, ya podría ser demasiado tarde-!
Entonces, Zachary la envolvió en un enorme abrazo, atrayéndola hacia él con suavidad, y envolviéndola con sus propias alas. Y Cassiel lloró. Lloró, descargando toda su angustia, mientras enterraba la cabeza en el pecho del chico y se aferraba a su camisa con fuerza. Lloró hasta quedar exhausta, pero aún así, Zachy no la apartó.
-Él está bien, Cass-le susurró él- Si lo sientes así, es porque es cierto. Al Énferton con Cupido y con su opinión- exclamó, sacándole una suave risa a la joven de alas rosas- Y te prometo- continuó- que lo encontraremos.
Ella se sorbió los mocos.
-¿C-Cómo estás tan seguro?- preguntó.
Zacxhary guardó silencio por unos segundos. Hasta que de pronto, suspiró, y dijo:
-Porque no habrá forma de que me detenga hasta verte sonriendo con esos dientes tan bonitos otra vez. Por eso.
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