Capítulo 3
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Unos golpes en la puerta me sacaron de mi ensoñación, y tan a gusto que estaba durmiendo.
— ¡Kamila, ya levántate! ¡Llamó Christine y dijo que en veinte minutos viene a buscarte! — me avisó Mary desde la puerta.
Me levanté de la cama con pereza y caminé al baño; hice mis necesidades tratando de no volverme a dormir, me cepillé y salí. Luego de haberme vestido, me dí la vuelta y Kira se acostó en mis pies. Me pasó por la mente la loca idea de que ella se levantara y diera un mortal hacía atrás.
Solté una carcajada ligera. Me estoy pasando de loca, ¿Cómo se supone que un can haga un mortal?. Ni siquiera yo que soy humana sé hacerlo; pero soñar es gratis. Vuelvo a mirar a Kira con la misma idea alocada y me empiezo a rodear del esplendor dorado.
Oh, no. ¿Y ahora qué?.
Kira se paró y dio unos pasos hacia atrás, tomó un poco de impulso y terminó dando la voltereta. Abrí los ojos y solté un jadeo. Los perros no hacen eso.
Ay, no. No, no y no. ¿Estará poseída?.
Cálmate, llorona. No es para tanto.
¿Qué no es para tanto? ¡¿Acaso no viste lo que Kira acaba de hacer?! ¡Ni yo hago eso!.
Debe de haber una buena explicación para esto — dijo actuando de manera madura, como siempre.
¿Cómo cuál? ¿Qué tengo otro superpoder el cual consiste en dominar a un ser vivo con la mente y hacer que ellos hagan lo que yo quiera? ¿Sabes lo estúpido que suena eso?.
Sí, pero recuerda lo de ayer. No fue un sueño, en verdad pasó.
¿Qué?.
Puedes dominar a un ser vivo con la mente y hacer que ellos hagan lo que tú quieras — le creí, ya no podía convencerme de que era producto de mi imaginación —. Inténtalo de nuevo.
Bueno, si tú lo dices.
Pensé de nuevo en Kira dando el mortal... y el esplendor llegó... y sucedió...
Control mental — habló doña conciencia apareciendo de nuevo.
¿Qué cosa?.
Control mental, ese es tu otro poder. No puede ser hipnosis, porque no te estaba viendo a los ojos.
¡Soy poderosaaaa! — hice un bailecito raro.
Sí sí, muy poderosa y todo, pero si no bajas ahora se te enfriará el desayuno, bye.
Mi tía volvió a tocar la puerta.
— Kamila, ya sal.
Tomé mi mochila y salí con Kira detrás de mí, le serví un buen tazón de perrarina. Veo a mi tía sirviendo waffles y se me hace agua la boca. ¡Sí! Tengo mucho tiempo sin comerlos. Empecé a comer como si no hubiese comido en siglos.
— Tenías hambre ¿Eh? — suelto una leve risita.
Lavé mi plato y fui al baño a lavarme los dientes. Me eché sobre el sofá y esperé a que Christine me pasara a recoger.
La bocina de su carro sonó a los pocos minutos.
— Adiós tía, nos vemos en la tarde — me despedí dándole un beso en la mejilla.
— Adiós querida — sonrío.
— Chao, pequeña — le sobé la cabecita a Kira y ella me lamió la mano.
Salí de mi casa y me subí al carro.
— Buenos días, rubia — saludé cerrando la puerta.
— Hola — respondió desganada.
— ¿Qué tienes? — le pregunté preocupada.
— Nada — contestó en el mismo tono y empezó a conducir.
Se lo dejaré pasar por ahora, le preguntaré más tarde. Encendí la radio con la esperanza de alegrarla un poco, sonó Hurts Good de R5, es nuestra canción favorita; de algo tiene que servir. Comencé a cantar la letra a todo pulmón desafinando a propósito, con la intención de hacerla reír, pero siguió con su semblante decaído.
Okey, esto sí es serio.
Llegamos al instituto, estacionó el carro, nos bajamos juntas y nos dirigimos hacia nuestra primera clase: Matemática.
Buen comienzo de la mañana.
Llegamos al salón y me senté en la primera fila y Christine detrás de mí. Hoy sí me traje mis lentes, los traigo día por medio para que mis compañeros se acostumbren a verme con o sin ellos y no puedan decirme después que me veo mal cuando no los tengo puestos o teniéndolos. En esta etapa de la vida la mayoría de los chicos suelen criticar y juzgar a la gente como si fuera una moda.
Luego de un rato de espera, llegó la profesora más dulce del planeta —literalmente— y empezó a dictar su clase. Ojalá todos los docentes fueran como ella; explica de manera jocosa, se gana nuestro respeto y atención, a pesar de que la materia es tediosa.
Cuando la hora terminó, salimos del salón para dirigirnos a nuestra siguiente clase: Física, que horror.
— Atención, atención, alumnos. La profesora Keila Riera — la de física —, no vendrá al instituto hoy debido a que está enferma.
— ¡Aleluya, aleluya, aleluya, aleluya! — comenzamos a cantar todos los estudiantes en el pasillo y estallamos en risas.
De pronto Andrés Vergara —el chico que ayer entró al comedor captando la mirada de todos. Sí, el chisme de un Dios Griego en el instituto corrió tan rápido que ya me sé su nombre— pasó por nuestro lado. Christine se encogió más de lo que estaba y se le escapó una lágrima.
Así que está triste por él, hablaré con ella.
— Christine, acompáñame al baño — no la dejé ni siquiera responder, ya la estaba arrastrando por todo el pasillo.
Una vez en el baño, me aseguré de que nadie estuviese allí y cerré la puerta con seguro. Ella se echó agua en la cara, tomó una servilleta para secársela, y fue allí cuando actué.
— Christine ¿Qué te pasa?. Desde esta mañana estas rara.
— No es nada, ya te lo dije — dijo con el mismo tono apagado. Me encerré en un cubículo y traté de usar el control mental, pensé: Dime la verdad, y me rodeó el esplendor dorado —. La verdad — bien, no tengo poder sobre eso, solo hace lo que yo quiera que haga, no puedo manejar sus recuerdos ni lo que sabe a mi antojo para que me lo diga.
Me acerqué a ella y le di la vuelta haciendo que me mirara.
— ¿Qué sucede? Dime la verdad.
El esplendor dorado volvió a aparecer, y ella comenzó a llorar a mares sin dejar de mirarme.
— Hoy antes de salir de mi casa, me encontré con Andrés. Me enteré de que es mi nuevo vecino, y me acerqué para saludarlo para darle la bienvenida.
Christine salió de su casa y se encontró a Andrés con sus amigos, sentados hablando en la entrada de la casa de enfrente, la que le pertenecía al chico de ojos azules. Ella con buena intención, se acercó para hablarle. Desde que lo vio se sintió atraída por él y quería inventar algún pretexto para poderse acercar.
— Hola — le saludó con una sonrisa tímida.
— Miren a quien tenemos aquí: una plástica sin sentido de la moda que se viste con unos horribles trapos. Díganme ¿No se parece a cenicienta? Parece una pordiosera — dijo y todos sus amigos comenzaron a reír amargamente, mientras él tenía una sonrisa burlona en sus labios.
Christine se removió un poco incomoda en su sitio y se le cortó un poco la voz. — Yo solo quería ser amable y darte la bienvenida al vecindario.
— ¿Aw vas a llorar? Eres una asquerosa bebé, de seguro lloras porque te hiciste popo. Anda con tu mami para que te limpie — dijo esto último con amargura y todos sus amigo estallaron en risas, contándolo.
La rubia se fue de allí corriendo hacia el carro, se subió y comenzó a conducir en busca de su amiga con el orgullo herido.
Dejé de usar mis poderes para darle un fuerte abrazo y arrullarla.
¡¿Y esto qué fue?! ¿Cómo hice que me dijera todo eso?.
Lazo de la verdad mental, estúpida. Si ves a los ojos a alguien y le haces una pregunta, te responderá con la verdad. Si usas el poder, claro — aclaró y se fue tan rápido como llegó.
¡Esto es genial! ¡Tengo tres poderes!.
— Tranquila, todo estará bien. No vuelvas a hablarle ni acercarte a ese idiota ¿De acuerdo? — le ordené como si no hubiese pasado nada y solo me hubiese contado lo que le ocurrió.
Sonrío ladinamente.
— De acuerdo.
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