▬▬▬ chapter twenty six

capítulo vigésimo sexto ━━ Sensatez 》

⠀⠀⠀⠀⠀⠀La noche inundaba con su frío aire el ambiente, adentrándose por las ventanas del departamento, pululando en la sala de estar, abrazando con sutileza la figura de Dazai. Carente del abrigo —permitiendo la vista de sus brazos vendados—, el hombre descansaba en el cómodo sofá, recargando su cabeza en el respaldo. Su mirada en el techo estaba posada, escuchando las sosegadas acciones que realizaba la mujer en su habitación.

     Había sido muy bien atendido al entrar; Uriel lo llevó hasta el sofá, le sirvió agua y le preparó café, acompañándolo hasta que en cierto punto se ausentó.

     Dazai debía reconocerlo, la atención de Uriel era acogedora. Además, podía decir que el café que preparaba era delicioso, con la proporción justa de cada cosa.

     —Siento la tardanza.

     La voz de Uriel hizo eco en la cabeza del hombre. Pronto, la imagen del techo fue desplazada por una más agradable. Ella se había posicionado detrás del sofá, observándolo desde arriba con una sonrisa amena sobre sus labios, estando algo inclinada hacia él. Osamu la miró unos segundos y se reincorporó, realizando un gesto despreocupado como respuesta de su previa disculpa.

     Era la primera vez que la veía con ropas más cómodas y holgadas. Se mostraba tan natural y relajada ante él que no evitó sonreír con burla. No eran una pijama, pero era menos ostentoso que sus ropas diarias.

     Su presencia cerca de él no duró mucho, pues se llevó la taza que él había ocupado. La siguió con la mirada, vislumbrando el movimiento que realizaba en la modesta cocina.

     —Osamu, ¿le gustaría seguir bebiendo? —cuestionó desde la barra, apoyando sus codos sobre esta, observándolo con suficiencia.

     —Muchas formalidades de su parte cuando ya ha de saber que estoy dispuesto.

     La dama sonrió, dejando ver los dos vasos que había tomado pocos segundos antes de preguntar. El varón rio coqueto debido al claro juego que ella preparó. Uriel no se hizo esperar; en poco tiempo ya tenía los vasos llenos de hielo en sus manos.

     —¿Quiere hacer los honores usted o los hago yo? —cuestionó tranquilamente, refiriéndose a la apertura de la botella.

     Dazai, galante y servicial, llevó sus vendadas manos hacia la figura de cristal que resguardaba el alcohol, arrebatándola de las manos femeninas en un dócil movimiento, abrazándola con los dedos de una mano mientras que la otra tomaba la instrumentaría necesario para abrirla. Uriel rio con suavidad, dejando todo en sus manos, tomando asiento a su lado sin dejar de admirar cada movimiento que daba como resultado la apertura de la botella.

     El varón observó con humor a la dama, mostrando con finura la botella ya abierta, sirviendo la bebida de forma prolija en el vaso de ella, llenándolo hasta un poco más de la mitad, pasando a llenar el suyo por igual.

     —¿Qué le ha parecido? —preguntó con sorna, reposando la botella en la pequeña mesa de en frente.

     No fue un espectáculo llamativo, nada que exigiese suma concentración o alguna habilidad innata; sin embargo, a Uriel le pareció asombroso. El movimiento sutil que sus manos ejercían tras cada acción se le hacía embriagante. Sus actos no estaban ensuciados por la torpeza, siendo tan preciso con cada detalle e inclinación que no hacía más que dejarle la buena impresión de maestría.

     —Maravilloso —respondió observando sus bonitos ojos avellana, permitiendo que una sonrisa sosegada decorara sus labios.

     Dazai se llevó una de sus manos al pecho, dejando ver una expresión dramática de vergüenza.

     —Si lo dice así, va a hacer que me sonroje —musitó tan encantador como solo él podía ser, entregándole su bebida.

     —Quizá ese sea mi objetivo.

     La sonrisa taimada decorando sus labios y sus finos dedos rozando los de él al tomar el vaso fueron una demostración fluida en los gestos de Uriel, la cual fue analizada por los ojos curiosos de Dazai. Era elegante, mas no de una forma pomposa o presumida; su gallardía era una parte de ella, actitud misma que le daba ese toque único. Podía ser a causa de sus raíces extranjeras por lo exótico de su cultura y cómo determinaba sus costumbres y acciones con un toque agraciado. Uriel poseía una elegancia que destacaba entre otros galantes como ella.

     —¡Señorita! Qué objetivos tan peculiares. Debe tener cuidado con lo que dice.

     Osamu sonrió con timidez falsa, totalmente fingida, pero demasiado hermosa en sus facciones. Era hilarante cómo algo tan ajeno a sus gestos podía mostrarse tan natural en él, reluciendo un atractivo inexplicable que persuadía su ser de una forma que parecía hasta injusta.

     Uriel bajó la mirada, clavando sus ojos en el vaso, evitando mantener en el cuadro de su visión la hermosa expresión. Agradecía poder verla, por supuesto que sí; sin embargo, era capaz de apostar que podía provocar un terrible arrebol si lo hacía.

     Por primera vez, prefirió no darle el gusto de ello.

     Dazai pareció notarlo, pues rio por lo bajo, siguiendo sus pequeñas acciones. Era raro, mas no desagradable.

     —¿Quiere brindar? —preguntó la dama extranjera, alzando su vaso en dirección al varón. 

     —No veo por qué no. ¿Por qué razón vamos a brindar?

     —Realmente me gustaría brindar por usted.

     Dazai pestañeó con curiosidad, manteniendo una ceja arqueada. No podía ser ella Uriel sin tener esas peculiares ideas.

     —¿Por mí?

     —Sí, por usted. Por su felicidad.

     El castaño rio con cierta gracia, negando con la cabeza en un pequeño movimiento. No dudó en ese momento en observar los ojos ciegos inmersos en sinceridad.

     —Claro, solo usted haría ese tipo de peticiones. Debería de estar acostumbrado a ese tipo de cosa a estas alturas… —Suspiró divertido—. Acepto, brindemos por lo que usted dice.

     Uriel sonrió al ver cómo él alzaba su vaso hacia el de ella, a la espera de que sea su voluntad la que cediera el impacto.

     —Por su felicidad, Osamu.

     Y así, gracias al movimiento entusiasta y sutil de la dama, el choque de cristal con cristal inundó con su sonido la sala de estar. Sin nada más que agregar, intercambiaron miradas y dieron el primer trago en esa residencia.

     El trago frío refrescó su garganta, haciendo a la mujer suspirar. La sensación de mareo por la ronda de tragos anteriores había disminuido, estando algo perdido en su cuerpo. La caminata, el café y la ligera charla había permitido que el alcohol pasase. Por ende al recibir de nuevo la bebida, un pequeño escalofrío le recorrió.

     Tras un silencio algo amplio, Dazai retomó su atención en su acompañante.

     —Es raro ver a una mujer con tan buena resistencia. —Su comentario fue despreocupado y tranquilo.

     Laleh alzó una ceja, separando el vaso de sus labios. Quiso reír con cierta incredulidad por lo dicho. Se acomodó en el sofá, dejando que sus ojos azules se quedaran posados en él.

     —Son cosas que se obtienen al beber la mayoría del tiempo por razones culturales… También es cuestión de aprender a beber.

     —La confianza de sus palabras demuestran que sabe.

     Incluso su lenguaje corporal lo expresaba. No era como si lo gritara, sino que había que prestar atención para notar esas demostraciones. Su forma de beber, su frecuencia al llevarse el vaso a los labios, el conocimiento de diversos tragos y el agarre tan relajado en el vaso. Dazai solo necesitó dos ocasiones de copas con ella para poder notar esos detalles por completo.

     —¿Sabe? No debe ser apropiado tener tanta costumbre llamándose como el ángel de la sensatez.

     Uriel suspiró con pesadez como respuesta. Un suspiro tan desdichado que podía interpretarse como una desilusión; sin embargo, pese a eso, una sonrisa se marcaba en sus labios. Hacía mucho él no le respondía con algo de ese aspecto, pero en el fondo, sabía que en algún punto debía llegar nuevamente. No lo tomó a mal porque no es como si tuviese algún inconveniente con su nombre como en sus confusos años juveniles, siendo capaz de tomarlo con humor.

     —Y con sensatez bebo, Osamu. La sensatez no siempre recae en no hacer la acción, sino en cómo se hace. Si bebo con consciencia, es un acto de sensatez.

     Él la miró con diversión.

     —Sí, definitivamente usted está en sus cabales. Eso es algo que diría en situaciones normales. —La voz jocosa de Dazai era notoria, un toque fresco en el ambiente.

     —¿Me estaba probando? —preguntó con las cejas alzadas, interesada en ello y en lo espontáneo que fue.

     —¡Debe entenderme! Esta no es una situación que se presente todos los días.

     Uriel quiso reír, pero solo se limitó a exhalar una pequeña risa, sin algún hilo de voz que pudiera caracterizarla. Luego, ella humedeció sus labios con otro poco más de la bebida, tomando un breve silencio.

     —¿Y bien? ¿He pasado su prueba?

     El hombre tarareó un poco, mostrándose pensativo en una respuesta de sí y no. Para dejar a la dama con intriga, tomó la botella, sirviéndose algo de whiskey, rellenando con lentitud tortuosa la figura de cristal con el líquido bronceado. Finalmente, conmutaron miradas mientras él cataba de su bebida en un sorbo profundo, mojando sus labios y refrescando su lengua por la frialdad del hielo.

     —Lo ha hecho, señorita Uriel.

     Sus labios movieron su nombre de una forma que a ella le pareció delicada, incluso si era consciente de que fue dicho con una ligera sorna al hacerla esperar, haciendo énfasis, además, en el significado no denotativo de su nombre.

     Cómo podía Uriel explicar su gran habilidad sobre el encanto. Osamu Dazai era, sencillamente, un ser impregnado en una belleza inefable; una que atribuía una atracción hacia su persona; un enfoque que nada más podía dedicársele a él y solo a él.

     Ah… A Uriel le gustaba mucho ver y apreciar a Osamu. Estaba encantada con conocer y compartir tiempo con el enigmático hombre de vendas.

     Inevitablemente, en sus labios se pintó una sonrisa honesta, llena de valía y sobre todo del gozo que sentía en esa peculiar noche. Callando y concentrando su mente en sus pensamientos, bebió un poco más, decidida a acabar con su vaso.

     Dazai adoptó su silencio, descartando la mirada que mantenía en Uriel, enfocándose en cualquier otro detalle que no sea ella, como el cielo nocturno que se mostraba en los anchos ventanales del apartamento. Era tarde, lo notaba porque, incluso en ese mar de luces, había una clara falta de esos puntos brillantes que tanto caracterizaban Yokohama. A su vez, la densidad de las oscuras nubes y el frío que colaba en la estancia era otro de los factores que delataban la hora.

     La mujer, tras agradables minutos de compañía silenciosa, dejó su vaso vacío en la pequeña mesa, procediendo a reposar pacíficamente en su asiento, dejando sus azulados ojos sobre el hombre, a quien le quedaba un poco de alcohol aún. Osamu sintió el peso de su mirada y volvió a fijarse en ella, intuyendo que ya estaba dando por terminada la noche que compartían.

     Él se lo tomó con calma. No sé apresuró en acabarse el trago del exquisito whiskey que Uriel había escogido, sin sentir algún tipo de presión al recibir su serena mirada.

     —Temo que el cansancio me impide continuar esta noche —anunció Uriel una vez que Dazai imitó su gesto de poner el vaso sobre la mesa.

     Incluso si deseaba continuar, su ser no tenía las suficientes energías como para permitírselo; había despertado temprano, trabajó gran parte del día y paseó por las calles de Yokohama durante la noche. Ya no quedaba más que hacer aparte de descansar como se lo merecía.

     —Una lástima. Aunque debo admitir que sabe escoger momentos para dejarlo.

    Uriel sonrió con humor, al punto en el que Osamu pudo apreciar cierto descaro. La dama de levantó, sintiendo un fuerte mareo tras estar tanto rato bebiendo sentada. Suspiró perezosamente, sacudiendo su ropa por mera costumbre, manteniendo la imagen más impecable que podía.

     —En aquella habitación tiene todo lo que debe necesitar. Aunque si necesita algo más, puede tocar mi puerta sin dudar —habló tras recuperarse un poco.

     Dazai sonrió divertido ante la condición que le dejaba. Así mismo, se puso de pie, sintiendo del mismo modo los efectos del alcohol marearle de forma poco escandalosa.

     —Ah, usted es muy hospitalaria, señorita —musitó con su habitual tono, estando algo ronco debido al largo rato bebiendo—. Lo tomaré en cuenta.

     El varón rodeó la mesa, dejando sin vergüenza alguna las cosas utilizadas sobre esta. No era el dueño de nada y tampoco era el responsable; no tenía ningún deber de tratar de hacer algo al respecto.

     —Por cierto, Osamu.

     Le interceptó cuando ambos estuvieron lado a lado. Él la miró, destacando aquella sonrisa ligera y el cómo ella creó un contacto entre ambos al tomar su mano, envolviéndola entre sus delgados y fríos dedos en un agarre tan suave que lo hacía parecer una caricia. La mirada en sus ojos, justo debajo de la tenue luz de la luna, parecía resaltar el brillo evanescente que poco se apreciaba. Allí, el hombre esperó por micro segundos sin ejecutar palabras, dándole toda la palabra a la mujer extranjera.

     —Muchas gracias por prestarme su compañía.

     Y una vez dichas esas cortas palabras, su toque abandonó su lastimado ser sin ser brusca, como si disfrutase de ello.

     —Usted no cambiará eso de dar las gracias por cosas tan confusas. —Fue lo único que pudo decir el castaño, preso de cierta conmoción disfrazada.

     Uriel parecía saber que ese tipo de detalles eran tan raros en la vida de alguien que era indigno de ser humano, que se los regalaba múltiples veces por cosas tan nimias que llegaban a no tener sentido para él.

    Ella sonrió sin más, y con un último movimiento, su mano femenina rozó el rostro masculino para quitar un mechón del desordenado cabello que le impedía ver sus ojos con totalidad.

     —Buenas noches, señor Dazai.

      Deseó con buena fe, señalando con un ademán la habitación en la que él se quedaría. Incluso estando al borde del sueño y teniendo ciertas consecuencias del alcohol en su ser, sería buena anfitriona hasta el final, esperando a que él se retirara primero.

     Osamu simplemente negó, aún sintiendo el fantasma del agradable toque. Tomó paso a aquel cuarto, no sin antes detenerse en la puerta, permitiéndose agregar:

      —Buenas noches para usted también, señorita.

     Y de esa forma, aquella noche llegó a su fin con una innegable sensación de cercanía.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀Era bait si alguno pensó que pasaría algo más 😔🤙

⠀⠀⠀⠀⠀⠀Primera actualización un primero de diciembre. ¿Actualicé rápido? Un poco, sí.

Espero que les haya gustado
este capítulo 🫶✨

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