008; CAUGHT RED-HANDED
Victoria se quiere matar.
Lesionada a un par de meses de la Copa América, sentada en la camilla de la enfermería del edificio de Ezeiza, con una tablilla alrededor de la muñeca. Sabe que la fractura va a sanar antes del campeonato, pero no puede creer que va a perder casi tres meses completos de entrenamiento.
Se agarra la cara, exasperada, con la muñeca fracturada ahora menos adolorida gracias a los analgésicos que le proporcionó el doctor. Analiza después la tablilla con la mandíbula tensa, enojada con sí misma por haber sido tan tonta como para posicionar mal la mano, sabiendo que un pelotazo así podía partirla a la mitad.
Escucha la puerta abrirse y voleta.
–¿Cómo venís? –pregunta Lionel, entrando a la enfermería y cerrando la puerta detrás suyo.
Victoria alza la vista y encuentra la mirada del DT, que se acerca a ella y cruza los brazos por sobre su pecho. Ella traga saliva, siente como la atmósfera a su alrededor cambia por completo; el aire se vuelve pesado y de inmediato le cuesta respirar.
Hace mucho que no se encuentran los dos solos.
Levanta la muñeca lastimada y le enseña la tablilla, encogiéndose de hombros.
–¿Fractura? –pregunta el DT.
–Sip –contesta ella.
–Bueno –asiente Lionel–. Mucho reposo entonces.
–Ya me lo dijo el doctor, eh, no hace falta que me lo vuelvas a repetir.
Lionel alza un poco las cejas y un fantasma de una sonrisa se apropia de sus labios. Victoria no sabe qué parte de esto le parece divertido.
–Te vas a recuperar, Victoria. Vas a poder jugar la Copa –le dice Lionel como si hubiera leído su mente.
–Tres meses de entrenamiento.
–Que no necesitás.
–Voy a perder práctica.
–Dejá de decir estupideces.
Victoria se calla de inmediato, se queda muda. Lionel se deleita ante el hecho de que ella le hace caso, a pesar de que no quiere.
Dios, está hermosa. Con el pelo atado, los ojos azules brillantes y esos labios... la cara de orto le sienta bien. Lionel toma la iniciativa y da un paso hacia adelante, apoyándole una mano en la rodilla con suavidad. Siente como Victoria se remueve un poco, pero no se aparta.
–No te preocupes, Ángel –le dice, dándole un suave apretón en el muslo–. Con suficiente terapia, dos meses y ya estás de vuelta.
Victoria lo mira.
–¿Tenés experiencia manipulando a personas? –le pregunta, inclinando la cabeza.
–No, tengo experiencia con jugadoras tercas –se ríe Lionel.
Ella alza una ceja.
–Ah, o sea, ¿vas por ahí chamuyándote a las jugadoras que se te aparezcan?
Lionel suelta una risa y después la mira.
–No, eso solo con vos.
Victoria vuelve a tragar saliva. Justo en ese momento, el doctor, Ricardo, entra a la enfermería con la carpeta roja de la historia clínica de la chica en su mano. Lionel se aleja tan rápido como se acercó, removiendo su mano de la rodilla de Victoria con tal velocidad que ella se estremece.
–Bueno, Victoria –dice el doctor, levantando la vista. Asiente en la dirección de Lionel–. Lio.
–Ricardo –contesta el DT.
–Victoria, bueno. Es una fractura oblicua distal de radio. Juzgando por la gravedad, aproximo entre ocho y doce semanas de recuperación –explica Ricardo–. Vas a necesitar mucho reposo, hielo y analgésicos en caso de que sientas algo de dolor, pero además de eso, ya puedo darte el alta.
Victoria asiente, temblorosa. Musita unas gracias, se para y saluda antes de salir de la enfermería a toda velocidad, humeante de la furia que siente consigo misma. Dios, ¿cómo pudo ser tan estúpida?
Camina con rapidez por el pasillo. Escucha la puerta de la enfermería abrirse nuevamente detrás de ella, seguida de pasos apresurados, hasta que la figura de Lionel se hace presente a su lado.
–¿Estamos bien? –pregunta él.
–Perfecto –responde ella, medio sarcástica.
–Okay, mal –asiente Lionel–. ¿Por la muñeca o por mí?
Victoria traga saliva una vez más (¿por qué está tan nerviosa?) y lo mira de reojo.
–Ambas –confiesa.
La chica camina apresuradamente, pero Lionel de repente se planta en su lugar y la agarra del brazo de la mano buena para frenarla. Victoria ahoga un grito cuando colisiona contra el pecho del hombre y alza la vista para mirarlo a los ojos.
–Ángel.
Victoria se arma de coraje.
–Ángelo –corrige, con la mandíbula apretada–. Ángelo, mi nombre es Victoria Ángelo, no Ángel.
Lionel la mira fijamente por un segundo, a pesar de que ella no se atreve a mirarlo a los ojos. Mantiene la cabeza gacha y él sonríe.
–Ya lo sé, gordita –le dice, y se inclina un poco hacia abajo para encontrar su mirada–. No hace falta que me evites, eh.
–No te evito –miente ella.
–Sí, claro –Lionel revolea los ojos, divertido, manteniéndola cerca suyo–. Hace dos semanas que no me dedicás palabra, Ángel.
La chica alza la vista y por fin lo mira a los ojos. Lionel casi se derrite ahí mismo ante el azul.
–Si no nos conociéramos, esa sería básicamente nuestra relación –dice Victoria.
–Pero sí nos conocemos, Victoria. Y yo ya no voy a intentar nada con vos, pero yo sé que vos no me mirás todo el tiempo solo porque soy tu entrenador.
La chica vuelve a armarse de valentía y lo mira fijo, acercando una mano a su abdomen y apoyándola sobre sus costillas. Lionel se tensa completamente.
–¿Cómo decís que te miro, Lionel? –le pregunta, su voz firme y segura a pesar de que se está desmoronando de los nervios por dentro.
Él trata de ignorar el hecho de que la mano de la rubia sobre su cuerpo lo está haciendo temblar. Sabe que ella está intentando ponerlo nervioso, por lo que decide darle una cucharada de su propia medicina.
Lionel se inclina hacia adelante y apoya sus labios contra el cuello de Victoria por un segundo para darle un beso suave, justo en el mismo lugar donde dejó la marca que ahora ya no se ve. Después, se acerca a su oído y susurra sus siguientes palabras. Ante la sensación de la respiración del hombre contra su cuello, a Victoria se le eriza la piel.
–Como que me querés comer la boca –empieza Lionel–. Vos sabés que querés, dejá de hacerte la boluda. Me mirás todo el tiempo y cuando te miro, hacés como que no pasó nada, pero yo te veo, eh... no creas que no. Te veo como me mirás los brazos y el abdomen y el pantalón, porque yo no soy pelotudo.
Victoria traga saliva. De repente, está apretando los muslos.
–No es así –asegura, tratando de convencerse a sí misma.
–¿No? –dice Lionel, de repente deslizando una mano sobre su cintura, debajo de su remera, para juguetear con la tira de su corpiño. Victoria ahoga un grito–. Porque yo te veo bastante rendida, Ángel.
Victoria se aleja de un empujón, abriendo una distancia entre ellos.
–No te desubiques.
Lionel se ríe y se encoge de hombros.
–Okay –asiente.
Y empieza a alejarse.
Pero a Victoria le da vueltas la cabeza y se siente mareada y siente que está a punto de caerse, ¿por qué él camina tan rápido?, se está alejando y ella le dijo que no se desubique pero ella quiere que él se desubique, ella quiere que se desubique tanto que acaben repitiendo todo lo que pasó hace cinco años, quiere poder excusarse con el hecho de que no se pudo resistir, pero a la vez tiene que mantener limpia su carrera, entonces cuando su cuerpo la impulsa hacia adelante, se putea a sí misma por ser tan idiota, pero igual agarra a Lionel del brazo, lo estampa contra la pared y le come la boca.
Lionel deja escapar un pequeño grito ahogado cuando la siente besándolo, pero no tarda en derretirse ante el contacto. Victoria le ataca la boca y se arrepiente de hacerlo pero no se arrepiente de nada, recorriéndole el abdomen con la mano buena, deslizando sus dedos debajo de su remera, sintiendo su piel debajo de sus yemas y suspirando aliviada. Toca con suavidad el bajo de su abdomen y siente el trazo de vello recorriendo un camino desde su ombligo hasta la pretina de sus pantalones, y ella aprieta los muslos con fuerza porque wow.
No duda en invadirle la boca con su lengua, lo besa con fuerza y lo saborea sin dudarlo. Lionel suspira a través de su nariz y la agarra de la nuca, atrayéndola más hacia sí, dejando que el cuerpo de la chica lo pegue contra la pared. Y ama que ella haya tomado la iniciativa.
Alguien carraspea a su lado y se separan con la velocidad de un rayo.
Victoria aterriza contra la pared opuesta del corredor, con una gran distancia separándola de Lionel, y se limpia la boca con el dorso de la mano. El DT permanece contra la otra pared, transpirado y jadeando, con los labios rojos. Voltean la mirada y lo ven a Germán parado en medio del pasillo.
Él hace una mueca extraña de incomodidad y después, ejecuta un saludo militar.
–Buenas –dice.
Lionel asiente.
–Hola, Germán.
–Hola –Victoria se da vuelta hacia él con la cabeza gacha.
–Eh, Victoria, tu papá está en la entrada –revela Germán.
La rubia de inmediato se olvida de todo lo que pasó, del hecho de que su DT la atrapó chapándose a su compañero de trabajo, y palidece con una rapidez alarmante. No lo mira a Lionel; de hecho, por poco se olvida que él siquiera está ahí.
–¿Qué hace acá? –pregunta en referencia a su papá, jadeando suavemente, entrando en pánico.
Germán se encoge de hombros.
–No sé.
Victoria traga saliva y de inmediato empieza camino por el pasillo, esquivándolo a Germán, que decide seguirla. Mientras ellos dos se alejan, Germán mira a Scaloni por sobre su hombro, dedicándole una de esas miradas que dicen 'después lo hablamos'.
Mientras tanto, Lionel todavía no logra recuperarse. El beso lo dejó boludo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top