1. Un ángel🔞🔥
🔥🔞#Aviso: Toda la obra tiene contenido +18. Si no te gustan este tipo de historias, te ruego amablemente que no sigas leyendo. #NoMeReporten
25 DE OCTUBRE
—No sé, tus tendencias son un poco... extrañas.
—Ya sabes que sí, Yongbok, solo hazme el capricho, es mi cumpleaños.
Felix rodó los ojos. Sus zapatos hacían ruido en el callejón silencioso. Podía ver el neón rojo al fondo, iluminando pobremente el pavimento y las paredes alrededor.
—Joder, hyung, parece que van a robarnos los órganos. ¿Qué sitio es este?
Minho rio como un maníaco, frotando sus manos juntas. El vaho se escapaba de sus bocas en el frío invierno que llegaba demasiado pronto a Tokio. No le apetecía estar allí, pero tampoco tenía algo mejor que hacer y estaba harto de escuchar a su amigo hablar de aquel club.
Le prometió que irían donde quisieran en su cumpleaños y allí estaba, en la puerta de un local turbio al que había que entrar con invitación. Ese tipo de lugares no eran su sitio, a Felix le gustaban los restaurantes tranquilos, las salidas íntimas y, como mucho, ir a algún club de caballeros en el que la gente bebería el mejor soju, fumaría habanos y hablaría de sus últimas inversiones. Anticuados pero seguros: ningún neón rojo, ningún callejón oscuro y ninguna de las extrañas inclinaciones de Minho al descubierto.
Una puerta se abrió ante ellos.
—Lee Know-sama, es un placer verlo —comentó un hombre.
—Mi amigo y yo —respondió en su fluido japonés que Felix envidiaba totalmente—, tenemos una reserva.
El hombre se inclinó y él lo imitó. No hubo más palabras aparte de un escueto "síganme". Los condujo a un recibidor oscuro antes de abrir una pesada puerta.
Felix no estaba preparado. A pesar de estar preparado, no lo estaba. La luz era velada, mezclada entre rojo y violeta. Había una plataforma donde una mujer se contoneaba alrededor de una barra. Las mesas estaban distribuidas en cabinas, discretas y separadas unas de otras, perfectas para esconderse dentro y desaparecer de las miradas curiosas. Un camarero pasó a su lado vestido completamente de negro, con un curioso arnés alrededor del pecho.
—Me has traído a un club de estriptis —se quejó Felix cuando los sentaron en unos sillones de polipiel rojos.
—Esto no es un club de estriptis, Yongbok, no subestimes mi criterio.
—Hay una mujer desnuda en una barra —gruñó.
—No está desnuda, nadie está desnudo. —Está bien, quizá la chica llevaba un minúsculo bodi de cuero negro, pero faltaba poco para que estuviera desnuda.
Felix estaba cada vez más confundido. Se puso aún peor cuando un chico corrió hasta la mesa y se lanzó sobre Minho sin reparos. Ahogó un grito indignado y se alejó de aquel ataque.
—¡Feliz cumpleaños, Lino hyung! —gritó con una enorme sonrisa en forma de corazón, hablando en coreano.
—Muchas gracias, Hannie —murmuró su amigo, con las orejas como dos rodajas de tomate. Felix se removió incómodo en su sitio.
El recién llegado llevaba unas orejas de gato sobre la cabeza que hacían juego con los mitones en sus manos. Se sentía un poco avergonzado por lo ridículamente confiado que parecía el gatito con esa ropa reveladora. Y por cómo las manos de Minho fueron directas a su cintura estrecha.
Felix conocía a Minho desde hacía el suficiente tiempo para saber que le gustaban los hombres. Pero no esperaba que su interés estuviera en un... chico de compañía. Demonios, por supuesto que no.
Lee Minho era guapo, triunfador y lo suficientemente conocido en el entorno corporativo como para optar a cualquier hombre que no fuera el tal Hannie. No, Minho no tenía que viajar hasta Japón para encontrar un polvo, no tenía que ir a un host club y, por supuesto, no tenía que pagar por sexo. Incluso aunque el gatito fuera bonito y encendiese los ojos de su amigo como si hubiera bajado las estrellas del cielo.
—Te extrañé —se quejó el pequeño, esta vez en japonés—. Has tardado en volver.
—El trabajo me mantuvo atrapado, Hannie —se excusó su amigo. Felix estaba muy, muy confundido—. De todas formas, quiero presentarte a mi amigo Yongbok, él también es coreano.
—¡¿El famoso Yongbok?! —exclamó, levantándose para hacer una reverencia—. Yonbok-sama, es un placer conocerlo, me han hablado mucho de usted.
—No tienes que ser tan formal, Yonbok y tú tenéis la misma edad —comentó Minho, volviendo al coreano y tirando del brazo del chico para que volviera a caer en su regazo. La risa burbujeó en la garganta del gatito—. Él es Hannie.
—Es un placer conocerte al fin, Hannie-ssi, también me han hablado mucho de ti. —Esa fue la primera mentira que Felix dijo en aquel host club.
Hyunjin se cepilló el pelo con los dedos, retocando el maquillaje frente al espejo de los vestuarios. Ajustó la camisa de seda blanca translúcida, abriéndose dos botones más en la parte inferior. El piercing de su ombligo colgaba ligeramente, con el brillante atrapando la luz. Se puso el arnés sencillo, solo una tira alrededor de sus hombros y otra justo sobre las costillas. Se colocó las orejas de cuero negras sobre la cabeza y dobló ligeramente una de ellas.
Bien, lo suficientemente equilibrado entre adorable y masculino, podría manejar a cualquier cliente esa noche.
—Ponte los guantes que solo te cubren los dedos, te quedan súper bien —comentó Momo, junto a la puerta. Hyunjin le dio una sonrisa y asintió, haciendo caso a su sugerencia—. Hannie está preparado, Hitomi y Sakura te están esperando en la barra.
—Ya voy —suspiró, poniéndose de pie. Dio un último vistazo a su reflejo en el espejo antes de salir de los vestuarios.
Se acercó a la barra trasera y le propinó un tirón a la oreja de zorro de Hitomi. Tomó la tarta y encendieron la vela justo encima. Las chicas agarraron la botella de champán y las copas a su lado. Hyunjin no tenía muchas ganas de hacer toda esa parafernalia, sobre todo porque no recibiría ni un centavo del cumpleañero en cuestión, pero era difícil resistirse a Han Jisung. Y todavía más difícil resistirse a la promesa de compartir sus ganancias con ellos esa noche.
Era un pequeño demonio con suerte, ese Jisung. Había caído de pie como un gato en el regazo de un caliente coreano al que no le importaba bañarlo en billetes. Hyunjin sospechaba que había algo más allí, algo que Han no se atrevía a decir en voz alta, una cosa extraña que lo hacía ronronear cada vez que sabía que Lee Know venía a verlo.
Como esa noche del 25 de octubre. Con el otoño enfriándose demasiado rápido, la calefacción haciéndolo sudar y la vela de la tarta derritiéndose sobre el glaseado blanco.
—¡Cumpleaños feliz...! —siguió el empuje de las voces de sus compañeras.
Un instante después, Han se había levantado para cantar también la odiosa canción frente a su cajero automático viviente. Terminaron con una ronda de aplausos y vítores escandalosos que llamaron la atención del resto del local, obviando la supuesta discreción que pretendían las cabinas.
El coreano millonario en cuestión estaba como un tomate, encogiéndose dentro de su camisa almidonada, mirando con adoración a un Han Jisung que refulgía como el sol. No, mentira, Han no era el sol. El sol estaba sentado junto a Lee Know.
No lo había visto en su vida, pero su piel llena de pecas lo levantó del suelo y lo hizo flotar. Su pelo estaba teñido de rubio y contrastaba con el traje de sastre que llevaba, exactamente igual de aburrido que el de su amigo. Hyunjin se encontró de pronto más interesado en quedarse en esa mesa aunque no fuera a ganar ni un centavo.
—¡Feliz cumpleaños, Lino hyung! —exclamó el pequeño, descorchando la botella de champán para llenar dos copas y dárselas a los clientes.
Los coreanos brindaron y Hyunjin no pudo apartar la vista de la nuez de Adán que bajó con el trago, encendido como un fuego artificial. Era estúpido, profundamente gilipollas. Había tenido la suerte de follarse a un montón de gente hermosa y la mayoría de esas veces había cobrado una buena cantidad de yenes por ello. No tenía sentido que ese chico pecoso con el pelo engominado le estuviera dando una erección de la maldita nada.
—¡Feliz cumpleaños Lee Know-sama! —felicitaron Hitomi y Sakura con sonrisas adorables—. Puede avisarnos si necesita algo más.
—Muchas gracias, chicas —contestó él, siempre tan educado.
Jisung le propinó un codazo que hizo a Hyunjin despertar. Abrió mucho los ojos y puso su mejor cara de normalidad antes de dejar la tarta sobre la mesa y darles una respetuosa inclinación.
—Feliz cumpleaños, Lee Know-sama, siempre es un placer volver a verlo. Hannie le ha echado mucho de menos.
—Oh, gracias, Jinnie, yo también le he echado mucho de menos —rio tontamente y Hyunjin estuvo a punto de rodar los ojos con un resoplido. El rubio a su lado lo hizo abstenerse de cualquier tontería como esa.
Estaba mirándolo. Muy fijamente. Hyunjin sentía que las pupilas estaban desabrochando los pocos botones que le quedaban en su lugar; que esas pestañas abanicaban sus pantalones de cuero para sacarlos de sus piernas; que la curva felina de sus párpados lo desnudaba completamente. Y él solo podía aceptarlo, abrir sus brazos y dejar que hiciera lo que quisiera con él. Pagara o no por ello.
—Siéntate, Jinnie, tómate una copa con nosotros —ofreció Lee Know y estuvo a punto de negarse, pero el tirón de esos orbes negros era tan brutal que se encontró a si mismo sentándose en el extremo del sillón, junto al muchacho pecoso que no apartaba sus ojos de él.
—Él es Yonbok-ssi —lo presentó Jisung, en coreano.
—Es un placer, Yonbok-ssi —aseguró, derramando una líquida seducción en cada una de sus palabras y estirando la mano para estrechársela al chico.
—¿También hablas coreano? —preguntó sorprendido, girando la cabeza con confusión, impactado por lo grave que era su voz—. Quiero decir, pensé...
—Ambos somos coreanos —interrumpió Han Jisung, sentado de lado sobre el regazo de Lee Know.
—Oh, qué bien... No soy tan bueno como... Lino con el japonés. —La forma en la que masculló su nombre le dijo a Hyunjin que no estaba acostumbrado a llamarlo así.
No era extraño, ellos no usaban sus nombres reales y tampoco lo hacían los clientes habituales, aunque Yonbok parecía un nombre lo suficientemente real como para no usarlo allí. Se preguntó si tendría otro nombre y quiso descubrirlo. De hecho, quiso descubrir muchas cosas sobre él. Aunque en ese instante se limitó a estrechar la minúscula mano en la suya más grande.
Joder, parecía tan delicada que podría romperla de un apretón. Todo él parecía tan delicado como para romperse en pedazos si apretaba lo suficiente.
—Es un placer conocerte, Jinnie-ssi, espero que nos llevemos bien.
Claro que sí. Oh, por supuesto que sí. Hyunjin se aseguraría de que se llevarían muy bien.
30 DE NOVIEMBRE
Hyunjin necesitaba una inyección de capital urgente porque le debía dos meses de alquiler a Jisung y estaba decidido a conseguir un extra esa noche.
El host club le pagaba una miseria y todos sabían que las propinas eran el verdadero sueldo. No estaban teniendo la cantidad de clientes suficientes. Sabía que Jisung no le pediría el dinero, estaba más que resuelto porque el idiota afortunado estaba nadando en todos esos billetes que Lee Minho le daba. Pero Hyunjin tenía su orgullo y quería dejar de abusar de su amigo.
—Lino hyung viene hoy, me mandó un mensaje —comentó, sonriente, colocándose una vez más las orejas de gato que siempre usaba cuando el coreano los visitaba.
—No deberías hablar de eso aquí. Sabes que no está permitido compartir el número de teléfono con los clientes.
—No seas aguafiestas, Hyunjin, sólo hablamos a veces... Nadie tiene que enterarse.
—¿Hace cuánto que no subes a las habitaciones? —preguntó, colocando un poco de sombra de ojos oscura en su párpado. Vio al chico en el reflejo—. Desde que vino el mes pasado, ¿verdad? No te juzgo, solo quiero advertirte. En algún momento alguien se dará cuenta de que no estás tomando clientes que no sean él.
—No necesito otros clientes —replicó—, él no quiere que yo... Bueno... Paga para que sea exclusivamente suyo.
—¿Lo sabe Asuka sensei? —Levantó la ceja hacia el puchero de su amigo.
—Eso no importa...
—Por supuesto que importa, Jisung. Si Asuka sensei se entera te vas a meter en problemas. Ella es la dueña de todo. De nosotros también.
—Ella es nuestra jefa, no es nuestra dueña, Hyunjin.
—Lee Minho tampoco es tu dueño. —Las manos del chico le taparon la boca y chistó enfadado. Hyunjin se quejó apartándolo.
—No digas su nombre aquí.
—¡Eres tú el que estaba hablando de sus mensajes, Jisung! Y has estropeado mi labial.
—¡Hannie, tu enamorado está preguntando por ti! —exclamó Momo, abriendo la puerta del vestuario.
—¡Enseguida voy! —Han se miró a sí mismo en el espejo en el que Hyunjin arreglaba su pintalabios—. Pasa a saludar. Y ni una palabra de esto —concluyó, saliendo del vestuario con la cola de gato balanceándose sobre sus pantalones cortos de cuero.
31 DE DICIEMBRE
Esa era una noche de fin de año extraña.
No sabía en qué momento había terminado sentado junto al precioso amigo de Lee Minho. Compartían el final de una botella de champán charlando sobre fotografía, música y arte. Jisung se levantó con una risita traviesa y arrastró a su enamorado. Sabía a dónde iban, las mejillas rojas de Lee Know eran suficientemente reveladoras.
—Cuida de Yongbok, Jinnie —pidió.
—Por supuesto, hyung —ronroneó, dándole una sonrisa traviesa al pecoso.
Se marcharon hacia la puerta roja, la que conducía a las escaleras que llevaban a las habitaciones lujosas de la parte superior. Las mismas que Hyunjin había visitado poco últimamente.
Echó un vistazo a la sala: la mayoría de clientes estaban entretenidos, quedaban algunos hombres mayores que lo miraron, podía hacer un esfuerzo y alejarse de ese bonito espécimen a su lado para ir a buscar a algún anciano con la cartera cargada. Pero no quería, joder. Prefería mil veces hablar sobre fotografía con Yongbok que chupársela a alguno de esos viejos.
—¿Qué hay en el piso de arriba, hyung nunca me lo cuenta? —preguntó, con su voz grave. Se sirvió la última copa de champán, dejando la botella vacía en la cubitera.
—Habitaciones privadas —contestó, echándose hacia atrás para estudiar el perfil del chico.
Los ojos oscuros siguieron fijos en la puerta roja. Percibió como apretó sus pequeños dedos alrededor del cristal de su vaso. También podía ver su mandíbula tensa y cómo se humedeció los labios. Hyunjin llevaba en ese agujero el tiempo suficiente para reconocer la curiosidad en los ojos ajenos cuando la veía.
—¿Quieres visitarlas? —Yongbok lo miró de reojo un segundo, sus pupilas escanearon todo el frente de Hyunjin con más descaro del que era correcto. Asintió antes de devolver su atención a la puerta.
Hyunjin sabía lo que hacía y no iba a desperdiciar su oportunidad de enredar a ese hombre hermoso para tenerlo desnudo en la próxima media hora. Los yenes al final del encuentro serían solo un incentivo.
Se levantó y le ofreció la mano al chico con un ademán educado. El otro no la tomó pero se puso de pie. Caminaron en silencio hasta la puerta roja y la abrió para él. Subieron las escaleras, con el ruido de la música más amortiguado a cada peldaño.
En el pasillo superior, se encontró con dos puertas entornadas y seis cerradas.
—Cuando las puertas están cerradas, es porque hay alguien dentro —explicó, empujándolo apenas hacia el final del corredor.
—¿Puedo ver alguna de las que están abiertas?
—Por supuesto —Sonrió, abriendo del todo una de ellas y presentándola ante el chico—. Bienvenido a la sección deluxe de Unholy.
Era terriblemente hortera, todo rojo, satén y madera oscura. Se suponía que debía dar aspecto lujoso, pero a Hyunjin le horrorizaba aquella decoración ostentosa a caballo entre la habitación de juegos de Christian Grey y el dormitorio en suite de Drácula.
Yongbok entró al cuarto lentamente. Acarició una cómoda de madera caoba con sus pequeños dedos y después agarró un puñado de las sábanas de satén para frotarlas. Hyunjin se mantuvo a distancia, estudiando sus movimientos.
—Minho hyung está en una habitación con Hannie —concluyó el rubio en coreano. Él solo hizo un sonido afirmativo con su garganta—. ¿Cuánto cuesta estar aquí durante... no sé... una hora?
—Depende de la compañía —informó. El chico lo miró con las cejas fruncidas por la confusión—. Depende de si estás con una, dos o más personas. Hay gente a la que le gustan los sitios concurridos —bromeó, divirtiéndose con la sorpresa en la cara del rubio—. Por ejemplo, si quisieras estar con una de las chicas —se arriesgó, dando por hecho que era heterosexual, como si el anillo que llevaba en su mano izquierda no fuera un indicativo claro—, serían unos 40 mil yenes la hora. Ese dinero va subiendo, si quieres a dos de las chicas, serán 80 mil. Asuka sensei no hace descuentos de grupo —dijo, con la risa tirando de sus mejillas.
—40 mil yenes —confirmó.
—Así es —respondió Hyunjin. Yongbok se sentó en la cama, acariciando la suavidad de las sábanas—. ¿Entonces...?
—¿Es lo mismo con los chicos? —interrumpió, sin mirarlo.
Hyunjin no pudo evitar que sus cejas se levantaran por el estupor. Un calor familiar se asentó en su estómago, calentando sus extremidades. El deseo burbujeó en su entrepierna pensando en Yongbok follando con otros chicos. Follando, concretamente, con él.
—¿Estás tratando de calcular cuánto se gasta tu amigo cada vez que viene? —retó, dando un paso más cerca de la cama—. ¿O te apetece probar con alguno de los chicos?
—¿Hay más chicos a parte de ti y Hannie? —preguntó. Dolió un poco en su orgullo que estuviera interesado en los demás, pero no dejó que lo afectara. Caminó hasta estar frente a él, tan cerca que el muchacho tenía que levantar la barbilla para mirarlo a los ojos. Hyunjin apartó de su mente la imagen de su polla entrando en la boca ajena en esa posición exacta.
—Sí, ¿quieres que vaya a buscarlos para que decidas si pasarás un rato con ellos?
—Que... ¿Qué pasa si quiero que te quedes tú? —susurró.
Hyunjin se estremeció con violencia. Su mano salió disparada hasta la mandíbula del hombre y acarició la línea dura con el pulgar. Yongbok se lamió los labios y su nuez de Adán se movió cuando tragó saliva.
—¿Quieres que me quede contigo, Yongbok-ssi? —arrulló. El chico cerró los ojos y asintió, avergonzado—. Mírame —Los párpados se abrieron, las pupilas estaban tan dilatadas que casi no había iris—. ¿Has estado alguna vez con un chico, Yongbok?
—Felix —cortó. Hyunjin levantó una ceja—. Llámame Felix. Yongbok es mi nombre coreano pero nunca lo uso. Llámame Felix.
—Está bien, Felix. ¿Has estado antes con un chico? —Los labios rosados se apretaron en una línea tensa. Hwang no reculó, no dio ni un paso atrás. Hubo un movimiento ligerísimo de su barbilla asintiendo. Hyunjin casi se echó a reír por la mueca torturada.
—Está bien, estás en un lugar seguro, nadie te está viendo, ángel —El chico se estremeció con el nombre cariñoso—. ¿Qué quieres hacer?
Sus dedos se envolvieron en la nuca de Felix, acariciando el nacimiento del pelo. Su pulgar siguió el camino del pulso, sintiéndolo acelerado. Hyunjin se vio a sí mismo como una pantera salivando sobre un pequeño antílope tembloroso. Le gustó esa sensación. Tal vez demasiado.
Las pupilas de Felix fueron hasta los labios de Hyunjin, vio por el rabillo del ojo como apretaba las sábanas a sus lados.
—¿Quieres besarme, ángel?
—¿Está permitido? —susurró, su atención intercalada entre su boca y sus ojos.
—Has visto demasiado Pretty woman —rio, agachándose hasta estar muy cerca de su cara—. Aquí casi todo está permitido siempre que dejes el dinero antes de salir —murmuró contra su boca.
Un segundo después, Felix eliminó la distancia que los separaba con un beso hambriento. Sus labios rosados atacaron el inferior de Hyunjin, sorbiendo como una piruleta. Lo dejó hacerse cargo del beso, empujándolo suavemente para tumbarlo en la cama.
Se subió sobre su cuerpo en el momento en el que su lengua allanó su cavidad. La saliva se mezcló, chapoteando obscenamente. Hyunjin no recordaba besar a alguien de forma tan sedienta. No recordaba haber probado nunca una boca en la que el champán sabía tan bien.
Sus manos se movieron para rastrillar sobre su cuero cabelludo. Se tragó un gemido de Felix y el cuerpo más pequeño ondeó bajo sus atenciones. Se separó de la boca avariciosa para dejar un camino de toques húmedos en su mejilla, su mandíbula y su cuello. El rubio jadeó, soltando las sábanas para agarrar los costados de Hyunjin.
—Aquí puedes tener lo que quieras, Felix —susurró humedamente sobre su oreja. Lamió la concha y el gemido grave que se escapó de la garganta ajena casi hizo que Hyunjin se perdiera.
—Lo que quiera...
—Sí, ángel, puedo hacer realidad todas tus fantasías —añadió, rozando deliberadamente la parte delantera del pantalón del coreano.
El chico dejó escapar un ruido ahogado con sus párpados apretados. Su piel llena de pecas se veía rojiza, no sabía si era el reflejo de la luz de la habitación o la excitación que podía sentir bajo su palma. Presionó más fuerte el talón de su mano, la erección se llenaba más bajo la lana lujosa de su traje. No pudo evitar percibir lo similar que era a cada una de las veces que subía al piso superior: los hombres siempre iban de traje, las mujeres con faldas de lápiz y camisas de diseñador. Solía tomarse su tiempo desnudándolos, colgando las chaquetas en las perchas, bajando las medias de nylon con delicadeza. Sin embargo, en ese momento, todo lo que podía pensar era en arrancar las piezas del Tom Ford del cuerpo ajeno que se estremecía bajo sus atenciones.
Besó la mejilla, la mandíbula y el cuello ajenos. Olía a perfume floral, extrañamente femenino para ser un hombre. Desabrochó los primeros botones de la camisa negra para tener más acceso a la piel cálida. Felix jadeaba, moviéndose torpemente, buscando más fricción en su bulto ahora abandonado.
—Jinnie... —murmuró, con sus manos avariciosas tirando de su camisa para sacarla de sus pantalones.
Hyunjin se elevó sobre él, dejando caer el trasero exactamente en el lugar en el que su polla palpitaba. Felix abrió los labios con un resuello dolorido. El más alto se quitó su propia camisa sin contemplaciones, olvidándose de que este era un trabajo, que tenía que hacerlo lento y sensual. La urgencia por tener un poco más de ese muchacho era más apremiante que el entrenamiento que tenía tan arraigado.
Las pequeñas manos de Felix subieron por sus muslos, sus ojos estaban abiertos y brillantes, observando con atención cada centímetro del torso de Hyunjin. Las yemas llegaron a la piel, rozando con timidez sus oblicuos. Hyunjin agarró las muñecas y las llevó por sí mismo a su pecho, instándolo a tocarlo tanto como quisiera.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo, soy tuyo por la próxima hora —susurró, meneando deliberadamente sus caderas. Felix jadeó fuerte.
Desabrochó la camisa negra del muchacho, tomándose su tiempo para acariciar, de la misma forma que él lo estaba haciendo en su piel. Hyunjin sentía que se encendían hogueras en cada pedazo que Felix tocaba. Usó toda su fuerza de voluntad para quitarle esa tela que cubría un cuerpo lleno de músculos. Era algo más pequeño que él, pero tenía tan poca grasa que podía contar tres pares de abdominales perfectos con los dedos.
—Yo... Yo no... —balbuceó, nervioso.
Hyunjin se inclinó sobre el chico y apoyó sus antebrazos a cada lado de su cabeza, encerrándolo entre sus bíceps. Acarició una vez más el pelo teñido de rubio, dejando algunos besos en sus labios rosados que le hacían tan inocente.
—¿No lo quieres, ángel? —murmuró contra su boca.
—No es eso...
—¿Entonces? ¿Estás nervioso? Es normal, no tienes nada de qué preocuparte. Si quieres, haré todo el trabajo —ofreció, restregándose con más ímpetu contra él. Los párpados del pecoso revolotearon.
—Yo no soy... Me gusta... Me gustaría... —intentó, con sus mejillas calentándose aún más.
—Estás a salvo aquí, Felix —insistió, un poco preocupado por esa reacción—. No tienes que esconderte conmigo. —Las pupilas del chico se fijaron en las de Hyunjin. Había un montón de anhelos, un millón de problemas sin resolver y una infinidad de deseos explotando en los orbes oscuros.
—Me gustaría chupártela —susurró, casi como un secreto.
Probablemente para él lo era: un secreto oscuro e inconfesable. Hyunjin no negaría que le sorprendió. No es que fuera el primer hombre hetero que acababa con su polla en la garganta. Era simplemente que no se lo esperaba. Ni siquiera se había atrevido a soñar más de un par de veces con tener a ese hermoso chico en sus manos, como para ocuparse de cuáles serían sus preferencias.
—¿Eso es todo? Mucho mejor para mí —comentó, restándole importancia.
Se levantó de su cuerpo, sintiendo el frío del aire acondicionado donde había estado tan cálido sobre Felix. Desabrochó su pantalón lentamente esta vez, aprovechando que el rubio se sentó en la cama para observar. Dejó que el vaquero oscuro bajara hasta sus tobillos y salió de él, mostrando su ropa interior negra. Ni siquiera el color podía ocultar lo inflamado que estaba su eje. El rubio se lamió los labios dirigiendo su vista justo allí.
—¿Quieres esto? —preguntó, agarrando el contorno con sus dedos. Felix parecía hipnotizado y asintió, demasiado ido como para pensar en su propia vergüenza—. Quítate los pantalones y ven a por ello —tentó, acariciándose a sí mismo con lentitud.
El chico se levantó, saliendo de su traje sin cuidado y cayó de rodillas automáticamente, como si su cabeza estuviera llena de algodón y su cerebro se hubiera ido por el retrete. Su lenguaje corporal fue más expresivo que cualquiera de sus tartamudeos. Se arrastró hasta Hyunjin, colocando sus manos sobre sus muslos, sin apartar su vista de la polla que el más alto seguía acariciando sobre el tejido de la ropa interior.
—¿Tanto lo quieres, ángel? —bromeó, tirando de la cinturilla elástica. El chico se estremeció, abriendo la boca con anticipación—. Qué sucio chico tenemos aquí —susurró, acariciando el labio inferior de Felix para meter dentro el pulgar. Él abrió más la boca, dejándolo apretar su lengua, recorrer sus perfectos dientes blancos, presionar lo suficientemente profundo como para comprobar que casi no tenía reflejo nauseoso.
Hyunjin estaba entre el desconcierto y la excitación vibrante que tenía su polla llorando por entrar en esa cavidad cálida y húmeda. Hubiera esperado un montón de cosas de Felix, pero no que estuviera preparado para hacerle una garganta profunda. Joder, el chico era como una caja de sorpresas.
Bajó sus calzoncillos y su verga saltó libre, llena y pesada. Hyunjin sabía lo grande que era, una de las razones por las que era bastante más popular entre mujeres que entre hombres. Los ojos del rubio se abrieron mucho más, gimiendo alrededor del pulgar del más alto.
—¿Quieres llevar el ritmo? —preguntó, untando de saliva los labios rosados. El muchacho negó con la cabeza—. Necesito que hables, Felix. Contéstame con palabras.
—N... No... No quiero llevar el ritmo —jadeó, acercándose más a él—. Quiero... Quiero que me folles la cara —gimió desesperado.
Hyunjin no pudo reprimir el sonido que vino con el estremecimiento. Definitivamente, ese maldito chico era una caja de sorpresas. Iba a ser su muerte.
—Abre esa boquita para mí, ángel —gruñó, fingiendo una entereza que no tenía. El muchacho obedeció rápidamente—. Dame tus manos —Las pequeñas palmas subieron y Hyunjin las colocó sobre sus muslos—. Golpea dos veces si necesitas parar, ¿entendido? —Asintió, pero sus ojos estaban fijos en el glande que estaba tan cerca de su cara que solo necesitaría sacar la lengua para lamerlo.
Hyunjin lo agarró con fuerza de las mejillas para obtener su atención: —Te hice una pregunta, contesta con palabras.
—Sí, sí, sí... —soltó rápidamente—. Dos veces, golpearé dos veces si es demasiado —aclaró. Hyunjin liberó sus mejillas con una sonrisa y le acarició el cabello.
—Buen chico —Felix soltó un gemidito y no se perdió como se mordió el labio. Apuntó mentalmente elogiarlo, parecía funcionar con él—. Ahora, abre otra vez esa boquita hermosa y deja que te folle la cara hasta que no puedas hablar.
—Oh my god, yes —dijo en inglés, aunque sonó más como un gruñido por lo grave que estaba su voz. Hyunjin casi se rio.
En su lugar, bajó un poco más sus calzoncillos y empujó sin esperas dentro de esa cavidad.
La explosión de sensaciones casi lo dejó fuera de servicio. La boca de Felix era húmeda, cálida y apretada, todo lo que parecía prometer con solo un vistazo. Empuñó su pelo rubio entre los dedos despeinándolo, las manos del chico estaban sobre sus muslos como si buscara una toma de tierra para mantenerse pegado a la realidad.
Metió lentamente, pulgada a pulgada, todo lo que pudo antes de escuchar el gorgoteo ahogado del chico, la garganta se apretó contra su glande y a Hyunjin se le pusieron los pelos de punta. Soltó un brusco suspiro para calmarse a sí mismo. Necesitaba con desesperación empujar hasta la empuñadura, sentir la nariz de Felix contra su pubis depilado, escuchar ese sonido desagradable que hacía al atragantarse... Quería destrozarlo de todas las maneras posibles.
En su lugar, empezó a entrar y salir a un ritmo lento, los labios rosados dejaban un rastro de saliva y gloss en el tronco de su pene. El chico tenía los ojos cerrados, respiraba pesadamente y dejaba que lo moviera a su antojo. Hyunjin se preguntó si Dios había creado a Felix solo para él. Encajaba en todo lo que consideraba su tipo; desde la cara angelical surcada de pecas hasta la sumisión inconsciente. Estaba ahí, tan hermoso y perfecto, arrodillado a sus pies, luchando por tragarse toda su polla, pagando por hacerlo.
—Joder —gruñó en voz alta cuando el chico deglutó, su garganta se contrajo lo suficiente como para enviar una descarga a su miembro.
Tiró de la cabeza hasta que estaba fuera, el aire fresco le picó en el área llena de babas. Felix tenía la boca entreabierta, las gotas manchando su barbilla; sus pupilas estaban dilatadas y lo miraba con un hambre que era reflejo del suyo.
Acarició con el pulgar el belfo carnoso y blando, pellizcándolo y tirando. El muchacho jadeó, corcoveando sus caderas contra la nada absoluta. Hyunjin sonrió con maldad, con una terrible idea gestándose en su cabeza. Apretó de nuevo su barbilla para abrir la boca ajena y dejó que su glande descansara contra la lengua plana.
Se acercó aún más al chico, adentrándose en su cavidad. Sintió el ligero roce de los dientes, la lengua tratando de acomodarse y la garganta relajándose para engullirlo. Estaba realmente maravillado por el escaso reflejo nauseoso, tanto que llegó a pensar que alguien lo había entrenado. Mierda, si alguien lo había hecho, necesitaba darle las gracias, porque Hyunjin no se merecía que un ángel como aquel fuera capaz de hacerle una garganta profunda.
Aceleró el ritmo, dejándose llevar por sus instintos, olvidándose (otra vez) de que Felix era su cliente. Sus caderas se movían como impulsadas por alguien más, sintió los dedos presionando en sus muslos y el balanceo de Felix buscando su propio alivio. Se sentía benévolo, se sentía poderoso, se sentía magnífico: así que empujó su pie desnudo entre las piernas del chico y aprisionó el bulto ajeno con la planta.
El gemido desesperado de Felix reverberó en su polla y en las paredes de la habitación. Se escuchó como un animal herido, como si estuviera deshaciéndose en mil pedazos. Empujó con más fuerza la polla dentro de la garganta y el pie en la entrepierna del rubio. La punta recorrió la longitud bajo la ropa interior al mismo tiempo que él salía de la boca de Felix. Pisó con más fuerza, probando los límites. Felix gimió, poniendo los ojos en blanco, sus caderas se empujaron contra el pie. Tenía la boca abierta y parecía destrozado, como si su cabeza estuviera vacía.
Hyunjin agarró su tronco para bombear un par de veces. Sin dejar de presionar el centro de Felix, aguantó el orgasmo que amenazaba con explotar por todas partes.
—En mi boca... —rogó el rubio, sin formar realmente una frase completa.
—Ah... ¿Quieres que me corra en tu boca, ángel? —preguntó, restregando su glande contra la mejilla pecosa, dejando un rastro de líquido preseminal en la piel.
—Sí, sí, por... Ngngnnahhh... —interrumpió su retahíla con un grito grave justo en el momento en el que Hyunjin presionó demasiado fuerte su pie contra la polla ajena.
La frente de Felix cayó contra su cadera, con la respiración alterada y el sudor haciendo que el pelo se le pegara a la cara. Era hermoso, libertino y lujurioso. Y todo por él. Hyunjin había conseguido reducirlo a un desastre gimiente y sudoroso con solo pisarle la polla sobre los calzoncillos. Se le ocurrió que podría vaciar su cerebro de cualquier pensamiento, convertirlo en masilla, en un precioso juguete que pudiera follar hasta romperlo.
—Qué bonito chico... —susurró, acariciándole el pelo. El muchacho revoloteó sus pestañas, con un resuello complacido brotando entre sus respiraciones—. Y qué puta necesitada también —probó, atento a la reacción de Felix. El muchacho apretó los párpados y movió sus caderas buscando más fricción—. ¿Lo eres, verdad? Solo una zorra sedienta, deseando que me corra en tu boca...
—Sí... sí... —gimió, recuperando la compostura lo suficiente como para abrir otra vez la boca.
—Tómalo, ángel —ofreció, aunque el puño que hizo con su pelo no dejaba lugar a elecciones. Felix abrió la boca y Hyunjin se clavó casi hasta la empuñadura.
Aguantó allí, con la garganta trabajando alrededor de su glande, mientras su pie se presionaba cruelmente contra el chico. Los ojos se llenaron de lágrimas y pudo ver como una caía lentamente hasta su mandíbula. Pero no lo golpeó dos veces, no le pidió que parara. En su lugar, se restregó con más brío contra la planta de Hyunjin, como un animal en celo, más instinto que raciocinio.
Bombeó dentro y fuera de la boca una vez de forma tentativa y la saliva salió como un chorro, manchándole el pie que lo mantenía en equilibrio. Era demasiado, esa boca erstaba demasiado apretada y húmeda, esas caderas se movían con demasiada fuerza contra su pie, esa garganta ondeaba demasiado a su alrededor, ese muchacho bonito y perfecto estaba hecho un maldito desastre babeante sobre su polla. No iba a aguantar, se iba a correr, su orgasmo llenaría ese agujero de semen en menos de un segundo.
—¿Vas a tragártelo todo? —jadeó, tratando de avisarlo. El chico asintió, mirándolo a los ojos, sin sacar ni una pulgada de carne de su boca—. ¿Harás que papi se sienta orgulloso de ti, ángel? —añadió.
Felix puso los ojos en blanco y clavó sus uñas romas en sus muslos, tragándole aún más, empujándose a sí mismo contra el pubis de Hyunjin. Y él no lo pudo soportar, no pudo aguantar sentir esa nariz contra su piel.
El orgasmo le apretó las bolas con tanta potencia que presionó su pie con demasiada fuerza contra Felix. Sus dedos se cerraron sobre la cabeza del chico como un cepo, aprisionándolo, con su garganta llena de polla, semen y saliva, trabajando a duras penas para tragar. Un segundo después, el muchacho gruñía, enviando vibraciones directamente a su glande. Los ojos de Felix se fueron hacia atrás y la humedad se filtró en su ropa interior, manchando la planta del pie de Hyunjin.
Salió de su boca con un sonido desagradable y obsceno que iba a medio camino entre una arcada y un chapoteo pegajoso. Cerró los labios de Felix con su propia mano en la barbilla del chico y los ojos desenfocados lo miraron sin verlo realmente.
—Traga —ordenó y sintió la nuez de Adán trabajar justo antes de que lo dejara abrir la boca y sacar la lengua. Definitivamente alguien había entrenado a Felix antes, ese movimiento era tan propio de un sumiso experimentado que casi volvió a ponerse duro aunque todavía no le había dado tiempo a desinflarse del todo—. Buen chico, has sido un chico excelente.
—¿De verdad? —preguntó con su voz casi de ultratumba y sus ojos brillando.
—Sí, ángel, has sido muy buen chico. Ahora, no hables por un rato —contestó, ayudándolo a levantarse del suelo.
Sus piernas temblaron un poco, así que Hyunjin lo llevó directamente a la cama, sentándolo sobre las sábanas rojas. Acarició su mejilla, asegurándose de que su mandíbula perdía la tensión que tenía minutos antes. La mancha en los calzoncillos negros de Felix era lo suficientemente grande como para ser un problema.
—Felix, voy a quitarte la ropa interior, tenemos que dejar que se seque y tú tienes que darte una ducha, ¿de acuerdo? —Todavía parecía un poco confundido, abrumado por todas las sensaciones, pero asintió.
Hyunjin le quitó el calzoncillo pegajoso de la piel y lo tendió sobre la cómoda. Todavía sería incómodo, pero era mucho mejor que dejar que se secara sobre su propia piel. Volvió a la cama y lo agarró de la muñeca, dirigiéndose hacia una puerta lateral. Encendió la ducha en cuanto entró, empujándolo dentro.
Con cuidado, lo duchó, utilizando los jabones que el local siempre proveía para clientes y trabajadores. Podría estar contento por eso, al menos no escatimaban en productos de limpieza de ningún tipo.
Felix parecía dócil como un gatito, solo dejándolo hacer mientras él lo movía de un lado al otro, limpiando todos los restos de fluidos corporales. Hyunjin no solía hacer esto. Esto era demasiado íntimo e invasivo. Normalmente, cuando los clientes terminaban con él, se dirigían ellos mismos a la ducha o era él quien se duchaba primero. Nunca compartía el espacio debajo del chorro con nadie.
Para ser justos, tampoco había tenido a un ángel prácticamente deshuesado en sus manos. Nunca tuvo un cliente, hombre o mujer, que le hubiera pedido algo como lo que había hecho. Generalmente, era su garganta la que acababa dañada, era él quien terminaba hecho un desastre. Estaba acostumbrado, había aprendido a separar sus emociones del sexo, no las mezclaba y nadie salía herido. Pero, claro, todavía estaba en esa ducha, con el cuerpo más bajo ante él, con los músculos de su espalda marcados y sus palmas frotando los últimos restos de gel de él.
Ya basta. Hyunjin sacudió la cabeza para centrarse.
Salió de la ducha y envolvió a Felix en un albornoz blanco de gran tamaño antes de ponerse uno él mismo. Unos segundos después, llevó al chico hasta la cama y lo dejó tumbarse. Aprovechó para recoger del suelo las piezas de ropa y estirarlas lo mejor que pudo. Sacó una botella de agua de la mini nevera escondida en el armario y se la tendió al muchacho, que bebió ávido. Hyunjin se sentó en el borde de la cama y colocó el recipiente de plástico sobre la mesilla cuando el otro lo terminó.
—¿Te sientes bien?
—Sí —Carraspeó antes de continuar—. Sí... Muchas gracias, Jinnie.
—No hay por qué darlas, te dije que haría todo lo que quisieras. —Le guiñó un ojo y el chico se sonrojó.
—¿Cómo supiste...?
—Solo tuve suerte, confié en que me detuvieras si algo no te gustaba —contestó simplemente, porque todavía le parecía violento preguntarle de quién obtuvo el entrenamiento que tuvo. Porque nadie podía ser tan bueno en esto sin haberlo probado antes.
—Ah... Entiendo... —dijo, avergonzado e incómodo, mirando sus propias manos colocadas en su regazo.
—Oye, ángel —Felix levantó los ojos hacia él—, fue muy divertido. La próxima vez me aseguraré de quitarte la ropa interior —bromeó, dándole una sonrisa cálida. Felix se sonrojó completamente pero asintió.
—La próxima vez... Sí... De verdad quiero que haya una próxima vez —confesó.
—Aún te queda media hora en la habitación —murmuró, poniéndose de pie—. Puedes descansar un poco y después bajar, puedes dejar el dinero aquí o dejar que te lo carguen en la tarjeta, lo que prefieras —añadió.
—Puedes... ¿Podrías...? Uhmm... —balbuceó, recuperando esa extraña timidez que parecía apoderarse de él cuando no era capaz de pedir las cosas que quería. Hyunjin sonrió, inevitablemente enternecido y se acercó a la cama de nuevo, tomándolo de la mano.
—¿Qué necesitas, ángel?
—¿Está... permitido... que te quedes aquí?
—¿Quieres que nos acurruquemos en la cama? —preguntó con una sonrisa. Él asintió, mortificado.
Hyunjin se tumbó a su lado, pasando una mano por debajo de su cabeza. Pareció tensarse unos segundos, pero después se relajó, girando hasta que estaba con la mejilla sobre la bata que cubría el pecho del más alto. No pudo evitar enredar sus dedos en el pelo rubio, rascando suavemente el cuero cabelludo.
—No dirás nada de esto, ¿Verdad? Quiero decir... esto es como...
—Lino no se enterará, puedes estar tranquilo —interrumpió.
El chico perdió la tensión de sus hombros, suspirando sonoramente mientras se relajaba en su pecho. Hyunjin se preguntó cuántos secretos acostumbraba a guardar ese ángel. No pudo evitar empatizar con él, después de todo, tampoco podía estar exactamente orgulloso de su profesión.
Miró el reloj sobre la mesilla de noche, eran las 12:06. Fuera de ese agujero seguramente estarían estallando los fuegos artificiales, la gente celebraría un nuevo comienzo, mientras él vivía su versión del día de la marmota.
Los dedos de Felix acariciaron el parche de piel que se mostraba entre las solapas de la bata.
—Feliz año nuevo —susurró, mirándolo.
Sus mejillas parecían una galaxia. En la semioscuridad de aquel profano cuarto, entre las sábanas de seda roja y la felpa esponjosa de los albornoces húmedos, tuvo su propia versión de los fuegos artificiales sobre la piel del muchacho.
—Feliz año nuevo, Jinnie —contestó, elevándose para darle un beso más, justo antes de tumbarse de nuevo sobre su pecho—. Y gracias por esto.
—Si quieres algo solo tienes que pedirlo. Siempre haré todo lo que quieras, ángel.
Hyunjin no se dio cuenta de que esa frase lo ató sin remedio al muchacho que dormitaba sobre él. No se dio cuenta de cuánta verdad había en sus palabras. Cómo de peligrosas eran para alguien que fingía no tener corazón.
***
Navegantes, bienvenides a otra entrega de "PuedoConTodoAsíQueMePresentaréAOtroConcurso".
Muchas gracias por leer, primero que todo.
Esta historia es puro noporn con trama. Espero que la disfruten.
Aquí está mi ficha de los #MusicAwards2023
Categoría: Daylight / Play with fire
Canción asignada: Unholy - Sam Smith ft. Kim Petras
Pareja y grupo: Hyunlix / Hyunjin y Felix / Stray Kids
Cantidad de palabras: 18.336 palabras
Extensión: 3 capítulos
Organiza: SJ23RE
¡Nos vemos en el infierno!
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