Capítulo 26
Presencia infernal.
Energía demoníaca.
Un aura que se mantiene en el aire cuando se está en presencia de una entidad maldita.
Irisiana se gira para verme bien, su ceño esta fruncido por evidentes razones mientras mira de la puerta a mí, toda su misteriosa posición casi se ve chistosa con su vestimenta rosa.
El pasillo está desolado y el canto de los grillos es nuestro único acompañante. Las luces tenues y el brillo de los tragaluces encima de los jardines divisores de la academia. Una obra de arte estructural.
Cualquiera podría perderse en el camino de corredores por tantas bellezas que admirar, más con la noche estrellada, pero lo único que ronda mi mente es: Alessia.
–¿No tienes manera de sentirla?
Niego, el crucifijo que me arrojó aquel día en la terraza era la única cosa con la que podía rastrearla y ahora que no lo tiene...
–No, solía usar mi crucifijo pero ahora es inútil.
La hechicera parece no escucharme porque avanza hasta dar con la puerta entreabierta, apenas la empuja con la punta de su bota, una llamativa pieza escarchada. Entonces se introduce en la habitación y su cuerpo crea una sombra en el suelo.
La luz está encendida y al caminar detrás de ella percibo una vista panorámica de la recamara, una cama sin hacer, libros tirados, ropa encima de las mesillas y debajo del colchón.
Una nota y una cajita de madera como un joyero también, reposan al lado de un envoltorio verde manzana.
Un pequeño flash de un paquete de ese color pasa mi mente, pero el recuerdo es tan breve que como llega, se va.
Mi corazón palpita a una velocidad anormal y es cuando caigo en cuenta que no solo es por la incertidumbre, hay algo más.
Si bien es de costumbre que sienta esta sensación de incomodidad debido a la energía demoníaca, una parte de mí parece reconocerla, como si la hubiese experimentado antes. Y no es hasta que Irisiana escudriña las páginas sueltas de una libreta que llega a mí.
Jezabel.
La energía pertenece a ella.
Todavía puedo sentir sus dedos en mi garganta, aquel beso traicionero lleno de ponzoña que me dio justo antes de convertirse en inmortal, de entregar su alma al diablo por la avaricia.
La realización se vuelve tan densa que creo poder abrazarla, amenazando mi sanidad, jugando con mi cabeza.
De pronto todo me da vueltas y con dificultad es que logro oír a la hechicera, ha dado con una hoja desdoblada, la caligrafía en ella es corrida, cursiva.
Lee con detenimiento a la vez que suelta: –¿Un llamador?
La duda se plasma en su rostro con unas cejas arqueadas y yo me acerco, como puedo, tragando el amargo presentimiento.
–¿Qué es?
–Una carta firmada por un ángel, Teresa. Al parecer tú la conocías.
Tomo en mis manos el papel y lo examino, las palabras que se trazan aquí gritan despedida, dolor, temor, la tristeza del olvido. Teresa ofreció su adiós a Alessia incluso antes de despedirse y no recurrió a mí aun sabiendo que corría peligro. Me siento egoísta, pude haber hecho algo para mantenerla viva ¿Y qué hice? Nada.
Pero además de eso, se encargó de brindarle protección así ya no estuviese, otorgándole una joya poderosa, un collar antiguo de poder magnifico que según la historia de los arcángeles, es el regalo más increíble alguna vez creado por Dios: El llamador de ángeles.
Una vez más me siento cansado, las revelaciones drenan mi fuerza.
–¿Acaso eso es el llamador? ¿La joya única y mítica capaz de concebirte cualquier deseo en el mundo sin limitación?
A duras penas asiento. –Tú lo sabes más que yo, cuidas de la bóveda más amplia en cuanto a secretos celestiales.
Me mira mal pero rompe el contacto para enfocar sus ojos en la carta que me arrebata. El cambio en su expresión es lo más semejante a un foco que se enciende en su mente. Irisiana sacude la carta frente a mí.
–¡Podemos usar esto! El llamador no está en este cuarto lo que asegura que ya debe haber abierto la carta y tomado el collar...¡Lo que significa que tuvo contacto reciente con esto! –Sacude incluso más la hoja frente a mí.–Podemos rastrearla.
Acto seguido se tiende en el suelo, la puerta está cerrada y yo solo la observo dudoso desde mi lugar frente a ella. Nunca he sido fan de la magia pero a estas alturas confiaría en lo que sea para encontrar a Alessia.
La carta es colocada en el medio de la habitación para luego colocar su mano encima de ella, una luz naranja como el atardecer se transmite de la extremidad al papel, de pronto encima de la hoja una serie de imágenes se dejan ver.
Ángeles, demonios, Samuel extrañamente y Alessia que con dificultad se mantiene en pie.
–¿Qué lugar es ese? ¿Quién es ese chico?–Pregunta Irisiana.
Una calle ciega, oscura y apenas capaz de albergar a tantas criaturas con sed de venganza. Tiemblo, es la primera vez en mi vida que me cuestiono porqué estoy aterrado, temeroso por ella.
Recuerdo haber tenido una conversación con una niña, en donde ella me preguntaba cuál era mi mayor miedo.
La respuesta directa a eso solo sale de mí natural.
Perderla a ella me aterra.
No me detengo a pensar en el porqué.
Cuando mi vista da con los techos triangulares del ala trasera de la UCAP reacciono. –¡Somos unos imbéciles, están en nuestras narices! Justo detrás de la academia.
No le doy tiempo a Irisiana de componerse y me encamino al trote, a toda velocidad hasta llegar al área trasera, esta carece de vigilancia y apenas y luce iluminada por los faroles callejeros.
Mi primer instinto es correr hacia el medio de la calle, en donde desde la esquina oculta puedo visualizar a Alessia, sin embargo la hechicera me detiene con el brazo.
–Mira arriba, Azzio.
Y ahí en los cielos está aquello que había ignorado: Un armado de ángeles caídos que yacen expectantes, acompañados del conjunto de demonios que se arrastran desde el suelo.
Automáticamente esto pasa de una confrontación a una guerra.
Samuel, el rubio que besó a Alessia, está en el centro, parece cumplir el rol de un líder, lo cual me desconcierta.
–¿Por qué Samuel está ahí? –Pregunto, la hechicera mira en dirección al rubio y la mueca que cubre su cara es de inquietud.
–¿El chico? Puedo ver a través de él, Jezabel lo está poseyendo.– Suelta un suspiro resignado. –Solo busca dañar a más inocentes. Tenemos que hacer algo, Azzio.
Frunzo el ceño, mis esperanzas decaen. –Estamos en desventaja, es imposible que logremos ganar...
El agarre que mantiene en mi brazo se va, pero el brillo en sus ojos sigue ahí y me confunde.
No sé lo que quiere decirme pero lo guarda para sí.
Aun si quisiera descifrar que ronda la mente de Irisiana no puedo, mis ojos captan a la mujer más traicionera que he conocido, en el cuerpo del rubio mientras arroja a Alessia al pavimento, tengo que contener el impulso de ir en su rescate. Necesito idear un plan rápido, una manera de una vez por todas acabar con esto.
El sello celestial no es más amenaza que la gente que desea su poder.
Alessia no podrá sola, necesita una energía alterna con la cual unir su fuerza. Temo que yo no sea suficiente.
–¿Hay alguna forma en la que pueda traspasarle mi energía con tu magia?
Irisiana parece estrujarse los sesos de tanto pensar pero niega de manera rotunda. –No...A menos de que quieras que nos descubran, no hay manera de usar mi magia tan cerca de ella sin que lo sienta. –Señala a Jezabel quien parece corear un discurso a su batallón. Cada vez tenemos menos tiempo.
Todo pasa muy rápido cuando el arcángel hace presencia, parece que veo una película desde la lejanía, sin ser capaz de cambiar los eventos que tomarán lugar.
Gabriel, uno de los aliados más cercanos a Dios se encamina con esplendor, sus alas alzadas y con reflejos dorados, se abre paso desde el lateral opuesto a nosotros, barbilla alzada, sin temor en él. En algún punto concentra la vista directo a donde nos ocultamos, entre las sombras.
Azael, sabría que estarías aquí, cómo no cuando el sello se ha vuelto tan especial para ti... Recuerda que tus dones a las distancia pueden ser de mucha utilidad.
El mensaje que deja en mi mente me sabe amargo, la reprimenda implícita de algo que no siento siéndome recriminado. Pero...¿En verdad no lo siento? ¿En verdad no amo a la mujer por la que me estoy jugando todo ahora?
Es estúpido ir en contra de ello, podré no recordar lo que me ha llevado aquí, pero el sentimiento sigue ahí, ardiendo con cada latido.
Al final, acepto que no hay explicación, amo al sello celestial y eso me costará demasiado...Pero es un precio que estoy dispuesto a pagar.
De un momento a otro el cuerpo de Samuel cae al suelo, el arcángel Gabriel permanece frente a la ahora figura de Jezabel mientras Alessia está detrás, soy capaz de ver como Gabriel la cubre con su escudo y es cuando la alarma se instala en mi cabeza.
Puedo comunicarme con ella mentalmente, solo necesito que junte su poder con el del escudo.
Usa tus dedos para tocar la energía que te rodea, trata de enfocar tu propio poder junto con el de Gabriel arcángel, piensa en liberación, en que la amenaza sea eliminada. Concéntrate, imagina una gran ola de agua que arrasa con todo lo que te atemoriza.
Confió en ti, Alessia. Por favor trata, no puedo sin ti.
Y lo hace, en el momento justo.
La ola que se alza por entre todos en tan fuerte y caliente como una explosión, me traslada a una casa en donde años atrás rescaté a una niña, que brillaba por entre las llamas. El impulso me tumba hacia atrás, Irisiana trata de hacer un escudo pero cae al igual que yo solo que inconsciente.
Tengo que sostener mi cabeza con fuerza, escucho alaridos, pisadas, trotes y el batir de alas, percibo el olor a ceniza, el fuego abrazador de un intenso azul que busca consumir todo a su paso. Las imágenes que llueven en mis ojos parecen cegarme.
Momentos con Alessia que retumban sin cesar, nuestro beso, el calor de su cuerpo, la protección mutua que sentía junto a ella, aquel día antes de que comenzara el caos debido a Zharick.
Mi memoria vuelve, sé porque la protegía. Sé todo eso que me llevo a enamorarme de ella.
Alessia fue en un principio eso que me sostenía, un motivo oculto que debía proteger, muy valiosa y codiciada. No me di cuenta que en el proceso, mientras avanzaba el tiempo, aquel sentimiento se transformó en algo más grande. Algo que no pensé llegar a sentir nunca, algo que me hizo ver que nunca ame, no antes de ella.
Te amo, Alessia.
El humo que deja la explosión se disipa, dejando ver los cuerpos que no pudieron escapar, como puedo me cubro la nariz con el antebrazo, el olor es nauseabundo.
El silencio que le sigue es perturbador. El arcángel no está, de seguro drenado de energía como para mantenerse aquí.
Observo el alma oscura, azul casi negra que revolotea por encima del cuerpo de Jezabel.
Le miro, con toda la inmortalidad que la abandona, ahora solo es huesos podridos y un hermoso vestido. Alguna vez quise a esta chica con todo lo que tenía, quererla solo me llevo a la desgracia. Mi única despedida es abrir el cristal en mi anillo de almas y dejar que entre allí, para que nunca pueda salir.
Al igual que cada uno de los caídos y demonios que formaron parte de su revolución sin comienzo.
Pero entre todos los cadáveres, busco a mi Alessia quien debe haberse refugiado por el impulso de su poder, entre más avanzo, más desespero.
No doy con ella sino hasta el final de la calle.
Pero no encuentro su mirada café y su despeinado cabello cobrizo, ni su rostro con esperanza y unas cuantas magulladuras.
Encuentro a una chica sin vida.
Un rostro pálido y demacrado, lleno de polvo gris de las virutas en el aire. Un pecho que no sube ni baja al compás de la respiración.
Su alma expectante de un tono azul celeste, mucho más claro. Que espera por mí.
Entonces caigo de rodillas aferrando su cuerpo al mío, ignorando que debo tomar su alma, la aprisiono entre mis brazos soltando cuantas lágrimas sea capaz de llorar.
El vacío en mi pecho es demasiado, siento como si arrancaran un pedazo de mí.
Le miro apenas conteniendo la desolación, sé que ella quería escuchar algo de mí y no fui capaz de decírselo. –Lo lamento, lo lamento.
Repito una y otra vez mientras no cesa el sentimiento de quebrarme por dentro. Se ve tan pacífica, inanimada, un pedazo de nada aún cuando es todo para mí.
–Siento no habértelo dicho aún cuando lo sabía , perdóname por no decirte lo mucho que te amo, Alessia.
Mi voz sale atormentada, apenas y puedo, el hoyo en mi interior me hace decaer, solo quiero irme con ella.
No solo se ha ido, sino que también se ha roto todo equilibrio.
Ya no existe el mal.
¿Cómo si quiera diferenciaremos el bien?
Ha muerto el Sello Celestial.
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