La mágica noche anterior había acabado con una mayor sesión de besos ya con menos ropa, y bajo las sabanas del pelinegro. Definitivamente, June sería incapaz de olvidar su primera cita.

El día siguiente, June había despertado sintiéndose mucho más liviana, le resultaba extraño, claro que lo hacia, y en un principió se vio incapaz de identificar que era lo extraño.

Permaneció abrazada al pelinegro, con su cabeza sobre su pecho—el cual se estaba convirtiendo en su lugar favorito— mientras intentaba terminar de averiguar que era lo distinto en aquel día. Que era lo que no estaba notando; que era lo que faltaba.

Le costó descubrir que se trataba acerca de aquel vacío que llevaba con ella durante prácticamente toda su vida, u al menos desde su primer "accidente". En cuanto descubrió la falta de aquello no le pareció real durante unos cuantos segundos, dio por hecho que continuaba dormida, y que esa sensación de suma comodidad que la invadía era únicamente producto del mundo perfecto que su mente estaba generando, sin embargo, era real; por primera vez en años ese "¿Por qué?" había desaparecido. 

Aquella voz en su cabeza que no dejaba de preguntarle aquello una y otra vez cada día por fin se había callado.

Algo en June pareció haber comprendido que, si todo lo que le había sucedido la había llevado a aquel pueblo, a aquellas personas, a aquellos momentos, esa debía ser la respuesta a todo.

¿Por qué tenía poderes? ¿Por qué le sucedió todo lo que le sucedió? ¿Por qué no pudo pasarle a otra persona? ¿Por qué su vida debía ser aquel desastre? ¿Por qué no había podido evitar absolutamente nada? ¿Por qué era diferente?

Para llegar allí, al lugar y momento en el que se encontraba.

Para terminar rodeada de amigos y de una verdadera familia.

Para terminar en la cama de Stiles Stilinski mientras éste la rodeaba con sus brazos.

Repentinamente, todos aquellas preguntas ahora tenían respuestas.

Y no necesitaba ninguna más.