Capítulo 13

Más de una semana había pasado desde que Francesca fue asesinada. El tiempo parecía jugárselas conmigo. Teóricamente todo había retomado su curso. Aunque claro, ahora nada parecía normal.

Cada mañana pasaba por el antiguo dormitorio rodeado de cintas de precaución. -Aquella investigación cerrada a falta de pruebas- La declaración final terminó en suicidio. Pero no solo el dormitorio era el único que me recordaba la noche traumática, sino también el homenaje en su casillero. Francesca tenía algunos amigos, iba en segundo año de la carrera de fotografía; Por lo que sus compañeros se habían encargado de hacer un homenaje con fotos y flores.

Se me retorcía el estómago al ver su imagen, la chica sonriente de cabello negro no era la que yo veía, sino el rostro paralizado sin vida. Me resultaba difícil olvidarlo. No me creía capaz.

El camino a la cafetería ya lo tenía memorizado, solo que hoy en vez de los habituales afiches de actividades extra, estaban los del baile de invierno pegados por doquier. Localizo a Leticia y a Samuel en una mesa cercana, mientras me acerco con mi almuerzo.

Leticia me da un asentimiento como saludo, emitiendo un crunch por el taco que devora. Samuel no presta atención, luce pálido y apático, se limita a untar sus papas en salsa, comiendo sin muchas ganas. El rubio me cacha mirándolo, creo que finalmente se da cuenta que estoy ahí, le doy una pequeña sonrisa que no corresponde.

–¿Quieres? –Acerca su plato hacia mí.

Niego. –Mi sándwich está bien.

Él asiente lentamente y vuelve a jugar con su comida, cosa que imito. Parece que el comportamiento de ambos irrita a Leticia quien nos ve y eleva una ceja, con piercing incluido.

–Bien, ya basta. ¿Vamos a seguir ignorando el hecho de que una chica que considerábamos nuestra amiga está muerta? –Samuel abre mucho los ojos. –¡Oh vamos! No me des esa mirada, Polance. Resulta que el día que Francesca muere, Azzio, Alessia y tu tenían una pijamada. ¡Qué genial!

Los rumores corrieron más rápido estos días, no solo mi ausencia sino que estaba en el dormitorio con dos chicos, la academia entera me considera una zorra. Miro a Leticia con suma molestia, ya es la quinta vez que saca el tema de esa noche. Y sabe lo mal que me hace sentir. Eso y Azzio. Si bien ha pasado más de una semana desde la muerte de Francesca, el mismo tiempo ha transcurrido sin saber de él.

Después de nuestra conversación parecía distinto. Y luego...Se marchó. No me dijo a donde o porque, me encontré a mí misma en la nueva habitación asignada, en la mitad de la madrugada con una nota que decía.

"Por favor no te metas en problemas."
                                         -Azzio.

Nada más que eso.

Ninguna presencia en clases, en su departamento, Mientras, por los pasillos solo se escucha como "Alessia Laurín fue botada a menos de un mes por el sexy italiano."

¿La razón? pues hay miles de teorías una peor que la otra. Y todas derivan en mi culpa.

Pero nada es más increíble que la escenita que Leticia monta en estos momentos, con su nuevo cabello tinturado en tonos azules parece un trol que nos amenaza al rubio y a mí.

–Baja la voz, Leticia. No quieres que inventen más chismes de Alessia. Además no recuerdo mucho de esa noche...

Le agradezco internamente a Samuel, aunque sé que es obra de la manipulación mental de Azzio. Nuestra exasperante compañera solo bufa. –Si no quieren contarme, está bien. –Se encoge de hombros. –Pero no soy estúpida, hay algo raro en todo esto. –Usa su dedo para hacer un vaivén entre ambos.

Leticia se levanta para irse, estableciendo su molestia con el espacio impuesto. Suspiro, no puedo creer que esta sea mi vida...

Siento mis dedos entumecidos, las yemas llenas de carboncillo por el detalle del dibujo, cada línea de la silueta difuminada por sombras grises, espacios trazados en contraste hasta crear una perfecta ilusión de luz, sin necesidad de color.

–Eso se ve muy bien. –Giro para dar de lleno con la profesora Loan.

Su clase es dibujo al carboncillo, una de mis favoritas. tiene la fama de tomar bajo su tutela a un alumno que destaque en la materia. Casi tiemblo cuando evalúa por sobre mi hombro el dibujo. –Diría que es el mejor de la clase, sigue así.

Trago saliva, prolongado mi impresión porque he quedado sin palabras.

–Gracias... –Digo, apenas.

Ella asiente, con el moño en su cabeza dejando los mechones negros apartados. Parece más una bailarina que una pintora. Con el movimiento de gracia en el que zigzaguea entre los estudiantes, detallando los trabajos. La clase se me ha ido volando, como todo últimamente, me sorprende que haya podido hacer un dibujo lo suficientemente decente como para que sea reconocido. Lo que no me sorprende es lo que mis dedos en confabulación con mi mente han recreado; La imagen que me persigue siempre, aquel ángel exquisito que tengo días sin ver.

–¿Tienes alguna preferencia en dibujar ángeles?

Levanto la cabeza en dirección a quien hizo la pregunta, una de las chicas en la clase. Es muy linda, con piel morena y ojos grandes, creo que su nombre es Kiki, Keith -algo por el estilo- Tomando en cuenta que desde lo ocurrido hace días nadie me dirigía la palabra más que Leticia y Samuel, me encuentra con la guardia baja.

Trato de sonreírle. –No, solo fue lo primero que me vino a la mente.

Ella asiente, viendo el dibujo también como lo hacía Loan. –Tienes talento, me gustaría poder llegar a ese nivel de detalle en media hora.

Pesarosa me enseña su propio trabajo, es una mujer, abrazando sus rodillas en una esquina, el dibujo trasmite tristeza, pero las líneas y sombras podrían mejorar. Aún así, es bastante emotivo. Que es lo que se espera, el arte trasmite emoción.

–Puedo ayudarte luego, enseñándote cómo dar con el marcado para esta zona. –Le señalo, levantando la mirada apenas por inercia, por encima de ella.

Un rostro muy familiar se queda inmóvil desde la puerta del aula, en la ventanilla que te permite ver un poco hacia dentro. Apenas respiro, impresionada. Pestañeo repetidas veces, para asegurarme de que no estoy alucinando, oigo que la morena dice algo más no detallo las palabras. Parece tan real...Una sonriente Francesca me mira desde la entrada, usa su mano para saludarme y luego se retira de ahí, invitándome a seguirla.

Miro a todos lados cerciorándome de que fui la única en ver semejante aparición. –¿Oye, estás bien?

Salgo de mi shock por apenas segundos, imagino que mi rostro debe estar más que pálido y mi expresión sumamente consternada. –Ne-necesito ir al baño...

–¿Ok...?

Salgo del aula velozmente, aprovechando la distracción de la profesora y el escrutinio de todos con sus dibujos. Fuera, todo está callado, demasiado tranquilo, las columnas de color hueso, los pintorescos cuadros, el jardín visible y los colores vibrantes. Decido vagar un poco para tratar de encontrarla.

¿Francesca viva?

Decido desviar mi búsqueda hacia las escaleras secundarias, las que dan a los salones en construcción. Me siento atraída como si supiera a donde ir sin necesidad de que me lo digan. A penas subo los escalones, toda yo estoy temblando. Nada me prepara cuando una palma cubre mis labios y me impide gritar, automáticamente siento mi corazón explotar de miedo en el pecho, las orejas calientes sintiendo el latir en mis oídos.

Me mantiene encarcelada y susurra muy cerca.
–Ni se te ocurra hacer algún ruido.

Me relajo cuando reconozco la voz de Azzio, una parte de mi quiere golpearlo pero la otra sigue pasmada por la aparición. Me permito regocijarme de su calor, olor, el sonido de su voz que me desestabiliza. ¿Por qué siento como si debería correr a sus brazos?  Lentamente me suelta, me giro y le propino varios puñetazos en el pecho, que igual no parece sentir siquiera.

Ahora no solo estoy asustada sino cabreada.

–¿La viste?

Azzio me mira como percatándose de que si soy yo y no una ilusión, todo él luce increíble, con la tez tostada expuesta a los rayos de sol que se filtran. –Estuve persiguiéndola toda la semana. Estoy muy seguro que un demonio ha tomado su forma.

–¿Qué? ¿Eso puede hacerse? ¿Entonces no es Francesca? ¿Es por eso que me has dejado a mi suerte más de una jodida semana?

Él levanta una ceja. –Que rápido te acostumbraste a mi, lindura.

Automáticamente me siento abochornada "Me has dejado a mi suerte" Dios.

Azzio enrosca un dedo en la cadena de plata en mi cuello y recién me doy cuenta lo cerca que estamos, al filo de las escaleras. El crucifijo se tiempla un poco.

–No es Francesca.

Sus ojos proyectan una intensidad que me obliga a no retirar la mirada, sin importar lo avergonzada que me sienta...–Y Alessia, gracias a esto se dónde estás siempre.–Mantiene su agarre en el collar, solo para dejar que caiga con suavidad, el metal frío en mi piel. –Sería incapaz de dejarte sin protección. Nunca estoy tan lejos como crees.

Él toma mi silencio como pie para separarse un poco y casi me quejo de la ausencia del calor que me brindaba su cuerpo.

–Creo que se ha ido. –Dice, con ceño fruncido.

–¿Crees que sea el mismo demonio que...?

Él asiente. –Puede ser posible.

Me abrazo a mí misma, Azzio me mira con duda.

–Tengo algo que quiero probar contigo...¿Podrías ir conmigo al departamento? No estas muy segura aquí de todas formas, no hasta que me enfrente con la alimaña esa.

¿Algo que quiere probar conmigo?

Con la vista fija en su espalda, tiemblo al sentir la corriente de aire atravesarme la piel, levantando cada uno de los vellos en mis brazos y nuca. Hace frío pero no le adjudicó mi estado a esto, tiene más que ver con el movimiento lento y casi atropellador del ángel.

Azzio se está despojando de la camiseta negra que lleva, exponiendo su desnudez frente a mí, es solo su torso pero aun así consigue que me ruborice. Su apartamento me sigue pareciendo algo muy normal para lo que él representa. No me mira, sigue de espaldas con los músculos marcados flexionándose.

Es increíble y maravilloso como con un poco de concentración puedo distinguir el punto exacto donde sus alas aparecen, casi en el medio de su espina dorsal yace la unión. Despliega ambas, el ala tan blanca y pura, y la otra tan negra y espeluznante. Me obligo a pensar en él de esa forma, me obligo a preguntarme hasta qué punto la energía demoniaca está presente.

En qué punto puede cambiar al mal.

–¿Te molestaría decirme por qué te desnudas...?

Oigo su carcajada resonar, y no puedo evitar sonreír, es una tonada melodiosa. ¿Hay algo que no sea precioso en él?

–Tranquila, Alessia. No me verás completamente desnudo...A menos de que me lo pidas.

Siento que mi corazón da una voltereta, consigo verle mal, apenas se da la vuelta trato mucho en no desviar mi vista a su cuerpo pero fallo completamente, hay una pequeña marca negra en una de las entradas de su cadera, sobresale de entre los pantalones. No puedo ver bien si es un tatuaje o algo por el estilo.

Las puertas del balconcito de su departamento están abiertas, dejando entrar la luz de la noche, un ambiente teatral a todo el asunto con la luna de fondo. Muero de frío pero Azzio insistió en que debíamos tener espacio.

Nuestra conversación solo me ha dejado más confundida y sigo ansiosa por saber el plan que ronda su mente. Sin embargo la sola idea de que más allá de lo irreal de que los ángeles existan y que yo sea una especie de cura para los demonios. Hay alguien persiguiéndome y deseando mi muerte.

–¿Me dirás por fin el plan?

Azzio niega con la cabeza, usa su índice para llamarme, en un gesto que pide que me acerque. Trastabillo unos pasos hacia él. Con la luna creciente desplegando su luminosidad, parece justo lo que es; Un misterioso ángel de la muerte con imponente poder a su servicio.

Me siento embelesada, admirando las extremidades preciosas y llenas de plumas, como si fuese un monumento en vida.

–Bien, necesito que estés concentrada y sobretodo muy relajada, Alessia. Tu corazón debe dejar de latir como si quisiera salirse del pecho.

Abro mucho los ojos. –¿Puedes escuchar mi corazón?

–¿Eso te asombra? –Él alza una ceja, mis labios entreabiertos anuncian que sí, estoy anonadada y avergonzada. –¡Eres increíble! Actuaste relativamente normal cuando te confesé que era el ángel de la muerte pero te digo que tengo la capacidad de oír ese bombeante corazón tuyo... ¿Y colapsas?

–Es que no pensé que pudieras ya sabes...

Alessia, créeme cuando te digo que el sonido de tu corazón acelerarse por mí...Es la cosa más hermosa que haya podido escuchar. Pero necesito que te concentres en esto, lindura.

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