Capítulo 17

Caminé lentamente hacia el demonio que encontré en la sala del trono, donde creía que estaba el jefe demonio. Le había cortado un brazo y pensaba cortarle el que le quedaba. Apunté mi ardiente espada a su cara, notando como temblaba. Estaba en el suelo, aterrorizado.

—¿Vas a llevarme con él? ¿O acaso quieres más? ¿Quieres perder tu otro brazo?

Negó con la cabeza y se alejó un poco.

—¡Nunca! Jamás te diré dónde está...

—Pero si tan fuerte es... ¿Por qué no me dejas ir con él?

—Te derrotaré. Seré tan fuerte como mi señor...

—El poder no te da nada. Estás herido y te falta un brazo, ¿crees que me vas a ganar en esas condiciones?

—No —dijo sollozando—. Tengo miedo de que lo mate.

—¿Qué? —pregunté sorprendida.

—Según cuentan las profecías: "Un ángel caerá del cielo, vivirá en la Tierra, lo perderá todo, vencerá al gran jefe y unirá todo lo que fue separado".

—Con que es una profecía... —dije pensativa.

—Déjate se tonterías y lucha contra mí. Si quiere ir con él, tendrás que vencerme.

—¿Ya has cambiado de actitud? Yo no seguiría, pero si ese es tu deseo...

Me lancé otra vez a la batalla, esta vez mi enemigo parecía tener mucha más fuerza. Pero seguía por debajo de mi poder y el de Revage. Volvimos a chocar las espadas. Atacar, esquivar y defender, era muy simple, pero son cosas que el demonio no parecía conocer. Solo atacaba, sin protegerse ni esquivar, recibiendo un corte profundo en su cuerpo con cada golpe.

En mitad de la lucha, contraataqué y mi espada fue hacia uno de sus cuernos por no dejarle manco. El demonio gritó de dolor y en su cabeza se veía unas gotas de sangre. Me retiré y vi el trozo de cuerno en el suelo. Mi enemigo me miró con cierto odio y se tapó con la mano la parte que sangraba.

—Maldita seas...

Atacó de nuevo y no tuve compasión. Su otro brazo se separó de su cuerpo y rodó varios metros. Gritó de nuevo, esta vez con más potencia.

—Eres muy fuerte. Lo admito. Eres digna de luchar por el puesto de líder.

—¿Líder? ¿De qué hablas?

—Cuando llegue el momento lo entenderás... Él jamás estaba destinado a ser dios...

—Dime, ¿dónde está? —dije enfurecida.

—Ya es hora de que se lo diga. Sal de aquí por la puerta que hay detrás de mí, ve todo recto y cuando veas unas escaleras, baja por ellas. Lo encontrarás en la planta inferior.
Me di la vuelta para ir a dónde me había dicho.

—¡Espera! —me llamó—. Antes de irte, acaba con mi vida. He defraudado a mi señor, no merezco seguir viviendo. Derrota a Satanás y haz que se termine esta guerra.

—¿Seguro que quieres que lo haga? Pensaba irme y darte piedad. No estoy para asesinar a sus subordinados —fui a retirarme de aquel lugar, pero el perdedor insistió.

—Prefiero morir con honor que morir desangrado. ¡Hazlo ya!

Llevé la espada a su cuello sin poder mirar, aunque esta vez Revage no ardía. Aparté la mirada e hice lo que me pidió. Fue la primera vez que me dio pena matar a un demonio. Ellos no merecían esto. Espera... ¿Por qué tanta compasión de repente?

—Ya es hora de terminar con todo esto, voy a vencerle de una vez.

Guardé la espada y me coloqué la capucha de la capa. Salí del gran salón y seguí las indicaciones del demonio.

Corrí lo más rápido que pude. Fui recto, encontré las escaleras, bajé por ellas y hallé una gran puerta. Olía bastante mal, igual que en el lugar donde me apresaron aquella vez.

Abrí la puerta y allí lo vi, a mi gran enemigo, Satanás.



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