Capítulo 5
Azzio no volvió al aula después de mi confrontación, en realidad no volvió a ninguna clase en toda la jornada según lo que había escuchado.
No es que le estuviera espiando pero su ausencia alarmó a su club de fans femenino, parecía un desfile de chicas suspirando porque no tenían la dicha de ver el hermoso rostro de Azzio Di' Magro.
Podría jurar que su ausencia se debía a que me estaba evitando. Todo parecía tan irreal, me costaba creerlo. No se preocupó en negar nada, y no sabía cómo sentirme con eso.
Traté de entretener mi mente con el difuminado en Técnicas de pintura, aunque mis piezas terminaban siendo ángeles sombríos de carboncillo. Apenas terminó la clase, tomé mi bolsa del suelo y me encaminé directo a la habitación.
Faltaba poco para que oscureciera y con todo el lío que cargaba en la cabeza no me había detenido a pensar que hoy se suma un año más a mi vida.
El pasillo está atestado de estudiantes y parece ser que el motivo es el inicio del fin de semana. Hay bares, clubs e infinidades de sitios nocturnos cerca de la academia ya que estamos situados en el centro, como mañana es sábado, los estudiantes quieren curtirse en alcohol. Y eso incluye a Francesca, quien para cuando llego al cuarto está terminando de aplicar labial rojo cereza en sus labios.
–¡Hasta que llega la chica del cumpleaños!
–¿Vas a algún lado? –Pregunto divertida.
Se contonea frente al espejo al ritmo de lo que parece ser música electrónica.
–¡Vamos querrás decir! Hay que celebrar en tu honor. –Suelta mientras guarda el labial y yo frunzo el ceño.
–Yo no soy de salir, Francesca, gracias...pero no creo que sea buena idea.
Ella se da la vuelta, de espalda al espejo. Su expresión de fastidio. –¡Puras excusas! Dime, con honestidad. ¿Acaso alguna vez has salido de fiesta?
La mueca en mi rostro se encarga de darle una respuesta.
–Listo, saldremos.
Hace frío y la noche está especialmente oscura, decoraciones adelantadas de Halloween adornan varios negocios y las luces crean una atmosfera en la ciudad que es encantadora, parece la escena perfecta para describir la vida nocturna.
Francesca va a mi lado contoneándose en unas sandalias de tacón muy altas que me hacen lucir como su hermana menor en comparación, al final ha cumplido su cometido de hacerme salir el viernes por la noche. Me ha prestado un sencillo vestido negro que es bastante ajustado y aunque ha insistido en que usara tacones me he mantenido fiel a mis simples deportivas desgastadas. Aún así, no me pude negar al maquillaje para esconder mis moretones.
Tenía que aceptar el gran trabajo que logró, con los vendajes fuera de mi cabeza y ondeando mi cabello rebelde, ahora era la portadora de una cascada cobriza y brillante. Sin dejar de lado mis labios, que al igual que los de ella estaban pintados de un rojo cereza fuerte.
El club al que Francesca me indica que iremos se llama Inferno, varios de sus amigos nos esperan allá y gracias a que en el camino encontré a Leticia, pude invitarla a venir con nosotras, aunque la chica de cabellos rosados prometió alcanzarnos luego.
Así que aquí estoy, incomoda y a las espaldas de mi compañera mientras una melodía atormentante chirrea en mis oídos, ella se desenvuelve bien en este ambiente, consigue bebidas de las cuales me ofrece y niego, luego de unos minutos me abandona para ir a la pista de baile.
En realidad todo el grupo está allí, decido esperar en el taburete de la barra, mientras pido al barman vasos de agua para hacer algo más que trazar círculos con mis dedos en la superficie de madera. Cuando mi tercer vaso es colocado frente a mí, alguien ocupa el lugar a mi lado, un hombre de cabello y ojos oscuros, me atrevería a decir que hasta negros. Su codo choca con el mío y me obliga a verle bien. Lleva una chaqueta verde militar pero lo que llama mi atención es la cadena que cuelga de su cuello.
Un crucifijo de plata muy similar al mío. Del cual hasta ahora no había percatado su ausencia.
–Whiskey doble, sin hielo.
Su voz es gruesa, aterciopelada. Me captura viéndolo y la mueca que se apodera de sus facciones es espeluznante. –Alessia, hasta que nos encontramos de nuevo.
Frunzo el ceño y mi corazón empieza a latir desbocadamente. El extraño toma un sorbo de su bebida y me mira fijo. Trato de procesar un plan en mi mente; Una manera en la que actuar, sé que no debería exagerar, debe de haber una explicación lógica para que el hombre a mi lado se dirija a mí como si me conociera. Pero por la forma en la que me mira y el aura que despide, algo me dice que debo escapar, huir de allí lo más pronto posible.
Bajo del taburete y me doy la vuelta, dispuesta a cortar la interacción, sin embargo me toma del brazo con fuerza y me hace encararlo.
–No irás a ningún lado, ya te me escapaste una vez.
De pie, luce más atemorizante, y solo puedo comparar su altura a la de Azzio. Grito, porque puede que alguien me ayude, pero esta oscuro y la música muy alta, cada quien enfocado en su propia burbuja.
No puedo distinguir donde está Francesca entre la gente y por más que clavo mis uñas en la piel del hombre no consigo reacción alguna más que afiance su agarre y me arrastre por el fondo de la pista de baile, en donde, un pasillo angosto que separa los baños y la salida de emergencia se hacen ver.
La iluminación es aún más tenue aquí y una sensación de calor se esparce por mi pecho ferozmente, él me empuja por la puerta de emergencia y me arroja contra la pared de ladrillos, el aire exterior es frío, golpea mis piernas y brazos desnudos.
–¡¿Qué es lo que quieres?! –Grito en su cara y me atesta un prominente puñetazo en el pómulo derecho, logrando que caiga al suelo del callejón. La zona del basurero del club.
–¿Qué quiero? –Una risa seca brota de su garganta y me eriza la piel. –Yo particularmente nada, pequeña. Pero mi jefe tiene un interés muy grande en ti y en esta tontería –Arranca el crucifijo de su cuello y lo sujeta en lo alto, es suficiente la revelación para saber que fue el causante del evento en el cuarto de baño.
–¡Se equivocan de persona! ¡Ese crucifijo es un regalo y yo no tengo nada que ver con pandillas!
–¿Pandillas? ¿De verdad eres tan ignorante a la realidad? –Se acerca a mí, tomando mi barbilla con una mano mientras sigo en el suelo, aprieta con fuerza y me mira a los ojos, los suyos parecen piscinas de alcatraz, tan negros como la noche sin luna, sin estrellas. –No tienes idea de quién eres ni de lo que posees y eso lo hará todo más divertido para mí.
Empuja mi cabeza con brusquedad y esta choca contra los ladrillos de la pared, me siento atontada por el golpe y la vista se torna borrosa.
–¿Así que te quieres divertir? ¡Me lo hubieras dicho antes! –La interrupción parece una broma, pero las palabras salen apenas entre la mandíbula apretada, la risa seca alerta al hombre frente a mi.
Reconozco esa voz.
Parezco estar alucinando pero su cabellera castaña reluce en la noche, los mechones al viento y su expresión es firme, desafiante. Me permito por primera vez en el día sentir alivio pleno aunque sea una ilusión.
–Azael...–Suelta mi agresor, alejándose para encararlo, Azzio frunce el ceño, parece desagradarle la manera en la que se dirige a él.
El hombre se ve atemorizado y Azzio solo avanza sin inmutarse, su voz es socarrona al hablar. –Ray. ¿Necesitas unas vacaciones en el infierno?
El pelinegro empieza a negar, con una risa nerviosa. –Vamos Azael, solo cumplo una tarea, sabes que no me metería con tus humanos de no ser así.
¿Tus humanos?
Azzio levanta una ceja, la distancia que lo separa de Ray es mínima. Apenas logro ver con las lágrimas escociendo en mis ojos. Estoy segura que se ha abierto la herida en mi cabeza.
–¿Una tarea? ¿Una tarea de quién?
Retrocede, balbuceando, parece temerle con su vida a Azzio aun cuando él es igual de corpulento que el último. –No...no puedo decirlo.
Es increíble que hace unos segundos este hombre haya sido la personificación de la altanería y ahora luzca como un cachorro asustado.
Sacude la cabeza. –Imagino que tu jefe se encargó de informarte que esta no es una humana común. ¿O no? –El pelinegro niega y la ira rápidamente se instala en el rostro de Azzio, que en cuestión de segundos lo estampa contra el fondo del callejón.
Trato de enfocar la vista, sosteniendo mi cabeza punzante pero al hacerlo doy con el líquido rojo viscoso, estoy sangrando. Aunque eso no parece ser mi mayor preocupación, estoy perdida entre el intercambio violento. El forcejo de puños se transforma en una pelea que hace que mi respiración se corte al instante, un conjunto de alas revolotea; Azzio está suspendido por los aires por dos bellezas con plumas, una negra y otra blanca, frente a él con la mano en la tráquea está Ray, con su propio par de alas, esta vez tan oscuras como él.
–¡Pues mira que novedad un caído con alas nuevas! ¿Seguro no trabajas para cualquiera o sí?
–¡Azael, yo lo puedo explicar! ¡Suéltame y te lo diré todo! –El agarre solo consigue ser más fuerte, logrando que la piel de Ray parezca estar conformada por grietas en vez de venas, como el concreto al paso de un terremoto.
–¿Acaso crees que soy igual de estúpido que tú? Un ángel te hizo hacer su trabajo sucio y ambos sabemos que yo puedo averiguar cuál.
–¡Azael! –Grita Ray cuando este empieza a apretar más, haciendo que una luz particularmente cegadora escape de entre sus grietas.
–¡Que no me llames así, joder! –Azzio ejerce la presión necesaria para que las alas de su compañero bajen cual flor marchita, lo ha dejado sin aire; Pero no termina allí, la luz entre verde y amarilla que escapa de su cuerpo, parece encapsularse y convertirse en un diminuto circulo flotante.
Azzio con molestia levanta la base de su grueso anillo, casi como un relicario, enteramente de plata, La joyería que descansa en su dedo corazón atrae la luz, cual imán que se encarga de levitar y ser absorbida por la pieza. Acto seguido el cuerpo de Ray parece quemarse por inercia, desapareciendo por completo con el soplido de cenizas.
Cuando sus pies tocan tierra, estoy temblando. Me encuentro en shock, sé que se acerca a mí pero no soy capaz de moverme.
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