Capítulo 14

Podía ver mi meta a lo lejos. Sublatti señaló el gran castillo, emocionada al saber que era el gran momento.

—Es ahí. Es la hora —dijo seriamente.

Miré sus ojos verdes chillones y su largo pelo que se agitaba con el viento, que, a diferencia del mío, no tenía ninguna comparación. Apreté mis puños de los nervios y suspiré.

Estaba preparada para vencer a un dios, lo hacía por John.

Desde abajo, una horda de demonios armados hasta los dientes se dirigía hacia nosotras.

—Parece que sabían que íbamos a venir —dije mientras intentaba contar los que habían. Eran más de cien. Nosotras solo éramos dos, habían demasiados.

—Seguramente. Los mensajeros han debido informar al demonio mayor y ha mandado a un ejército entero. No quiere que te enfrentes contra él...

—Esto solo es una prueba —murmuré.

—Con tu espada y el entrenamiento que te he enseñado, podrías vencer a casi todos. También puedes llegar a sobrepasar el poder de Trastel, la espada de la furia. Se activa con la furia de su portador, por lo cual, es fácil de despertar. En cambio, Revage es un arma muy difícil de despertar. Tenerla es un mérito. Ahora lucharemos con todas nuestras fuerzas. Tengo fe de que lo conseguirás.

La observé con confianza. Había hecho demasiado por mí, demostraría que toda su ayuda y su entrenamiento han merecido la pena. Miré hacia delante orgullosa.

—Gracias por todo, Sublatti. Ganaré y salvaré a la Tierra.

—No tienes por qué agradecérmelo —sonrió. Su sonrisa era cálida y transmitía bondad. Me tomó de una mano con confianza. Su gesto me sorprendió—. Vamos a descender.
Entre Sublatti y yo había algo especial, como lo que tuve con John, pero... No sentía nada.

Comenzamos a bajar y los demonios nos vieron. Se soltó de mi mano e invocó a su bella espada. Aterrizamos justo frente al portón de la entrada. Los demonios vinieron a atacarnos y desperté a mi espada. Se acercaron y peleamos contra ellos, los cuáles no era difícil derribarlos. Fuimos despejando la zona y conseguimos entrar. Corrimos por un pasillo mientras seguíamos matando demonios. Era muy largo y salían guerreros de todas partes.

Aparecieron unos más fuertes, pero esto no supuso un gran problema, no podían detenernos. Nos atacaban en grupos de cinco o más, yo volaba para esquivarlos o me agachaba, luego los mataba. Había veces que usaban sus armas como escudos. Con Revage rompía la defensa, como aprendí de mi compañera. Me giré para observar si Sublatti estaba bien. Aunque fuera menos bruta que yo, parecía bailar al ritmo de los movimientos de su arma blanquecina.

Cuando me di cuenta, los demonios nos tenían rodeadas. Me coloqué junto a ella, espalda con espalda, alas con alas, e hice la pose de guardia. Me asusté al ver tantos.

—¿Qué hacemos? Son demasiados...

—Seguir matando.

Soltó un grito de guerra y se lanzó hacia los enemigos. Yo le seguí y luchamos con fuerza y valentía. No quería seguir con esto. Necesitaba derrotar al demonio que causó todos estos problemas, esta catástrofe.

Avanzábamos un poco, nos defendíamos de los ataques y se los devolvíamos. Cada vez quedaban menos, pero estábamos agotadas.

Habíamos luchado durante horas y nuestra resistencia estaba al límite.

Unos demonios me arañaron la cara y dañaron mi armadura. Volvieron a atacarme y salté hacia la posición de Sublatti. Cuando iba a llegar, me cogieron por el tobillo y caí al suelo. Iban a pisarme con sus grandes pies, pero antes de que lo lograsen rodé por el suelo y esquivé el golpe. Uno de ellos aprovechó ese instante para colocarse delante mía y atravesarme con su espada. Cerré los ojos, pues no tenía escapatoria. Sublatti lo detuvo rápidamente, sus espadas chocaron a poca distancia, el demonio se desplomó ante mí.

—Si seguimos así, no llegaremos. Yo me quedaré aquí —dijo Sublatti—. Vete rápido a la sala del trono. Seguramente esté allí. Intentaré ir detrás tuya, ¿vale?

Me quedé mirándola, sin gustarme mucho la idea.

—¡Vamos! ¿A qué esperas? Yo los distraeré.

—Pero... —balbuceé mientras asesinaba a un enemigo.

—Nada de peros. ¡Vete! Yo estaré bien. Me las arreglaré sola.

Di la vuelta y volé lo más alto y rápido que pude.

—Ve y gana, Darkia —creí oír a Sublatti cuando ascendí.

Se me escaparon unas lágrimas por haberla dejado allí sola. Me las sequé y forcé mis alas para que ir más rápido.

Salí de aquel barullo, aterricé, y corrí hacia la sala donde me esperaba ese maldito demonio.

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—Quédate aquí. Yo iré abajo. Deja que me encuentre —dijo Satanás a su fiel servidor.

—Sí señor. Estaré alerta.

El demonio se fue y el otro sacó su espada, se puso en guardia y esperó.

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Corrí, corrí y seguí corriendo. Algunas veces me encontraba algún que otro demonio y lo mataba haciendo uso de mi agilidad. Sublatti no se encontraba conmigo, por lo que tendría que apañármelas yo sola. Vi una puerta enorme y me dirigí hasta ella. Entré y hallé a un demonio que estaba en guardia, preparado para el combate, pero no, él no podía ser aquel al que estaba buscando.

—¿Dónde está tu jefe? —pregunté mientras me acercaba.

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