Cap 13: Armando un plan.
El Instituto de noche nunca había estado tan silencioso. El toque que de queda ya había pasado, pero en lugar de las ocasionales risas y charlas animadas provenientes de las habitaciones y los usuales pasos de algunos profesores y estudiantes, todo estaba sumergido en una estresante calma. Apenas podían oírse los silenciosos murmullos que salían de los cuartos. Los pájaros nocturnos del Calleum llenaban el aire con su ululeo tristón, como si hasta ellos se dieran cuenta de lo que sucedía. Todos los estudiantes parecían (o deberían) estar dormidos.
Pero en una habitación en particular, al final del pasillo de las mujeres, detrás de una puerta con el número 13 pintado en una placa metálica, se encontraban 3 ángeles femeninos a los cuales la somnolencia no parecía afectarles.
-¡No puedo creerlo!- espetó por décima vez Cassiel, paseándose de un lado a otro de la habitación tal como lo haría una bestia enjaulada.
La habitación, a pesar de estar pulcramente ordenada, parecía tener cosas fuera de lugar: los almohadones estaban esparcidos por el piso, los libros desordenados en los estantes y las sábanas de las camas colocadas de cualquier manera.
En el único pero gran sillón del cuarto, Aziel se encontraba sentada cruzada de piernas, contemplando los hilos sueltos de la alfombra con fingido interés. Su hermana estaba recostada contra la pared, observando como Cassiel pasaba por encima de los almohadones, desvariando maldiciones en voz baja.
Hasta que, con un bufido exasperado, Uriel habló:
-¡Cassiel, por favor, has estado dando vueltas por horas! ¿Podrías calmarte?
-¡No!- contestó la rubia, dejándose caer en el suelo- ¡No me pienso calmar! ¿¡Y cómo están tan tranquilas!? ¿Que no escucharon lo que dijo el director?
-Si, lo hicimos, Cassy- La interrumpió Uriel, levantando el brazo en señal de "alto"- Pero deshacernos en rabia no cambiará esa decisión.
-¿Entonces qué sugieres hacer? ¿Sentarnos de brazos cruzados y esperar a que esos locos llamen diciendo algo así como: "Ey, hola, somos los tipos que secuestraron a la mitad de sus estudiantes, lo lamentamos, se murieron"?- chilló, descargando toda la tensión en un peluche que hacía recogido del suelo. Lo estaba estrujando con tanta fuerza que el pobre parecía a punto de estallar en relleno esponjoso.
Aziel suspiró desde su espacio en el sillón.
-Cassiel, primero que nada, el Señor Muffin no tiene la culpa- la regañó.
-Lo siento- mustió ella, dejando de estrangular al peluche por un momento.
-Segundo, t-tal vez deberías tener un poco más de confianza en el director y la Orden. Deben saber lo que están haciendo- añadió, acompañado de un "o eso creo" demasiado alto que no contribuyó en nada a su mensaje de tranquilidad
-¡Esperar y ver que sucede no es un plan, Ziel!- replicó Cassiel con irritación. Ya que no podía seguir torturando al peluche de unicornio, lo lanzó sin reparos al otro lado de la habitación- ¡Abariel y los demás podrían estar heridos en este momento! ¡O peor!
-Cassy...- comenzó Uriel, pero esta no le hizo caso.
-¡Ni siquiera saben si efectivamente los quieren como rehenes! ¡Y aunque así fuera, no deberían esperar a que algo sucediera, sino tomar el asunto!
-Cassiel
-¿Qué pasa si no querían mantenerlos con vida? ¿Q-Qué pasa si les están haciendo daño en este momento? ¡Si él muriera ahora, no nos enteraríamos! ¡P-Podríamos estar se-semanas si hacer nada, y cuando por fin decidan hacer algo, s-será demasiado tard-!
-¡CASSIEL, YA BASTA!- gritó Uriel, sobresaltando a los otros dos ángeles de la habitación. La joven de las alas doradas tenía los los enrojecidos de tanto llorar, al igual que las demás, pero ahora volvían a estar derramando agua salada a montones- Por favor, basta - suplicó. Los labios le temblaban al ritmo de sus sollozos, suficientes como para romperle el corazón a una piedra.
<<Oh, rayos, ¿qué estoy haciendo?>>se regañó Cassiel, golpeándose el costado de la cabeza con la palma de la mano <<Estúpida, estúpida, estúpida>>
Cuando terminó de maldecir, se acercó a su amiga deshecha en lágrimas con lentitud, pero una sola mirada rota bastó para que abandonara su patética delicadeza y saltara a envolver a Uriel en un abrazo. La melliza lanzó un quejido silencioso, pero casi enseguida se relajó, y, enterrando la cabeza en el hombro de la rubia, reanudó su llanto.
-Shhh, tranquila, está bien- la consoló Cassiel, abrazándola con algo más de fuerza- Lo siento mucho, Riel, en serio. Soy una tonta, perdóname.
Su amiga largó una risilla, aún recostada en su hombro.
-Te perdono...si me consigues algo de helado- se burló.
Cassiel sonrió.
-Me parece justo.
De repente, alguien comenzó a tocar la puerta de la habitación con insistencia. Aziel y Cass compartieron una mirada rápida, antes de que la primera se levantara de un salto a abrir la puerta. Y cuando lo hizo, el rostro preocupado y ojeroso de Zachary apareció mirándolas desde su lugar en el pasillo.
-Chicas, ¿puedo pasar?- preguntó el ángel joven, mirando a ambos lados del pasillo con nerviosismo.
Cassiel asintió antes de que pudiera sentirse desfallecer al recordar que estaban todos en pijama. El chico entró apresuradamente a la habitación, intentando hacer el menor ruido posible. Recién cuando la pelirroja volvió a cerrar la puerta, Zachary habló:
-Tengo un plan.
(...)
-A ver a ver a ver, espérame un tantito- lo cortó Uriel, quien se había recuperado lo suficiente como para poder hablar sin que su voz se quebrara- ¿Primero podrías explicarnos qué haces en nuestra habitación a las dos de la mañana?- preguntó, ocasionando que Zachary se sonrojara.
-S-Si, lo siento por esto. Pero no sabía en qué otro momento contarles.
-¿Y al mediodía en el almuerzo de mañana era muy difícil?- se quejó Aziel, bostezando.
-D-De hecho si.
Cassiel frunció los labios, con aire suspicaz.
-¿A qué te refieres con eso?- preguntó, comenzando a alimentar su propia curiosidad con especulaciones de todo tipo.
Zachary se miró los pies, aparentemente no acostumbrado a ser el centro de atención. Con nerviosismo, comenzó a explicar:
-Desde que anunciaron que no habrá ninguna búsqueda de los desparecidos, he estado pensando en un plan B. Un plan alternativo. Algo que nos permita ayudar a Abariel y a los demás por nuestra cuenta, sin tener que esperar que la Orden decida por fin hacer algo.
Cassiel no pudo evitar lanzarle una mirada cargada de intención a Aziel, como diciendo "Te lo dije, no soy la única", cosa que esta pareció ignorar, enderezándose y escrutando con la mirada a su amigo.
-Sigue- lo animó.
-Así que me puse a investigar un poco por mi cuenta. Pasé todo el día en la biblioteca, buscando algo que nos pudiera dar alguna pista...
-¿Es por eso que no te vimos cuando anunciaron la decisión de la Orden?- lo interrumpió Uriel.
Zachary asintió, humedeciéndose los labios con nerviosismo.
-No fue fácil. Es decir, por muy grande que sea ese lugar, no hay una sección llamada "Libros de autoayuda en caso de que secuestren a casi todos tus estudiantes". Pero creo que encontré algo.
El chico se metió la mano en el bolsillo de la campera que llevaba y, con cuidado, sacó un rollo de papel amarillento y de aspecto centenario. Delicadamente lo desenrolló y se lo mostró a las tres chicas, quienes se inclinaron para ver mejor. Letras de tinta escritas prolijamente decoraban la superficie del manuscrito, en un lenguaje del todo incomprensible para Cassiel, pero que debía de tener sentido al menos para Zachary.
-Esto es una carta enviada a la Orden hace al menos trescientos años- les explicó él, señalando con el dedo donde lo que podría ser una fecha estaba bastante borroneado por culpa del tiempo- Un informe redactado por un centinela de las orillas que relata haber descubierto como unas docenas de ángeles aún algo jóvenes se escapaban a través del portal, por la noche. Y en esta parte de aquí- añadió, indicando un párrafo en particular- Mencionan a dos de ellos: Gabriel Caduto y Cupido Eroshell. Ellos fueron los fundadores de un grupo rebelde que no aprobaba las reglas y el modo de vida que la Orden imponía. Creían que los demonios y los humanos eran criaturas inferiores, y que los ángeles deberían poder gobernar los Tres Mundos como se lo merecían.
-Déjame adivinar: son los Arcángeles- mustió Uriel.
Zachary asintió.
-Desaparecieron del Calleum y comenzaron a reclutar ángeles para luchar por su causa. La razón por la que no tienen aureola es porque, o se unieron lo suficientemente jóvenes como para no haber sido llamados a las Pruebas, o simplemente despreciaban tanto a la Orden que no asistieron a ellas.
Aziel levantó repentinamente la mano, agitándola en silencio para llamar la atención.
-Ziel, no estás en clases- le recordó Cassiel, ganándose el sonrojo de parte de su pelirroja amiga, quien bajó con rapidez la extremidad.
-Si, lo siento; es la costumbre, creo- se disculpó, acomodándose el dobladillo del pijama antes de continuar- No quiero sonar grosera ni nada parecido, Zachy, pero ¿a dónde quieres llegar con esto?
-Me estoy acercando a eso- le aseguró el ángel de plumas anaranjadas.
Con la mano libre, sacó de su otro bolsillo un segundo pergamino, que hizo que Cassiel se preguntara seriamente si éste los había pedido prestados de la biblioteca como había asegurado.
-¿Recuerdan a los dos líderes de los Arcángeles? Bueno, me complace anunciar que puede ser posible que en este preciso momento solo halla uno.
-¿Qué? ¿Cómo que uno? ¿¡Alguien murió!?
-¡No, Uriel, aún mejor!- exclamó Zachary con una sonrisa, desdoblando el nuevo papel y dejando al descubierto una imagen que parecía haber sido arrancada de un libro.
La fotografía mostraba una escultura de lo que Cassiel supuso seria mármol, algo rota y astillada, pero que representaba claramente a un bebé desnudo con diminutas alas y un arco tenso para disparar. Debajo de tan aterradora imagen, estaban impresas las palabras: Grecia- 140/150 a.c
-¿Grecia?- dijo Aziel, extrañada- Pero eso está...-
-En la Tierra- asintió él, sin borrar esa sonrisa que ya estaba dándole escalofríos a Cassiel.
-Entonces...¿dices que uno de dos líderes de los Arcángeles está escondido en la Tierra?- preguntó el ángel de alas rosas, acomodándose en una posición menos incómoda- ¿Y...eso de qué nos sirve a nosotros?
Los ojos naranjas de Zachary parecieron brillar.
-Nos sirve, Cassy, porque Cupido se separó de los Arcángeles. Debe haber tenido sus motivos,por lo que dudo mucho que simpatice totalmente con ellos. Además, por lo que puedo suponer, los Arcángeles podrían haber llevado a Abariel y a los demás a su base, guarida, o lo que sea. Y Cupido Ershell sabe dónde está.
Como si fuera un perfecto espectáculo de bailarines, Uriel, Aziel y Cassiel lucieron en el mismo momento la misma expresión en sus rostros, comprensión, y el mismo brillo en sus ojos: esperanza.
-Espera espera espera- interrumpió el silencio la primera, casi chillando- Entonces, ¿ese es tu plan? ¿Suplicarle a la Orden que nos hagan caso a nosotros (cuatro alumnos locos que pasan su vida social en la biblioteca) para que vayan a habar con un ex-líder de una rebelión supuestamente extinta que ahora vive su retiro en la Tierra?
<<Si lo pone de esa manera...>> no pudo evitar pensar Cassiel. Ya sentía como su globo de ilusión se acercaba peligrosamente a un bello y gigante alfiler.
Pero en lugar de bajar la cabeza y admitir lo estúpido del plan, Zachary sonrió aún más.
-No. Iremos nosotros mismos.
(...)
-¿¡ESTÁS LOCO!?- exclamaron tres voces femeninas, pertenecientes a tres ángeles distintos en la habitación.
Todas miraban con incredulidad al chico, quien seguía mostrando una leve sonrisa.
-Escuchen, la Orden no hará nada para rescatar a nuestros amigos por mucho que insistamos. Y si esperamos mucho, podría ser su fin. Tenemos el plan y la oportunidad. ¿Qué nos falta?
Aziel bufó:
-¿Que tal más personas?
De pronto, un brusco golpeteo sacudió toda la puerta, como si alguien estuviera llamando con el pie en vez de con el puño. Con la pereza claramente expresiva, Uriel se levantó de su sitio y abrió, revelando el ceño fruncido de Astartea Luxtor y la mirada oculta tras los lentes de Ágramon.
-Hola, plumero- saludó con frialdad la primera.
Antes de que pudiera saberlo inclusive ella misma, Cassiel se encontró parada, con todo el cuerpo temblando de tensión e ira.
-¿Qué hace ella aquí?- espetó, con más dureza de la que pretendía, pero sin apartar la vista de los ojos desafiantes de la demoniesa.
-Yo los llamé- admitió Zachary con nerviosismo.
-¿¡QUÉ!?
El pobre chico, encogiéndose ante la mirada de hierro que le lanzó involuntariamente la joven rubia, tartamudeó:
-U-Ustedes lo dijeron: no podemos nosotros tres solos. Astartea se enteró de mis intenciones y se "ofreció"- dijo, dejando bien en claro que fue más un "me obligó"- a ir con nosotros. En cuanto a Ágramon...no sé qué hace aquí.
-¡Vine para ayudar a salvar a mi amigo, Camaleón!- le espetó el diablo de escamas verdosas, con los colmillos apretados en un gruñido.
-De-De acuerdo
Cassiel se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.
-¿Y esperas que coopere con la tostadora andante?
-Cuida tus palabras, o voy a desplumarte- la amenazó Aster, acercándose peligrosamente.
El ángel temerario solo rió con falsete.
-¿Y eso debería asustarme?
-Si
-Pruébalo
-Tu lo pediste, maldito saco de...
-¡YA BASTA!- gritó Uriel, interponiéndose entre las dos mujeres, quienes intercambiaban bufidos y miradas de muerte- ¡Por favor, ¿podrían, por lo menos, hacer una tregua?!
-¡No!- le contestaron ambas.
La melliza de la rosa en el pelo suspiró, exasperada
-Inténtenlo. Cassiel- dijo, mirando a la rubia con enfado- Astartea es una buena luchadora. Es fuerte, sabe de estrategias, y, aunque me duela decirlo, es poderosa. Eso nos ayudará a salvar a Abariel, ¿no?
Cassiel lanzó un bufido, pero asintió muy a su pesar.
-Y Aster- continuó, mirando a su vez a la demoniesa humeanate- Cass es empática. Sabe leer a las personas, y puede ver de qué está hecha su alma. Es inteligente, y puede ayudarnos a armar un plan para rescatar a tu hermano. ¿Verdad?
La regañada murmuró un par de maldiciones, pero terminó por asentir con la cabeza.
Uriel sonrió, satisfecha.
-Bien, entonces...- dijo, volteándose para ver a Zachary, al igual que los demás- ¿Qué haremos?
Él sacudió la imagen de la estatua de Cupido Eroshell, y anuncó con una seriedad que ponía los pelos de punta:
-Debemos viajar a la Tierra. Cupido está escondido en alguna ciudad, pero no debe de estar lejos de algún portal en funcionamiento.
-Genial, esto tomará una eternidad- suspiró Cassiel- ¡En la Tierra hay miles de portales!
De pronto, Aziel lanzó un gritito ahogado, ganándose la mirada de todos. Zachary sonreía cuando ella dijo:
-Pero solo hay uno activo: el Portal Principal de la Tierra, y está en una ciudad llamada Gódoma.
-Y allí es a dónde iremos- continuó Zachary con emoción- Debemos usar el portal más cercano, y saben a cual me refiero.
Ágramon lanzó un quejido.
-Excepto que, desde lo que pasó, está constantemente vigilado por guardias de la Orden. Será imposible acercarse y colarse como si nada.
-Es por eso que lo haremos a la medianoche- anunció el ángel camaleónico- Durante el cambio de guardia. Estará oscuro, y nadie notará a un par de figuras que se cuelen por el portal.
Cassiel se sentó en el sofá, masajeándose las sienes.
-Este plan es una locura. ¿Lo sabes, verdad?- le preguntó con preocupación.
Lanzando algo que pareció una mezcla entre un estornudo y una risa, Astartea habló:
-Si es la forma de recuperar a Dóm, cuenten conmigo- declaró, con los ojos del color de la lava brillando de determinación.
-Y conmigo- se sumó Ágramon, ajustándose los lentes.
-Y con nosotras- añadieron las mellizas, apretando los puños- Les daremos una lección a esos maleantes.
Todos los ojos de la sala miraron a Cassiel, quien se encogió de hombros y se paró con fluidez.
-Lo que sea por Abariel. Cuenten conmigo.
Por unos diez segundos, todo estuvo en silencio. Hasta que Astartea murmuró:
-Que quede claro, plumero, que esto no significa que me caigas bien
Cassiel rió.
-Lo mismo digo, fogata de dos patas.
Zachary dió una palmada.
-Entonces está decidido- anunció- Mañana a la medianoche partiremos rumbo a la Tierra.
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