Capítulo 11

No debí tratar así de mal a Sublatti. Tenía mucho miedo y seguía un poco confusa. Todo había pasado tan de repente... No estaba acostumbrada a esto. Todo parecía una pesadilla de la que no podía despertar, pero esa era la realidad.

Al rato de pensar y desahogarme, regresé con mi compañera de viaje para disculparme.

Cuando estaba a punto de llegar, escuché su voz llamándome.

-¡Darkia! ¡Ven! -Suplicaba. Necesitaba ayuda.

Con rapidez, aterricé y corrí hacia el lugar de donde provenía el grito.

-¡Soltadme! ¡Darkia! -gritaba desesperada.

Al encontrarme con la situación, los demonios habían aprovechado de nuestra separación para atacar a Sublatti, a quién no le dio tiempo a defenderse de tanta gente.

Aproximadamente unos diez demonios le rodeaban, sujetándola de los brazos y de su ropa. Desenfundé mi espada y Revage despertó para dar muerte a los atacantes. Primero ataqué a uno por la espalda y pude atravesarle para su sorpresa. Los fui derribando como pude, pero eran demasiados. Tres de ellos tenían a Sublatti inmovilizada. Volé hasta ella y la liberé cortándole los brazos a dos de ellos. Rescaté a la diablesa agarrándole por el hueco entre las axilas y me la llevé de allí. Pesaba bastante, pero seguí hacia adelante sin importarme tal cosa. Al menos seis de los demonios nos perseguían por lo que vi tras voltear por un momento la cabeza.

-Lo siento -dije arrepentida-. No debí gritarte.

Levantó su cabeza para mirarme.

-No importa. Le comprendo. Ya no hace falta que me agarre más. Suéltame y volemos rápido para despistarlos.

Le solté y extendió sus alas para emprender el vuelo. Me adelantó y miró hacia atrás. Siempre me preguntaba porqué se dirigía a mí como "usted" y a veces como "tú".

-¡Vamos! ¡Ve rápido si no quieres que te pillen! -gritó al verme distraída.

Miré hacia atrás de nuevo y observé que nos pisaban los talones. Aumenté la velocidad y llegué hasta donde estaba la demonio.

-Tengo un plan para despistarles -me dijo-. Bajemos hacia el lago que hay allí. Hay rumores de cuentan que ni a los demonios ni a las espadas divinas no les hacen gracia el agua

-¿Cómo sabes tú eso? -le pregunté.

-Lo leí de pequeña en un libro sobre espadas. Haremos esto: yo bajaré primero e iré por el lado izquierdo. Hay dos caminos. Tú ve por el camino de la derecha, te llevará al lago. Vuela por encima y deje que se acerquen a ti, estoy segura de que te quieren a tí, no a mí. Cuando tengas oportunidad, despierta a la espalda y arrójala al lago. Puede que haga una reacción no muy buena al entrar en contacto, a lo mejor será una explosión.

-Y después, ¿cómo escapo y me encuentro contigo?

-Tranquila, iba a decírtelo ahora. Cuando hagas todo lo que te he comentado, métete en el agua y recupera tu espada. Nada hasta que se hayan ido. Cerca tuya encontrarás una cueva submarina, tendrás que bucear. Nada lo más profundo que puedas y si ves un agujero, entra. Espérame cuando llegues. Tardaré un poco debido a que es más largo que el otro.

-No voy a dejarte sola otra vez -negué con la cabeza.

-Hazlo si no quieres morir. Hazlo por ese chico que perdiste.

Ya estábamos muy cerca de los dos caminos.

-¿Preparada? Yo sé que tú puedes, Darkia -dijo antes de separarse de mi lado.

Y, así, empezó el plan.

Me dirigí al camino de la derecha. Escuché a los demonios gritar desde lejos:

-¡No escaparás angelito!

No querían a Sublatti, me querían a mí, como dijo ella. Hice unas piruetas girando todo mi cuerpo, haciéndome sentir mucho más tranquila. Me alegré porque ninguno de ellos siguió a mi acompañante.
Llegué a mi destino y por la mitad de éste me detuve y saqué a Revage, que se impregnó de llamas. Los demonios ya iban a alcanzarme pero, antes de que lo hicieran, lancé la espada al lago y se produjo una explosión que hizo que el agua formase una gran ola. Los demonios gritaron y retrocedieron asustados.

Aproveché el momento y me sumergí en el agua. Busqué a Revage, que estaba hundiéndose mientras desprendía un extraño humo negro.

Agité las alas para ir más rápido, pero apenas se movían, pues decidí hacerlo con los brazos y piernas. Seguí nadando y recuperé el arma divina. La guardé en su funda y noté que me quedaba sin aire. Miré arriba para asegurarme que seguían allí y después hacia los lados, buscando algún tipo de agujero. Cuando lo encontré, buceé hasta él. Entré y lo recorrí veloz antes de quedarme sin oxígeno. Sublatti me contó que los ángeles podían aguantar la respiración un poco más que las personas. Hice un último esfuerzo y alcancé la orilla. Salí del agua y sacudí las alas para que se secaran. ¿Cuándo aprendí a nadar?

La cueva donde estaba era muy pequeña, tenía a un lado un caminito que llevaría hacia el exterior. Me quité la capa y la funda que tenía colgadas a mi espalda. Saqué la espada de la funda e intenté despertarla, sin obtener ninguna respuesta. La dejé junto a la capa y su funda. Me senté en el suelo y esperé a Sublatti. Estaba impaciente por volver a encontrarme con ella. Cerré los ojos y descansé un poco.

~~~

Al cabo de un rato escuché ruidos y me desperté sobresaltada. Me coloqué la capa, guardé la espada y colgué la funda en mi espalda. Fui acercándome sigilosamente al oscuro agujero que llevaba a no-sé-dónde. Entonces, en la entrada apareció Sublatti, que venía corriendo.

Suspiré de alivio.

-Siento haber tardado. Apenas recordaba lo largo que era ese camino. He tenido que venir lo más deprisa posible. Estaba agotada de tanto volar.

-Ya veo. ¿Cómo sabías lo de los dos caminos?

-He estado antes por aquí antes. Ah, debes dejar que tu arma se recupere durante un tiempo. No te preocupes, volverá a estar como siempre.

-¿Por qué dejaste que me persiguieran a mí en vez de a ti?

-Muy sencillo. Prefieren apresar a un ángel que ha desafiado a su jefe que a una traidora, así obtendrán una mayor recompensa o eso creo.

-¿Qué te dan si les llevas a un ángel?

-Sólo un demonio consiguió atrapar uno. Le dieron armas y un puesto entre los más poderosos. De la manera que lo has hecho, habrás matado a alguno y los habrás despistado.

-Tenemos que irnos de aquí. Necesito la espada si quiero ganar.

-Es lo mejor. No me gustan los sitios húmedos -dijo asqueada-. Salgamos volando de aquí.

Se giró y se dirigió a donde nos encontramos.

-Un momento -le detuve-. No sé si puedo volar con las alas mojadas. Ahora pesan demasiado.

Se volvió y tocó mis alas.

-Cierto... Voy a usar mi magia para secarte. Quédese quieta, por favor.

-Ya no hace falta que me hables de esa manera, ahora que llevamos un tiempo juntas.

Sonrió. Nunca le había visto sonreír. Era agradable volver a ver esa expresión. Me acordé de la bella sonrisa de John. Tan dulce e infantil. La extrañaba, y a él también. ¿Qué habrá sido de Rosie y Lark?

Tras mi pensamiento, la demonio se puso detrás mía. Expulsó de sus manos un aire caliente. Se sentía muy cálido y la espalda comenzó a sudar. Me recordaba a un abrazo. De esto, otro recuerdo apareció. Vi a una pareja de ángeles abrazándome, pero no logré ver sus caras, aunque notaba que estaban felices.

También noté que las plumas de mi espalda se secaban y pesaban menos. Cuando terminó, mis alas oscuras estabas casi secas y ya podía volar.

Las batí un poco y las relajé devolviéndole una sonrisa.

-Creo que así está bien. Cuando vueles ya estarán secas del todo. Ahora vayámonos de aquí. Buscaremos un lugar donde haya sol.

Nos fuimos de allí por un camino muy largo que nos llevaría al otro lado del gran lago.

Hallamos un sitio donde daba la luz del Sol con mucha intensidad, y así puse a Revage para terminar su recuperación. Más tarde, cuando ya estaba todo listo, buscamos un refugio y charlamos. Sublatti se durmió antes, lo cual era algo extraño en ella. Sin querer, toqué su melena al tan cerca. Estaba mojada... ¿Cómo podía soportar estar mojada los demonios no lo hacían? Era muy raro, y ella también lo era.

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