Capítulo 20

–¿Acaso perdiste la cabeza?¿Cómo es que es sensato para ti, morir para que yo recupere mi memoria?

Se ve molesto, tanto que la vena en su cuello se marca. Casi rió en ironía, desde cuándo mi vida se convirtió en este tipo de conversaciones.

Me cruzo de brazos. –No digo que sea lo más sensato pero no hay manera de que entiendas sino es con los recuerdos en mi mente. Yo puedo decirte todo lo que ha pasado y tú me escucharías como si te narrara una historia, seguirías igual de confundido que al comienzo y eso no es lo que quiero.

Azzio niega, se le ve frustrado y eso solo refuerza mi esperanza. –No sé de qué tanto te preocupas. –Digo, restándole importancia. –¡No deberías oponerte si no sabes ni quién soy! No entiendo ni tus celos injustificados ni tu actitud tan tuya, si no me reconoces.

Apenas da pasos hacia mí, parece en concreto este ángel magnífico con sus alas alzadas y esa belleza insuperable. Está iracundo, del tipo de rabia que solo descargaría propinando unos cuantos puñetazos.

–No soy un monstruo al cual no le interesa la vida de los demás, alguna vez fui humano y sé perfectamente lo que es perder a alguien importante. –Me mira, nunca sus ojos fueron tan profundos y llenos de sentimiento. –Y sé por como enloquecí al verte con el rubio, por cómo se me acelera el corazón, que tú eres importante, que dentro de mí no soy capaz de aceptar que quieras atentar contra tu vida. ¡No seas tonta, por Dios!

Suelto el aire en mis pulmones, porque en algún punto de su pequeño discurso retuve el aliento, me ha dejado boquiabierta y reforzando mi idea. Por dentro, sabe quién soy, y eso es todo lo que me importa ahora, puedo hacer que vuelva.

Él mira a su alrededor, el escenario no parece el apto para una discusión y cree entenderlo. –Hay un cadáver aquí, lo mejor será que vayamos a otro lugar. –No me da tiempo decir nada, avanza con su expresión perturbada mientras me ayuda a salir por la ventana y hacia la escalera de incendios.

Su toque, el de su mano es helado y me provoca escalofríos. No hay corriente eléctrica que nos obliga a separarnos, pero siento el calor de la energía crecer desde mi pecho como el núcleo de mi cuerpo.

Cuando estoy del otro lado del alfeizar, le doy espacio para que salga, y me encamino a bajar los escalones, entonces me detiene. Su mano me impide el paso y me coloca detrás de él. Todo el procedimiento a su típica velocidad imperceptible.

Yo abro la boca para preguntarle que pasa pero inmediatamente me silencia. –Ángeles caídos. –Susurra. –Muchos de ellos en realidad, todos allá abajo esperando. –Me mira bien cuando dice: –No percibo que sea una visita amistosa.

Abro los ojos más de lo normal.– ¿Cómo es que...?

–¿Saben dónde estoy? Posiblemente no actúen solos, deben tener un líder que les dice como hallarme, lo que no entiendo es que como dan conmigo si no puedo...ser rastreado...

Azzio se gira lento hacia mí cayendo en cuenta de algo, como si mi presencia significará un enigma descubierto. –¿Dirías que paso mucho tiempo contigo?

La pregunta me descoloca pero asiento, desde el primer día que puse un pie en la AUAP Azzio ha estado en mi radar como un punto constante. –¡Claro! ellos me rastrean a través de ti.

Frunzo el ceño. –Debemos irnos, ve por el callejón opuesto hacia la academia yo iré por el camino largo –Dice señalando el cielo. –Nos encontráremos en tu habitación y trata por amor a Dios de no meterte en problemas.

–¡Yo no me meto en problemas! –Susurro agresiva.

El castaño solo hace un gesto de que avance y lo hago, pero claramente alcanzo a escuchar sus reproches de que soy un imán para el peligro.

Si bien el camino no es largo puesto a que Azzio no se alejó mucho de la academia, estoy aterrada hasta la médula, mi último encuentro con una amenaza no salió muy bien, los demonios siguen allá afuera y la persecución de ángeles solo suma algo más a la mortificación.

Ando a pasos rápidos entre la noche, las calles están oscuras, y no hay ni un alma fuera por ser día de semana, hasta los bares cerca del conjunto departamental tienen música a bajo volumen.

El gran letrero neón de uno de los locales brilla en rojo, y me llama la atención por el símbolo de S que enmarca el nombre Mystic, la letra tiene un gran parecido con la que se encuentra marcada en la palma de Azzio, y por estar viéndola es que no noto el hombre que sale del bar y choco con él. Es una figura de contextura corpulenta y alta, es ridículamente alto, como si jugara basketball, aunque el estereotipo sea cansino. Me hace trastabillar el impacto pero aun así logro mantener el equilibrio porque sus manos en mis hombros me sostienen en lugar.

–¿Estás bien? –Su voz es melodiosa pero lo que logra confundirme no es eso, es el dejo de familiaridad que obtengo. De la nada soy capaz de sentir la vista de alguien quemando en mi espalda, Azzio debe estar sobrevolando cerciorándose de que este bien por eso estoy segura de que es él quien me observa.

Pero la fuerza que atrae a este sujeto me confunde, levanto la vista para verle y es como un rayo de sol, al igual que mirar directamente a una bombilla, retrocedo parpadeando, y tal parece él ha notado el efecto que tiene en mí. Sus ojos son dos perlas oscuras como el cacao, su piel es blanca, nívea como la mía y sus cabellos una mezcla entre cobre y castaño.

No puedo creer que sepa quién es, no puedo simplemente afirmarlo así como así. El espejismo que cubría su cuerpo, ese que lo hacía parecer normal a los ojos de otros se quiebra ante mí tan rápido, que estoy estupefacta.

No necesito que nadie me diga que estoy frente al Arcángel Miguel, mi supuesto padre que sin duda, me parezco a él.

Y que la mueca en su cara avisa que no está feliz de verme.

Entonces hago lo que puedo, lo que encuentro más idóneo, aquí en medio de la desolada calle, las posibilidades de que me lastime son más amplias, por ello, entro al bar como alma que se la lleva el diablo.

Con eso no le detendré estoy segura, pero lo que deseo es estar en un campo con testigos.

Lo que observo al entrar es una taberna un poco rustica, hay unos cuantos hombres en una barra tomando grandes jarras de cerveza, la decoración es como una mancha marrón en crecimiento, muebles marrones y de madera,  el colorido presente son los tapices azules y rojos que adornan algunos cojines.

Luce como la sala de un cuarentón soltero de mal gusto.

No tardan mucho en notar que soy la única mujer en aquel local pero no recibo nada más allá de miradas curiosas, lo cual agradezco. Voy hacia la mesa del final justo al lado de la salida trasera. Pero me arrepiento, tal vez eso es lo que piensa que haré, salir despavorida por la primera puerta que encuentre así que desvió mi camino hacia los baños, aprovechando que nadie me presta atención.

El aviso de damas deja mucho que desear, una Barbie desnuda esta guindada en la puerta y un pene dibujado en sharpie decora el baño de hombres. Apenas entro, el olor fétido llega a mis fosas nasales como un golpe, que lugar tan asqueroso. El cuarto de baño es pequeño, tiene solo dos cubículos y un horrible piso amarillento que parece no haber visto nunca el jabón, pero al final, una ventana baja parece salida como del cielo, siendo mi salvación. Es deslizable no de barrotes, lo que garantiza que la puedo usar para salir. Casi corro hacia ella cuando escucho el estruendo del vidrio chocar.

Instintivamente me cubro con los brazos y pienso lo peor pero es luego que comprendo que el sonido proviene del bar y me apresuro para ponerle el pestillo a la puerta pero se traba y no me permite cerrarla desde adentro. Estoy empezando a entrar en pánico. Tomo la manga de mi cárdigan y formo un puño para romper el cristal lo golpeo tan fuerte como puedo y el vidrio cede al ser tan delgado.

Me alzo por entre la abertura cuando la puerta del baño es violentamente abierta, Miguel se haya en la entrada con una expresión de consternación.

Avanza a penas un paso, actúa como si estuviese en calma–No busco lastimarte...

Y juraría que sus ojos dicen la verdad ni no supiera lo qué pasó, si no creyera ciegamente en Azzio.

No miro atrás cuando salgo por la ventana, apenas el aire frío golpea mi rostro soy levantada del suelo, pegó un grito de la impresión, estoy levitando y termino dando de lleno con la expresión furiosa de Azzio.

El me tomó de inmediato en sus brazos y en pocos segundos ya estábamos por los aires.

No dudo en apresarme a él, la seguridad de su olor es más de lo que podría desear, trato de respirar y asimilar, le he escapado tantas veces a los futuros inciertos que ya parece una costumbre, todo tan rápido y consecuente, como si el mal no quisiera parar hasta dar con mi fin.

–¿Dime Alessia, tu definición de no meterte en problemas es jugar al gato y el ratón con el arcángel Miguel?

No le presto mucha atención, estoy concentrada en cómo sus extremidades actúan como seguro alrededor de mi cuerpo, mi corazón es un descontrol acelerado y mi mente ya no sabe que decir.

Azzio afianza su agarre a medida de que nos acercamos a la academia y eso solo me hace sentir más inestable. Recuerdo su problema constante con el arcángel y eso me hace hablar de golpe, recordando: –El demonio Zharick me dijo que el arcángel Miguel era mi padre y tiene que serlo Azzio, somos idénticos.

De improviso Azzio planea hacia abajo y luego recupera el ritmo mientras vuela. –¿¡Qué mierda, Alessia!?

Parpadeo desconcertada, tal vez sea el shock. El castaño, nos deja caer en la terraza de la universidad con apenas tiempo, en lo que sus pies tocan suelo y comprime sus alas blancuzcas, me mira desconcertado, se pregunta mil cosas pero luego su vista y expresión se nublan y todo ocurre tan rápido, sostiene su cabeza con fuerza y cae al suelo de rodillas.

–¿Qué pasa? ¡Contesta!

Pero ya no me mira parece absorto en algo más, sus ojos se tornan en totalidad de un azul anormal. No se puede divisar ni su iris.

El suspiro atormentado que brota de sus labios me deja atónita: –Re...cuerdo.

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