Parte III

"–¡Eres una incapaz, inepta e insuficiente! ¡Dejaste que huyeran! Ve lo que me han hecho ahora, no tengo dudas de porque ya no eres la reina del infierno."

Mientras caminaba por el pasillo extenso de las cuevas subterráneas, aquellas palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza como una canción pegajosa.

¿Qué puede saber Zharick de ser una reina? Es solo una más de las zorras de Lucifer.

Únicamente yo, puedo entender al Rey del infierno, comprenderlo que es haberlo perdido todo porque no compartan mis ideales, tener gloria, poder, gracia y aun así ansiar más, caer en la avaricia.

Solo yo merezco estar a su lado como una verdadera gobernante, pero al traicionarme, lo que queda es seguir con mi plan. Y aunque odie admitirlo, le agradezco al sello, el nuevo juguete de Azael, por haberle dejado ciega, completamente inservible a la voluntad de mi Rey.

¿Quién diría que el poder celestial algún día me beneficiaría?

Es por ello, que estoy aquí de entrada al trono del inframundo, el lugar donde descansa el primer ángel desterrado del cielo y de la tierra, ese que se alimenta del juego y maldad, aquel de poder supremo y belleza magnifica, por el que entregue mi alma sin dudar, a cambio de lo que siempre quise desde que conocí a Azael; Poder e inmortalidad.

Apenas hago acto de presencia, las telas negras colgantes de la cueva se despliegan como cortinas, los lamentos son más sonoros aquí por alguna razón, no es de dudar que tal vez sea porque él disfruta oírlos.

–¿Me mando a llamar mi señor?

El diablo, imagina quien le habrá llamado así de primero...Me observa con su intensa mirada, un par de ojos de tonalidad roja casi vino tinto, el color de la sangre, su piel es una mezcla entre clara y tostada, su cabello es tan negro como la noche, cualquiera caería ante él, cualquiera que tuviese un deseo inmedible y cruel que quisiera conseguir.

Lucifer me da su mueca preferencial, aquella de sonrisa cínica con dientes afilados, levanta su mano y la extiende hacia mí, desde su trono de esqueletos apilados, forjado con huesos quemándose en una eterna llama.

Me acerco hacia él a paso lento, no despega su vista de mí, me alegra no estar usando aquel harapiento vestido azul, sino las prendas del cuerpo humano que poseo en estos instantes.

–Jezabel, mi lacaya malcriada.  Siempre me preguntaré cuál es tu afición en usurpar cuerpos de mujeres que no son tan bellas como tú lo eras.

El cumplido me alegra, me seduce para que su mano se enrolle en mi muñeca cual serpiente. –Es la carne fresca, el sentimiento de vitalidad, hay días que lo extraño.

Asiente pero serio, la presión en su agarre crece.  –Dime Jezabel... ¿qué es lo que le has hecho a Zharick?

Disimulo la incomodidad con una sonrisa. –Mi querido Lucifer, tú y yo sabemos que no he sido yo la que ocasiono el daño a tu nueva reina, a quien debes culpar es al sello celestial, a ella y al ángel de la muerte.

Su imperturbable expresión se quiebra y definitivamente siento mi muñeca más apretada. –Ya veo...¡Le designo un solo trabajo a Zharick y es incapaz de cumplirlo, el arcángel desaparece, el ángel de la muerte se cree con libertad de pasear por mi reino solo por ser mitad demonio y ustedes mis supuestas vigilantes de los territorios son tan inútiles que no logran siquiera retener a una chiquilla que no controla sus poderes! –Aprieta mi mano con increíble fuerza hasta que oigo huesos crujir, solo soy capaz de sentir dolor porque él así lo desea.

–¡Me lastimas!

–¡Imagina lo que siento yo, Jezabel! Rodeado de ineptos que no cumplen mis deseos. ¿De qué me sirve reinar si no me obedecen? Ni mi buen amigo Miguel se ha mostrado desde que capture a su hijita y sabes ¿Por qué? ¡Porque escapo! ¿Maravilloso no es cierto?

Lucifer libera mi mano pero solo para apretar mi mandíbula, me hace mirar sus ojos fijamente. –Escúchame bien Jezabel...Me traerás a esa chica sino quieres que a tú inmortalidad se le sean retiradas las primeras dos letras ¿Entendido?

El rojo llamea en su mirada. No me permito estar aterrada, asiento, fielmente a lo que pide.

Mis planes no han cambiado, se han acelerado.

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