▬▬▬ chapter one
En completo mutismo, una mujer yacía sentada en una de las mesas de la cafetería Uzumaki a la espera de alguien. Entre sus labios mantenía el borde de la sexta taza de café durante esa media hora. Se mostraba gustosa de tener el humo del líquido impactando en su rostro, sintiendo que era una experiencia mejor para disfrutar como se debe de su bebida. Pese a estar en espera por largo rato, no demostraba gestos de estar molesta o inquieta por el hecho de que su acompañante llegase tarde, sino todo lo contrario.
Cuando la taza ya vacía impactó en el plato con cautela, el sonido de la campanilla llamó sus sosegados luceros celestinos. Un hombre de traje arena ingresaba por el local con parsimonia, buscando con sus avellanos orbes a por quien había hecho esperar un rato. La mujer sonrió, alzando la mano para indicar su presencia con mayor facilidad. Se levantó del asiento, tomando la taza y el plato para llevarlo a la caja con intenciones de ahorrarle el trabajo a las meseras. Pagó lo consumido, agradeciendo por la excelencia del servicio. De inmediato, se encaminó al castaño, inclinando su cabeza como saludo formal.
—Siento mucho la tardanza. Una dama como usted no debe esperar tanto tiempo sola —lamentó él con bellaquería, llamando la sonrisa de la mujer—. Mi compañero me ha dado percances —añadió, abriendo la puerta en un gesto caballeroso.
El sonido de la puerta cerrarse detrás de ellos se unió al ruido matutino de la movida ciudad de Yokohama. La fémina sonrió leve, acostumbrándose a las vistas que estaban fuera de la agencia. Un agradable lugar con una edificación hermosa, era lo que podía pensar. Curiosa, giró a ver a su acompañante de ese día, el cual hace pocos segundos le había hablado.
—Oh, no se preocupe. Me la he pasado bien en la cafetería —comentó, agrandando su sonrisa.
—¡Ah! ¡Qué dama tan encantadora! —exclamó en son de drama, haciendo reír a la muchacha.
Su andar no se hizo esperar, ambos comenzaron a dejar atrás la calle de la agencia para cumplir con lo asignado. Ella lo miró, examinando su rostro, procurando de no llegar a incomodar, guardando todo rasgo único del detective.
—¿Usted es el último? —indagó, conmutando miradas con él.
—Así es. Lo mejor siempre se deja para el final, hermosa dama —alegó juguetón—. Es un placer que yo, Dazai Osamu, sea su última e inolvidable experiencia en sus primeras semanas, señorita Uriel.
La dueña del nombre sonrió, encantada con el comentario.
Uriel Laleh era un miembro temporal en la agencia japonesa, debía acostumbrarse lo más pronto posible a la metodología de trabajo de cada agente y los respectivos casos que llegaran para poder ser de utilidad. Ese día le tocaba con el último detective activo: Osamu Dazai.
Ella se dejaba guiar a ciegas y con confianza del de hebras castañas, aunque hacia su esfuerzo para leer los carteles y memorizar el camino para evitar estar como Ranpo. No evitó sonreír ante el recuerdo, ese día habían durado una hora intentando llegar a lo que supuestamente era un lugar cercano.
A pesar de ser una persona callada, gustosa se dedicaba a responder cada tontería que soltaba el varón con una amable sonrisa, sin importar cual fuese. Dazai reía maravillado —y de cierta manera frustrado— por ser atendido sin enojo o irritación. Uriel admitía que le intrigaba la forma de ser del muchacho; era tan excéntrico y dramático. Todos en la agencia poseían algo de extrañeza que llamaba los capaces ojos de la muchacha en busca de saciar esos aires, y por lo que podía ver, el joven de saco tampoco se salvaba.
Antes de darse cuenta, por estar inmersa en las conversaciones con el hombre y pendiente del paisaje, ambos habían llegado a la escena en cuestión. Era un caso sencillo, demasiado sencillo para el gusto de Osamu. Una misión de buscar e interrogar a un ladrón con habilidad. Ellos solo estaban ahí para actuar en contra de la habilidad, interrogarlo de forma breve y entregarlo, ya que todo lo "interesante" —lo más complejo— ya había sido resuelto por la policía.
—Muy bien, señorita, nuestro hombre aparecerá en cuestión de minutos —informó, tomando asiento en una banca cercana. La fémina asintió, recordando haber leído los horarios en el informe—. Sabe qué hacer, ¿no?
—No se preocupe, lo tengo todo dominado —contestó tomando asiento a su lado—. Es un ladrón de bajos recursos, por lo que prefiere buscar dinero en efectivo antes que cualquier dispositivo porque no sabe dónde venderlos. Creo que esto será suficiente. —Del pequeño bolso que llevaba encima, sacó su billetera rellena de dinero.
Osamu sonrió como confirmación, dejando en solitario a la mujer. Ella suspiró, simulando contar el dinero que llevaba para dar un aire de distracción.
El reloj de su muñeca había marcado las cuatro y dieciséis cuando en su frente un extraño pico se había posicionado amenazador. Uriel le miró —sabiendo bien que mentir no era una de las cosas que más le gustarán—, colocándose una máscara de miedo hacia aquella cosa que salía del brazo del hombre.
Muy simple el modo de trabajo, con su mano sin anomalías señaló la tela que resguardaba el dinero de anzuelo, agregando a ese señalamiento el reloj de perlas que llevaba. «Al menos es capaz de reconocer joyas». Pensó, curiosa al hecho. La mujer alzó sus manos en dirección a la contraria para entregar, mas en lugar de dar lo solicitado, le sonrió.
—No debiste haber hecho eso —musitó afable, observando como Osamu había interceptado al sujetar el hombro del hombre.
Fácil, sin duda. Ya lo tenían, Dazai había colocado las esposas en las muñecas del hombre y llamado a la comisaría para que se encargaran de él. Ahora tocaba el campo en el que ambos agentes tenían dotes: el interrogatorio. Analizaron individualmente al sujeto a pesar de que solo el varón iba a actuar.
Uriel admitía abiertamente y sin ningún rastro de pena cómo estaba interesada en que el muchacho iniciara su método; conocer puntos nuevos era algo que se sumaba a su gran y vasta experiencia, satisfaciéndola de alguna forma. Sin embargo, tuvo el presentimiento de que sus ganas de conocer se habían quedado lejanas: Dazai no parecía simpatizado con la idea de actuar públicamente y en compañía; lo había visto sin querer en el reflejo de sus ojos.
Osamu no parecía que iba a hablar sobre que él dirigiera el interrogatorio, por lo que Uriel asumió el cargo de inmediato. No sería difícil, su sujeto estaba presionado por la mano que mantenía el castaño en su cuello y las esposas, además de estar bajo la mirada insistentes de la pareja de ese día; sacarle información solo le tomaría unos breves intercambios de diálogos.
—No es muy difícil pensar lo que va a suceder ahora, ¿no es así? —inició con parsimonia, juntando sus manos en la falda del vestido que traía puesto ese día. El hombre se removió incómodo, haciéndola sonreír leve—. Prometerle que no irá al juzgado si confiesa sus motivos, sería una terrible mentira de parte mía, pero, si habla con la completa verdad, tal vez pueda mejorar su situación.
Y nuestro ladrón se mostró interesado en esas relajadas palabras que había proferido Uriel mientras tenía sus ojos cerrados en un gesto de tranquilidad que se había extendido.
—Le recuerdo que una vez allá se trabajará con lo ya obtenido de forma previa. No puede sacar un tema que tenga relevancia después o será rechazado.
Sus luceros azulados volvieron a percibir la claridad, fijándose rápidos en el rostro dubitativo del criminal. El contacto visual fue inevitable, provocando que una sutil sonrisa se colara en los labios femeninos con sutileza.
—Si tiene personas a las cuales cuidar, creo que no podrá darles lo que necesitan cuando cumpla lo que el juzgado le vaya a dar. Debería tomar ese factor en cuenta.
Los ojos del hombre demostraron pavor al sentirse exhibido. Ella había dado justo en el lugar al que había apuntado, incluso más de lo esperado, puesto a que el cuerpo del varón se estremeció con el pensamiento
El criminal era un manojo de nervios que no sabía precisamente qué hacer para negar la acertada acusación. No había forma de evadir, se había delatado él solo y su mente maquinaba situaciones futuras dignas de una pesadilla.
—No les pasará nada..., ¿verdad?
Justo como lo previó. Lo había tomado en su palma como era debido.
—Prometerle algo no estaría bien, solo le puedo decir que tiene probabilidades.
El suspiro quebradizo liberado por el arcano fue el detonante a saber que la decisión de soltarlo todo había sido tomada con excelencia.
—Le debemos dinero a unas personas del barrio mortero —inició, llamando la meticulosa atención de ambos agentes—. Cuido a varios niños huérfanos..., los padres de uno le debían mucho dinero a esos hombres. Ahora esa responsabilidad ha caído en mí —finalizó breve su relato, inhalando asustadizo—. Ellos... ¡Ellos han amenazado con quemar a los niños si no cumplo con lo indicado al final de cada mes! ¡No tengo otra alternativa!
Uriel cerró sus ojos pensativa, siendo lo último que vio por ese momento el espantado rostro del hombre y el gesto de Osamu al ver hacia arriba.
Pocos segundos después, la patrulla de policía se detuvo en el lugar, dando por finalizada su labor. De inmediato, Dazai dio comienzo a la narrativa de lo que había pasado con lujo de detalles. Justo como vinieron, habían desaparecido de la escena con el criminal bien asegurado. La mujer se permitió sonreír, inhalando y exhalando un poco al ver que todo había terminado sin percances y de forma inmediata.
Ahora los miembros de la agencia armada regresaban sobre sus pasos en silencios momentáneos. Uriel miraba a su acompañante curiosa, tomando ese hilo de diferencia del recorrido anterior. A simple vista no daba muestras de algún cambio, pero su instinto le susurraba que algo había cambiado.
—Oh, señorita, reconozco que soy encantador, pero si en verdad llamo tanto su atención me dará ilusiones —comentó risueño al notar la azulada mirada encima de él.
Uriel sonrió de lado mientras acomodaba sus negras hebras con relajo. Se tomó su respectivo tiempo para dar a saber la pregunta que en su mente se había formulado. Le miró una vez más, hundiendo sus orbes con los avellanos.
—¿Se encuentra bien? —soltó finalmente.
Dazai parpadeó un par de veces para reír, acción que provocaría de una forma mayor el interés de la fémina.
—Usted es tan dulce, preocupándose por mí. ¡Ah! Qué belleza exótica tengo en frente —exclamó sonriente, colocando sus vendados brazos sobre su pecho—. Estoy perfecto, más en compañía de una dama como usted.
—Mientes.
Osamu la miró, sorprendido de que haya visualizado su mentira oculta. Él poseía dotes de actuación bien desarrollados, mas estos no fueron capaces de engañar a la mujer. Uriel, por su parte, agachó la cabeza como disculpa a la crudeza de sus palabras, había sido un instinto mismo darle a saber que conocía el hecho de que mentía; era una costumbre que poseía al dejarse llevar en demasía por lo que veía.
—Le he notado pensante. Quería saber si estaba bien —musitó con más razón y calma. Mirando los ojos del muchacho sin deseos de obtener de más—. Disculpe mi contestación anterior.
Sonrió como disculpa sincera hacia él, tratando de aliviar algún malentendido o actitud reacia. Desconocía la mentalidad de Dazai, mas prefería prever.
—Oh, así que ha sido por eso. —El varón sonrió, colocando sus manos en los bolsillos de su saco—. Me enternece, señorita Uriel.
La mujer cerró sus ojos con lentitud, ahogando un suspiro que significaba todo menos el gusto de no haber obtenido una respuesta sincera; sin embargo, sus labios no liberaron nada más en referencia. No eran detalles que le convenían, pero estaba fuera de sí ese impulso de ayudarlo en lo que necesitara, porque ayudar era una de las cosas que más le gustaban a Laleh, incluso si en verdad esta no fuese necesaria. Era algo que ya estaba en su cabeza y no podría ser eliminada de ninguna forma.
Dazai, por mientras, miró de reojo a su acompañante. Curioso en el hecho de que haya podido decir sin dudar que la mentira decoraba sus palabras con sutileza. Apenas había terminado su frase, lo acusó de mentir. Interesante y peligroso en cierto modo.
¿Qué más podía hacer Uriel?
Fuah, primer capítulo de esta novela.
¿Pensaron que la abandoné? No los culpo.
Honestamente, estoy emocionada por
los cambios realizados.
Sé que no es un gran cambio, pero
estoy más cómoda con lo presentado.
¡Nos leemos pronto!
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