Capítulo 7

—Darkia —avisó Sublatti, que volaba a mis espaldas.

Miré hacia atrás para hablarle

—Dime —contesté.

—Si quieres enfrentarte al gran jefe, deberías entrenar.

—¿Todavía sigues llamándolo jefe? ¿Y con quién voy a entrenar?

Ella se detuvo y yo también lo hice.

—Seré una renegada —respondió—, pero siempre seguiré siendo un demonio. Yo te entrenaré. Un ángel no puede ganar a un demonio si utiliza técnicas básicas. Deberías conocer la manera en que luchamos los demonios, y así, podrás ver su debilidad y vencerlos.

Asentí y comenzó a descender.

Llevábamos casi una semana volando y sólo descansamos dos días. No había comido nada desde entonces, y lo único que veía eran cenizas y cadáveres.

Descendimos y aterrizamos sobre una ciudad, apenas quedaba nada de ésta, como estaba el resto de la Tierra.

—Otro lugar destruido, estos seres nunca están contentos —refunfuñé.

—El plan de los demonios era conquistar la tierra y extinguir a sus habitantes, o eso creo. Desde un principio, solo era un plan de venganza, pero ahora...

—Pero si tienen el infierno, ¿para qué quieren más?

Ella bajó la cabeza avergonzada.

—Nosotros somos una especie avariciosa y queremos tenerlo todo. Lo nuestro y lo de los demás. Yo me negué a obedecerle, algo me dijo que lo hiciese, aunque no recuerdo qué.

—Entiendo... —Rocé con mis dedos las ruinas de un edificio que podría haber sido una enorme casa. Recogí un poco de ceniza y lo lancé para que el viento se lo llevase.

"—Me siento tan sola... Tan triste... Yo no pedí esto... Yo no quería que pasara esto...".

Otro recuerdo. Cada vez había más y me sentía más confusa. ¿Había sufrido antes de caer en la guerra?
Sublatti no notó mi despiste y decidió comenzar mi entrenamiento.

—Ya es hora de que aprendas a luchar. Acércate para que te observe.
Me revisó las ropas, la destrozada armadura, las alas y la espada. Me di cuenta que era zurda, pues era más hábil y era más cómodo pelear a ese lado.

Cruzó los brazos y se puso a dar vueltas a mi alrededor. Mientras, agarré a Revage para ir probando como cogerla para ver cómo era más fácil de manejar.

—Las alas están bien, el cuerpo robusto y sano, una buena espada... Perola armadura está hecha pedazos y la ropa es una porquería. Tranquila, yo te la arreglo.

Le observé extrañada. Colocó sus manos sobre mí y le empezaron a brillar de una manera que me cegó. Mi cuerpo se iluminó y la magia hizo efecto. Mi armadura ya no estaba estropeada y se veía de un bello color plateado. Detrás, tenía una capa marrón oscura y una funda para guardar mi espada, la legendaria Revage.

Según me contó la demonio, su creador fue Satan con el objetivo de vengarse del Creador, pero no le funcionó. Nadie despertó su poder aún y yo fui la primera en hacerlo. Cuanta más odio y venganza sintiera, más poder tendría.

—Con esto bastará —dijo Sublatti satisfecha.

—No sabía que podías hacer eso.

—Ya le dije que somos unos seres que no sólo usan la fuerza bruta.Algunos curan, otros construyen, luchan, o como sucede en mi caso, soy hechicera o maga, como se diga. Soy capaz de hacer hechizos extraños, pero no puedo curar. Desde que eres pequeño, ya se decide que vas a ser en un futuro. Los que me enseñaron eran miserables y malvados, por lo que decidí hacerlo yo sola.

—¿Sin ayuda de nadie? ¿Y cómo lo hiciste? —pregunté curiosa.

—Encontré libros de magia blanca, que estaban prohibidos en el infierno.Gracias al esfuerzo y al duro entrenamiento conseguí dominarla —se calló para ponerse seria, pues ya empezábamos a tener confianza a pesar del poco tiempo—. Te enseñaré como se empieza un combate. Si lo haces a lo loco, vas a perder seguro. Debes mantenerte alerta siempre, nada de pegar por pegar sin saber a quién te enfrentas.

Me arrebató mi espada, abrió un poco sus piernas y las flexionó. Levantó un poco la espada y mantuvo los brazos casi doblados. Bajó un poco la cabeza, su mirada parecía decidida.

—Primero, abre las piernas, flexiónelas, pero no del todo. Coja la espada y manténgala en guardia, que es muy importante. Levante los brazos y la cabeza bájela un poco. En sus ojos tiene su adversario que ver desafío y valentía. Si muestra miedo, el enemigo no os verá como justo rival.
Me devolvió la espada tras la primera explicación.

—Te toca.

Hice el proceso que me dijo.

—Muy bien. Aprende rápido. Levante más el rostro. Los hombros hacia delante. Abra más las piernas, un poco más.

Obedecí y me quedé como una estatua.

—Genial. Ahora le enseñaré a asestar el primer ataque.

De sus manos apareció una espada de hoja blanca y brillante, con el mango de color esmeralda. No ardía y parecía el Sol iluminando el cielo.
Se puso en guardia y dio un paso hacia el frente. Yo me aparté por si acaso.

Abrió sus alas y realizó un gran salto. Mientras saltaba, levantó un poco las piernas y alzó la espada. Antes de acabar el salto, bastó un solo movimiento con la espada para provocar un fuerte viento. No solo eso, también se oyó un sonido similar al de un látigo. Fue un ataque ligero y sorprendente. Ahora sabía que iba a ser un buen maestro y que tendría que entrenar muy duro.

Ella se giró y se acercó hacia mí. Yo me quedé embobada con su gran movimiento.

—¿Qué te ha parecido? ¿Sorprendida? Ahora le toca a usted. Repita lo que yo he hecho.

Me puse en guardia e hice la pose. Después di un salto y elevé a Revage. Pero el movimiento fracasó y caí de espaldas resbalándome con las botas de la armadura. Sufrí un pequeño dolor y me quejé de éste.

—¿Se ha hecho daño? Se le olvidó levantar las piernas y la espada estaba demasiado atrás. La primera vez cuesta, pero ya verá como se acostumbra y lo consigue. Sólo es cuestión de tiempo.

Me ayudó a levantarme y lo intenté de nuevo. Éste golpe fue mejor que el anterior, pero ella me dijo que había sido muy lento.

Lo hice tantas veces hasta que me cansé. Tomé un respiro. Estaba dispuesta a seguir,pero mi compañera negó con la cabeza y se interpuso en mi camino.

—Dejémoslo por hoy. Ha hecho un gran trabajo y se ve que ha mejorado bastante—dijo sonriendo—. Ahora debemos descansar y buscar refugio. Parece que va a llover.

Asentí y guardé a Revage en su nueva funda que venía con mi nueva vestimenta.Caminó hasta una pequeña cueva para resguardarnos mientras yo le seguía. Estaba cansada debido al entrenamiento del primer día. No estaba acostumbrada a hacer ejercicio y tenía que saber controlar mi cuerpo para luchar. Hizo una hoguera y descansamos.

—¿Sabes? Me recuerdas a alguien que conocí hace mucho tiempo, pero no sé en qué... Lo poco que logro acordarme es que era capaz de luchar con dos espadas, lo que es bueno a la hora de defenderse, pero tú eres muy ágil y podrías esquivar cualquier ataque en vez de defenderte —comentó sin tener mi respuesta, pues estaba demasiado cansada.

Antes de caer dormida, escuché las gotas de lluvia caer y chocar éstas en el suelo.

Pasadas las horas, Sublatti me despertó y nos pusimos a entrenar antes de que el sol saliera.

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