9. Amistad verdadera.


9

Mi lugar – Dante


Uno de mis deseos era ver una clase con Damián en la noche. Nuestra carrera tenía opción de verse nocturna, así que eso hacía que pudiéramos ver materias en la noche si queríamos. Si eso pasaba, él y yo podríamos venirnos en el bus juntos. Pero por lo general yo era bastante estúpida a su alrededor, y él a veces tendía a ignorarme por eso. Era un nuevo semestre, y de nuevo veíamos casi todas las materias juntos. Ni siquiera nos poníamos de acuerdo para eso.

Las coincidencias seguían apareciendo.

Y por lo que me habían dicho, Damián seguiría siendo mi protegido hasta el final de la carrera. Vaya. Nos quedaba un año mas o menos para graduarnos, pero incluso a pesar de eso, no quería dejar de verlo. No quería que él desapareciera. Que dejara de ser mi protegido no significaba que no pudiéramos seguir siendo amigos. El trabajo de protección solo era eso, un trabajo, pero los sentimientos podían perdurar mas allá de eso.

A pesar del tiempo que había pasado, no había mucho avance entre Damián y yo. Eramos amigos, pero no hablábamos demasiado de las cosas de las que los amigos solían hablar. Todo era universidad, universidad, universidad. Y a veces algo de traumas. Pero yo no quería que todo lo que me relacionara fuera negativo. Así siempre sería la tipa deprimente de la historia.

Pero Damián tampoco pensaba rendirse.

Por lo general era yo la que siempre le escribía por chat, pero llegó el día en el que él me escribió a mí. Lo primero que pensé es que me iba a pedir un favor. Pero extrañamente no fue así. Solo quería hablar conmigo, y fue la cosa mas gratificante del mundo. Fue muy agradable poder hablar con él sin mucha tensión de por medio, pero era mas impresionante pensar en el hecho de que él me había escrito. Él nunca iniciaba las conversaciones. Siempre lo hacía yo. ¿Qué estaba pasando aquí?

O se acordó de mí... o es que estaba realmente aburrido. Pero me alegró que se acordara de mí.

Pero los primeros intentos de interacción verdadera eran bastante torpes. En una ocasión Damián se quedó parado al lado de la puerta. Sus amigos se habían ido. Y él solo me miraba. Todos sus amigos se habían ido, pero él se quedó ahí parado. ¿Acaso me estaba... esperando?

Después de un rato se dio por vencido y se fue. Me quedé con la duda, pero luego sacudí la cabeza y negué. ¿Damián, esperándome? Quiero decir, ¿eso era posible? No, claro que no. Y por otro lado, yo no me sentía bien. Parecía que iba a darme un ataque, acababa de tener una discusión que podía ponerme en peligro de quedarme sola de nuevo con un trabajo que no creía poder sacar sola. Me sentía enferma. Busqué un baño para poder ponerme bajo control, pero antes de poder llegar a mi destino, vi que Damián estaba en el camino. Podía pasar sin saludarlo o decirle adiós, pero decidí despedirme antes de ir a hacer algo con mis manos temblorosas. Le toqué el hombro y le dije adiós, pero él me detuvo y me dijo que nos fuéramos juntos.

Caminar con él fue lo mas raro del mundo. La única vez que caminé con él antes fue justo después del punto de asalto. Yo aun no estaba bien, pero traté de disimular lo mejor que pude. Pero poco a poco, el sudor frío comenzó a disminuir y fui sintiéndome mejor. De una u otra forma, Damián había evitado que me diera el ataque. Y nos fuimos juntos en el bus de regreso a casa.

Después de eso, Damián siguió viniéndose en el bus conmigo, aunque no me esperaba directamente. Solo provocaba de una manera u otra que nos quedáramos juntos al final de la clase, aunque por desgracia eso no duró mucho. Yo tendía a huir de él porque era muy estúpida, pero él también empezó a huir de mí. No sabía como tratarme. Y yo no sabía como tratarlo a él. Cuando me abandonaba me sentaba muy mal, y aunque sabía que él no tenía ningún deber moral conmigo, aun así me dolía.

Pero no debía confundir las cosas. Era mi protegido. Era mi deber protegerlo.

En ocasiones él también huía de mí. Podía tocar mi hombro para llamar mi atención, pero luego darme la espalda completamente. Podía un día asegurarme que me ayudaría a conseguir la libertad, y al otro tratarme como a una desconocida. Tal vez por miedo, por temor. O porque las personas de mundo cegaban sus ideales. No lo sabía. El camino era difícil y tormentoso, pero una cosa era segura. Yo no iba a rendirme con él. Porque yo de verdad lo quería, porque quería lo mejor para él. Y porque mi misión no me lo permitía.

Yo no iba a rendirme con Damián, aunque él quisiera rendirse conmigo. Incluso si me convertía en una molestia para él. Pero a veces la diferencia de mundos era un obstáculo claro. Yo era muy inexperta en cosas que él si entendía. Damián si sabía que hacer en las situaciones sociales y como involucrarse, mientras que yo no. Para mí las cosas no eran tan obvias.

Era la famosa barrera entre las personas de encierro y las personas de mundo.

Varios de mis amigos no vieron como algo bueno la aparición de Damián. O mas bien, lo que su aparición estaba provocando. Yo ahora quería libertad, quería conocer personas y no quería ser manipulada. Eso hizo que yo me acercara a personas de mundo, y mis amigos no parecían felices con eso. Decían cosas como ¿Quién quiere ser como ellos?, y de cierta forma entendía su recelo. Pero fue entonces cuando me di cuenta de la imagen que tenían de mí.

Se habían acostumbrado a que yo no podía hacer cosas por mi cuenta. Tanto que en cierto punto, cuando les reclamé por verme como alguien inferior, ellos se terminaron estrellando. Eso sucedió durante un viaje de clase. Damián se quedó aquí mientras que mi grupo y yo fuimos a conocer una ciudad mas grande por una semana. Chelsea se quedó con él, dijo que quería protegerlo mientras yo no estaba, lo que daba a pensar que Chelsea también se estaba encariñando con Damián. Esther fue conmigo en su lugar.

Fue un soplo de aire fresco para Esther. Ella nunca había tenido una luchadora, así que tenerla por una semana la hizo feliz. Durante el viaje la enfermedad trató de atacarme, y Esther veía aterrada como las raíces negras crecían por mi brazo y mis ojos se volvían rojos. No recuerdo cómo, pero ella logró calmarme. Solo terminé llorando de frustración. Frente a mis amigos.

¿Por qué no podían creer en mí? ¿Por qué me veían como alguien inferior?

Era a lo que los había acostumbrado a lo largo del tiempo. Era tan débil e insegura que necesitaba a alguien mas para dar la cara, y ellos se acostumbraron a eso. Por lo que la llegada de Damián no solo significó un nuevo amigo o un protegido, sino el desorden del mundo que comenzaba. Conmigo estaba comenzando una fusión, o mas bien una inyección de las creencias de las personas de mundo en el universo de las personas de encierro. Éstas no sabían qué hacer cuando una persona de encierro de repente quiso convertirse en persona de mundo.

Era confuso para todos.

Chelsea hizo un gran trabajo protegiendo a Damián, porque cuando regresé él estaba a salvo como siempre. Chelsea solo dijo que no había pasado gran cosa, pero no me dijo que había hecho con Damián exactamente. Esa vez Chelsea pudo transformarse para proteger a Damián, ya que por lo visto las luchadoras pueden concederle el permiso de transformación a su servant bajo condiciones especiales.

Mi batalla por llegar hasta Damián continuó, hasta que el nuevo año comenzó. Damián parecía estar en problemas, y en ocasiones parecía perder la esperanza por el futuro. Me quedé a su lado y traté de ayudarlo en todo lo que pude, sin pasarme demasiado a un nivel que pudiese incomodarlo. Era su guardiana, y era mi deber asegurarme de que él estuviese bien. ¿Pero a quien engañaba? Esto no era solo por deber. Yo quería verlo bien. Quería verlo feliz.

De un momento para otro, un día Damián me pidió que estudiáramos juntos. Ese día descubrí la verdad aterradora de que Damián y yo trabajábamos muy bien juntos si nos concentrábamos en la misma cosa.

Demasiado bien.

Y aunque a veces la relación era confusa, me di cuenta de que a veces era yo la que lo alejaba. En el fondo tenía miedo de que pudiera ponerse en mi contra. Era mi protegido, la única persona que podría asesinarme si se lo proponía. Pero Chelsea me dijo un día que Damián no sería capaz de hacerme daño.

O al menos, ya no.

Cuando Damián dejó de temerme, y yo dejé de tenerle miedo a él, las cosas fueron mucho mejores. Aunque a veces seguía preguntándome de qué debía hablar con él o si lo estaba haciendo bien, ya no me daba miedo tomarlo del pelo con comentarios burlones. Y él se los tomaba en serio. Él me hacía lo mismo, y yo me lo tomaba en serio. Vaya par estábamos hechos. Pero por fin, llegó un punto en el que confiamos uno en el otro. Tanto al punto que al despedirnos, nos despedíamos de un abrazo. E incluso un día me pidió que nos encontráramos en el bus de ida para ir a la universidad.

La confianza de verdad por fin había llegado.

Parecía que por fin eramos amigos de verdad. O por lo menos, que ahora sí estábamos muy cerca. Pero algo era claro. Esta vez, yo si le importaba a Damián. Ya no era capaz de dejarme morir como antes. Ya no. Esta vez, la amistad era posible.

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