Capítulo 3

–Créeme, no tienes razones para quejarte...mi compañera si que anda mal de la cabeza.

–Vamos ¿Qué tan malo puede ser?

Alza una ceja. –Tiene un montón de libros extraños y una biblia gigantesca, no habla con nadie, ni siquiera te mira a los ojos. ¡Y claro si es que llega a hablar! Es decir ¿Quién anda por ahí de esa forma?

–Tal vez solo es tímida. –Digo, encogiéndome de hombros.

Leticia toma su cabeza en las manos, dejando varios mechones rosados despeinados y suspira, creando más drama del necesario.

Se refiere a mí cuando dice: –Te digo, la chica de la madrugada no es nada comparada con mi rara.

Samuel ríe fuertemente. No queda nada de su hamburguesa pero mantiene apartado el plato del alcance de Leticia, quien intenta robarle las papas fritas.

No podía dejar de sonreír, parecía que les agradaba, y para mí eso era algo nuevo. Nunca había tenido muchos amigos, me aislaba mucho en el orfanato, me sentía fuera de lugar siempre.

Pero ahora estaban ellos, bromeando y haciéndome parte de un grupo. Incluso si solo recién nos conocíamos. Me ayudaba a sentirme menos rechazada debido a mi compañera.

Era la hora del almuerzo y gracias a Leticia y su nivel de chismorreo pudimos dar con Samuel, quien tiene un horario muy distinto al de ambas, los tres nos sentamos en una de las bancas exteriores de la cafetería. El aire libre sienta magnífico y la luz del sol es más que agradable.

–Escucharlas quejarse de niñas tan normales es tan tonto porque sin duda les gano. –El rubio se acerca un poco al centro de la mesa. –Ninguna puede contra mi compañero, el chico es un completo asocial, viste todo de negro y carga esta actitud de Bad boy descontinuado que me provoca nervios.

Leticia frunce el ceño. –¿Tu compañero es Azzio Di algo no?  –Inmediatamente pongo más atención a la mención de ese nombre, tal vez ella también notó el aura extraña detrás del misterioso Di'Magro. Samuel se limita a asentir mientras lleva otra papa a su boca.

...–Ese chico ha hecho suspirar a todas las de mi clase en artes plásticas. Parece que la actitud de "Bad boy descontinuado" es justo por lo que se mueren.

El rubio desorbita los ojos mientras comenta algo distinto que no escucho, me concentro en terminar mi sándwich. No puedo ser la única creyendo cosas que no debería, tal vez sea solo curiosidad.

Y aunque quiero aferrarme a ese pensamiento, la duda se instala aún más cuando al levantar la vista y darle una mordida a mi comida, me encuentro con los ojos verdosos y profundos de nuestro tema de conversación.

Está a poca distancia de nosotros, en la banca del frente, la cual no tiene a nadie más a excepción de él, una bandeja con lo que resulta ser medio enrollado de pavo adorna la superficie y trago grueso porque parece enojado, como si a esa distancia fuese capaz de oírnos.

Lo cual sabiendo que es imposible, parece muy acertado. No quita su vista de mí y yo tampoco lo hago, hasta el punto que parece que no parpadea. Se me hace imposible dejar de verlo, como si una fuerza inexistente me obligara, él alza una ceja y es cuando, distraída vuelvo al mundo.

Samuel me hace una pregunta que no logro entender, simplemente asiento de alguna manera afirmando. Bajo la mirada avergonzada y tomo un sorbo de mi limonada enlatada, en el instante que trato de verlo de nuevo, me percato de que Azzio ya no se encuentra sentado en la banca, no hay rastro de él por ningún lado, la única señal de que no imaginé todo es su bandeja con el enrollado a medio terminar.

La noche creaba una atmósfera mágica gracias a la luz de la luna, se colaba por los paneles de vidrio, haciendo que la sensación de soledad se intensificara debido al corredor vacío.

Hace una horas hablé con Teresa, Leticia me tendió su móvil para realizar la llamada. La mujer se había entusiasmado al oírme hablar de lo maravillosa que es la academia, de lo agradecida que estoy. Claro, no me ha dejado despedirme sin recordarme que en dos días soy mayor de edad y que me enviará mi regalo por correo.

Suelto un suspiro mientras abro la puerta de mi cuarto compartido. Mi compañera, Francesca no da señales de estar en la habitación, así que con toda confianza me despojo de mi ropa y me encamino al cuarto de baño donde pienso tomar una ducha.

Observo mi reflejo en el espejo del lavado, luzco como siempre, el desarreglado cabello cobrizo y la mirada café. Mi crucifijo adornando mi pecho, no recuerdo un tiempo en donde no estuviera conmigo. La pieza de plata parecía ser otra parte de mi. Aun así, tenía la costumbre de retirarlo al tomar un baño. Dejándolo reposar en cualquier superficie cercana.

Mientras las gotas de agua resbalaban por mi piel, me permití cerrar los ojos y perderme en la imagen que no puedo sacar de mi mente. Quiero pensar que todo mi interés hacia Azzio Di'Magro se debe al aura que lo envuelve, a la manera en la que se expresó hace unos días en clase, pero sé que me atrae -al igual que a todas las chicas aparentemente.- Y por ello es que debo ser cautelosa sino es que ignorar de plano su existencia.

No me conviene ese tipo de personas.

El chirrido de la puerta abriéndose lentamente hace que detenga los movimientos en mi cabeza, obligando a enjuagar mi cabello, una línea de luz es visible entre la oscuridad del baño.

Mi bendita manía de mantener la luz apagada.

–¡Francesca estoy aquí, no entres! –Digo, sin embargo no recibo ninguna respuesta.

La entrada sigue abriéndose y maldigo en voz baja que haya dejado la toalla encima del excusado. Las puertas corredizas de la ducha no son transparentes sino opacas, casi grises, de manera que solo es posible notar el contorno de la persona que entra. No se parece en nada a la silueta de mi compañera.

Es un cuerpo alto con musculos. Inmediatamente mi mente va hacia el protagonista de mis pensamientos. ¿Pero cómo podría? ¿Para qué entraría así?

Trato de ver por la puerta, el agua cayendo hace que sienta incluso más tensión.

–Francesca...–Digo el nombre, más como para tratar de hacerme la tonta, tal vez si finjo que no sospecho de él, se marche.

Como si se tratará de una broma de Halloween, lo que parece una figura humana con alas crecientes se materializa, lo puedo ver por la poca luz de la ventana. Una fina puerta separa mi cuerpo desnudo de la amenaza inminente.

No sé cómo reaccionar, me quedo estática, son alas. La forma ancha y larga de alas, se ve el ondeado de las plumas y estoy tentada a correr un poco el panel de la ducha para corroborar lo que las sombras despliegan ante mis ojos.

Tal vez sea un juego óptico, alguna rama, una mochila, tal vez un instrumento de extraña apariencia pero nada de eso parece probable.
Aunque se sienten como horas sé que solo han transcurrido minutos, la figura empieza a acercarse y contengo la respiración. Siento los latidos de mi corazón en las orejas.

Esto no puede estar pasando.

Cierro los ojos por acto de reflejo cuando las manos están en la ranura, pero el sonido de la voz de Francesca me hace reaccionar, pidiendo a gritos ayuda.

Todo sucede rápidamente, en un momento no puedo ver nada, ni siquiera las sombras con ayuda de la luna, soy completa oscuridad y aunque estoy consciente de que me he caído contra el suelo, no puedo hablar, no puedo moverme.

Mi compañera de cuarto grita mi nombre, cosa que me asombra porque nunca se lo dije, siento brazos y piernas entumecidos, como si no tuviera control sobre mi cuerpo.

Antes de perder la conciencia y escuchar como forcejean la puerta, soy capaz de detallar una pequeña luz azul que brilla en algún lado muy cerca de mí.

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