Capítulo 13

Los demonios lo tenían todo preparado. Los guerreros entrenaron, se prepararon para luchar contra la gran amenaza, que ya estaba muy cerca de llegar. El gran demonio, llamado también Satanás, entrenaba duramente. Después de derribar a otro prisionero, estiró los brazos y sonrió triunfante. De repente, en su mente apareció una voz que decía:"El ángel vendrá y clavará su espada en tu maldito corazón".

"Sólo es una tontería. Nadie puede vencerme" —pensó.

Desde que se puso a entrenar y mataba a un montón de adversarios, esa frase se le venía a la cabeza. Ordenó traer a otro, y a los segundos lo mató a puñetazos.

"Soy el más grande. Seré el rey de todo. El todopoderoso" —se dijo siendo positivo con él mismo.

Se llevaron el cuerpo y se retiró a su sala. Se sentó en el trono y desde lo lejos, vio una espada. Fue hasta ella y la cogió.

Éste no tenía alas, ya que era un demonio demasiado grande. No las tenía ni las necesitaba. Su poder de crear todo lo que él quería desapareció. Todo por culpa del Creador. Le venció y le arrebató sus grandes poderes. Cuando agarró la espada, ardió en llamas de color rojo. La espada de la furia, su victoria.

Teniéndole a ella, ninguna espada podría alcanzarla. O sí... Revage, la espada de la venganza, podía llegar a su gran poder. A no ser que su dueño tuviera una gran sed de vengarse, pero era imposible. Ninguna criatura ni ser ha podido despertarla. Pero según los rumores, el ángel negro la tiene. ¿La ha podido despertar después de millones de años?¿Cómo lo habrá hecho?

"Es una estupidez. Mejor entrenaré con ella y me haré más fuerte".

Bajó otra vez y pidió que le trajeran a un prisionero, y le equiparan con un arma. Trajeron a uno y en un segundo, Trastel, su espada, lo engulló y se convirtió en cenizas. Todo era tan fácil luchando con uno solo. Mandó a que le trajeran cinco a la vez, para luchar contra ellos. Los derrotó en nada de tiempo. Suspiró y miró las cenizas. Ya tenía la victoria en sus manos.

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Tras tres días de duro entrenamiento, un mensajero le avisó de una cosa muy urgente:

—¡Señor!¡Señor! ¡Ya llegaron!

-¿Ya? Qué buena noticia... Ya me estaba quedando sin prisioneros.

—Los guerreros que hemos mandado están siendo derrotados por los intrusos.

—¿Son dos?

El mensajero asintió.

—Un ángel y un demonio.

—¡Por fin vinieron hasta mí!

—¿Queréis que le ponga a prueba?

—Dígale a los mejores luchadores que vayan a por ellos. Si los derrotan, traédmelos vivos para matarlos.

—Está bien. Como usted mande.

—Ya llegó el momento. A ver de qué estás hecho, angelito.

Hizo un gesto con las manos y sonrió maliciosamente. El momento que deseaba había llegado. Su momento. Demostrar quién mandaba en el cielo, los infiernos y la Tierra. Buscó su espada y se marchó donde había entrenado todos estos días.

Mientras ocurría esto, yo derroté a gran parte de sus grandes guerreros y fui corriendo a buscar a Satanás, el jefe demonio, para luchar a muerte contra él. Bajé por unas escaleras y vi una gran puerta, que parecía haber sido una mazmorra. Tomé aire y empujé la puerta, donde me esperaba mi adversario.

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