Cap 2: Rivalidad
—¿Me explican de nuevo que fue lo que sucedió?
Cassiel suspiró y sacudió la cabeza, haciendo volar su cabello dorado. Sus alas de plumas rosa salmón plegadas a su espalda ya le dolían por culpa del incómodo respaldo de la silla.
La decoración de oficina del director no ayudaba a mejorar su ánimo. Sobre la pared estaban colgados infinidad de cuadros y/o fotografías, en las cuales aparecía de todo, desde personas hasta frutas.
Suspiró irritada, y contempló al director.
—Ya le dije, fue solo una pelea—se inclinó hacia atrás en la silla, ocasionando que le dolieran las alas, pero eso ya no le importaba. Solo quería que esa patética reunión terminara.
El director se inclinó hacia ella, con su rostro severo congelado en una mueca de cansancio.
—Usted sabe tan bien como yo, Cassiel, que no fue solo una pelea—miró hacia la silla al lado de ella, donde, para su desgracia, se encontraba Astartea, dejando marcas permanentes con las uñas en su escritorio—Ustedes saben que el propósito de este colegio es eliminar la rivalidad entre ángeles y demonios, para que no haya más perdidas en guerras, enfrentamientos u otros conflictos. No pueden pasarse peleando por cualquier cosa.
Aster dejó de dañar el mobiliario y miró al director con cara de pocos amigos.
—Si quiere que no nos peleemos, ¿por qué nos hacen estudiar historias donde mi raza y la de mis amigos aparece como la malvada?
Cassiel la miró enfadada.
—Tal vez porque ustedes demuestran que es cierto—le dijo cruzándose de brazos.
Aster la miró con los ojos encendidos.
—Cuida tus palabras, plumero—la señaló con un dedo en tono acusador—Ya conoces el dicho: No juegues con fuego porque...—de pronto, toda su mano se cubrió de llamas anaranjadas, que expulsaban calor como una inmensa fogata—...te vas a quemar
—¡ASTARTEA!—gritó el director, a la vez que golpeaba la superficie del escritorio de roble con un puño—¡YA BASTA!
Ambas chicas refunfuñaron y se volvieron a lados distintos, cruzándose de brazos. El director suspiró y se masajeó la sien con los dedos.
—Ustedes saben tan bien como yo que este colegio se especializa en fortalecer la amistad entre ángeles y demonios para evitar mas guerras. No pueden seguir así—las miró con una expresión que vacilaba entre cansada y suplicante—Nesecitan aprender a llevarse mejor, ¿lo entienden?
Cassiel murmuró una respuesta por lo bajo, pero tan suavemente que no se oyó.
—Ahora, por favor, ¿podrían intentar ser amigas?—el director no se rindió.
Ambas chicas se miraron entre sí. Cassiel pudo ver la arrogancia en los ojos de la demonio. Esta la odiaba, no había duda.
—No—respondieron al mismo tiempo.
El director hizo caso omiso a su respuesta
—Listo, a partir de ahora son unas grandes amigas, ¿está claro?—su tono dió a entender que no era una pregunta. Su mirada era dura como las piedras.
Cassiel suspiró derrotada y asintió lentamente, con las alas ardiéndole por culpa de esa maldita silla. Quería salir de ese despacho inmediatamente, así que siguió la corriente.
—Por mí, de acuerdo. No tengo problema—mintió, amenazando con la mirada a Aster, casi suplicándole que le siguiera la corriente.
Ella pareció captar la idea, y asintió con la cabeza exageradamente.
—Si, si, no hay problema—le pasó un brazo por los hombros a Cassiel, en actitud de compañerismo. Esta hizo una mueca al sentir la áspera textura de los guantes de la demonio, como si estuvieran hechos a partir de cenizas—Mejores amigas por siempre, bla bla bla, esas cosas.
El director las miró agradecido.
—Gracias por al menos intentarlo—se sacó los anteojos y se frotó los ojos—Juro por el Ángel que ya estoy harto de esta inútil guerra...—murmuró. Cassiel sintió un poco de pena por él, ya que no se imaginaba soportando problemas como ese a diario. El director las miró sonriendo con nuevas energías—Pueden regresar a sus actividades. Y...—añadió al ver que las chicas se levantaban rápidamente—no me hagan cambiar de opinión sobre su sentencia.
* * *
—¿Te ha castigado?
Lo primero que escuchó Cassiel al salir de la oficina del director fue la insistente voz de Aziel, una de "las gem", como era colegialmente conocida con su hermana melliza, Uriel.
El parecido entre ambas hermanas era sorprendente tomando en cuenta que eran mellizas, no gemelas. Ambas tenían el pelo largo y lacio, de distintas tonalidades pelirrojas, por lo que parecía que vestían una catarata de fuego sobre la cabeza. Sus ojos, reflugiendo siempre como si fueran pequeñas estrellas, eran dorados, haciendo juego con sus delicadas alas de plumas centelleantes, las cuales parecían estar bañadas en oro. Por pura costumbre, ambas se recogían el pelo en una vincha usando una cinta verde.
Lo único que a menudo permitía distinguirlas era su carácter. Mientras que Uriel era más directa y parlanchina, Aziel era más tímida y callada.
—¡Que va!—le contestó Cassiel a la menor de las "gem", sonriéndole—Aziel, sabes tan bien como yo que el director no me castiga nunca.
Eso era cierto. Cassiel tenía varias teorías al respecto, y la mayoría la llevaba a creer que era porque ella tenía una gran amistad con Abariel, el hijo de la profesora de historia, su enamorada. Por supuesto, al ser este romance un secreto, todo el colegio sabía de esto.
El hijo de la profesora de historia, Abariel, era amigo de Cassiel desde que aprendió a volar. Habían ido a jardinera juntos, a primaria, y ahora, a secundaria.
Aziel se revolvió, incómoda dentro del vestido verde y azul que su madre la obligaba a menudo a usar junto a su hermana.
—Deberíamos ir rápido a la clase de entrenamiento, por si al señor Muschel se le ocurre volver a cerrar las puertas del gimnasio.
El señor Muschel, o "Múscules", cómo lo llamaban en broma todos los alumnos, era el estricto profesor de gimnasia y entrenamiento, por lo que tenía cierta tendencia a hacerlas correr 5 minutos por todo el gimnasio si llegaban tarde. Usaba siempre un silbato de plástico naranja, que era del mismo color que sus ya gastadas alas, con el que atromentaba a los alumnos.Era su unica alegría, podría decirse. Se había circulado un rumor que decía que hasta dormía con él, cosa que el mismo había negado rotundamente, para luego volver a atormentarlos con ese sonido chillón.
Desde luego, Cassiel no quería volver a pasar por lo mismo, por lo que agarró a Aziel de un brazo y, extendiendo sus alas rosas, echó a volar, levantando algunos envoltorios de caramelos que había en el suelo del pasillo.
—¡Más despacio!—llogró chóillar Aziel, que a duras penas podía seguirla, agitando trabajosamente sus alas doradas.
Ambas se precipitaron sobre las escaleras, con los pies a pocos centímetros del suelo, y volaron rápidamente escalera-abajo.
El colegio, en total, contaba con cuatro pisos. En ese momento, se encontraban en el cuarto. El gimnasio estaba en el segundo.
Para colmo de males, en ese momento sonaron tres campanadas, indicando el comienzo del recreo. Ambas ángeles se vieron de pronto atrapadas en la inmensa corriente que formaban los descarrilados alumnos, deseosos de disfrutar al máximo esos 10 miniutos libres.
Recién luego de un largo rato, y con las alas doliendo por culpa de los empujones que recibieron al pasar, llegaron al gimnasio, donde el señor Muschel las esperaba frunciendo el ceño, cómo acostumbraba a hacer siempre.
—Treinta y dos segundos tarde, princesitas—replicó, deteniendo la cuenta de un cronómetro en su mano.
Resollando, Cassiel asintió
—Lo...lo siento, señor... Muschel—respondió entre aires—So... sonó el timbre...y nos... quedamos atascadas...
El señor Muschel la miró de arriba a abajo.
—Normalmente, las haría correr varias vueltas por llegar tarde—ambas ángeles paledecieron—Pero—continuó—Parece que ya corrieron suficiente
Cassiel y Aziel se miraron perplejas, sin creer su buena suerte.
—¡Bueno, basta de caritas de perro mojado!—el señor Muschel se hizo a un lado, despejando el camino a la puerta del gimnasio—Entren rápido, ya estamos por comenzar
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