Capítulo 8

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Llamé a mi tía y le dije que me quedaría en casa de "una amiga". Me coloqué la pijama y hablé un rato con Becky y Lucas, del que me enteré que estaba en segundo año de Ingeniería y es Italiano proveniente de la familia Fischeto. Después de hablar como por una hora, ellos se fueron de mi habitación ya que era un poco tarde, y sin dar muchas vueltas caí rendida en brazos de morfeo.

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Desperté por el armonioso sonido de una llamada telefónica que interrumpió mi hermoso sueño con Cameron Dallas.

¡Niña ya supera a ese hombre! Nunca lo conocerás — dijo mi conciencia molestándome como de costumbre.

¡Shhh! Soñar es gratis.

¡Solo ve a ver quién te llama a esta hora! — reclamó irritada.

¡Ya voy! — le contesté divertida.

Me he dado cuenta de que si no fuera porque tengo este tipo de conversaciones conmigo misma, mi vida sería muy aburrida. A fin de cuentas, es lo que me hace ser quien soy y lo que tendré cuando no quede nada.

Mm, es mi tía, debe ser algo importante como para que me esté llamando tan temprano.

— Hola tía, ¿Qué pasa? ¿Por qué llamas a esta hora? — pregunté somnolienta.

— Buenos días. No es tan temprano, son las diez de la mañana — ¡Mierda! Ay, qué pena con esta gente, de seguro pensaran que soy una vaga —. Te llamo porque necesito hablar contigo — eso no suena bien.

— ¿Sobre qué? — pregunté a la defensiva.

— Es importante, prefiero que nos veamos — me contestó con un tinte de nerviosismo, encendiendo todas mis alarmas.

— ... De acuerdo, en un rato voy a la casa.

— Okey, te espero — dijo y colgó. ¡Ni siquiera se despidió!. Un "Adiós" hubiese sido suficiente.

Sin prestarle mucha atención a eso me dirigí al baño e hice mis necesidades, tomé una ducha y me puse la ropa de ayer.

Obvio, ¿O acaso tienes más? — volvió a molestarme la doñita.

Recogí mi bolso, metí mi celular en él y con el pijama de Becky en la mano salí dispuesta a encontrar la salida de esta gigantesca casa. Mi habitación estaba en el tercer piso, así que existen diversas maneras de perderme. Apenas cerré la puerta, me topé de frente con el rubio. ¡Jehová, sálvame de esta!

— ¡Buenos días, guapa! — saludó Zack con entusiasmo y picardía.

— Buen día, oxigenado — respondí para cortarlo y me fulminó con la mirada. Sonreí tratando de no reír, se veía adorable.

— Es rubio natural — se defendió moviéndolo sensualmente y exploté en risas.

— Sí, sí, lo que digas — dije tratando de calmarme, respiré hondo —, oxigenado — murmuré para molestarlo más.

Él no dijo nada más y se fue molesto. Como no tenía de otra, lo seguí; no pienso perderme en este laberinto. Cuando reconocí lo que era la sala, de la nada apareció Raquel y me saludó.

— Hola querida, ¿Cómo dormiste?.

— Muy bien, gracias por preguntar — respondí cortésmente —. Oye, Raquel — dije captando su atención —, disculpa que te moleste, mi tía me dijo que necesita que vaya a la casa ahora. Quería saber si me puedes llevar — le pregunté un poco cohibida.

— ¡Oh, claro! Pero primero ven a desayunar — dijo y me tomó del brazo para meterme a la cocina.

Raquel me sirvió cereal con leche en un plato hondo. Comencé a comer tranquilamente. Al cabo de cinco minutos había acabado y lavé mi plato.

Me di la vuelta y vi a Raquel hablando con alguno de los chicos, luego voltearon a verme y apreté las manos para que no me temblaran. Ella estaba con Alex, el pulso se me aceleró.

¡Alerta roja! ¡Repito! ¡Alerta roja!.

 — Kamila, Alex te llevará — informó Raquel y desapareció.

Vi a Alex y me sonrió ¡Mamma mía! ¡Pero qué cuerpo tiene este chico! ¡Y que ojos! Me va a dar un paro cardíaco.

— Bueno... vamos — dijo y yo me contuve para no sonreír como boba.

Salimos de la casa y ahora que me doy cuenta está en medio de un bosque extremadamente verde por todas partes, con árboles gigantescos y frondosos. La casa parece una cabaña hecha de madera por fuera; supongo que es para no llamar tanto la atención.

Nos dirigimos al garaje y me fijé en que no había ni una moto, supongo que si me mudo la traeré para cambiar eso. Él se subió a una camioneta plateada y yo me senté de copiloto.

No sé qué tiene este chico que me pone tan nerviosa, siento como si lo fuese a estropear todo al hablar.

Alex.

— ¡Alex, ven acá! — me llamó Raquel. Rodé los ojos.

— Dígame — le dije cortante acercándome a ella.

— ¿Podrías llevar a Kamila a su casa?.

Debe ser una broma.

— ¿Y no se quedará? — pregunté con cierta timidez.

— No lo sé, ayer le pedí que lo hiciera pero dijo que tenía que pensarlo. Y tiene razón, necesita tiempo para asimilar todo esto — suspiré.

— De acuerdo.

— Kamila, Alex te llevará — le informó y se fue.

Kamila pasó su vista hacia mí y no pude evitar sonreírle. ¿¡Pero cómo es que no soy consciente de lo que hago!? Parezco un estúpido.

— Bueno... vamos — le hablé tratando de no sonar avergonzado.

Caminamos hacia mi camioneta, nos subimos y conduje hacia la ciudad. Logré ver que estaba un tanto nerviosa, o más bien ¿Preocupada?. No lo sé, pero lo cierto es que por algún motivo me preocupé por ella.

— ¿Estás bien? — le pregunté y ella volteó a verme.

Corrí la mirada y volví a fijarme en la vía, apreté el volante con algo de fuerza. Había tenido un impulso de besarla, de esos que parecían incontrolables. No sé qué me está pasando.

— Sí, solo estoy un poco nerviosa — contestó casi en un susurro.

— ¿Por qué?.

¡Ah mejor me callo de una vez!.

— Mi tía me dijo que fuera a la casa porque tiene algo importante que decirme y seamos sinceros, ese tipo de cosas significan peligro. Siempre — no pude evitar sonreír.

— Sí, pero no te preocupes, talvez no sea nada grave — dije tratando de calmarla y volví a hacer contacto visual con ella.

¿Qué tienen esos ojos que cada vez que los veo me hipnotizan?.

¡Déjate de cursilerías!.

Cierra la boca.

— Sí, tienes razón — dijo y nos quedamos viendo fijamente.

Volví la vista abruptamente de nuevo a la carretera. Ya fue suficiente estupidez.

Kamila.

Okey, eso fue raro. Primero es dulce y ahora corre la mirada como si con verme le molestara. ¿Acaso es bipolar o qué? Sea lo que sea, no tengo moral para juzgarlo ya que también soy así, a veces, solo a veces.

Sí claro, y yo soy afrodita.

Oh, ¿en serio?. No lo sabía.

Después de unos minutos, llegamos a mi casa y me bajé de la camioneta.

— Gracias por traerme — le dije embobada ¿¡Y ahora que me pasa!?.

— De nada — respondió secamente y por instinto cerré la puerta, él arrancó apurado.

¿Y ahora qué con este? ¿Será que dije algo malo y se molestó?.

Entré a la casa y me recibió Kira brincándome encima.

— ¡Hola, pequeña! ¿Me extrañaste? — acaricié su cabecita.

— Sí, y no fue la única — habló Mary saliendo de la cocina —. ¿Cómo estás?.

— Bien — digo para no decir "confundida".

— Serviré el almuerzo, ven.

El almuerzo fue silencioso y un poco incómodo. ¿Qué me tendrá que decir?, eso estoy a punto de descubrirlo. Terminamos de comer y nos dirigimos a la sala; nos sentamos en los muebles una frente a la otra.

— ¿Y bien? ¿Qué tenías que hablar conmigo? — le pregunté sin mucho rodeo.

— Sé que anoche te quedaste en casa de Tom y Raquel, no donde una amiga — blanqueé los ojos.

Si lo sabía, ¿Por qué no me dijo nada?

— ¿Sabes quiénes son? — pregunté con cierta intriga.

— Sí, ellos viven con los Krístals de la generación actual, Raquel era de la generación de tu padre. Supongo que ya lo sabes ¿No?.

— Sí, ellos me lo dijeron — dije algo sorprendida ya que creo que sabe más que yo del tema —. ¿Cómo sabes todo eso?.

— Hay muchas cosas que sé y no te he dicho, Kamila. Por eso estamos aquí en este momento, para que pueda aclarártelas — esto no suena muy bien. Siento que seré golpeada por la realidad en cualquier momento.

— Bien, dime todo lo que tengo que saber — hablé firme.

— Tu padre era un Krístal, él se suicidó para salvar tu vida y la... de tu madre — empezó algo nerviosa —. Eres una krístal y ya lo sabes ¿Cierto? — asentí —. Cuando tu mamá te dejó, yo fui a buscarte a Venezuela ¿Lo recuerdas?.

Ah, como olvidarlo.

FLASHBACK

Estaba jugando con mis juguetes cuando mamá se acercó a mí.

— Kami, voy a salir, vuelvo en treinta minutos — avisó y yo solo le sonreí mientras la veía salir por la puerta.

Dos horas después tocaron el timbre y fui a abrir.

— Hola, pequeña — dijo una mujer rubia que se parecía mucho a mi mamá, yo diría que idéntica —. Soy tu tía Mary, la gemela de tu madre — eso explicaba el parecido tan grande entre ellas, a pesar de no haberla visto nunca —. ¿Puedo pasar? — preguntó con una sonrisa cálida.

— Sí — respondió mi yo de cinco años.

Ella se adentró a la casa y se sentó en un sofá.

— He recibido una trágica noticia — dijo con tristeza —. Tu madre tuvo un accidente... y no sobrevivió — dijo y me volví un mar de lágrimas, había sido muy brusca —. Oh, linda, no llores, yo estoy aquí y te voy a cuidar — dijo abrazándome, se sintió tan bien como los abrazos de mamá que me aferré a ella —. Te llevaré a vivir conmigo a Greenland, es un pueblo de Estados Unidos, por eso he venido — dijo con una sonrisa reconfortante —. Ve a hacer tus maletas — ordenó y yo le obedecí sorbiéndome la nariz.

FIN DEL FLASHBACK

— Sí — respondí finalmente con un nudo en la garganta. Esa había sido la última vez que vi a mi madre.

— Pues... todo fue una mentira — dijo con miedo.

— ¿Qué?.

— Te traje a vivir aquí, sí, pero tu madre no está muerta — dijo y hace una pequeña pausa —. Soy yo.

— ... ¿Acaso esto es una broma? — pregunté atónita.

— No querida, está lejos de serlo.

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