Capítulo 9

Giro nuevamente en el colchón, preguntándome si a estas alturas todavía es posible que logre conciliar el sueño. Mi compañera duerme plácidamente, soltando sonoros ronquidos en la cama conjunta. Haciendo que me cuestione aún más porque estoy despierta a altas horas de la noche. Tal vez lo que me mantiene despierta es la inquietud, el pasar de los días donde convenientemente no he podido tener ni un instante a solas con la castaña.

Había cierta tensión sin explicar entre nosotras, que tenía todo que ver con las fotocopias de mis bocetos, y su falta de explicación coherente. Nunca me regaló ninguno enmarcado. Y aún así, la imagen pixelada no era la mejor para un detalle.

Tampoco había transcurrido mucho tiempo, tres días de Azzio sin dar pista, y Francesca evitándome. Al llegar al dormitorio por la tarde me encontraba con una habitación vacía, y al despertar con su cama hecha, pero el leve deje de su perfume que me avisaba que si estuvo presente. Ahora el reloj de pared me aclaraba que en realidad eran las dos de la mañana. Y ella estaba aquí. No me servía de nada pero estaba aquí. Decido cerrar los ojos de nuevo, es mejor si trato de dormir.

Aunque no ayudaba para nada, solo conseguía dar con la imagen mental de Azzio, parecía que conociera su mirada a la perfección, como si me persiguiera. No puedo dejar de pensar en él...y el beso. Trato de recordar la presión exacta de sus labios sobre los míos, su aliento, su olor, el calor y satisfacción que provoca su presencia. Suspiro. Tal vez haya cosas más importantes en las que pensar, pero ninguna me viene a la cabeza.

Niego para mi misma, impulsando mi cuerpo para levantarme. Soy una idiota

Me encuentro a pasos del cuarto de baño cuando el sonido de la puerta me congela. El metal se doblega como si trataran de abrirlo. Alerta, recorro la habitación con la vista, en busca de objetos que puedan ser usadas como armas -mi mente paranoica no procesa otro motivo más que el ataque.- No es para menos, ¿Qué querrían al entrar a la habitación a estas horas de la noche? Sin embargo no logro encontrar nada para defenderme, o si quiera salir de mi posición como estatua para despertar a la pelinegra, que ronca sin reparo.

La cerradura cede, temblando al abrirse por el forcejeo, el sonido es como un click en mi cerebro que me obliga a entrar al baño, cerrando la puerta con seguro detrás de mi, descanso la espalda en la superficie, tratando de calmar mi respiración...mi compañera está afuera.

De estar dormidas, sería imposible detectar el ligero paso, la vibración que se percibe de alguien más dentro. Las palabras de Azzio hacen eco en mi mente, como recordando que en efecto me lo advirtió: "...sin mí, llegaran a ti antes. Y estoy seguro de que lograran asesinarte."

Deseo con todas mis fuerzas que él aparezca, cual héroe para que me rescate de cualquier amenaza y por primera vez me recrimino no haberle hecho caso, de ser así, no estaría en peligro. Soy capaz de oír el eco de las pisadas, pertenecientes a quien ha irrumpido en la habitación. Son pocas, y me consume la necesidad de salir, de plantarme frente al intruso. Estaría indefensa.

Aprieto los ojos, esperando alguna señal, tal vez solo están husmeando, tal vez solo querían saber si estaba en la habitación. Dejaran a Francesca tranquila al ver que no estoy ahí. Lo siguiente que escucho es un forcejeo, tan leve que parece acallado por almohadas. La voz femenina de Francesca balbuceando por lo bajo.

Contengo la respiración, parecen correr como horas esos minutos en los que le toma a la persona irse. Porque sí, los pasos se alejan y siento como la puerta es cerrada. Pero el miedo de enfrentar lo que hay afuera es grande. No consigo moverme, mientras mi mano tiembla aferrada al picaporte. Lo que más me atormenta es la ausencia de alguna señal de Francesca. Me atrevo a salir y mirar a través de un espacio mínimo que permite la puerta entreabierta. Lo que alcanzo a ver es su brazo colgando del colchón, tendido. Un hilo de sangre corriendo por la extremidad.

Los latidos de mi corazón aumentan, reúno el valor para salir completamente solo para dar con la escena horrible frente a mi, mis ojos arden con las lágrimas que trato de retener, tiene una navaja de bolsillo aferrada a sus dedos, en la mano opuesta. Como si se hubiera abierto las venas con el filo.

La nota encima de la almohada es lo que me impulsa a acercarme, la tela afelpada cubre su rostro. Mi cuerpo tiembla, apenas soy capaz de tomar el papel en mis manos. Es amarillento y algo sucio de un lado, como de sombra de lápiz. La caligrafía perfecta consta de cuatro palabras, una frase llena de amenaza que el solo hecho de leerla me eriza los vellos de la nuca.

Tú serás la próxima.

Arrugo la nota en mi puño, y contemplo la almohada antes de con delicadeza, usar el puño de mi suéter para levantarla de encima del rostro de Francesca. Y es ahí cuando me doy cuenta, fue asfixiada, pero se han tomado el tiempo de aparentar un suicidio, las gotas empiezan a manchar la madera del piso y el cobertor blanco.
El olor metálico y las náuseas me invaden. Es ella. La misma chica que hace días charlaba en la cafetería.

Muerta.

Su rostro ha permanecido en una mueca de sufrimiento, sus ojos están desorbitados y su tez pálida. Entonces, la puerta -que no me encargue de cerrar nuevamente.- se abre de golpe y me hace saltar en mi lugar, haciendo que la almohada caiga al suelo, empapándose; Al mismo tiempo que la persona frente a mí me mira a los ojos. Su mirada denota completo desconcierto.

Termino llorando mucho más, rogándole que me crea –¡No lo hice, yo no lo hice!

Parece agitado, como si hubiese estado corriendo, no dice nada, cierra la puerta detrás de él e inspecciona la habitación. Como si apareciera de la nada, un circulo de luz blanca brillante abandona el cuerpo de Francesca, mis labios se separan de la impresión, pero Azzio lo observa como algo normal, habitual mientras revolotea por los aires, de manera desesperada y llega hacia él, que sin previo aviso es atravesado por la luz. Toma su garganta con ambas manos, tratando de respirar, parece que luchara contra algo que le impide tomar aire, me quedo estática como si presenciara una pesadilla. Se mantiene aferrado al escritorio para no perder el equilibrio y cuando la tortura pasa, toma varias bocanadas para recomponerse.

Me acerco hacia a él tratando de ayudarle a levantarse. –¿Pero qué carajos ha sido eso?

Azzio me mira a los ojos. –¿Estabas aquí?

Asiento levemente. El suelo al lado del escritorio parece ser nuestro lugar en este momento. –Sentí como forzaban la puerta para entrar, me encerré en el baño. –Me mira, sus ojos parecen oscuros, dudosos. ¿Cree que miento?

Estoy por alejarme cuando se acerca, suavizando la acusación en su rostro, recuerdo nuestro beso apenas posiciona ambas manos en los laterales de mi cabeza. Permito que lo haga, hay cierta familiaridad y calma en su toque. Sé que puedo confiar en él, solo lo sé.

–Sé que no fuiste tú.

Sin poder detenerlas, lágrimas siguen escapando. –Tengo miedo, Azzio.

Él afianza su agarre, guiándome a su pecho para luego acariciar mi cabello. –Estás a salvo conmigo, no permitiré que nada te pase.

Me sostiene como si en cualquier momento fuera a quebrarme, y hasta yo creo que así será. Se aparta lo suficiente para verme a los ojos, preocupado. –Tenemos que irnos, Alessia.

Levanto la vista. Parece ansioso, pero no por el creciente charco de sangre o mi débil y poca compostura. No puedo recomponerme. Francesca era un cuerpo sin vida a pocos metros de nosotros.

–...¿Qué es lo que no me estás diciendo?

–Ella..conocía a su asesino.

Inmediatamente mi cuerpo se tensa. No pregunto de qué manera puede saberlo, a esta altura ya todo es inexplicable. Entonces es que recuerdo la evidente nota amenazante, que seguía arrugada en mi palma.

–Estaba encima de la almohada. –Le digo, tendiendo el pedazo de papel para que lo coja. Azzio lo observa con la quijada apretada, la nota termina en sus pantalones. Sin decir nada se levanta, tomando mi mano, forzándome a hacer lo mismo. Me arrastra fuera de la habitación, puedo sentir el frio de la madrugada golpear mis piernas desnudas una vez que salimos. El suéter y los shorts de pijama no sirven de mucho abrigo. Azzio pasa el ala de habitaciones conmigo aferrándome a él, todo está en silencio y las pisadas son amortiguadas por el sonido de los grillos del jardín central de la academia.

Subimos varias escaleras, a las que yo nunca había cruzado. Uno de los pisos sin salones aún, los que se encuentran en remodelación, latas de pintura y artefactos de construcción por todos lados, pero Azzio va directamente al área de la puerta corrediza que indicaba el exterior. A medida que traspasábamos el umbral, siento el mareo, como si la dosis de adrenalina se fuera agotando, en este punto solo me dejo llevar, mi cerebro se encuentra sobrecargado de información.

–¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?

–Es la terraza del edificio central, una vez terminada será parte del área de escultura. –Noto la piedra que recubre la terraza, con pequeñas decoraciones de querubines. Hace tanto frío que solo puedo temblar.

Azzio no me mira, me da la espalda y respira hondo, sé que me evita para que no haga preguntas pero aun así me desconcierta de sobremanera que a esta altura siga negándome lo que por derecho debo saber.

–¿Me...me mataran no es cierto?

Me encara, su expresión estoica. –No. No permitiré que si quiera se te acerquen.

Toma mi rostro en sus manos y cierro los ojos al sentir la calidez del tacto. Aunque no dejo que eso me distraiga. No puedo seguir en la ignorancia, no después de eso.

–Necesito saber lo que está pasando, no puedo...no puedo ignorar lo que pasa.

–No será sencillo una vez que lo sepas todo.

–No es sencillo ahora, me sentiré mejor al menos conociendo el porqué de que estén tras de mí.

Suspira con pesadez y aunque le cuesta -sé ve que le cuesta enormidades- confiesa.

–¿Alguna vez te contaron mitos de fantasía?

Alzo una ceja. –¿Qué tiene que ver...? –Por la forma impaciente en la que me mira me limito a contestar. –Si. Dragones, hadas, vampiros, ángeles, demonios, ¡Ah! hombres lobo...todas esas cosas de cuentos. Teresa, mi madre adoptiva solía decírmelas.

Teresa...

Parece perdido en la mención del nombre, aunque se recompone casi de inmediato.
–Todos esos mitos hacen alusión al cielo y al infierno, bien y mal. Pues todo en parte es real, no la existencia de seres fantásticos que se transforman, pero del mal que adopta múltiples formas y el bien que para detenerlo emplea varios trucos.

...–Las consecuencias por las acciones y los justicieros divinos que se encargan de todo en esta vida.

Luce cansado de solo decirlo, pero cuando impone distancia entre nosotros y me mira con tanta intensidad que de pronto el frío no es lo único que me hace temblar. Necesito aferrarme de la baranda en la terraza.

Siento muchas cosas.

–Alessia...Soy inmortal, un ángel. Uno poderoso, uno capaz de sembrar ideas, miedos, sensaciones y todo tipo de cosas en tu mente, no soy bueno a pesar de tener alas, soy un ángel oscuro, específicamente el ángel de la muerte.

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