Capítulo 22

Los días pasaron como aire denso.

Mi mente reproducía el momento en el que dejé a Azzio en la terraza, queriendo aferrarse al recuerdo, a esa imagen difusa de su rostro,  porque desde esa noche no lo he visto más.

Pese a la contradicción en el pecho que esta situación me causaba, decidí ignorar mis obvias preocupaciones y centrarme en tratar de vivir los días que me fueran regalados -porque así los veía, como un obsequio que prolongaba lo inevitable.

Sin embargo me sentía en pausa, en estado muerto, automática. Jugar a la chica normal era incorrecto y molesto. Parecía que todo se había olvidado, como si Francesca nunca hubiese existido, Azzio no fuese el chico malo por el que todas babeaban y yo la chica tonta que se vio metida en la muerte de su compañera. Cada alumno de la AUAP me ignoraba o se dirigían a mí cuando era justo y necesario.

Mi problema no era ser invisible en la academia, es más; Mientras menos personas me cuestionarán, mejor. Pero era imposible no preguntarse qué pasaba, qué o quién había puesto esta manipulación en todos. Sin dudas el nombre del italiano venía a mi mente. Aunque no podía descartar a los demonios que rondan sin cesar.

Suelto un suspiro teatral y miro a la nada de nuevo, mi almuerzo esta delicioso pero no tengo mucho apetito. Este vaivén de realidades solo consigue aplastarme los sesos y ahora estoy más que me hallo sola en todo esto.

¿Por qué? Pues dejando a un lado el abandono del ángel que no me recuerda.

Leticia, que está en la mesa de enfrente conversando con un grupo, no se me acerca, la gótica de cabello ahora teñido de puntas naranjas me mira de forma extraña, no sabría identificar como; Lo más cercano seria miedo y enfado pero puedo solo estar paranoica.

Está bien ¿Cómo actuaría yo si fuera ella? la verdad hace rato me hubiese alejado de mi misma.

Es decir, desaparecí justo después que mi compañera fuera asesinada, no di muchas explicaciones y ahora no solo regreso sino que ni Azzio está conmigo.

Bueno eso si da mucho que pensar.

Lo que no logro comprender es por qué la manipulación de los demás estudiantes no la afecta, estoy segura que esa forma de verme es solo la de alguien que sospecha cosas malas de ti.

Por otro lado esta Samuel... A quien estoy evitando. El rubio me ha perseguido en cada clase, cada comida, cada noche antes de dormir...Le hace honor a la palabra Stalker con toda propiedad.

Su dialogo siempre es el mismo "Alessia, lo siento mucho en serio, no pensé que te enojaría que te besara"

Lo sé, el descaro. Pero eso no es todo: "<<De verdad me importas y quiero que sepas que puedes confiar en mí para decirme lo que ha pasado, no te juzgaré. Seguro no tienes la culpa de nada. "

No, más bien tengo la culpa de todo.

Ya recordar lo que me dice es cansino.

Quisiera, en realidad que todos mis problemas se limitarán a una gótica con ley del hielo, un chico indeseado y un crush  -por así llamarlo- que no me da la hora. Pero estaría mintiendo.

Hay dos cosas que aparte de ser inconvenientes, me aterran:

La primera es la completa tranquilidad, esa que solo se ve antes de un gran golpe, este tipo de paz es la que le hacen creer a los soldados antes de bombardearlos. Y la segunda es la soledad, estar sin él.

De hecho, temo es a la idea de que creía tener una conexión con Azzio, que juraría que me salvaría a pesar de todo porque así él lo decidió desde que era pequeña.  Y ahora simplemente no está, no me recuerda, solo eso crea un hoyo en mi corazón que crece con cada hora que transcurre.

Seguiría atrapada en la burbuja Di'Magro si no es por el crujir de la silla frente a mí que me hace volver a la realidad. –Laurín, parece muy concentrada en tus pensamientos.

Levanto la vista solo para encontrar otra vez al profesor de suplencia, cubre a la Señorita Loan en dibujo al carboncillo y tal parece se toma en serio lo de conocer a los estudiantes.

Es un hombre alto, de ojos ámbar y un brilloso cabello canoso,  gris. Debe rondar los comienzos de los cincuenta, tiene buen porte y estilo de vestir, por algo la recepcionista babea cada vez que le ve. A mí me irrita que sea tan metiche.

Me encojo de hombros como respuesta, pasando el tenedor por la ensalada de pollo, ensartando una hoja de lechuga que no pienso tragar. –Solo me gusta pensar.

Él levanta una ceja, quisiera solo levantarme aunque sería maleducado. Es solo que, lleva días acercándose a mí, también le he visto hablar con otros estudiantes pero nunca los mismos.

Puede que le interese trabajar aquí y conocer el curso, igual en todo caso me parecen algo molestos sus constantes intentos de entablar una conversación. Mi rostro por si solo grita "No te me acerques, no estoy de humor" y no es para menos.

–¿Qué es lo que tanto piensa la señorita Laurín?

Otra cosa que he notado es el sarcasmo con que pronuncia mi apellido, cosa que me recuerda Teresa  -la verdadera dueña del mismo- no he hablado con ella en prácticamente meses, debe de estar preocupada, ni siquiera puedo recordar haberle agradecido por mi regalo de cumpleaños o abrirlo...

Abrir obsequios, eso sí es algo que no hago desde hace mucho. En mi vida no abundaban los presentes, al ser huérfana eran pocos los chances de que me dieran algo y por ello me alegran demasiado y ahora solo puedo pensar en ello.

Le doy una falsa sonrisa al suplente, interrumpiendo su intento número tres mil en hablarme. –Lo siento recordé que tengo algo que hacer, que tenga un buen día profesor.

Sé que el hombre canoso disimula su mala mirada pero para ese momento ya me he levantado de la mesa con la bandeja de ensalada casi terminada en mano, cierro el contenedor y lo aparto para más tarde mientras desecho lo demás.

Con una energía renovada camino hacia mi alcoba al tiempo que soy interceptada por Samuel. Literalmente veo al techo como si fuese una broma de mal gusto.

Está ahí, con su expresión de siempre y esos ojos de borreguito triste que estoy empezando a detestar. –¿Me explicarás ahora?

Trato de contar hasta diez mentalmente pero la sola pregunta me hace estallar de ira.

–¡Samuel no tengo nada que explicarte!

–Alessia vamos, sabes que puedes confiar en mí.

–¡Bien perfecto pero no tengo nada que confiarte y no quiero hacerlo! te sentiste con libertad de besarme y creaste un lio, Azzio ya no está y estoy muy molesta con todo como para preocuparme por ti. ¡Joder, déjame en paz!

El rubio retrocede como si le hubiese golpeado y es que la verdad la palabra amable no describiría mi comportamiento.

–Si así quieres que sean las cosas está bien, solo luego no andes corriendo a pedir mi ayuda porque no la tendrás. –Se gira y se devuelve por el mismo camino. Miro como se marcha y su sombra se pierde con la luz del atardecer, un día más ha pasado.

Siento culpa porque no debí de ser tan dura con Samuel pero a la vez estoy aliviada de que no seguirá con su persecución. Avanzo otro poco hasta llegar a mi habitación, mi cuarto nuevo solo tiene una plaza ocupada y es la que me corresponde. Tal parece no le han dado importancia a eso de colocarme compañera y la verdad es lo que menos me interesa.

Apenas entro al cuarto, me recibe el desastre en la cama y el portal de la laptop encendida, la deje así por el afán, no me concentro en arreglar sino en buscar mi regalo de entre las pertenencias que trajeron.

Husmeo las cajas sin abrir y no tengo éxito, solo hay libros y materiales, algo de ropa y...en la tercera caja, una pequeña, se encuentra el arrugado envoltorio verde manzana de un paquete; El lazo está mal hecho como si se hubiese golpeado y deformado, las esquinas del cartón raspadas, se nota que solo arrojaron todo a su suerte.

Retiro la cinta y rompo las esquinas ya maltrechas del papel, dentro un hermoso tallado de roble blanco se asemeja a un joyero, un sobre bien doblado y nada más. El deseo de saber que hay dentro del joyero me domina y busco abrirla.

Una cadena, lisa y plateada de pequeñas cuencas que se entrelazan como una soga, es preciosa y sencilla pero lo más impactante es el dije que se sitúa en su centro: Una esfera dorada, encerrada en un círculo de plata creado a partir de terminaciones como enredaderas, al moverlo suena, lo que me deja ver que dentro tiene un cascabel.

Me parece hermoso, tanto que busco colgarlo de mi cuello de inmediato. Acto seguido abro el sobre que con letras relucientes me saluda, reconozco la letra de Teresa y sonrío, hasta que empiezo a leer:

"Mi niña, tengo que ser breve y a la vez pedir tu perdón.

No sé ni cómo comenzar esta carta sin llenar tu cabeza de cosas para las que no estás preparada...Quisiera disculparme por no ser honesta contigo, te he mentido pretendiendo ser una madre adoradora de Dios para estar junto a ti, para protegerte como Azael me lo había encomendado.

¿Qué?

Te preguntaras de qué estoy hablando, y estas en todo tu derecho...

Soy un ángel serafín, Alessia. Buena amiga de Azael incluso antes de que fuese el ángel de la muerte, él no te lo diría, me respeta a mí y a la orden del cielo como para revelar quién soy. Pero yo tengo la libertad de confesarme ante ti.

Cuando él te encontró, recurrió a mí para cuidarte porque sabía que sus movimientos serían vigilados. Desde entonces he sido tu guardiana, he borrado las memorias que tenías de pequeña con Azzio de tu mente para que pudieses vivir una vida tranquila pero sé que él está aproximándose a ti, y aunque no me escuche y haga lo correcto, mi amigo siente por ti algo más intenso que cualquier carcomía de curiosidad.

Desearía estar allí para guiarle, pero no sé si me lo permitan. Estoy siendo seguida por demonios, y no quiero alertarlo, él ya tiene mucho de que ocuparse, puedo contra ellos pero solo es cuestión de tiempo a que su líder venga por mí. Aun así mi pequeña, no puedo irme sin dejarte algo que estoy segura te ayudara, algo en lo que ni el revoltoso de Azael ha pensado.

Dentro del joyero te he dejado un collar, su nombre es Llamador sirve para contactar a los ángeles y que estos te protejan,  con tu magia puedes agitar la esfera en tu mano una vez para que el cascabel tintinee y pedir un deseo.

Alessia, es importante que sepas que solo puede ser un deseo y que lo que pidas será irrevocable, es tu magia de sello junto con la energía celestial.

Úsalo sabiamente.

Teresa.

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