Cap 10: El ataque.

Los pies de Cassiel apenas tocaban el suelo. Con una mano fuertemente agarrada a la de Aziel, la chica hizo lo que pudo para llegar a las escaleras, las cuales casi ni se distinguían por culpa de la estampida de estudiantes, los cuales, al igual que ellas, se habían propuesto salir de ese lugar lo antes posible. Ambas zigzagueaban de un lado a otro, apenas avanzando, haciendo todo lo posible por no ser aplastadas. Las explosiones no habían cesado en lo más mínimo, y cada vez que una sacudía el pasillo en el que se encontraban, un coro aterrador de gritos se elevaba al aire, ahogado casi al instante por el estrépito que ocasionaban los pasos.

En un momento determinado, ambos ángeles tuvieron que refugiarse en otro dormitorio, el cual por fortuna tenía la puerta abierta, debido a que la marea de ángeles y demonios en pánico amenazaba con engullirlas. Con rapidez, se precipitaron dentro de la habitación. Ni siquiera se molestaron en comprobar de quien era o si todavía había alguien dentro antes de cerrar la puerta de un golpe, amortiguando un poco todo el barullo que provocaba la estampida aterrorizada.

Cassiel apenas se mantuvo en pie. Apoyada contra el marco de la puerta, respiró pausadamente, intentando calmarse. Aziel aún no había soltado su mano, y la empática no necesitaba sus poderes para saber que esta estaba tan aterrada como ella: prácticamente podía sentir el acelerado latido del corazón de su compañera a través de sus dedos.

-No lo entiendo, ¿qué está pasando?- preguntó Cassiel, mirando a la pelirroja con expresión suplicante.

Esta finalmente liberó la mano de Cassiel, para luego responder, con la voz temblorosa:

-N-No estoy muy segura- tartamudeó, recogiéndose el pelo pelirrojo tras los hombros, para luego volver a acomodarlo con nerviosismo- Apenas entramos al cuarto tras de tí, caímos dormidas sin problemas. L-Luego, unas horas más tarde, nos despertó el ruido de una de las explosiones. M-Miramos por la ventana y...- sin poder aguantarlo un segundo más, Aziel sollozó- Vimos un e-ejército, Cassy. Un ejército de ángeles y otras criaturas que no sabía ni que existían. Ha-Había Troles, Gigantes de la tierra, y...

-Criaturas del Enferton- la interrumpió Cassiel, con los ojos abiertos como platos- Entonces...ese chico tenía razón.

-¿Qué chico?- exclamó Aziel, contemplándola con confusión- ¿De qué estás hablando?

Entre tartamudeos, e interrumpida algunas veces por los sonidos que llegaban del exterior, Cassiel logró explicarle a su amiga el sueño que había tenido. Cuando terminó, esta la miraba, con las cejas pareciendo querer alcanzar la órbita de tan alzadas que estaban.

-¿Lograste manifestar tu mente y conciencia através de los mundos para centrarte en una ocasión del presente en particular y, además, registrar lo que sucedía alrededor? ¡Casy, eso es increíble! Oh, por el Ángel, imagínate lo que podrías lograr con un poco de práctic-

-Céntrate, Ziel- la cortó la aludida.

Aziel carraspeó, avergonzada.

-Si, lo siento. Bien, en el caso de que lo que tú hayas visimulado fuera real, y no un sueño como cualquier otro, entonces es significaría- tragó en seco, y le costó volver a hablar- Q-Que hay un ejército entero de bestias aterradoras y ángeles malvados afuera esperando machacarnos- palideció- Con permiso, creo que me voy a desmayar un rato- mustió, haciendo ademán de sentarse.

-No estoy muy segura de que sean exactamente ángeles- continuó Cassiel, sacudiendo un poco a su amiga para mantenerla activa- Esa chica, Jullie, mencionó a algo parecido a "Arcángeles"- explico, sacudiendo la cabeza al percatarse de lo raro que sonaba- Pero, ¿qué es un arcángel?

-Cassiel...- dijo de pronto Aziel, quien había palidecido de repente- No creo que sea un "qué". Creo...que es un "ellos".

La chica la miró, confundida.

-¿Por qué dices eso?

La mirada de Aziel parecía no enfocarla, como si estuviera mirando otra cosa. Algo que estaría detrás de ellas.

-Porque los estoy viendo por la ventana ahorita mismo- chilló con voz de hámster, casi susurrando.

La cabeza de Cassiel se volvió tan rápido que fue un milagro que no saliera disparada de su cuerpo. Cuando posó la vista en la ventana, la cual tenía las cortinas abiertas de par en par, se olvidó por un momento de cómo respirar.

Frente a la puerta del Instituto se encontraba una multitud de criaturas de todas las formas y tamaños imaginables. Había Dragones, Gigantes de Tierra, varios espíritus elementales, y otras seres que Cassiel no conocía. Unas criaturas del tamaño de armarios caminaban sin rumbo de un lado a otro. Tenían la piel parecida al barro seco, de la cual se desprendía polvo cada vez que hacían algún movimiento brusco. Aún desde la distancia, Cassiel podía distinguir cómo los monstruos más pequeños se apartaban de su camino, intentando no ser pisoteados por esos enormes pies de barro. Algunos duendecillos extrañamente aterradores les gruñían, enseñando las tres diminutas hileras de colmillos que lucían con orgullo.

El patio de la edificación, antes lleno de amigables arbustos recortados en formas graciosas, estaba completamente abarrotado. De entre la bulliciosa multitud sobresalía a veces un par de brazos escamosos, una garra peluda o un par de alas que podrían hacer trizas a un ángel joven. Muchos de los monstruos parecían demasiado entusiasmados para ser amigables. No eran un enorme ejército propiamente dicho, pero fácilmente podrían tirar el Instituto abajo si así lo deseaban.

Asomándose un poco más para ver, de pronto la chica logró divisar figuras un tanto más humanoides, que recorrían con paso seguro el pequeño ejército, como si estuvieran supervisando. Todas llevaban uniformes con distintos tonos de verde y negro, además de que varios cubrían su rostro con capuchas o pasamontañas oscuros. Extensas alas brotaban de sus espaldas, cada una dotada de un diverso matiz del mismo color verdoso que su uniforme. Las figuras se desplazaban entre los integrantes del inusual ejército, separando conflictos internos y redirigiéndo la atención al Instituto. Entornando los ojos para forzar más la vista, Cassiel pudo distinguir que eran...ángeles. No, no eran exactamente ángeles.

-N-No tienen aureola- susurró Aziel, quien se había apiñado junto a ella en la ventana, observando con los ojos como platos el impresionante despliege que  ocurría en frente del Instituto que tan seguro parecía hasta el día anterior.

-Como el profesor Azrael- asintió la rubia.

La melliza solitaria lanzó un chillido ahogado, que sonó como si un diminuto ratoncito se estuviera atragantando con un maní pasado de fecha.

-E-Entonces eso significa que, s-si tienen el mismo color de plumas del que nos habló Agramon y al parecer no tienen buenos sentimientos precisamente- tartamudeó, con las manos temblando-...e-eso significaría que son...que son...

-Malvados- asintió Cassiel, dando voz a los que ambas temían.

Miles de interrogantes sin formular comenzaron a desencadenar una verdadera corriente de pensamientos en la mente inquieta de la joven angelical. ¿Qué se suponía que eran esos "arcángeles"? ¿Qué querían? Y tal vez lo más importante en ese momento: ¿por qué atacaban el Instituto? Lamentablemente, parecía que no obtendría ninguna de las respuestas que necesitaba.

Otra explosión hizo temblar el cuarto, haciendo que ambas chicas se agacharan, protegiéndose con las alas instintivamente. Por fortuna, solo cayeron un par de piedrecitas que se habían desprendido del cielorraso, en vez del techo entero, como ambas temían.

-¿Qué tan fuerte es el Instituto?- preguntó, incrédula, Cassiel, apenas asomándose por debajo del seguro refugio que parecían ofrecer esas mantas emplumadas. Se sentía totalmente vulnerable.

Su amiga, igual de asustada, se apartó un par de plumas doradas que le hacina cosquillas en el rostro.

-No lo suficiente- contestó, muy a su pesar. Pero pronto su expresión cambió de miedo a confusión- No...no es suficiente- murmuró, mirando por la ventana con el ceño fruncido.

Esto despertó la curiosidad de la rubia. Arrastrándose por el piso (por pura precaución) llegó hasta el lado de Aziel, y le sujetó el hombro para sacarla de ese trance pensativo que conocía a la perfección: la chica estaba pensando en algo importantemente grande.

-Aziel, te quiero mucho y todo eso, pero si no me dices en este momento lo que se te está pasando por esa cabecita brillante tuya, juro que le contaré a Uriel que robaste su peluche de unicornio- la amenazó, con el rostro regio, más seria que nunca.

La acusada palideció.

-¡D-De acuerdo, te lo diré, pero por favor no se lo cuentes a mi hermana!- suplicó son desesperación. Cuando recibió un asentimiento de cabeza, suspiró, y comenzó a explicar- Cuando me preguntaste cuánto podía aguantar el Instituto, recordé algo. ¿Sabes qué Uriel y yo pasamos bastante tiempo en la biblioteca' Bueno, una vez encontramos un encuadernado lleno de copias de los planos que se usaron para construir el Instituto. ¡Eran increíbles, Cass! ¡No tengo muy claro quienes lo construyeron, pero decían de tener un conocimiento inmenso acerca de las propiedades de la piedra y el mármol para-!- carraspeó con vergüenza, al notar la mirada encendida que su mejor amiga le lanzaba- Sí, me centro. Como decía, los planos mostraban desde la cantidad de materiales hasta las propiedades de los mismos. Era sumamente detallista en ese aspecto. Las vigas de base son de Wolframio, uno de los materiales más duros, por lo que sería sumamente dificil romperlos. Además, por lo que leí, el mármol y el hormigón que se utilizaron para construir los cimientos fueron reforzados con un encantamiento de resistencia.

-¿Eso significa que es indestructible?- sonrió Cassiel, con un dejo de esperanza.

La expresión de Aziel se ensombreció.

-No exactamente. "Resistente" no es lo mismo que "indestructible". El encantamiento de fortalecimiento en las vigas centrales ya debería estar bastante agotado, por no decir extinguido del todo. Por lo que, si mis cálculos son correctos un golpe o una explosión en el sitio adecuado serían suficientes para que este pedazo de piedra se viniera abajo como una casita de dominó.

El corazón de Cassiel se estrujó ante cada palabra que el ángel dorado murmuraba. Se pasó una mano temblorosa por el pelo, intentando recordar cómo se respiraba correctamente sin parecer a punto de sufrir un ataque cardíaco.

-Entonces, ¿no estamos librando de pura suerte?

-Eso es lo más curioso- Aziel se acomodó entre sus alas- El desgaste en algunas columnas y edificios no sería nada difícil de percibir dede afuera. Incluso yo me doy cuenta en cuales sities hay mayor riesgo- exclamó, mirando con los ojos bien abiertos a Cassiel, quien prefirió no decirle que ella era una de las mentes más brillantes de su edad, por lo que su argumento no contaba; pero se contuvo- Así que es totalmente imposible que nuestros..."atacantes" no lo sepan aún.

Y de pronto, bajo la mirada que sugería la continuación de su razonamiento, Cassiel comprendió.

-Ellos...¿no quieren destruir el Instituto?- preguntó, con cautela, saboreando las palabras. No era que no quisiera creerlo. Era simplemente sospechoso: si no querían destruirlo, debían de querer algo más. Algo mucho más importante.

Aziel asintió, como leyéndole el pensamiento a la empática.

-Creo que parece más bien una estrategia. De la misma forma que pisas un hormiguero para que las hormigas salgan...

Su razonamiento finalmente se hizo claro...o tan claro como podía ser. Cassiel se remojó los labios resecos con la lengua. De pronto, le vino a la mente un recuerdo: era pequeña, tal vez unos 5 o 6 años de edad. Estaba en el jardín de infantes jugando con una de sus amigas, una joven angelical llamada María. La pequeña de alas ligeramente torcidas había sufrido un accidente en uno de los recreos: mientras jugaba a las escondidas, había volado más alto de lo que debería, y, en un momento de descuido, se había enganchado el ala derecha en las frondosas ramas de uno de los tantos árboles espinosos y altos que había desperdigados por todo el patio. Con un tirón, uno de los huesos de la extremidad emplumada estaba foto. Habría caído con fuerza contra el suelo si una de las maestras no hubiera volado en su rescate.

En ese momento, Cassiel le había preguntado qué había sentido al caer. <<Fue como...cuando estás en una hamaca, en el momento exacto en el que te detienes y empiezas a bajar otra vez. Ese nudo en el estómago>> había respondido la chica.

Justo en esa situación, varios años después, Cassiel logró comprender más o menos a que se refería. Sus órganos internos parecían haber formado un bello nudo marinero. ¿Los demás también se sentirían así, donde fuera que estuvieran? Un minuto...

<<¡Los demás!>> recordó de pronto, poniéndose en pie de un salto ante la mirada interrogativa de Aziel.

-¡Uriel, Abariel y Zachary!- chilló espantada, carcomiéndose la conciencia. ¿¡Cómo había podido olvidarlos!?

<<Por el Ángel, ¿qué pasa si están heridos? ¿O peor? ¿¡Y si los encontraron los monstruos!? ¿¡Y SI ESTÁN MUERTOS!?>>

Cassiel no se dió cuenta de que había comenzado a hiperventilar hasta que Aziel la tomó de los hombros y le dio una cachetada suave. Cuando la golpeada la miró para quejarse, ella se le adelantó.

-Cassiel Beamort, tranquilízate ahorita mismo. Respira- la regañó, usando el tono maternal que ya conocía bien.

Siguiendo su recomendación/orden, Cassiel inspiró, aguantó y exhaló, concentrándose en estabilizar los desbocados latidos de su corazón. Cuando consiguió dejar de resollar, volvió a hablar:

-¿Q-Que pasa si están heridos?-preguntó entre tartamudeos, a sabiendas de lo probablemente infantil que se veía.

A Aziel pareció no importarle, pues le apretó más fuerte los hombros. Sonrió con calma, y la miró con esos brillantes ojos.

-Cassiel, estamos hablando de nuestros amigos. Son las personas más capaces y fuertes que conozco: Abariel puede hacerse bolita y proteger a los demás, Zachary ni siquiera se ve y mi hermana probablemente solo diga dos palabras, lo que sería suficiente para que esas criaturas se replanteen el significado de sus vidas y esas cosas- comentó, haciendo una extraña mueca que a duras penas podía contener la risa que le había dado  al imaginarse a su melliza regañando a un centenar de monstruos como si fuera su madre. Sacudió la cabeza, y agregó- Además, este jueguito del "Entro en pánico yo, y ahora entras en pánico tú" se me está haciendo de lo más estresante.

Con una suave risa escapando de sus labios, Cassiel asintió.

-De acuerdo, haremos esto: salimos de esta habitación, atravesamos el mar de desesperados que hay en el pasillo, y salimos a buscar a nuestros amigos - empezó, utilizando las manos como medio de explicación, simulando una corrida desesperada con los dedos- Luego, si no nos encontramos con ningún monstruo o ángel malvado antes, buscamos una forma de llamar a alguien que pueda ayudarnos.

-¿Como a quién?- preguntó Aziel, siempre tan atenta a los detalles.

La otra chica se encogió de hombros, lo cual probablemente no era la respuesta que esperaba o que quería.

-Supongo que a algún par de seres poderosos que puedan venir rápido. ¿La Orden tiene número telefónico?- sugirió, intentando que su amiga pasara por alto el hecho de que era un pésimo plan. 

Por fortuna, pareció que no tendría que preocuparse por eso, porque de pronto Aziel se llevó el índice a los labios, indicando con una expresión extrañamente preocupada que guardara silencio. Cassiel estaba ya a estas alturas cansada de importantes descubrimientos a última hora, pero hizo lo que le pedía. Solo se escuchaba el sonido amortiguado de los gritos y exclamaciones de pánico de los estudiantes, así como las voces alteradas de algunos profesores, que pedían a voces que se mantuviera la calma para así poder salir a salvo. 

 Durante unos segundos, la chica del vestido rosa no tenía idea de qué era lo que su amiga quería que notara. Y se lo hizo saber, lanzándole a la pelirroja en cuestión una mirada confusa, gesto que esta correspondió señalando hacia la ventana. 

De nuevo, Cassiel no comprendió...hasta que repentinamente, una lamparita se encendió en lo más profundo de su cabeza, como si un ser diminuto hubiera reconectado los cables de electricidad de su mente. Entendió lo que Aziel quería que notara:

Las explosiones habían cesado.

Y, por la expresión de susto que le dirigía Aziel, Cassiel supuso que no sería por una pacífica tregua.

De pronto, y sin previa señal o aviso, la gran ventana de la habitación estalló en miles de trozos de vidrio, los cuales salieron volando en todas direcciones. Amas chicas lanzaron un  grito, y se apresuraron a cubrirse con las alas para protegerse de los proyectiles afilados. Cassiel podía sentir su propio corazón latiendo contra su pecho, amenazando con provocarle un paro cardíaco. Juntando una pizca de valor, se paró en frente a Aziel, olvidando por un segundo que probablemente ambas estarían algo más protegidas si continuaran cubriéndose con sus alas (eso, por supuesto, en el caso de que solo hubiera algún trozo de vidrio que decidiera volar el último), y colocó los brazos de forma que su pelirroja amiga quedaba detrás suyo. 

Frente a ellas, una imponente figura se alzaba amenazantemente, bloqueando la luz que podría ofrecer la ventana ahora destrozada. Pedazos de vidrio crujían bajo los pies del visitante aún sin que este hubiera dado un solo paso, lo que ponía muchísimo más nerviosa a Cassiel que si este caminara por toda la sala...bueno, casi. Al estar de espaldas a la luz que proporcionaba el recién abierto hoyo en la pared, toda la figura parecía estar compuesta de nada más que sombras, impidiendo cualquier posibilidad de reconocimiento.

Excepto una: dos alas grandes y emplumadas que se extendían a ambos costados de la sombra, abarcando gran parte de la visión de la joven de cabello dorado. 

<<¡Arcángel!>> le  gritó su mente, pero ella no podía moverse. Sentía las extremidades como si plomo corriera por sus venas, en lugar de la sangre casi transparente que los ángeles poseían. 

No conseguía siquiera mover un dedo. ¿Qué estaba pasando? Normalmente se congelaba cuando se aterraba, pero nunca así. Y de pronto, mientras luchaba por mover otra cosa que no fueran sus ojos, su mirada se encontró por error con las de la aún inmóvil figura, Un gritito ahogado se escapó de los labios de Cassiel cuando se encontró mirando un par de ojos que desprendían un frío brillo verdoso,rebosantes de algo que ella solo pudo identificar como una sola cosa: maldad. 

Repentino y aterrador, el arcángel finalmente dio un paso a frente, causando que la respiración de Cassiel comenzara a acelerarse mientras sucumbía ante el creciente pánico que se extendía por todo sus sistema. Intentó con todas sus fuerzas vencer el control que el extraño poder del ángel sin aureola estuviera ejerciendo. Un gruñido lastimero a su lado le indicó que Aziel también estaba petrificada.

Cuando el arcángel dió otro paso en dirección a ellas, Cassiel ya estaba desbaratándose los sesos en busca de un plan que terminara con su amiga y ella corriendo lejos. Aún no tenía ni la más mísera idea de por qué: ¿por qué esos arcángeles estaban atacando el Instituto, de entre todos los lugares imaginables del Calleum? ¿Por qué no buscaban algo más impoirtante, como la sede de la Orden? ¿QUÉ QUERÍAN?

Un grito de Aziel la sacó de sus pensamientos, pero no tuvo tiempo ni siquiera de procesar lo que estaba sucediendo cuando sitió cono algo la sujetaba del cuello del vestido con una fuerza sobrehumana, robándole un chillido. 

Y de pronto, sus pies ya no tocaron el suelo.

Solo pudo parpadear, demasiado sorprendida para hacer otra cosa que no fuera gritar mientras su visión giraba en círculos. Al segundo siguiente, el arcángel la estaba sacando volando por la destrozada ventana, manteniendo el agarre firme en el cuello del vestido de Cassiel, impidiéndole volar para escapar.

Como en una lavadora, divisó la figura aterrada de Aziel, quien se asomaba por los restos de la ventana y gritaba su nombre, haciéndose cada vez más pequeña a medida que el arcángel volaba más lejos. 

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