▬▬▬ chapter nine
《 capítulo noveno ━━ inicio de tempestad 》
Sus largos dígitos se deslizaban con cautela sobre la suave superficie calurosa, acariciando cada detalle que la porcelana desfilaba orgullosamente con hermosura, amando su estilo. A su alrededor tenía a la mayoría de detectives activos de la agencia —faltando nada más el joven tigre—, quienes conversaban de forma amena antes de comenzar el horario laboral. En esa conversación el diálogo de Uriel no aportaba mucho, gracias a que nada más se dedicaba a escucharlos y a responder las preguntas que soltaban de manera repentina. En su lugar, prefería observar los detalles de la taza, los cuales asimilaban un aspecto de piezas francesas e inglesas, demostrando la elegancia y la exquisita elección que tenía el café Uzumaki. Quien haya pedido las vajillas tuvo un muy buen gusto.
El sonido del exterior entró al local cuando la puerta fue abierta, llamando la atención de quienes tenían vista a esta misma en esa particular mesa. El miembro faltante hizo acto de presencia, ingresando con una sonrisa nerviosa, titubeando un poco entre sus pasos, llamando interés. Una vez en frente, saludó a todos con amabilidad propia de él, deteniéndose en la extranjera. Sus movimientos torpes con las manos —los cuales había intentado disimular en su corto andar a la mesa— se hicieron notorios, quizás más de lo que ya eran, sirviendo como un delatador extra de sus nervios.
Uriel observó curiosa al albino, pues el mirar de este se retenía en ella, estando paciente de sus palabras.
Atsushi respiró, decidido a hablar por fin:
—God morgon, fröken Uriel. —Las palabras incomprensibles para los de la agencia provocaron sorpresa y confusión en cada uno.
Atsushi bajó la cabeza de forma leve, acobardándose por la duda de la calidad de su pronunciación, deseando haberlo hecho bien. La sueca, por otro lado, se llenó de grato sentimiento al escucharlo, sonriendo con gusto ante el amable comunicado en su idioma natal. Había claras fallas, pero apreciaba los esfuerzos del muchacho para hacerla sentir aún más en casa, y que le saludara en su idioma era una maravilla.
—God morgon till dig också, lilla tiger. Hur är allt?
Las miradas de los japoneses volaron hacia la de hilos azabaches, quien miraba al albino con una afable sonrisa sobre sus belfos, complacida por poder movilizar su lengua al sonido de su idioma, aunque sabía que el joven tigre no le iba a entender bien.
—¡¿Desde cuándo hablas sueco, Atsushi?! —exclamó Dazai, colocando sus manos sobre la mesa con fuerza, manifestando la duda general.
El aludido sonrió leve, algo sofocado por tan repentina atención que estaba recibiendo. Era extraño y agradable.
—La señorita Uriel me ha estado enseñando unas cuantas cosas de su idioma desde hace un tiempo —contestó—. La pronunciación es en verdad complicada —lamentó lo último con un pequeño suspiro, pero tenía la satisfacción de haber sido entendido a pesar de sus errores.
—Tal vez deberías enseñarme un poco, Uriel. —Akiko fue la primera en mostrarse interesada, volteando a verla con una retorcida sonrisa en su rostro—. Los idiomas europeos suenan tan imponentes. ¡Nada mejor que asustar a los pacientes un poco!
Uriel rio suave, accediendo mediante un pequeño asentir de cabeza.
Gracias al pequeño acto de Atsushi, el centro de la charla cambió para enfocarse en la sueca, quien recitaba amable y de buena manera las frases que le eran pedidas en su lengua materna. No obstante, el maniático suicida de la agencia, siguiendo su actitud común y preguntando por frases para solicitar un suicidio doble, tomó en cuenta la verdadera eficacia que tenía esa mujer en asuntos sociales. Ella llevaba unos cuantos meses en la agencia y ya era de completa aceptación entre ellos. No había miembro con el que no se llevara bien, solo él hacía excepción.
Si bien debía decir que sí era consciente de esas pequeñas tutorías que le daba la mujer a su subordinado, incluso presenció una de las primeras. Hace semanas que se había dado cuenta que el adolescente la llamaba por su nombre con naturalidad; hacía ya mucho que no la llamaba Urieru.
Fuera de eso, pensándolo sin mucho esfuerzo, era notable que Uriel era ese tipo de persona que caían muy bien, o, por el contrario, caían mal. Nunca habría un punto intermedio. Para los demás, relacionarse con ella era solo de dos colores: blanco y negro, y todo dependía de los gustos de quien hablara con ella. Y, profundizando su actitud, debía admitir, muy por debajo de su orgullo humano, que bajo esa amable y tranquilizadora actitud, la de cabellos negruzcos parecía ser una buena jugadora. Tenía la excelencia de haber llamado su hambre de curiosidad; había mostrado su exquisito dominio de las palabras y lo cuidadosa que era en cada conversación. Uriel se había vestido de misticismo para él, manifestando aspectos tan intrigantes y regalándole sutiles sonrisas al compás de sus miradas llenas de todo, pero, a su vez, de nada.
Cuando la neblina de lo desconocido no azoraba su pensamiento, se daba cuenta que todo yacía en una provocación oculta que solo comenzó a mostrar a cuando más le convenía.
Alzó la mirada, encontrándose los ojos azulinos sin lustre, con su expresión agradable, la cual cambió leve al menguar su mirada y alzar la comisura de sus labios por un corto momento. Sonrió coqueto, solicitando su servicio para crear una propuesta perfecta en sueco, dictando palabras vívidas y llenas de halago, las cuales Uriel trasladaba, tratando de imitar el tono dedicado que expresaba el japonés.
Teniéndola pensando en otra cosa, repasó la decisión que había tomado la noche anterior. Aceptaría su juego, confiando en su genio innato para salir airoso de todo.
La charla había acabado cuando todos dejaron atrás la cultura de la extranjera. Todos los miembros de la agencia se levantaban del mueble acolchonado, saliendo para ir a la oficina a trabajar en todo caso de que tuviesen trabajo. Uriel, al ser una de las que estaba en la pared, se incorporó de último, siendo esperada por Dazai, quien esperó otro poco al estirarse para poder ir a la par de la mujer.
—Señorita Uriel —llamó, encontrando la atención de ella—. Tengo la respuesta a su propuesta.
La fémina expandió sus cuencas con sorpresa, pero no evitó sonreír cándida, ansiosa por escuchar. Por momentos, observó las tazas que dejaron todos sobre la mesa.
—Adelante. Dígame qué ha decidido.
Dazai metió sus vendadas manos en su saco, cambiando su porte a uno más despreocupado, sin tomarse las cosas con mucho apuro, lo suficiente paciente como para no dar un mensaje erróneo.
—Acepto —soltó—, pero temo decir que no le garantizo que usted pueda obtener algo con eso.
Pese a sus palabras, Uriel giró su cabeza, mirando de frente el rostro de Osamu, complacida con la respuesta que recibió.
—Me alegra que haya accedido. Aunque no debes preocuparte, le garantizo que lo que busco se dará.
—Confía mucho en que en verdad ha logrado llamar mi interés, ¿qué le hace pensar eso?
Uriel afianzó su sonrisa, y acercándose un poco, señaló sus propios ojos y luego los ajenos, alzando ambas cejas en una expresión reveladora de su parte.
—Creo que es suficiente prueba, ¿no lo ve así?
Justo como el detective llegó a pensar: Uriel había sido bastante atenta con sus encuentros y a su alrededor, pese hallarse haciendo otra cosa. Su trabajo, según lo que conocía, estaba vinculado con el gobierno, por lo que lógico sería que estuviese cuidadosa para cuidar de su vida o reputación en el exterior. Experiencia en un ambiente ajeno se le notaba; en su primer día como parte de la agencia se vio reflejado en su forma de presentarse y desenvolverse. Mas, solo era información confirmada, nada de eso cambiaría su situación. Y como no cambiaría su situación, él tampoco debía cambiar su forma humana de actuar, a pesar de que la mujer le haya vuelto a decir que conocía una verdad de él.
Laleh le hizo un ademán para salir del local e ir hacia las oficinas, sin deseo de cortar su conversación aún.
—Ahora, yo le daré las, por decirlo, "reglas".
—¿Habrá reglas? Haberlo mencionado antes. ¿Y si eso hace que me arrepienta? ¡Señorita! ¡Eso es engaño! —exclamó, fingiendo dolencia—. Apenas he aceptado, confiando, ¡y ya he sido mentido! ¿Qué puedo esperar del resto?
Ella solo lo vio, riendo por lo bajo, abriéndole la puerta para entrar en el edificio, recibiendo una mirada de él antes de pasar.
—No se preocupe. No lo he engañado para nada —aseguró—. Mi manera es muy sencilla, demasiado, a decir verdad. Desde un principio le pido una disculpa si no es tan emocionante como le gustaría —comentó, adelantando unos pocos pasos para quedar frente a él, teniendo una buena visión de sus ojos gracias a su muy parecida altura—. Como decía: todo consiste en salidas. Usted me lleva a un sitio de su gusto, sin importar el lugar, hablamos, y si yo veo colaboración de su parte, respondo una pregunta que usted me haga ese día con total sinceridad... Para agregar, no utilizaré mi habilidad, así que no ha de preocuparse... ¿Le parece justo?
—¿Y si no estoy de acuerdo con las reglas?
—Entonces podemos cambiar un par de cosas.
El japonés lo pensó con detenimiento, buscando las probabilidades de futuros escenarios si seguía las reglas predeterminadas. Él tenía dominio completo del lugar, además de tener una idea de las posibles conversaciones y las preguntas que de estas saldrían. Ella no tenía conocimiento de Yokohama de forma extensa, y quizás esa sea una de las cosas de su confianza al dejarle el lugar. Todo resultaba muy ventajoso para su gusto. Su voz de la experiencia le decía que algo se descolocaba de tan linda situación que la sueca le daba; sin embargo, conocedor de eso, también le podía buscar otra utilidad más allá de ese juego.
—Bien. Es lo suficiente justo para mí, señorita Uriel.
Osamu sonrió con esplendor, deslumbrando su bien trabajada expresión carismática, volviendo a colocarse a su lado, retomando el andar hasta las escaleras.
Uriel, por su parte, agachó la mirada a sus manos, alzando la comisura de sus labios para formar una sonrisa baja, sintiéndose aliviada por un instante más efímero de lo usual, porque justo ahí sería cuando todo lo que buscó, sería encontrado.
—Que así sea, Osamu.
━━ 𝐬𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐝𝐨 ━━
conversación de Uriel
y Atsushi.
( —Buenos días, señorita Uriel.
—Buenos días para ti también, pequeño tigre.
¿Cómo va todo? )
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top