Capítulo 44

— Sí, aquí estamos. Hagamos esto rápido — dice Tom y le pasa el maletín a Lancaster, quien lo toma gustosamente.

Éste lo abre como un niño abriendo regalos en navidad y la crema batida se estampó contra su rostro, dejándolo pegajoso y de color blanco. Toda la manada estalló en carcajadas fuertemente, contándome, y también algunos del ejército de Zed. ¿Pero cómo no reír?, su semblante se endureció y gritó fuertemente.

— ¡Ya cállense! — solo los de su ejército obedecieron.

Yo me tumbé sobre la nieve y seguí riendo descontrolada, ya me dolía la barriga de tanto reír. Alex me ofreció su mano, la tomé y me levanté. Ya estaba un poco más tranquila.

— Claramente — comienza el viejo — les dije que no quería nada de trampas — nos recordó y nos ve maniático.

— Ya... no haga berrinches, abuelo. Tenga — habla Zack con una gran sonrisa y le tiende la caja con las Optus falsas.

El hombre la abre esta vez con desconfianza, pero al verlas sonríe. Se la pasó a alguien, se limpió la cara y nos observó.

— Muy bien. Yo también les traje algo — habla y sonríe con maldad —. ¡John! ¡Al frente y al centro!.

Esto me da mala espina.

Yo retrocedo y me coloco detrás de Alex, quien me ofrece una cálida sonrisa y toma mi mano. Eso logró calmarme, al menos un poco. Un hombre alto y encapuchado se posiciona a un lado de Zed, se quita el pasamontañas y la capucha, dejando ver su cabello rubio platino. Ese es el cazador que faltaba, el krístal. Todos los chicos se quedaron atónitos, yo no tanto, ya que sabía que era cercano por formar parte de la generación de mi padre y Raquel, pero siento que hay algo más.

— ¡Papi! — gritó Alicia con todas sus fuerzas y corrió a abrazar a aquel hombre, el cual le dió una sonrisa de boca cerrada y le correspondió el abrazo con un poco menos de emoción.

Con que eso era.

— Johnny — susurró Raquel y este dejo de abrazar a su hija, la puso a un lado y encaró a su vieja compañera de manada.

— ¿Qué tal, Rach? — saluda como si nada —. Bueno, aprovechando que toda la generación actual está presente, les diré — habla el platino —; no les haremos daño, solo necesitamos... Al Krístal Supremo — dijo con un tono sombrío —. ¿Quién de los siete chicos es? — pregunta demandante.

— Ni yo mismo lo sé — responde Tom —. ¿Y por qué no sospechas de tu propia hija?.

— Porque me hubiese dado cuenta desde hace mucho tiempo y yo no estaría aquí.

— Si no piensan entregárnoslo... esto será una masacre — indicó Lancaster retante.

— Ali — le habla John a su hija —, será mejor que vayas al auto, no creo que te agrade la idea de pelear contra mí ni contra tus amigos — le dice, ella asiente y corre hacia el este de dónde nos encontramos.

Yo miré a los chicos y me metí una flíbola a la boca, acción que ellos imitaron. Anastasia hizo que el fuego de la fogata se transformara en una ola que golpeara contra ellos, algunos se quemaron, pero tenían escudos para cubrirse. Por otro lado, Finn mataba siendo invisible. Los soldados —les diré así— nos disparaban sin control mientras Becky nos protegía con un gran campo magnético. Yo levantaba y arrojaba soldados con mi telequinesis, también controlaba mentes para que se mataran entre ellos mismos, algo sencillo.

Alex se teletransportaba de un lado a otro con gente a no sé qué partes del mundo. Tom disparaba al igual que Lucas. Raquel convertía en piedra y Zack eliminaba el armamento de los de Lancaster. Era un desastre. Hubo un momento en el que ya no quedaban casi soldados, pero cada vez llegaban más y más. No sé de dónde salían tantos. A todas estas, Zed ya no estaba, había escapado con "Las Optus".

Quedaban como veinte soldados, ya estábamos por terminar, hasta que Becky soltó un grito ahogado, dejó de mantener el campo magnético y cayó en la nieve, dejándonos sin protección. Finn corrió hasta ella desesperado.

— Amor, ¿Estás bien? — le pregunto. Becks estaba llorando.

— Fue horrible — fue lo único que contestó.

Se escucharon unas risas desde el fondo, hasta que el dueño de las carcajadas dió la cara. John Pattirson.

— Veo que se las ingeniaron para pelear contra tantos, pero no pensaron en cómo pelear contra... Mí — dijo y volvió a reír.

— ¿Qué le hiciste, desgraciado? — pregunta el oji gris enojado, y mucho.

— ¿Yo? — preguntó con inocencia —. No pude haberle hecho nada.

— Le mostró una pesadilla, ese es su poder, además de mostrar lindos sueños. ¿No es así? — intervengo observándolo con sorna.

— Vaya, vaya. Veo que alguien ha investigado — dice y detrás de él aparecen alrededor de cuarenta soldados. Yo que pensé que ya íbamos a terminar —. Eres muy lista. No me sorprendería que fueras la Krístal Suprema — menciona y toda la manada me ve sorprendida, menos Becky.

La pelinegra se levanta del suelo y se posiciona a mi lado.

— Y si lo fuera ¿Qué? — pregunta la oji verde y yo palidezco.

— No lo puedo creer — murmura Raquel muy bajo, pero la pude escuchar. Mi oído se desarrolló tanto que sin siquiera usar la superaudición puedo escuchar algunas cosas.

— Ataquen — ordena el platino, los soldados comienzan a disparar y la manada corre a contraatacar.

Cuando yo iba a correr, dejé de estar allí, no sé cómo, pero abandoné el bosque y aparecí en un cuarto oscuro. Había una cama, una silla y otras cosas más. Estaba temblando, tenía miedo de algo, pero no sabía de qué. Una sombra inmensa se comenzó a ver en la pared, poniéndome la piel de gallina. Pasaba de un lado a otro, hasta que se acercó a mí, me tomó del cuello y abrió la boca, de la cual comenzó a salir sangre a cántaros. Estaba llorando, tenía las mejillas empapadas de lágrimas que no paraban de salir.

¿Cómo llegué aquí?.

Todo esto está pasando en tu mente, no es real — me repetía mi conciencia una y otra vez —. Puedes manejar la mente de este tipo, solo hazlo.

Yo como pude, traté de imaginar que estaba frente a Pattirson, a pesar de estar muerta del miedo por el sujeto que me apretaba cada vez más la garganta y que ahora me gritaba muy fuerte y agudo. Visualicé que él se caía y se ahorcaba con sus propias manos. De pronto mi cuello ya estaba libre, y no estaba en la habitación.

Todo estaba negro. Abrí mis ojos y ví la escena que había pensado hace unos instantes. Dejé de hacer que se ahorcara y proseguí a que él se ideara una pesadilla para sí mismo, que utilizara su propio poder en su contra. Él comenzó a gritar y patalear, pero su tortura terminó cuando Alex apareció, desconcentrándome. Le dió unos muy fuertes golpes al platino, y por último, le arrancó la cabeza, dejando que la sangre saliera del cuerpo que yacía sobre la nieve sin vida y lanzó la cabeza lejos de nosotros.

El castaño se acercó a mí y me puso de pie. No me había percatado que aún estaba sentada sobre la nieve.

— ¿Te encuentras bien? ¿Fue muy horrible? — pregunto angustiado.

— La respuesta a ambas preguntas... Es que sí.

Ya quedaban menos guardias y, para ayudar, comencé a dispararles flechas a algunos que veía que estaban por atacar a la manada. Hasta que se oyeron unos disparos a lo lejos y todos se detuvieron. Una señora morena —que si no me equivoco, era Mcoll— venía junto a una chica de cabello rubio que traía puesto un pasamontañas. Yo, como si fuera un impulso, le disparé a la morena. La flecha quedó incrustada en su pecho. La mujer cayó al suelo y elevó la vista, sus ojos se encontraron con los míos y yo le sonreí falsamente, me acerqué a pasos decididos hasta ella y me agaché para quedar a su altura.

— Esto es por lo que le hiciste a la familia de Black ¿Recuerdas lo que pasó? — pregunto y Ester me mira aterrada —. Los asesinaste — le recuerdo —, y eso es lo que yo haré contigo.

Tomo la flecha de su pecho y se la arrancó de golpe, haciendo que ella pegara un grito desgarrador y cayera al suelo. Estaba tan cegada por el odio que estaba disfrutando al ver como se retorcía del dolor sobre la nieve y la sangre salía de su pecho, hasta que dejó de moverse, y de respirar.

Ya cumplí mi promesa.

— ¡Dios! Castaña. ¿Cuándo te volviste tan sanguinaria? — preguntó la rubia que vino junto a Ester.

Esa voz, juraría que la he escuchado antes, es demasiado familiar. Giré a verla y la chica se quitó el pasamontañas, dejando ver su cara. Esto debe ser una broma.

— ¿Christine? — pregunto con dificultad.

— La misma — responde segura y apunta con un revólver a alguien detrás de mí y dispara.

Yo giro a ver a quien le disparó y me encuentro a un soldado tirado en el suelo.

— Encárguense de los demás. Ella es mía — habla mi mejor amiga y ellos se dirigen al resto de la manada.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — le pregunto asustada.

— ¿Qué no es obvio? Te estoy cazando. Vine por tí, porque eres la Krístal Suprema — respondió y palidecí, ya no se escuchaba nada. Los chicos de seguro ya acabaron con el resto.

— ¿Cómo sabes que soy yo?.

— Fácil... Me secuestraron para obtener información tuya y yo solté todo. Luego me dijeron lo que eras, y que querían acabar con todos los de tu especie, incluyéndote — dijo con una sonrisa hipócrita, esa que les daba a todos los que les caía mal. Y que tantas veces me dio y no me di cuenta.

— ¿Por qué? — pregunté al borde de las lágrimas.

— ¿Te refieres al por qué te quiero ver destruida? ¿Al por qué quise ser cazadora? — pregunta y yo asiento mientras una lágrima resbala por mi mejilla —. ¡Porque te odio! ¡Te odio! ¡Te odio con todas mis fuerzas! — gritó desquiciada y solté un sollozo —. Siempre fuiste la inteligente, la que tenía alguien que la escuchara y estuviera para ella. Tenías a tu tía o debería decir... ¿tu madre? — limpio mi cara con mi antebrazo —. Tú tenías a todos ¡A todos! Los chicos del instituto a tus pies... Hasta al mismísimo Andrés — menciona y ríe amargamente — ¿Quién diría... que el play boy del instituto había caído bajo tus encantos y que su forma de coqueteo era hiriendo?.

— ¡Ya para! — le pido mientras lloro hasta más no poder.

— Nunca te diste cuenta de que te guardaba tanto odio y rencor desde pequeña, te creías todos los "te quiero" y no te percatabas de que cuando te dabas la vuelta te maldecía — no, no, no, no. Ella no puede estar diciendo eso —. Y ahora, amiguita querida, ya no tendré que soportar tu existencia.

— Pero... Pero yo siempre te traté bien, te di mi amistad incondicional. ¿Por qué te dejaste llevar por la en...

— ¡Cállate! No quiero escuchar tus lamentos. Que patética eres — habla y me apunta con su arma y dispara. Esperé el impacto, pero nunca llegó.

Abrí mis ojos y me encontré a Becky, con el cabello violeta y algo levantado mientras mantenía un campo magnético.

— ¡Sobre mi cadáver la tocas, perra! — exclamó la única amiga verdadera que tengo.

Christine rió y me miró.

— ¿Pretendes hacerme algo? — pregunta falsamente sorprendida. No me dí cuenta de que el esplendor estaba surgiendo. Pero ya que lo tengo, me beneficiaré de él.

Hice que ella se apuntará con el arma en la cabeza, se dió cuenta de lo que estaba haciendo y palideció.

— Ami... Era una broma... Yo te iba a salvar — dice a punto de llorar.

No le voy a creer, no seré ingenua. No otra vez.

— Adiós, rubia — dije y ella disparó.

Su cuerpo sin vida cayó sobre la nieve.

~~~~~~~~~
Vota si te

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top