Capítulo 37
Kamila.
Llegamos al instituto, Alex me dijo que vendría por mí al medio día. Y queriendo que me pasaran las horas rápido, entré a mi primera clase: historia. Que aburrido, son cosas que ya sucedieron, debemos dejarlas en el pasado. Pero como no,《es importante saber por lo que pasaron nuestros antepasados》dice siempre la profesora Pakistrakis.
Cuando entré al aula se encontraban unos cuantos estudiantes, me senté al frente, me coloqué los lentes y esperé a que llegara el docente. Pasaron algunos minutos y la puerta se abrió, dejando ver a un hombre joven, pelirrojo de ojos grises, de buena fisionomía. Llevaba un maletín en la mano y ropa formal. Es bastante atractivo, no le cálculo más de veintisiete años.
Volteo a ver a mis compañeros y todas las chicas se encontraban mirando al sujeto —que dejaba sus cosas sobre el escritorio— embobadas.
Al parecer soy la única que controla sus hormonas aquí.
¿Ah sí? Si te ponen a Alex al frente estarías igual o peor que ellas.
Touché.
El pelirrojo levantó su vista del escritorio y me miró con intensidad, sonrió aterradoramente y dirigió su mirada al alumnado. Me da mala espina, tengo el presentimiento de que ese hombre no me traerá nada bueno.
— Buen día, chicos. Mi nombre es Stephen Kingman y seré su nuevo profesor de la catedra — se presenta y yo inmediatamente levanto la mano —. Dígame señorita...
— ¿Qué pasó con Pakistrakis? — pregunto y él me mira entrecerrando los ojos, como si sospechara algo de mí.
— Renunció, dijo que no soportaba seguir dando clases — miente, se acaba de delatar.
— Pero ella amaba su trabajo, siempre nos lo recordaba — puntualizo y veo como algunos de mis compañeros asienten.
— Talvez les mentía — dice encogiéndose de hombros.
— O talvez usted nos miente — contraataco y veo como tensa la mandíbula.
— Procederé a darles la planificación — anuncia y, lanzándome una mirada rápida, se voltea y escribe en la pizarra.
Comencé a copiar en mi cuaderno todo lo que el profesor escribía. Cuando terminó de hacerlo, se sentó frente al escritorio y empezó a usar su celular, y por como lo utilizaba, diría que estaba enviando un mensaje, un largo mensaje. Terminé de realizar mis apuntes y me dediqué a observar al señor Kingman, no es casualidad que sea él quien esté dando clase, tiene plasmado en su mirada algo que grita " tengo una misión que cumplir " y llámenme loca, pero juraría que esa misión no es precisamente enseñar. Hay algo que está ocultando, y yo descubriré que es.
Uy, llegó Sherlock Holmes. Dime: ¿Dónde esta tu fiel compañero Jhon Watson?.
Deberías de apoyar mi estúpida idea en vez de hacer chistes malos.
¿De qué hablas? ¡Mis chistes son los mejores!.
Suena la campana, indicando el cambio de clases, todos salen y yo me quedo sola con el profesor. Es ahora o nunca, le haré un interrogatorio. De mi bolso saco una taza repleta de Flíbolas, nunca se sabe cuando podríamos necesitarlas. Me metí una a la boca y la tragué al instante, las guarde y me dirigí al pelirrojo. Solo tengo cinco minutos, es suficiente, pero no tengo tiempo que perder.
— Profesor — digo y él voltea a verme —. ¿Quién es usted exactamente? ¿A qué se dedica? ¿Por qué está aquí? ¿Qué hizo con la profesora Pakistrakis? — pregunto sin perder tiempo.
— Me llamo Francis Mcbuger, soy uno de los tantos cazadores del Sr. Lancaster. Junto a mi equipo, me dedico a buscar Krístals, ángeles mitad demonios, para cazarlos. Vine en busca del Krístal Supremo, sé que estudia aquí, lo estamos buscando por ser el más poderoso. El resto de los ángeles caídos solo nos ayudarán a dar con su paradero. Y asesiné a la profesora anterior para obtener su trabajo y poder pasarle información a mi jefe — terminó y dejé de usar mi poder.
El pelirrojo me observa con intriga y miedo a la vez y comienza a reír nervioso.
— ¡Es un chiste! ¿En serio creerías eso? — pregunta y esta vez me sonríe encantador.
Ya tengo todo lo que necesitaba saber, ahora solo debo mostrarme inocente.
— Lo supuse. Le hice esas preguntas porque me gusta saber sobre mis docentes y llevarme bien con ellos — digo y le sonrío, él me devuelve el gesto —. Será mejor que me vaya, ya voy tarde a mi siguiente clase — menciono y salgo del aula.
Ya falta poco para que suene la campana para el almuerzo, así que me dirijo de una vez a la cafetería y ordenó mi comida: puré de papas con carne y ensalada. No es por decir que la cafetería del instituto es la mejor, pero todo lo que preparan es delicioso. Me senté en una de las mesas del fondo y me dispuse a comer. A los segundos, sonó la campana y el comedor fue abarrotado por estudiantes. Pasó un rato y Christine se sentó frente a mí con una bandeja de carne y ensalada. Ella si se mantiene a dieta.
— ¡El nuevo profesor de historia es demasiado guapo! — chilló la rubia —. Con un profesor así no me salto ni una clase.
— Sí, sí. Como sea — digo y veo que alguien se sienta a mi lado.
Me giro y me encuentro con ese par de ojos mieles que me ponen sensible.
— Hola — saluda sonriente.
— Hola — le respondo. Miro a Christine que se come al chico con la mirada y le doy una patada por debajo de la mesa, consiguiendo sacarla de su trance —. Christine, él es Alex. Alex, ella es Christine, mi mejor amiga.
— Es el que golpeó a Andrés — dice y me deja atónita —. ¡Es el chico sexy que golpeó a Andrés! — medio grita, pero por suerte nadie la escucho.
— ¿Tú lo golpeaste? — le pregunto y él asiente.
— ¿Nos vamos? — pregunta y asiento.
Me despido de mi amiga y salimos en dirección al estacionamiento. Él encendió la camioneta y comenzó a conducir.
— ¿Por qué lo golpeaste? — le pregunté, la intriga me estaba carcomiendo internamente.
Él se queda en silencio, pero luego suspira resignado y contesta.
— Porque esa lombriz te hizo sentir mierda — dijo y apretó el volante con algo de fuerza —. Me dio mucha impotencia ver cómo lloraste esa vez por lo que te dijo, porque creíste en sus palabras, y yo — estaba hablando molesto, pauso un momento y volteó a mirarme, me sonrío y tomo mi mano con gentileza —, quise darle su merecido, talvez no lo hice como me hubiese gustado, pero algo es algo — concluyó y sonreí. Es lindo que haya querido defenderme, o en este caso, vengarme.
De pronto me di cuenta de que no nos estábamos dirigiendo a la casa. Pensé que iríamos para allá.
— ¿A dónde vamos? — pregunto y él sonríe.
— Olvidé buscar un trabajo a la universidad. Tranquila, no volveré a secuestrarte.
— No me molestaría que lo hicieras de nuevo — digo en voz baja, pero él me escuchó y sonrió; aún mantiene su mano sobre la mía. Esto es realmente lindo, esa sensación agradable que te invade cuando estás con una persona especial, no lo sé, esto es nuevo para mí. No sabría describirlo mejor, pero me encanta.
Llegamos al estacionamiento de una gran universidad, parecía sacado de una película. Talvez si venga a estudiar aquí.
— Espérame aquí. No me tardo — dijo Alex saliendo de la camioneta.
Vi que se acercó a una chica de cabello azul muy bonito, ella se tocaba el cabello demasiado seguido, poniéndome los nervios de punta. Quiero saber de qué están hablando. Muero por escuchar su conversación, tendré que usar la superaudición. Como el auto tiene los vidrios ahumados, nadie podrá verme, así que no corro el riesgo de exhibirme. Dejo que el esplendor me rodee por completo y comienzo a escuchar.
— ¿Hace cuánto no hablamos? — pregunta la chica mientras le da una carpeta al castaño.
— Mmm, no lo sé. Desde que cortamos — respondió incómodo y cuando iba a dar la vuelta para marcharse, la chica lo detiene.
— ¡Espera! ¿No me extrañas? Yo a ti te hecho de menos — dice y trata de tocar su mejilla pero Alex da un paso atrás.
— Clarisse, no quiero nada contigo. Acéptalo — puntualizó con cansancio.
— ¿Es que acaso tienes a otra? — preguntó maniática.
— No, estoy en eso — contestó mirando al suelo.
— Jamás podría ser tan buena como yo — comentó con superioridad y la miró con enojo.
— No, ella no es como tú. Ella es mil veces mejor que tú y que cualquiera, te lleva una ventaja de cinco vueltas de la Tierra a Plutón — espetó y la dejó sola.
Alex se sube a la camioneta y yo me hago la que no sabe nada, a pesar de que muero por saber de qué chica estaba hablando. Aunque el que su cara demuestre que está enojado no me deja del todo tranquila.
— ¿Estás bien? — pregunto tomando su mano.
Él mira nuestras manos y sonríe, levanta la mirada y me da un pequeño beso en la nariz.
— Sí. ¿Quieres ir por unas malteadas? — pregunta entusiasmado y yo asiento.
Durante el trayecto al local estuvimos escuchando música, hasta que se reprodujo la nueva canción de Reik y Sebastián Yatra "Un Año" y comencé a cantar.
— Puede que pasé un año más de una vez, sin que te pueda ver, pero el amor es más fuerte — canté y él me miró sonriente.
— Puede que el tiempo nos aleje otra vez, sin saber donde estés, pero el amor es más fuerte — cantó Alex mientras me veía con su sonrisa de siempre, sentí que me iba a desmayar.
¡Ese chico canta hermoso! ¿Qué otro talento tendrá oculto? Canta, baila, cocina... — enumera la doñita y yo suspiro. Es cierto, todo lo que ella dice es cierto. ¡Todo!.
Él es perfecto.
Le sonreí y continuamos cantando juntos esa y el resto de las canciones que sonaban en la radio. Cuando llegamos al puesto, al entrar nos encontramos con una señora de cabellos canosos que al vernos nos sonrió abiertamente.
— Hola. ¿De qué quieren sus malteadas?
— De galleta — respondemos Alex y yo al unísono, nos sonreímos y vimos a la señora que nos observaba enternecida.
— De acuerdo, ya se las traigo.
Pasados unos minutos, la señora volvió con nuestro encargo.
— Aquí tienen, dos malteadas de galleta. Son 4.45 — dijo mientras Alex le extendía su dinero —. Hacen linda pareja — menciona y nos mira con aprecio.
— Nosotros no...
— Gracias — me interrumpe el oji miel y nos sentamos en una de las mesas de afuera.
Tengo unas gigantescas ganas de contarle sobre mi nuevo profesor, lo que se de él. Mejor no, prefiero sacarle un poco de información.
— Alex — digo ganándome su atención — ¿Qué pasa si me encuentro con un cazador? — pregunto y tarda unos segundos en contestar.
— Pues, debes mantenerte oculta y no confiar en él. Pero sobre todo, debes exterminarlo — responde y levanto las cejas sorprendida y asustada.
— ¿Ya tú lo has hecho? — pregunto temerosa.
— ...Sí, unas cuantas veces. Algún día tendrás que hacerlo, te pegará el remordimiento, pero luego te acostumbras. Además, dejarlos vivos es un gran riesgo, ya que pasan información tuya a demás cazadores — dijo y le di un sorbo a mi malteada un poco nerviosa.
No es mi mejor decisión, pero debo hacerlo, no puedo arriesgar mi vida ni la del planeta entero. No me queda otra alternativa.
Debo matar a Francis Mcbuger.
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