Capítulo 7
Despierto, el olor a menta es lo primero que percibo, me obligo a abrir los ojos. Removiendo la mejilla del acolchado. Con la mirada cansada, detallo las paredes con pinturas florales y la mesilla de noche, de poder apreciarse mi cara seria un signo de interrogación.
Me siento en la cama de una plaza, con la postura recta debido a la ropa, me descubro con el vestido negro en mi cuerpo, lo cual parece ser el detonador para miles de pensamientos.
Escenas en donde Azzio es el protagonista y en donde presencio cosas inexplicables: Alas, luces extrañas, confusiones y...heridas que se curan en un santiamén.
Llevo la mano al inicio de la frente con delicadeza, esperando saltar al sentir el roce en la carne viva pero solo doy con la piel en perfecto estado. Cual resorte me levanto, buscando verme en el espejo. Quien me devuelve el gesto de sorpresa es una versión destruida de mí, con ojeras visibles, y ojos rojos, maquillaje corrido, sangre seca, pero ningún moretón o herida surcando su cabeza.
Y por más que trato de no entrar en pánico...Me es imposible.
Podía pensar hasta ahora que había imaginado todo lo que mi mente se repite, pero era imposible ignorar la verdad cuando hay una prueba tan palpable.
Me hago un mapa mental tratando de entender cómo llegue aquí, tal vez mi compañera de cuarto me haya visto llegar, tal vez hay una explicación. Aunque la explicación debía esperar, la cama de Francesca estaba perfectamente hecha, lo que dejaba claro que nunca llego a dormir.
Mordisqueo el costado del lápiz de forma distraída, el sabor terroso, dañino de madera y grafito me hace arrugar el rostro pero sigo, necia e inquieta. Tratando de contar los minutos que faltan para que la clase termine.
Tres clases, tres clases ha perdido. Al menos en las que estoy con él.
Y una semana ha pasado desde que ha desaparecido.
Samuel se ve muy contento a mi lado, parece que la ausencia del misterioso Azzio, ese que me volverá loca; A Samuel le produce felicidad. Imagino que no debe ser fácil compartir habitación con él. Para mí, su desaparición provoca nervios, expectativa, una sensación quejumbrosa de que si aparece ya nada será igual...Y en parte ya ha empezado. Porque lo sé, más no quiero admitirlo.
Esto es justo este tipo de cosas que en el fondo sabes pero deseas negar por una esperanza ilógica.
–Recuerden que de esta forma conseguirán el resultado perfecto. –Junta sus manos en un gesto de aplauso y mira al grupo por cortos segundos.
Aunque no quiero ignorar a la profesora Florian porque su clase es algo complicada; Mi cabeza está en otro lado, lo que verdaderamente me interesa tiene ojos verdes que llevo una semana sin ver.
Si bien la clase de modelación escultural no es aburrida, es lo suficientemente larga como para que me la pase imaginando tanto el porqué de ciertas cosas y como podría finalmente exigir explicaciones. Esas que ni Francesca, a quien me encontré luego de lo que ocurrió, pudo responder. Alegando estar muy borracha como para que su cerebro recordara algo.
Con los ojos fijos en el proyector, tomo nota de todo, luchando por concentrarme y no sobre pensar -más de lo que ya he hecho- El sonido de la puerta hace que la profesora interrumpa su explicación, con mal gesto concede el permiso. Mi vista se instala en la entrada, siento a Samuel tensarse a mi lado.
Contengo un jadeo, que disimulo arreglando el gorrito de lana en mi cabeza mientras que el objeto de mi distracción hace acto de presencia. Va todo de negro, llevando esta aura fúnebre con él. Pide permiso al entrar, la profesora Florian solo asiente.
Me encojo en mi lugar como si necesitara contener la respiración para enfrentar su presencia, las mesas están divididas por lo que le es imposible no pasar cerca de mí, en la esquina del pasillo. Toma asiento en la mesa libre detrás de la mía, es hasta entonces que dejo que el aire vuelva a mis pulmones, y me arrepiento...siento que el aroma varonil que desprende va a envenenarme.
–Si que es un idiota. ¿Cómo va a interrumpir así?
Pero no le respondo al rubio, mi mente está concentrada en las imágenes de la noche que me atormenta, pasando fugaces, aunque siendo acalladas por una voz profunda que me eriza la piel, se siente como si me estuviese susurrando al oído pero sé que no es posible.
–Al salir, espera por mí en la biblioteca. Tenemos que hablar.
Me giro sin disimular mi asombro, mirándole.
–¿Estás bien?
Sus ojos ya están sobre mí, no lleva capucha ni nada que impida que observe su rostro, y como las pocas veces que me he deslumbrado con él, esta parece no ser la excepción. Se ve sombrío, tenaz, el tipo de chico que es endemoniadamente atractivo y arrastra consigo un aura de problemas.
Miro los ojos azules de Samuel, completamente distintos a los de Azzio, y le sonrío temblorosa. –Si, lo siento.
Sé que Azzio Di'Magro trae complicaciones. Lo que trato de ignorar es cierto, no hay otra explicación. Pero no quiero alejarme, ahora es más que curiosidad.
Necesito saberlo.
Por ello y como si pudiese comunicarme de la misma forma que él, lanzo una positiva en mi mente. Unas simples palabras que él parece haber entendido, ya que de reojo veo como asiente de manera imperceptible para los demás.
–Si, Azzio. Tenemos que hablar.
Trato de desviar mi ansiedad y concentrarme en los libros frente a mi, el olor me transporta a la casa católica de ayuda donde viví de niña. Polvo y páginas amarillentas.
La biblioteca es gigante, quizás la más grande que he visto en mi vida. Me he dado vueltas por todo el lugar, pero la sección de historia, parece ser el ambiente idóneo para una conversación así.
El área está alejada del frente, donde encuentras los manuales de esculturas y guías de acuarela. El frío me obliga a abrazarme a mi misma, el crucifijo toca mi piel y decido sacar la cadena de entre mi suéter, para que el metal no me congele...El crucifijo. Otra prueba más.
–Ahí estás.
Giro al oírle, se encuentra recostado de una estantería opuesta. Frunzo el ceño ante la mueca de superioridad en su rostro. Se respira altanería cada vez que hace acto de presencia.
Azzio avanza hacia a mí en cuanto nota que estoy congelada en mi lugar. No pensé bien estos días lo que diría, estaba muy enfocada en el hecho de que no estaba. Siento el impulso de retroceder, pero al estar a centímetros de mi cara ya no puedo. Coge el crucifijo en sus manos, acariciando la cruz con los dedos.
–Había olvidado que lo traías de nuevo. –Sonríe para sí mismo, y tengo que enfocarme en mi supuesta aversión, lo que es difícil con ese gesto tan impropio de él.
–Te fuiste. –Levanta una ceja.
–¿Acaso me extrañaste?
Resoplo, dando doy un paso atrás, haciendo que la cadena resbale de su mano. –...Te fuiste luego de aquella noche y he estado una semana tratando de entender qué fue lo que pasó, todo parece tan irreal...necesitaba hablar contigo...
–¿Y para qué?
–¿Cómo que para qué? ¡Lo que pasó fue una locura! Necesito que me digas que estaba alucinando, que consumí alguna droga, imaginé todo. ¡No creo que te lo tomes tan a la ligera si fuera real!
¿En serio dudaba que aquello había pasado? ¿Azzio era un ángel? ¿Había matado a alguien de verdad?
Azzio trata de acercarse más, retrocedo por acto de reflejo, sin embargo mi espalda choca con la pared. Sus ojos brillan, como diciendo; Te atrapé.
Su aliento caliente llega a mi rostro cuando habla. –Estabas alucinado, te drogaron, imaginaste todo, Alessia. –Luego me regala otra sonrisa, y la forma en la que pronuncia mi nombre me eriza la piel. Coloca una mano a la altura de mi cabeza, haciéndome sentir más acorralada. Su cara hacía abajo, es considerablemente más alto que yo, y cuando se acerca a mi oído, mis piernas tiemblan.
...–Puedo decirte todo lo que quieres escuchar pero ambos sabemos que todas tus opciones están alejadas de la realidad. Sabes lo que viste, sabes lo que soy y aunque por ese simple hecho ya debería haber acabado con tu vida...No lo haré.
Su mano libre acaricia mi pómulo, con su pulgar delinea los labios entreabiertos. –No termine su trabajo sucio hace dieciocho años. Y ahora que vuelve a querer asesinarte tampoco dejaré que lo haga.–Percibo la intensidad en su mirada, sus ojos son tan verdes que incluso en la poca luz de la biblioteca parecen relucir.
Me desconcierta. Mi voz interna grita: ¡Está hablando de matarte, Alessia! Parezco no estar en mis cabales porque me mantengo expectante...–Tienes algo especial, algo que en el cielo desean. Y cuando dejes de cegarte a ti misma conseguirás entenderlo.
Se aparta de golpe, siento el frío de su ausencia casi al instante. Me deja allí pegada a la pared, con la vista fija en su espalda enfundada en la chaqueta de cuero. Quiero decir algo, quiero gritar, quiero que me diga todo de una vez, que me aclare absolutamente cada detalle.
Pero solo consigo susurrar su nombre con un hilo de voz.
Ante mis ojos solo se va, desaparece como una bruma de humo.
Como si nunca estuvo allí.
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