Capítulo 43
Piensa. Kamila. Piensa.
No podemos quedarnos aquí.
Oh, talvez sí — habla la doñita sacándome de mi desesperación.
— Chicos, ¿Cuántos vienen? — pregunto por el comunicador.
— Son cuatro — responde Raquel alarmada.
— No se preocupen, solo vean — les digo e ignoro sus quejas.
Cuando la puerta de la bóveda fue abierta, le disparé a cada uno de los hombres y estos cayeron al suelo, sin vida. Alex cerró la puerta y me miró atónito.
— ¿Pero que...
— ¡Wouuujouuu! ¡Eso fue asombroso!. Me siento en una película de criminales — habló el oji gris emocionado. Sonrío.
Alex sale de su trance y habla a través del comunicador.
— Falta una gema.
— Mierda — murmura Becky y resuenan sus pasos.
— No importa, llévense las que encontraron, luego resolvemos. Solo salgan de allí ¡Ahora! — ordena Raquel, Finn nos vuelve invisibles y salimos de la bóveda con el maletín.
— Me siento débil — digo somnolienta.
— Tranquila, ya nos iremos. ¿Por dónde seguimos? — pregunta el castaño.
— Solo sigamos caminando por acá abajo, al final, llegaremos a la alcantarilla por la que entramos.
— Pudimos entrar por allí en primer lugar — habló el azabache histérico.
— Sí, pero se me haría muy confuso — respondo a punto de dormirme.
— No, no Kami, no te duermas — me hablaba Alex y me levanta del suelo al estilo nupcial.
— ¿No es raro que nosotros solo estemos un poco cansados y ella está que se desmaya? — comenta el oji gris.
— Cállate y camina. Me caías mejor cuando eras tímido — le espeto y no vuelve a abrir la boca.
Cuando estábamos por abrir la tapa de la alcantarilla, me bajé de los brazos de Alex como si no estuviera por caerme, aunque internamente no era cierto.
— ¿Ya estás bien? — pregunta el oji miel preocupado.
— Sí, nunca tuve nada, solo no quería caminar — me excuse encogiéndome de hombros y miré a otro lado. Me cuesta demasiado mentirle, pero debo hacerlo para mantener el secreto.
Finn se volvió invisible y mando a volar la tapa, Alex subió y me ayudó a subir. Tapamos la alcantarilla, subimos a la van y nos sentamos.
Qué bueno, ya no podía seguir haciéndome la dura cuando en realidad me estoy desvaneciendo por dentro. Alex le pasó el maletín a Tom y reporto la culminación del trabajo. A los segundos, llegó Finn junto a los chicos que estaban en la azotea.
— Mi niña, ¿Te encuentras bien?. Tus labios están blancos — indica Raquel y me asusto un poco.
— Sí, solo estoy deshidratada — contesto falsamente estable.
Mantén la actitud, perra. Cuando llegues a la cabaña duermes todo lo que quieras — me dice la doñita animándome.
Al cabo de unos minutos, llegó el dúo zorruno, espelucadas y con la ropa mal puesta, junto a una Becky de gran sonrisa.
— Ya sé que quiero estudiar después de la preparatoria — comenta Becky soñadora y Finn le da un tierno beso en la mejilla.
El trayecto fue silencioso, habíamos conseguido las Optus, pero nos faltaba una. Y por más insignificante que parezca, esa podría guiarnos a nuestra perdición. Llegamos a la cabaña, todos bajamos de la van y yo me encerré dentro de la habitación. Me tumbé sobre la cama y me dormí de inmediato. Probablemente si seguía levantada no duraría mucho en caerme.
(...)
Ya era de noche, todos nos encontrábamos en la sala cenando. Mañana por la mañana regresaríamos a Greenland. Yo, descansé toda la tarde, al despertar estaba totalmente recompuesta; nadie me pregunto nada, de hecho, creo que no notaron que estaba durmiendo, a excepción de Becky, que es mi compañera de habitación. Todos estaban más que felices, parecía que no estuvieran preocupados por la gema faltante. Yo sí lo estoy, ese pequeño diamante nos podría acabar en cualquier momento.
— Kamila, ¿Qué pasa?. Estás muy callada, deberías de estar festejando por qué conseguimos las Optus — habla Alicia, que traía un par de tragos encima. Yo diría que está festejando por haberse revolcado con uno de los hombres más ricos del mundo en vez de por la misión.
— Me pasa que nos faltó una — espeto algo enojada y todos voltean a verme —. ¿Qué no ven el peligro aquí o qué?. Si no encontramos pronto la otra gema... estaremos igual de jodidos — digo esto último más bajo.
— ¡¿Y por qué no lo dijeron antes?! — medio grita Tom histérico.
— ¡Claro que sí lo hicimos!. Solo que estaban muy concentrados en que tenemos la mayoría — respondo un poco más tranquila.
La sala se quedó en un silencio incómodo, el cual fue roto cuando desde la ventana de la cocina alguien arrojó una grabadora de sonido, que inmediatamente se activó.
— Hola, creo que vuelvo a tener noticias vuestras — comenzó a hablar una voz algo ronca y áspera —. No es necesario que me presente, pero para los que no me conocen... Soy Lancaster, Zed Lancaster — habló con orgullo —. No sé cómo ustedes lograron llevarse mi preciado maletín, después de haber recibido la visita de unas despampanantes chicas, que ahora sé que son de la manada, me llamaron diciendo que habían encontrado cuatro muertos en la bóveda y uno en una de las oficinas — dice desconcertado, pero luego ríe como psicópata —. A ver, hagamos esto por las buenas... Ustedes llevarán el maletín mañana por la noche al bosque, tendrán que encontrarnos. O de lo contrario... pues, ya saben — dijo y rió un poco —. Bueno, es todo. Ah, y les quedan diez segundos para desalojar la cabaña antes de que explote en miles de pedacitos. Buena suerte — finaliza y la grabadora se apaga.
Alex toma la grabadora y se teletransporta a no sé dónde, y luego regresa con un semblante serio.
— ¿Dónde la dejaste? — pregunta Zack divertido.
— En Narnia.
— Iré a matar al que trajo la grabadora — avisa Lucas, se levanta y se va.
— ¿Qué haremos ahora, chicos? — pregunta Raquel tapando su cara con ambas manos.
Nadie habla por un buen rato, hasta que yo intervengo.
— Él no quiere trampas... pero yo quiero tenderle una — digo y los presentes voltean a verme.
— Tú eres la de las ocurrencias. ¿Qué tienes en mente? — pregunta el pecoso que acababa de llegar.
Sonreí con malicia.
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Desperté con fatiga, me costó conciliar el sueño anoche. Tenía la sensación de que Lancaster vendría mientras dormíamos y nos asesinaría, luego recordé que somos ángeles caídos y dormí como un bebé.
Me dí una ducha corta y me vestí con algo cómodo y abrigado. Llamé a mamá y le dije que todo estaba bien, me creyó. También hablé con mi abuela, la cual se carcajeó conmigo cuando le conté lo de la trampa; es un plan muy estúpido, pero servirá.
Salí del dormitorio y me encontré con todos desayunando, los saludé y me senté con ellos a comer empanadas. Le recomendé a Raquel prepararlas de carne mechada y le encantaron tanto que casi todos los días las prepara.
— Kami, ya hice lo que me pediste — informa Alex sonriente.
— ¡Y yo conseguí... la cosa! — dijo Lucas mientras movía los dedos de una forma extraña haciéndome reír.
— ¿No crees que el plan es un poco... infantil? — pregunta Becky insegura.
— Yo digo que lo es — responde Tom en mi lugar —. Pero muero por ver la cara de Zed después de... — no logró terminar ya que explotó en risas, las cuales yo imité.
— Tranquila, de igual forma... Aniquiláremos a tooodo su ejército — le dice Finn a su novia con ojos de enamorado. En serio, ellos deben de haber tenido una historia muy linda.
— ¿Dónde dejaste las gemas, Alex? — pregunta Anastasia.
Veo como el castaño rueda los ojos irritado, aunque se las ingenia para no contestarle mal.
— En una playa de Curacao, no lograrán localizarlas por un laaaargo tiempo. Me costó usar mi poder, pero al final conseguí teletransportarme — dice y muerde su empanada.
— Sí, pero hay algo que me da mala espina — habla Zack —. Es demasiado fácil y las cosas fáciles, traen algo complicado escondido — comenta el rubio dudoso.
— Y eso es que Zed viene con muchísimos cazadores, los cuales con un mínimo golpe podemos mandar a volar. Lo único es... que si trae la Optus faltante, debemos ingeniárnosla para tomarla, si es que podemos arrebatársela — menciona Lucas mientras se limpia la boca con una servilleta.
— ¿Qué podría salir mal? — pregunta Tom confiado.
— ¡Oh! Créeme. Siempre hay algo que puede salir mal — contesta Alicia y se va a su dormitorio, dejándonos a todos con una pizca de miedo, que fue reemplazado por una carcajada cuando Lucas se inclinó sobre la silla hacia atrás y se cayó.
(...)
Ya caída la noche, todos estábamos ansiosos. Zack había materializado unas Optus falsas y las metió en una caja, por otro lado, el maletín ya estaba preparado. Estaba lista, vestida no tan abrigada, ya que no hacía tanto frío. Tomé las Flíbolas y mi arco y me dirigí a la sala; allí me encontré a todos con sonrisas inmensas, pareciera que no les importara pelear contra muchas personas, donde probablemente mataremos inocentes.
Me senté en el sofá y de inmediato el pecoso se sentó a mi lado y posó su mano sobre mi muslo.
— Engendro, ¿Qué sucede?.
— Tendremos que pelear contra muchos cazadores. Nosotros somos solo diez y ellos, por la medida chiquita, como alrededor de cien. No creas que vendrá solo el sr. Lancaster — suspiro.
— Pero recuerda que no somos humanos comunes y corrientes — me dice relajado.
— Sí, pero una bala puede dañarnos con la misma gravedad que a ellos — respondo insegura, pero sacudo mi cabeza y cambio mi semblante por uno lleno de confianza —. Pero eso es lo de menos — digo y él sonríe —. ¡Chicos! — grito y todos se acercan.
— Aquí estamos — habla Zack como militar.
— Tomen esto — digo pasándole una flíbola a cada uno —. Al comerlas, pueden usar sus poderes y los cambios físicos no surgirán. Solo tienen cinco minutos. No los desperdicien — les advertí.
— ¿De dónde las sacaste? — pregunta Tom algo retante, poniéndome nerviosa.
— Amm... estaban en el bosque, en Greenland. Leí un libro de la biblioteca y trataba de ellas — respondo tratando de ser convincente.
Tom iba a contestar, pero Alex lo interrumpió diciendo que teníamos que irnos.
Salimos de la cabaña y nos adentramos al bosque, caminamos por un buen rato, hasta que visualizamos una parte en la que había una inmensa fogata, deben ser ellos. Nos acercamos y lo comprobamos, habían muchos hombres —como alrededor de cuarenta— con pasamontañas y metralletas.
Y tú solo con tu arco. ¡Vamos a morir!.
Si te calmas, puede que tengamos una hermosa vida junto a Alex. Así que calla y mantente despierta.
Cuando se percataron de que estábamos allí, todos nos apuntaron de inmediato con sus armas.
— ¡Oh! Ya llegaron — habla un hombre canoso con la cara al descubierto. Así que éste es Zed Baboso Lancaster.
Esto será divertido.
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