Capítulo 31
-Qu-e-e qu-e... -tartamudeé.
Sublatti salió de la celda para ir a mi encuentro.
-Darkia... -apoyó una mano en mi hombro.
Llena de rabia, me incorporé y recuperé a Revage. Apunté con ella al cuello de la diablesa.
-¿Qué haces? Creo que esto... -Dijo atónita por mi reacción.
-¿Crees que debo confiar en ti? No sé porqué me guiaste aquí, ni tu historia. En vez de resistirte contra Satanás, le hiciste caso y me enviaste ahí, donde podría haber muerto. ¿Para quién lo hicisteis?
-Desde un principio para el Creador... Pero él cambió de opinión, pues le derrotó sin mí.
-Y ahora que no está, ¿qué? ¿Te irás sin más?
-No lo sé... Puedes confiar en mí y dejar que me quede contigo. ¿Y tú, que vas a hacer?
Sin responder, empecé a cortar al demonio a trozos: los brazos, las piernas... Ese maldito demonio había matado a tantas personas y ángeles... Por su culpa, John y la Tierra murieron. Mientras pensaba en eso, la espada cercenaba todas las partes del cuerpo. Sublatti miraba sin decir nada, porque en el fondo entendía lo que me había hecho ese diablo. Finalmente, le corté la cabeza, dejando junto a ella su destrozado cadáver.
-Ahí tienes mi venganza, maldito demonio... -susurré.
Me dirigí hacia mi compañera y las puertas de la mazmorra se abrieron de golpe. Aparecieron más demonios, nos colocamos en posición defensiva, eran unos diez los que entraron. Los miré fijamente y les dije.
-He matado a vuestro jefe, ¿queréis correr su misma suerte?
Inesperadamente, todos se inclinaron. El gesto nos pilló por sorpresa.
-¿Qué? Mira, yo no quiero nada...
-Creo que quieren que seas su líder, su reina -me explicó Sublatti.
-Pero... Yo no soy un demonio, ni un ángel.
-Señora -dijo uno de los demonios-. Por favor, sea nuestra reina. Fuimos esclavizados y maltratados por Satanás, usted nos ha liberado. Se lo suplicamos...
Di un paso hacia delante.
-He decidido que voy a aceptar. Creo que deberíamos solucionar todo este desastre provocado por vuestro anterior rey. Pero antes... Voy a echarme una siesta...
Todos se levantaron alegres y comenzaron a vitorear, pero yo estaba sin energías y me desmayé en medio de la celebración.
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Después de cinco días durmiendo, me desperté en una cama blanda y muy cómoda. Seguía teniendo la armadura puesta, aunque estaba abollada y manchada de sangre seca. La habitación donde me encontraba era grande y espaciosa. Las paredes eran de roca y el techo era de un bonito tono rojizo. Me levanté de la cama mientras me desperezaba.
Alguien llamó a la puerta.
-Puedes pasar -dije.
Sublatti entró en la habitación. Tenía un nuevo traje y su rostro mostraba felicidad.
-¡Darkia! ¿Cómo estás?
-Bien, gracias. Parece que he dormido por mucho tiempo.
-Unos cinco días. Los demonios se ocuparon de ti cuando te desmayaste. Les ordené que prepararan una habitación para su reina. Han reformado todo el castillo y preparado la ceremonia.
-¿Qué ceremonia? -le pregunté.
-Tu coronación.
-Pero... ¿Coronación? ¡Acabo de despertar!
-Sé que es pronto, pero necesitan un líder. He ocupado tu puesto todo este tiempo. Eres su salvación.
-Necesitaré algo de ropa nueva.
-En tu bolso encontré un vestido, unas sandalias y una piedra, ¿quieres que te los traiga?
-Sí Sublatti, gracias. ¿Algo más que deba saber?
-¿Sabes improvisar discursos?
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Me cambié de ropa. Mucho después, vinieron unas cuantas diablesas y me ofrecieron una capa roja, hecha con una tela de bastante grosor. Estaba adornada con unas piedras que, según las diseñadoras, era rubíes que pertenecieron a Satanás, incluso la habitación en la que había descansado esa noche le perteneció tiempo atrás.
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Era el momento. Dos demonios llamados Aunketrez y Rolan me guiaron a la sala del trono. Entré en la habitación del trono, cuya puerta también había sido reformada, era el doble de grande que la anterior. Un montón de demonios esperaban en el interior. Se arrodillaron al verme y me senté en el trono.
El nuevo consejero dijo unas palabras describiendo lo que le había ocurrido al anterior líder y que, por primera vez, iban a tener una reina. Todos estuvieron a favor de que yo liderara, por lo que me tocó dar mi discurso como nueva reina. Me levanté y tomé un poco de aire.
-Hola, como muchos ya sabéis, mi nombre es Darkia, y viví un tiempo con los humanos, quiénes han sufrido numerosos ataques. A partir de ahora, todo va a cambiar. Se hará lo contrario de lo que mandó Satan: buscaremos a los supervivientes y les daremos la vida que se merecen. Pienso que los ángeles estarán de parte de Satanás aún, así que iremos y les dejaremos las cosas claras. No os maltrataré, porque merecéis respeto. No tenéis la culpa de tener a un jefe tan cretino. Este es el cambio, y todo será distinto. ¡Traeré la paz a los tres mundos!
Concluido el discurso, Sublatti se acercó con la corona en sus manos y me pidió que me arrodillara para ponérmela. Era negra con piedras rojas y doradas. Hice un juramento como reina y con esto finalizó la celebración.
Todos gritaban "¡VIVA LA REINA!".
Se celebró un gran festín con bailes tradicionales y batallas entre demonios, sin llegar a matarse.
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Después de que todo acabase, decidí salir a que me diera el aire, para así tener un poco de tranquilidad. No había nadie fuera del castillo, todos estaban dentro disfrutando de la celebración. Me quité la corona y la capa antes de salir. Lo único que llevé conmigo fue a Revage sin su funda. La tenía agarrada con una sola mano y en la otra, la piedra de Marfil. Pensé en John, me alegré de haber cumplido mi misión. El paisaje a mi alrededor estaba destruido, quemado.
-John, sé que me escuchas desde alguna parte -miré al cielo oscuro-. Sé que nuestra promesa no se ha cumplido, pero sé que me has mentido. Tú lo sabías, ¿verdad? Por eso ya habías visto criaturas como nosotros... Da igual, seguro que estarás en el paraíso escuchándome intentando dar una explicación que no podré escuchar. Me he convertido en la reina de este lugar y he vengado tu muerte, junto con el resto como tú. Ahora soy mucho más fuerte, aunque todavía recuerdo esos momentos en los que íbamos al campo a mirar el bello atardecer... Yo también lo extraño... -El viento se llevó consigo todas esas palabras. El cielo estaba sin color alguno, haciendo que mi charla sonara triste y melancólica.
Me quedé callada. Al rato, Sublatti me encontró.
-¡Darkia! ¿Qué haces ahí? -dijo con voz ahogada.
-Estaba reflexionando.
-Te he escuchado hablar.
-Hablaba con John.
-¿Ese humano?
-Sí, murió mientras huíamos de los demonios que atacaron el pueblo donde yo vivíamos. Después me salieron las alas -las extendí.
-Ya veo.
-¿No vas a contarme nada sobre ti?
-Es demasiado pronto. Te lo contaré más adelante. Ah, hallé esto en la mazmorra -me entregó el medallón que causó la muerte del dios de los infiernos.
-Esto... Lo tenía él. ¿Sabes a quién pertenece?
-Pues... No lo recuerdo. Es extraño, lo he visto en alguna parte. Siento como si... me hubiesen alterado mis recuerdos...
-Vaya... ¿No lo notaste? Parece como si hubiese algo que había detenido que derrotase a Satan, ni él a mí... Desde que ocurrió esto, he estado viendo visiones, y pienso que es de mi vida anterior. También, he visto a un ángel, y estoy segura de que tendrá lo que busco.
-¿Y qué es lo que quieres?
-Quiero conocer a mi pasado y la verdad.
-Oye, tienes algo raro sobre la cabeza...
Observé lo que tenía. Era... un círculo brillante azul que se situaba sobre mí, como dijo ella.
-¿Qué es esto? ¿Desde cuándo lo tengo? -Alargué la mano para tocarla, atravesándola.
-¿Conoces los objetos sagrados? Son símbolos que indican divinidad, algo parecido a ser un dios...
-¿Qué quieres decir con eso? ¿Soy... un dios?
-No estoy segura. Los ángeles tienen mucho conocimiento de eso...
-Entonces... Ya hay un motivo más -sonreí, alegre de tener una nueva meta-. Lo siento mucho. Creía que ibas a traicionarme y seguir ese plan.
-No, no lo haría. Somos familia, ¿no? Llevamos bastante tiempo juntas sufriendo lo que hemos pasado, ¿cierto?
Asentí. Estaba satisfecha, y todavía tenía cosas que hacer. Ir al cielo, hallar respuestas y al ser que estaba cambiándolo todo. ¿Quién era y ese chico al que vi?
Coloqué el puño sobre mi pecho, sintiendo mi corazón. Latía con fuerza. Lo hacía porque oí una voz conocida, sin saber de quién.
"-Si estás ahí... Vuelve, por favor... Te necesito. Me siento tan solo... Perdóname, Diana...".
Continuará...
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