Cap 1: Angel, Humano y Demonio
"...Hace muchos, muchos años, cuando el tiempo recién había tomado nombre, y cuando la Tierra era casi nueva, solo existían tres seres que caminaban sobre ella: Humano, Ángel y Demonio.
Humano era un joven de pelo castaño, grandes ojos marrones y, por lo demás, una persona realmente inocente y despreocupada, que disfrutaba la vida como si nunca fuera a pasar nada malo. Ángel, por otra parte, era más astuto y protector: cualquier cosa podría ser una amenaza para su querido amigo, por lo que se había comprometido a protegerlo. Acostumbraba usar ropa de colores claros, que resaltaban sorprendentemente su pelo dorado y sus ojos azul cielo. Y por último estaba Demonio. Él era más tranquilo y callado que sus compañeros. Llevaba su pelo, negro como la noche, recogido en una pequeña cola de caballo. Sus ojos escarlata brillaban cuando se enojaba.
A pesar de ser tan distintos, los tres tenían algo en común: detrás de su espalda, y sobre su cabeza, tenían dos inmensas alas de plumas blancas, y una bella aureola de luz.
Y también poseían algo que los unía más estrechamente que cualquier similitud: su amistad. Desde que tenían memoria habían estado allí para sus amigos.
Humano amaba con todo su corazón a sus dos compañeros, y ellos también lo amaban a él. Pero, como en todos los cuentos felices, siempre hay algo que lo estropea. O, como es en este caso, ALGUIEN.
Ángel y Demonio no se llevaban para nada bien. Estaban celosos del cariño que Humano le tenía al otro. Ambos creían que el contrario era una mala componía para su amigo, y trataban por todos los medios necesarios que este no se juntara con él: tan pronto como Demonio le enseñaba a trepar a los árboles, aparecía Ángel para enseñarle una canción nueva que había aprendido en el arpa. Al segundo que Ángel tomaba de la mano a Humano para llevarlo a mirar los pájaros, ahí estaba Demonio, sujetándolo de la otra y ofreciéndole ir a cazar estrellas.
Así siguieron, y siguieron, y siguieron. Demonio por lo general toleraba las acciones de Ángel y permanecía tranquilo, aunque, en realidad, si Humano no estuviera presente, habría atacado al desdichado rubio. Pero Ángel directamente no soportaba ver como su amigo de pelo castaño pasaba el rato leyendo, dibujando o siquiera hablando con Demonio. Creía firmemente que él era un ser malvado y sin corazón, y no estaba dispuesto a permitir que robara todo el cariño de Humano.
Después de varios años, ya no pudo soportarlo más: tenía que lograr que Humano viera a Demonio de la misma manera que él lo hacía, sin importar cómo. Y así comenzó a tramar su retorcido plan.
Una noche, sin que Humano ni Demonio se despertaran, Ángel se robó la aureola de Demonio, y, para asegurarse de que nunca lo recuperaría, lo lanzó a un pozo que, según decían, llegaba hasta el centro de la tierra, donde esta desapareció entre las oscuras cavernas que allí existían.
A la mañana siguiente cuando Demonio despertó y descubrió el robo, se puso furioso. En realidad, no existen palabras para describir esa peligrosa emoción que llenó por completo al ser sin aro. Pero Ángel ya había planeado esto, pues sabía de sobra que las aureolas representaban la bondad y los buenos sentimientos. Y (sobre todo) mantenían a raya los sentimientos negativos.
Al perder su aureola, los sentimientos positivos de Demonio desaparecieron poco a poco, y, en su lugar, fueron creciendo poco a poco, cual hiedra venenosa, poderosos sentimientos negativos, con uno predominante: la ira. Y la sed de venganza.
Irrumpió en medio del jardín donde Humano y Ángel se encontraban charlando. Cuando este último vio a Demonio, comprendió demasiado tarde que había llegado muy lejos: Demonio había cambiado. No solo interior, sino también físicamente. De su cabeza salían dos cuernos rojos, que ocupaban el lugar donde antes estaba su aureola. De su espalda, donde antes se encontraban sus hermosas alas de plumas, ahora había dos alas escamosas y rojas, mas parecidas a las de un dragón. Y también, asomando detrás, había una escamosa cola roja, rematada en punta de flecha.
No quedaba nada del amable y tranquilo muchacho de agradable sonrisa.
Demonio, con un movimiento de su mano, hizo aparecer su tridente, que era su arma característica, y lanzó con este un rayo de energía hacia Ángel. Rápidamente, este a su vez hizo aparecer su arma, una lira de oro, y, rasgando fuertemente sus cuerdas, creó una onda sonora que desvió el rayo de Demonio, dando comienzo a una batalla mortal entre ambos. Humano, que se había quedado mudo de asombro, no podía dar crédito a sus ojos: los dos seres que más amaba en el mundo estaban intentando matarse.
La danza peligrosa siguió y siguió; ninguno estaba dispuesto a renunciar, movidos por siglos de rencor y rivalidades. En un momento, Demonio consiguió que un rayo impactara en la lira de Ángel, mandándole lejos y dejando al rubio sin nada con que defenderse. Ahí, el ser monstruoso alzó su tridente, y lanzó su rayo mas poderoso, dispuesto a hacerle pagar a su ex-compañero el imperdonable error que cometió...
Ninguno de los dos se esperaba que Humano, decidido a ponerle fin a ese enfrentamiento, se colocaría enfrente de Ángel, recibiendo toda la fuerza del rayo con su propio cuerpo.
Demonio soltó el tridente, que tintineó al caer al suelo, y ambos rivales corrieron hacia su amado amigo, quien se encontraba tirado en el suelo, presa de fuertes dolores.
Y es que el rayo de Demonio no estaba pensado para matar, si no para pagarle con la misma moneda a Ángel: el rayo se desharía de su aureola y sus alas.
No hubo nada que pudieran hacer.
Cuando Humano despertó, se encontró solo, y sin recuerdos de lo que había ocurrido en todo el período que pasó con sus dos amigos.También, sin alas y sin aureola, como si nunca hubieran existido.
Y es que, para evitar futuros conflictos, Ángel y Demonio decidieron dividirse terrenos, así nunca más tendrían que volver a verse.
Y así fué como Ángel extendió sus alas, y voló, hasta llegar a un nuevo mundo, lleno de luz; cómo Demonio descendió hasta llegar a un mundo repleto de cavernas, en busca de su aureola perdida; y cómo Humano permaneció solo en la Tierra.
Cuando los tres tuvieron su propia desendencia, los hijos de Ángel heredaron su odio hacia los denominados "demonios", mientras que los hijos de Demonio, a los "ángeles". Por estas razones, las dos razas estaban constantemente en guerra..."
—¿Y todo por un caprichito de un emplumado celoso?—interrumpió una voz al fondo de la clase, riendo burlonamente.
La profesora dejó de leer y cerró el pesado y viejo libro con un seco golpe que resonó en el aula. Sus alas grises de plumas descansaban plegadas cuidadosamente sobre su espalda. Su aureola titiló, remarcando su molestia, y clavó su mirada en una cabecita pelirroja en el fondo de la fila de alumnos.
—¿Tiene algo que compartir con la clase, señorita Luxtor?—sugirió la maestra, frunciendo los labios pintados delicadamente de rojo.
La aludida se levantó de su asiento con la cabeza bien alta. Tenía el pelo corto y de una tonalidad rojiza, unos tonos más fuertes que su piel, roja también, y cubierta de escamas.Las pupilas de sus ojos eran similares a las llamas danzando, y se movían con la misma intensidad, resaltando sobre el resto, negro como el carbón. Llevaba un par de guantes de cuero negro, una remera anaranjada, y jeans también negros. Del final de su columna, agitándose en el aire, salía una escamosa cola roja, que terminaba como punta de flecha. A ambos lados de su espalda se extendían dos grandes y escamosas alas.
Su torcida sonrisa llena de colmillos indicaba que no se sentía intimidada en lo absoluto al ser reprendida por la profesora.
—De hecho, profesora, si me gustaría preguntar algo—admitió la demoniesa, parpadeando lentamente con fingida inocencia—La historia que nos está leyendo, ¿prueba entonces que los ángeles son un fracaso?
Esa fue la gota que colmó el vaso para Cassiel, quien, sentada en la fila siguiente, se levantó rápidamente y se enfrentó a ella.
—¡Retira eso!—le espetó, apretando los puños con rabia.
La pelirroja mostró de nuevo sus relucientes colmillos en otra sonrisa.
—¿O qué? ¿Vas a arrebatarme las alas? No me extrañaría que lo hicieras, después de todo, porque-
—No lo digas—le advirtió el ángel. Sabía lo que su némesis diría, sabía que no podía detenerla. Y sabía que provocaría la misma reacción que siempre
—¡Porque solo eres un ángel!—finalizó, tal como lo predijo, Astartea.
Al instante, Cassiel se lanzó sobre ella, y la tiró de un empujón al suelo.
—¡Cassiel!—la reprendió la profesora, quien había dejado finalmente el libro, y se paró de su escritorio—¡Ese no es un comportamiento apto para estudiantes de este colegio! Ahora, ayúdala a levantarse.
La demoniesa levantó la vista hacia la mujer, y sonrió.
—No se preocupe, señora Guth—dijo, para luego mirar a Cassiel con los ojos encendidos literalmente en llamas—Es por Plumero que debería preocuparse
Y, ayudándose con las alas, saltó hacia ella, cayendo ambas al suelo de nuevo.
Los demás alumnos se pararon de sus asientos y rápidamente formaron un círculo alrededor de la pelea, gritando con emoción y batiendo las palmas, al tiempo que gritaban ánimos a las dos peleadoras.
—¡Vamos, Aster!
—¡Dale su merecido,Cassiel!
—¡Enséñale qué pasa cuando se mete con un demonio!
Las dos chicas peleaban como un tornado, proporcionando golpes con las alas y puños, y arañando la cara de su oponente. En un momento, Cassiel logró darle un puñetazo al demonio en la cara. Eso fue un gran error.
Las manos del ángel se quemaron al contacto con la piel de la otra, y retrocedió asustada. Astartea era conocida en todo el colegio por arder en llamas (literalmente) cuando se enfurecía. Cassiel nunca había presenciado alguno de los grandes números de la chica, pero ahora tenía un panorama que prometía terminar en algo bastante cercano: La piel de Astartea expulsaba calor, como una fogata, y de sus manos salía humo. Sus ojos llameaban y brillaban como si estuvieran hechos de lava pura, y estaban enfocados en Cassiel, al tiempo que hacía ademán de quitarse los apretados guantes que llevaba.
Todos sabían que era cuestión de tiempo para que incendiara el salón por accidente.
Para fortuna de la profesora, quien ya había comenzado a buscar el extintor, en ese instante entró el director, con sus alas azules de ángel extendidas.
—Pero, ¿¡que está pasando aquí!?—gritó—¡¡¡Astartea, Cassiel, a mí oficina de inmediato!!!
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