Capítulo 1

Actualidad, Provincia de Cevale

Mis pies seguían quedamente el ritmo de una canción, se escuchaba el estruendo por encima de los auriculares del chico a mi lado. Mientras que una mujer demasiado arreglada se pavoneaba por el recibidor de la academia.

Frente a mí, una de las estudiantes rayaba con una navaja de bolsillo la mesilla de madera de la estancia. Se veía muy concretada en destruir la propiedad privada, lo cual me hacía fruncir el ceño.

El chico se acomoda impaciente en su lugar, como queriendo llamar la atención. Si su objetivo era hablar con alguna de nosotras, prefería seguir de costado a él y no dar pie a una conversación.

Estaba muy nerviosa como para hablar.

Al menos la vista del arte apaciguaba mi malestar.

La mujer del recibidor seguía su compás irritable, daba la impresión de que en cualquier momento haría un agujero en el piso con el repicar de sus zapatos de tacón negro.

Llevábamos alrededor de una hora esperando al grupo restante de becados, los que tomaron el tren desde la otra parte de la ciudad.

Tampoco podía quejarme, el retraso me daba más tiempo para detallar las bellezas en la Academia. Como la sala en donde estábamos, espaciosa con detalles dorados y grandes puertas de vidrio que dejaban ver el aguacero que caía afuera.

Estaba decorada con cuadros de buen gusto y diferentes estilos. El piso de una porcelana oscura con detalles blancuzcos, gritaba opulencia, y te hacía preguntarte como luciría el resto del lugar.

–¿Es que acaso esa mujer no piensa quedarse quieta? Es exasperante. –Sisea la chica del frente con un evidente mal humor.

El rubio a mi lado, le mira con algo de burla mientras apoya un brazo en el respaldo del sofá. Yo me remuevo algo -muy- inquieta.

–Oí que desde que fue destituida de su posición administrativa es insufrible. –Ella levanta una ceja, adornada con un aro metálico que sobrepasa la piel.

–¿Qué pudo hacer para que la destituyeran del alto rango? –Pregunta.

Escucho atentamente mientras él -quien se presenta como: Samuel en un entusiasmo desconcertante- acomoda un flequillo rubio que cae por su frente, emocionado de que al fin le estén hablando. –Pues se acostó con el esposo de su jefa.

La chica estalla en carcajadas, a las que me uno -por no quedar como una sangrona- sin mucha gracia. La verdad no es tan hilarante como lo hacen ver...Más bien humillante.

Las risas estruendosas causan que la mirada del resto de los becados caiga en nosotros y que la mujer insufrible nos regale una reprimenda, la cual no dura mucho porque los becados restantes hacen su aparición en este instante.

–¡Aleluya! Pensé que me saldrían raíces de tanto esperar. –Dice, la chica de los piercings, quien se presenta luego como Leticia.

El joven que va con el grupo rueda los ojos, imagino que está cansado de la actitud de la mujer. Se planta en el medio de la estancia y hace ademán de hablar. Claro, lo hubiese hecho de no haber sido interrumpido.

–¡Acérquense todos! –Junta las palmas para llamar la atención y lo consigue.

El pequeño grupo se levanta al igual que yo, moviéndonos hacia el centro.

...–Debido a la tormenta se pospondrá su tour por las instalaciones hasta mañana, es muy tarde y por lo tanto deberán ubicarse en sus habitaciones. –Hace una pausa esperando alguna queja y prosigue. –Se les otorgará un compañero de cuarto, horarios, reglamento y tarjeta de acceso a cada uno.

Examina los rostros a su alrededor y por primera vez sonríe. –Joshua, mi asistente. Les hará entrega del listado.–Señala al hombre a la cabeza del grupo de recién llegados. –Mi nombre es Caterina y si surge alguna duda con respecto a la academia...Me pueden encontrar en la recepción de planta principal, es decir este piso. –Las últimas palabras salen de manera tan baja y entre dientes que apenas y se escucha.

Abandona la estancia. Dejando a Joshua solo, él se aclara la garganta para después de una presentación y aclarar que no es asistente de nadie, empezar a dictar nombres

Tal parece el ingreso de becados se hace un día antes de la llegada de los nuevos alumnos formales, es decir los que pagan por estudiar aquí. –La pareja que llame deberá acercarse y tomar su respectiva identificación en la recepción de la academia, por el pasillo izquierdo, el mostrador azul. –La mayoría asiente en su dirección.

Leticia le comenta algo a Samuel pero no logro escuchar, mi atención es desviada a la figura imponente que se encuentra apartada del resto, como si hubiese aparecido de la nada.

Está relativamente cerca de los demás becados pero dejando una clara línea de distancia intangible, su mirada se fija en un punto en la pared pintada con una especie de querubines antiguos, justo frente a la puerta del corredor.

Estoy segura de que pertenece al grupo de recién llegados, es imposible que no lo haya notado en el tren, lleva una sudadera negra con letras de plantilla de letra gruesa en alguna lengua que parecía francesa y jeans oscuros. Con la capucha puesta era imposible ver más de su rostro que la mueca burlona, su barbilla angulosa y la tez olivada.

La voz del orientador me saca de la inspección exhaustiva y con las mejillas rojizas giro la vista. –Samuel Polance y Azzio Di'Margo, cuarto 2-106

Samuel toma su bolso del suelo y nos sonríe. –Nos vemos chicas.

Leticia le hace un gesto de despedida pero yo me limito a asentir, la figura oscura se endereza, abandonando su posición y dirigiéndose a donde está el orientador, una hoja es entregada a Samuel, el cual espera para conocer a su compañero, pero cuando llega el chico de capucha, este simplemente empieza a caminar en dirección al pasillo, dejando al rubio con la mano extendida.

Me toma más de lo necesario entender que el nombre mencionado pertenece al chico que hace segundos no podía dejar de mirar.

–¡Uy, italianos! – Miro a Leticia confundida y me sonríe de lado, su piercing en la nariz de pedrería rosa se ve ahora pequeño. –Tuve un novio italiano, fue un cretino. Ahora como que les tengo peste. –Se encoge de hombros en gesto divertido y me hace reír.

Es algo extraña...elocuente pero extraña.

–¿Qué te hace pensar que es italiano?

Se encoje de hombros –¿Cuántos "Azzios Di'Magro" conoces en la provincia de Cevale? Ese es sin duda un nombre italiano.

–Supongo que tiene sentido. –Respondo no muy convencida.

Ella se encoje de hombros a punto de decirme algo pero las palabras no salen debido a la interrupción.

–¡Alessia Laurín!

Suspiro al oír mi nombre, le doy una sonrisita apenada a Leticia por no poder seguir con nuestra conversación, con el equipaje en mano camino hacia el centro, escuchando por lo bajo un: "Nos vemos, chica"

Joshua me mira expectante. –¿Tu eres Alessia Laurín? –Asiento, reprimiendo los molestos pensamientos debido al apellido de Teresa, quien se encargó de asumir el rol de mi tutora legal.

El hombre me tiende un papel pero no lo suelta, parece compasivo cuando dice: –La data no te ha asignado una compañera aún, linda.

Frunzo el ceño, entre aliviada y confundida. –¿Tendré una habitación para mi sola?

Solo se encoge de hombros, ya pasando al siguiente par de becados. –No, ya mañana se te asignará compañera, solo ha sido error del sistema.

Asiento,  alcanzó a ver a Leticia haciendo un puchero fingido antes de que me vaya y le sonrío como despedida, puede que tal vez haya hecho una especie de amistad.

Aunque el indicador sea digital y la luz verde signifique que la puerta debería abrir, la palanquita del pomo no decide ceder sino hasta ahora, resoplo porque en primer lugar, llevo más minutos de los que me gustaría admitir tratando de abrir el condenado pedazo de madera.

La tormenta afuera ha ido en aumento y el frío está empezando a sentirse, de manera que encuentro reconfortante el ambiente cálido que brinda la habitación, es sencilla a diferencia de lo poco que he podido ver, pero increíblemente linda. Recuerdo haber leído online que una de las características de la academia universitaria de artes, es que cada dormitorio tenía obras de estudiantes que allí se alojaban y tal parecía, esta en especial había pertenecido a algunos amantes de las flores.

Dos camas de una plaza daban la bienvenida junto a mesillas de noche y armarios sobrepuestos individuales. Había una puerta que daba al baño privado en donde una hermosa rosa había sido ilustrada en la entrada.

A pesar de tener distintas flores no se veía recargado, era como una mezcla muy agradable. Casi como un pequeño jardín pintado.

Me deje caer en las fundas de la camita y miré al techo, ahí no había dibujos, así que el resaltante y puro color blanco me saludaba, era tan opaco como el de la pequeña habitación en la iglesia.

Una sonrisa triste me embarga, finalmente había dejado atrás la horrible casa de ayuda; Lo avisaba el equipaje al costado y mis pocas pertenencias desparramadas en el colchón contrario. Había empacado todo, con cuidado de no romper los carboncillos y artículos de pintura que me había regalado Teresa, los únicos que en realidad poseía.

Sintiéndome en privacidad, me tomé la libertad de analizar los bocetos de grafito que había llevado conmigo, esos que salían de mi bolso de mano y que sin importar las semanas que pasaban, seguían siendo los mismos. Ángeles.

Disfrutaba de todas mis creaciones menos de estas, ya que siempre terminaban con ese protagonista imaginario, un ángel hecho de sombreados negros que le daban un aspecto oscuro, repelía utilizar colores en él, sentía que no había tonalidad que lo identificara más que la recurrente. Pero no me agradaba dibujarlo y no era porque lucia mal sino porque siempre me hallaba plasmando la figura sin siquiera notarlo.

Solté un largo suspiro e hice una bola arrugada con uno de los bocetos, para luego echarlo al bote de basura en la recamara.

Por instantes sentía que me estaba volviendo loca, imágenes relacionadas con ángeles y pesadillas recurrentes inundaban mi mente en los últimos días, todas eran distintas y en cada una tenía una edad diferente. Quería pensar que tal vez se debía a una novela de fantasía que había leído pero se sentía tan real que me cuestionaba todo.

Me levanto y doy la vuelta para quedar frente al espejo colgado, tomando mi tiempo para analizar el reflejo, un iris oscuro me devuelve la mirada, tan café que podría confundirse con el mismo negro, los cabellos sueltos en mi coleta alta yacen a los costados de mi rostro, dándole toques de color naranja cobrizo a la tez blanquecina.

Muchas veces me he preguntado las razones detrás de mis rasgos, el porqué de mi color de cabello, cómo eran mis padres, e infinidades de cosas, pero siempre obtenía la misma respuesta silenciosa para una niña huérfana.

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