Capítulo 11

Dejo que el aire que retenía en mis pulmones consiga salir, la brisa de la noche me eriza la piel y las revelaciones de Azzio solo consiguen que mi corazón se paralice. Decir que estoy desconcertada o que entiendo muy poco de lo que me ha dicho es lo mínimo.

Azzio solo me mira, esperando algún tipo de reacción. En este punto ni yo sé porque no reacciono. Son demasiadas cosas juntas...El ángel de la muerte, Francesca asesinada, el jodido sello celestial que no tengo idea ni de que significa. Solo quiero entender en qué momento dejé de ser una chica simple para ser esto.

La impresión dura muy poco cuando las alarmas de la academia empiezan a sonar de forma estridente; Por los parlantes múltiples se oye la voz cansina y nasal de una mujer.

"Cuerpo estudiantil, asistentes de turno y equipo de seguridad. Se solicita su permanencia en habitaciones y puestos de trabajo.

Las instalaciones de la universidad han sido sujetas a un llamado policial, por favor mantengan la calma y obedezcan el mandato de seguridad. "

El mensaje es repetido unas tres veces antes de que la línea se suma en un silencio completo, mi cara debe ser un poema, reflejando pánico. Llamado policial.

–Alessia. –La voz de Azzio es suficiente para impedir mi nuevo ataque de pensamientos.

–Es por ella, la han encontrado ya.

Él asiente. –Tenemos dos opciones, necesito que me escuches con atención. –Levanto la mirada del suelo, me toma por los hombros, no me doy cuenta el momento en el que resbale de la columna, estoy helada. –Podemos irnos de inmediato a mi departamento o decir que pasaste la noche en mi dormitorio cuando te interroguen.

La voz me tiembla. –¿Me van a interrogar?

Él asiente. –Si alguien ha llamado a la policía es porque encontraron a tu compañera de cuarto muerta, serás la primera en ser tomada para declaración.

–Dios...

Luce ansioso. –Tienes que decirme que quieres, ¿Huir o ir al dormitorio?

Me punza la cabeza mientras pienso, yo no lo hice pero tampoco la ayudé, tal vez sería mejor pretender. –Pero Samuel, él dirá que no me vio. –Ahora que lo pienso ese es mi impedimento para no seguir su plan.

Niega con la cabeza. –Puedo insertar en su mente imágenes de ti.

Llevo las manos a mi cabeza. –¡Esto es una locura!

Se ve afligido en realidad, como si él tuviese la responsabilidad de todo, pero sé que lo más sensato es aquella cuartada, huir solo sería peor. Me haría ver más culpable de lo que me siento.
Nos adelantamos, caminando fuera de la terraza, Azzio toma mi brazo y me hace verle de nuevo. –Prometo que acabaré con esto, no dejaré que nada te ocurra.

Apenas y le miro, dudosa. Sé que él tampoco está seguro de su promesa.

Por suerte la habitación de Azzio y Samuel estaba cerca del área en construcción, lo que nos evitó ser vistos por los ojos curiosos, aquellos de estudiantes que a pesar de no moverse de sus cuartos, tenían las puertas entre abiertas tratando de enterarse de lo que ocurría.

Samuel abrió mucho los ojos al verme, tal vez avergonzado por su pijama de cómics o porque venía del brazo de Azzio, aún así, no replicó cuando este lo encaró asegurando que me quedaría con ellos.

–¿Qué ha pasado? –Me preguntó, directamente.

Tuve que hacer un esfuerzo sobre humano en no llorar.

–Yo...

Pero Azzio me interrumpe. –Samuel. –Su voz adquiere un tono bajo, hechizante. El moreno coloca ambas manos en sus hombros. Samuel parece muy atento a él, absorto, como si estuviera hablando en su mente.

Es ahí donde me doy cuenta que seguramente está desarrollando parte del plan; Colocando imágenes y recuerdos falsos de que estuve todo el tiempo en la habitación.

Para cuando los guardias llegan al cuarto de los chicos, Samuel actúa como si nada, completamente tranquilo. Es impresionante ver el efecto que tiene el poder de Azzio en los demás. Es distinto sabiendo quién es. Parte de mi mente sigue viéndolo como el chico obstinante y altanero en mi clase de historia.

La directora de la universidad está junto a los uniformados, evaluando el interior del lugar y las caras de cada uno, puedo ver cómo levanta una ceja al verme allí.

El lado de la habitación de Samuel está lleno de cómics y sábanas azules de superhéroes, que en otras circunstancias me hubieran hecho reír, mientras que el de Azzio apenas tiene un libro en la mesilla y las sábanas originales de la academia.

Nos exigen salir, cada guardia empieza a hacer preguntas por separado, mientras otro inspecciona el interior del cuarto con ahínco.

Trato de esconder el nerviosismo cuando el oficial me mira apenas, tomando nota. –¿Ha estado usted toda la noche en esta habitación? –Trago grueso.

–Si.

–¿Cuál ha sido la razón?

Le miro, el oficial se mantiene serio, sin expresión alguna en su rostro. Puedo ver cómo la directora se mantiene al margen con los brazos cruzados, se ve perfectamente arreglada para ser de madrugada.

–Me he escabullido para pasar la noche en la habitación de mi novio. –Sigue el plan, Alessia.

El oficial me mira de arriba abajo, la verdad es que en pijamas y con el cabello enmarañado parece posible, sin embargo mi falsa tranquilidad sé, le puede resultar sospechosa.

–¿Sabe de alguien que haya tenido problemas con la Señorita Francesca García?, ¿Algún antecedente de depresión en ella?

–Con...¿Francesa? No. ¿Por qué? ¿Le ha pasado algo?, ¿De esto se trata el alboroto?

–Lamento informarle que su compañera fue hallada muerta esta noche.

No sé qué tan bien puedo fingir la impresión, pero llevo una mano a la boca, me siento enferma. Pretender que no se nada de un evento que presencié. Que no impedí.

–...La verdad no éramos muy cercanas. No sé cómo...

El oficial asiente no muy convencido. Tal vez sospecha de mi, o tal vez solo me cree una niña tonta.

–¿Hay alguien a parte de tu novio que pueda corroborar que pasó la noche en su habitación?

Muerdo el labio casi queriendo largarme a llorar. –Su compañero, Samuel Polance.

–Bien, si viene a su mente algo más que considere de importancia, por favor háganos saber. –Me hace entrega de una tarjeta que lee: Comando de investigación policial de la provincia.

Los inspectores hacen su camino hacia las habitaciones restantes, pero puedo sentir la mirada del resto del alumnado que husmeaba entre puertas.

–¿Señorita Laurín?

Giro de inmediato ante la mención del apellido de Teresa, me he quedado pasmada observando a los oficiales, al cerrar los ojos solo puedo ver la sangre de Francesca en el suelo de la recámara.

–¿Señorita Laurín? –Repite la voz, la elegante mujer se dirige a mí desde el frente, bloqueando ahora la vista de la entrada a la habitación de los chicos.

Miro a la directora, abrazándome con el suéter...–¿Se encuentra bien?

Tiene un cabello oscuro perfectamente ondeado, algo inesperado para alguien que debería haber estado descansando a estas horas, me muestra una sonrisa perlada que se nota algo fuera de lugar. Pero asiento.

–En otras ocasiones estaría regañando a mis alumnos por colarse a cuartos de otros, sobre todo de hombres. –Me observa seriamente, llevando una mano al pecho. –Sin embargo esta vez estoy aliviada de que no fuera usted también víctima de lo sucedido. –Al no decir nada me toma de la mano, enseguida me siento enferma. No me es posible evitar las nauseas, o el sentimiento grotesco que se enreda en mi cuerpo, lo adjudico a lo vivido en tan pocas horas, al cansancio, aunque solo deseo que me suelte.

–Tu habitación ahora mismo está bajo investigación, lo ocurrido con tu compañera ha sido horrible. Te asignaremos una plaza nueva y en lo posible nos encargaremos de reubicar tus pertenencias. –Me otorga otra sonrisa practicada.  –Puedes pasar por recepción y pedir llave de acceso, todos los funcionarios han sido despertados por la emergencia.

Frunzo el ceño, una vez me suelta puedo respirar sin dolor. –¿Los empelados duermen aquí? – Le impresiona que esa sea mi pregunta, parece no tomarle mucho trasfondo.

–Por supuesto, solo los profesores vienen a cumplir horarios.

Dejo de mirarla para dar con los ojos de Azzio a una distancia considerable. No sé si es capaz de oír desde donde está, pero se ve serio.

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