Capítulo 16

Zack jugando en multimedia
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Espera un momento — habla mi conciencia sorprendida —, ¿Acabas de admitir que Kamila te vuelve loco?

Sí, tienes razón. ¡Me gusta! Ya, puedes morir en paz.

Ojojou amigo, haré mucho más que eso — dijo y se esfumó.

— Alex ¿Está todo bien? — pregunta Finn preocupado — Te hice una pregunta hace un minuto y no me respondiste — menciona con un toque de extrañez.

— Lo siento, estoy un poco distraído.

— Sí, un poco bastante — comenta y reímos —. Oye, ¿A tí te gusta Kamila?— genial, otra explicación que dar. Pero le diré la verdad, después de todo, es mi mejor amigo. Suelto un bufido antes de hablar.

— Sí, y mucho. Traté de ignorarla un poco para ver si se me pasaba, pero no funcionó; lo único que logro con eso es que me pregunte si está bien, si se siente cómoda, si necesita algo... — iba a continuar pero Finn me interrumpió.

— Es lo mismo que me pasa con Becky, también la ignoro. ¿Crees que se sienta mal por eso? — sinceramente sí, he visto como se le ha acercado a éste imbécil para hablarle y cuando Finn se va ella pone su semblante triste.

— No lo sé, no lo he notado — una pequeña mentira piadosa no le hace daño a nadie —, pero deberías acercarte a ella, antes de que venga alguien y te la quite.

— Eso te lo recomiendo a tí también, y lo digo por Lucas. Ellos han estado bastante juntos, se llevan muy bien como para no haber interactuado tanto — dice y aprieto la mandíbula. Finn tiene razón y esta vez no me gusta que la tenga. Solo asiento y seguimos viendo la televisión.

Pasó un rato y me aburrí. Fui hacia la parte del patio —que prácticamente es un bosque—. Sí, vivimos en una lujosa cabaña en el bosque. Greenland significa tierra verde, lo cual queda perfecto para este pueblo ya que posee una extensa cantidad de hectáreas de vegetación por todas partes.

Me senté bajo un frondoso árbol y no pude evitar pensar en mí mamá, como la extraño; tengo mucho tiempo sin verla. Ella debe estar con mi padre, ese idiota que siempre me dió malos tratos por no ser un ser humano común y corriente como él. Hubiese seguido insultando a mi papá mentalmente si alguien no se hubiese sentado a mi lado interrumpiendo mis pensamientos.

— Hola — dijo esa voz que tanto me gusta desde que la escuché en un susurro.

— Hola — respondo girándome hacia ella. Le regalo una sonrisa sincera.

— ¿Qué haces aquí tan solo? — pregunta y se me hace imposible no verla con ternura.

—Solo pensaba.

— Este... Yo... — comenzó a balbucear — La cena está lista — dice de golpe, se levanta y se va.

Después de unos segundos reacciono y entro a la casa. Kamila es un poco extraña, aunque eso solo hace que me guste aún más.

Kamila.

¡Aghh! ¡Sí soy estúpida! ¿Por qué tuve que balbucear? Yo sabía claramente lo que tenía que decirle, pero es que cuando eso ojos mieles me observaron fijamente, me perdí en ellos.

Porque te gusta. Te gusta desde que lo viste, es obvio que te pongas nerviosa — justifica mi conciencia.

Pero, ¿No necesitaría más tiempo para que me pueda gustar?.

No, lo necesitarías para estar enamorada de él.

¡Ay mi madre!

Llegué al comedor donde ya todos estaban comiendo, me senté y a los segundos se sentó Alex frente a mí. Logré visualizar a Finn y a Becky conversando, ella se veía muy feliz; debió haber esperado mucho para esto. Todos en la mesa hablaban menos yo, estaba tan sumergida en mis pensamientos que cuando ya habían terminado de comer yo seguía sentada en la mesa jugando con mi comida.

— Kami — me llama Alex. Así solo me llamaba papá y ahora mamá lo hacía —. Lo siento — supongo que lo dijo por la cara que he de haber puesto.

— Así me decía mi padre — no sé ni porque se lo dije —, no te disculpes. ¿Qué pasa?.

— Ya todos terminaron de comer — me dice. ¡Oh! Aún no me levanto de la mesa.

— Ah, claro — exclamo.

Voy a la cocina y lavo mi plato. Al devolverme me encuentro con Alex de nuevo.

— Oye — hace una pausa y continúa —. ¿Te puedo decir Kami? — pregunta.

¡Oh, cariño! Puedes llamarme como tú quieras.

¡Concéntrate! Esto no sucede todos los días y él está esperando una respuesta — dice mi conciencia alterada.

— Sí, está bien — le respondo con una sonrisa a lo que él me la devuelve.

Cómo me encantaría besarlo en este momento.

Contrólate, esos pensamientos no son aptos para una señorita — dice mi conciencia.

Y con eso me voy a mi habitación.

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Me encontraba caminando por los pasillos del instituto con Becky en dirección a nuestra primera clase: física, donde presentaríamos nuestra última prueba del lapso. Hoy me traje mis lentes, pero de igual forma me senté en la primera fila. La profesora Keila entró y nos pasó los exámenes. Duré media hora resolviéndolo, estaba bastante complicado, pero estoy segura de que obtendré una buena calificación.

Fui la primera en terminar y como la profesora estaba de buen humor, me dejó salir. Caminé por esos pasillos desiertos, no había ni un alma rondando por allí. Caminé a pasos lentos y arrastrados hacia la cafetería, pedí un batido de galletas de chocolate, estaba delicioso.

Me senté en una de las mesas mientras bebía lo que era mi merienda mañanera y entró Andrés al comedor junto a su banda de idiotas.

— Vaya, vaya. Que sorpresa encontrar a la nerd fuera de clases — dice, pero solo lo ignoro —, comiendo como si no hubiese un mañana.

— Cállate, imbécil — espeto con odio. Su comentario me calló como un balde de agua fría al despertar.

— Y aparte de tragona, grosera. Solo mírenla, con un rostro sin forma; usando lentes patéticos porque está ciega, nariz chata, cabello aburrido. ¡Jamás llamaría la atención!. Además, no tiene ni busto ni trasero, pero sí una gran pansa. ¡Parece una batería para celular abombada! — termina de burlarse y junto a sus amigos explotan en carcajadas. No puedo mostrarme débil, tengo que defenderme.

— Definitivamente no eres hombre, porque uno nunca le faltaría el respeto a una mujer, ni mucho menos la humillaría. Eres una deshonra para tu amigo de allá abajo — digo firmemente y él pone un semblante serio, pero luego me sonríe con falsedad.

— ¿Es que acaso eres una mujer? Déjame decirte que te equivocas. Eres un animal, ¡Eres una vaca! — grita a todo pulmón y vuelve a estallar a carcajadas con su grupo.

No pude soportar más, me fui de allí corriendo y me encerré en el baño. Me miré al espejo, y comprobé que Andrés tenía razón, no tengo forma, soy horrible, nadie va a querer a alguien como yo.

— Soy una escoria — digo para mí misma mirando mi reflejo, me separo del espejo y me recuesto en la pared, dejando que poco a poco mi cuerpo vaya cayendo al suelo, y cuando quedé completamente sentada escondí mi cabeza entre mis rodillas.

No sé por cuánto tiempo estuve allí, pero alguien entró y notó mi presencia.

— ¡¿Kamila, qué te pasó?! — escucho a una Becky alarmada.

— Nada, estoy bien — digo con la voz entrecortada —. Solo quiero irme de aquí — le pido y ella asiente.

Ella me ayudó a levantarme y caminamos hasta su auto, ya que nos vinimos en él. Gracias a Dios no había nadie por el pasillo o de lo contrario hubiese pasado vergüenza. En el trayecto a casa le conté lo sucedido a Becky, ella solo me escuchaba mientras me desahogaba, hasta me regaló una barra de chocolate.

Cuando llegamos le pedí que no permitiera que entrarán a mi habitación, ya que no quería ver a nadie, y ella me entendió, no puso trabas ni peros, solo me dió mi espacio, algo que agradezco. En el camino a mi habitación no me topé con ninguna persona, algo que solo facilitó las cosas.

Todo el día me la pasé encerrada en el cuarto, llorando y haciéndome algunos cortes. No puedo creer que sus comentarios me hayan hecho sentir tan mal. Sobre todo el "parece una batería para celular abombada", ese es el que me impulsó a cortarme. Aunque suene loco, me gustó hacerlo, me sentí libre, como si nada importara por una milésima de segundo, a pesar de que ardía como los mil demonios.

Cayó la noche y no se escuchaba ni un leve ruido por toda la casa. Todos estaban durmiendo, lo sé porque usé mi poder "super audición". Quiero salir al bosque, pero no quiero ser descubierta. Y así vestida con un pantalón de pijama, un suéter para dormir y unas pantuflas puestas me dirijo al pequeño balcón de la habitación.

Me quedo un rato contemplando las estrellas hasta que decido salir. Me visualizo con alas y no tardan mucho en aparecer; aún no las he visto frente a un espejo, pero lo haré en otra ocasión. Sin pensarlo mucho, comienzo a moverlas separándome del suelo. Empiezo a volar por el cielo sin un punto fijo al que dirigirme.

Esto es muy relajante, desestresa un montón. Me paro sobre un frondoso árbol y me siento sobre una de sus gruesas ramas. Hago desaparecer mis alas y me quedo contemplando el silencio, el cielo, la luna, las estrellas, y vuelve a mí el recuerdo de lo que pasó hace unas horas en la cafetería del instituto; vuelvo a sentirme miserable.

De un momento a otro siento algo de peso extra sobre la rama en la que me encuentro sentada, pero no volteo a ver a mi acompañante.

— ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche? — pregunta una voz que reconozco al instante.

— No tenía sueño y salí a volar un rato — respondo casi en un susurro. Él se sentó a mi lado, pero frente a mi costado y no dejaba de mirarme.

— ¿Por qué no saliste a comer en todo el día? — justamente estaba rogando porque no preguntara eso.

— No tenía hambre — contesto tratando de que mi voz no se quebrara.

— Kamila, ¿Qué tienes?. Y te ruego que me digas la verdad — aquí ya no me logro contenerme más y comienzo a llorar.

— Un compañero me dijo cosas horribles. Que yo era horrible, que nadie se fijaría en mí, que parecía una batería para celular abombada, que era un animal, que era una vaca — digo arrastrando las palabras y rompiendo en llanto aun más fuerte.

Él me rodeó con sus fuertes y grandes brazos, y de algún u otro modo me reconfortó, me sentí... protegida.

— Puedo decirte con toda la certeza y sinceridad del mundo que él está equivocado — dijo y me apretó más contra su cuerpo —. Eres hermosa, todo de ti lo es — dijo y mi corazón se detuvo por un segundo y luego pálpito muy rápido. Temo que se me vaya a salir —. No eres ni una vaca, ni un animal. Eres la chica más linda que he visto. Eres delgada, con un cuerpo bonito — dijo e hizo una pausa, pero continuo —. Eres perfectamente perfecta. No dejes que idiotas como él te haga sentir que no lo eres, ni derrames lágrimas por ellos, no se lo merecen — dijo y comenzó a acariciar mi cabello. Ya no estaba llorando de tristeza, estaba llorando de felicidad. En este momento todas y cada una de mis lágrimas eran de pura felicidad. Nadie en toda mi vida me había dicho esas palabras, jamás.

Alex.

Todo lo que le dije a Kamila me salió del corazón. Es lo que siento, aunque estoy furioso con el idiota que le dijo esas mentiras. Juro que si me entero de quien fue iré hasta su casa y le partiré la cara y necesitará veinte cirugías plásticas y de igual forma no quedará como antes.

Me quedé en la misma posición acariciando a Kamila, su cabello, su mejilla, su brazo.

Tiene una piel suave y me encanta su olor, tan dulce y tan peculiar. Estuve así por un rato hasta que me di cuenta de que se había quedado dormida.

La levanté entre mis brazos de forma nupcial, parece toda una princesa así, tan delicada y frágil, pero a la vez fuerte y hermosa. Dejé que me rodeara mi esplendor azul eléctrico y me teletransporté a su habitación. Le quité sus pantuflas, la acosté en la cama y la arropé con el cobertor. Me quedé unos segundos contemplando su belleza hasta que decido marcharme a mi cuarto.

— Alex, por favor, no me dejes — me pide la chica de ojos avellana suplicante.

— ¿Quieres que duerma contigo? — le pregunto con un destello de esperanza.

— Sí — contesta casi inaudible y sonrío.

Me quito mi camisa y los zapatos, me acuesto a su lado y ella recuesta su cabeza en mi pecho mientras yo la mantengo abrazada.

Le hice algunas caricias hasta que se quedó dormida y después yo lo hice también.

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