Ángel de sombras

"How unfair, it's just our luck

Found something real that's out of touch

But if you'd searched the whole wide world

Would you dare to let it go?"

Not about angels, birdy

Las manticoras los rodeaban, al menos ocho de ellas. Eran demasiados para tan solo dos semidioses.

¿Cómo pudieron ser tan estúpidos? ¿Cómo no vieron que los estaban siguiendo?

Nico y Will, resguardados entre las sombras de un viejo edificio de Boston, se escondidan, esperando las bestias desaparecieran lo más pronto posible para poder continuar con la misión.

"Irás hacia el norte a recuperar lo robado.

El ángel oscuro será el único que sabrá lo que es el objeto.

Las sombras y la luz convivirán como una.

Sin embargo, volverás con la mitad de ti mismo."

Eso había dicho Rachel el día que Apolo le asignó la misión a Will. Obviamente que al ángel y las sombras se refería a Nico, sin embargo, este juraba que no sabía qué era lo que habían robado. Solo les quedaban menos de 48 horas para completar la misión.

Una manticora pasó demasiado cerca de ellos, haciendo que se encogieran y tomasen con más fuerza sus armas.

—Will —susurró Nico en el oído de su amigo—, insisto en que tendríamos que hacer un viaje en la sombra. No sé lo que es lo robado, pero puedo sentir que no estamos demasiado lejos.

—No —lo cortó Will con tono serio—. Aun sigues estando débil. No pienso arriesgarme.

La misma manticora aterrizó a unos pocos metros de ellos, olfateando el aire. Los chicos se pusieron  en posesión de ataque, Nico estaba ansioso de salir a pelear.

Entonces la bestia los divisó, gruñendo hacia ellos y alertando a sus compañeros.

Sin dudar un segundo, Nico se abalanzó sobre la bestia con su espada, sacándole un ojo, haciendo que esta grite de dolor y se enfurezca aún más. Will le cortó la cabeza de león, convirtiéndola en polvo dorado.

—Siempre te cuidaré la espalda, ya te lo dije, calaverita.

Tres de las manticoras tomaron el lugar de su compañera mientras las demás daban vueltas en el aire, esperando el momento justo para atacar. Estaban completamente acorralados. ¿Cómo saldrían de esa?

Comenzaron a pelear con todo lo que tenían. A medida que el sol se escondía, Will maldecida por hacerse más débil y Nico agradecía poder hacerse un poco más fuerte. El hijo de Hades convocó unos tres esqueletos, debilitándolo un poco y haciendo que Will se preocupara.

Mente en la batalla, Will. Él sabe cuidarse solo, no es ningún estúpido. Se decía mentalmente.

Finalmente tan solo quedaban dos manticoras en el aire y una en tierra, y Nico y Will estaban más que agotados, apenas conseguían mantenerse en pie. Los monstruos les gruñían, dando vueltas a su alrededor y apuntándolos con sus aguijones, un golpe de esos y estarían muertos.

La manticora que estaba en el aire descendió en picada, justo sobre Will y Nico saltó entre ellos dos, interponiéndose con su espada, apenas parando el ataque. El aguijón lo rozó pero pudo esquivarlo por apenas un centímetro. Will intervino, ayudándolo, y le cortó una pata. El monstruo rugió y la pareja de bestias atacaron coordinadamente.

Con sus últimas fuerzas y sin importarle lo que Will diría, Nico tomó su mano y se sumergieron en un viaje de sombras. Las voces y alaridos de almas en pena de las cuales Nico ya estaba acostumbrado resonaron en los oídos de Will, aterrorizándolo.

Finalmente llegaron a un lugar que el rubio no reconoció, solo sabía que estaba  aún en Boston, por los sonidos del tráfico, dentro de una casa abandonada. Olía a Moho y algunas ratas correteaban asustadas.

—Mierda, Nico —lo reprendió Will, furioso, mirando como este recuperaba el aliento con la cabeza entre las rodillas—. No deberías haber hecho eso. Podrías haber muerto. —Se desplomó a su lado, soltando su espada y pasándose las manos por el cabello sucio. Él también estaba cansado.

—Solo... solo dame un minuto —dijo entrecortadamente Nico.

Will sacudió la cabeza, aun furioso.

—Dame tu mano —dijo.

Nico se la ofreció como tantas veces había hecho antes y Will cerró los ojos, dejando que luces brillantes salieran de sus dedos para curar a su amigo de sus heridas e infundirle algo de fuerza. Solía ser más fácil hacer con él que con las demás personas, sus poderes curativos mejoraban cuando eran implementados en alguien a quien amaba.

—¿Mejor? ¿Necesitas ambrosia?

Nico sacó la cabeza de entre las piernas y le sonrió, tenía un poco más de color en las mejillas, dejando atrás su característica piel blanca. Se levantó y se estiró.

—No, gracias. Estoy mucho mejor. Eres genial, Will.

El chico intentó no sonrojarse, era raro que él dijera cumplidos. Tomó la mochila y le dio un mordisco a la ambrosia, recuperando las fuerzas perdida en batalla.

—Gracias. ¿Podemos salir de aquí? Sabes cuánto odio los lugares oscuros.

—Y yo odio el sol pero no me vivo quejando.

Will rió y al acercarse a Nico, este se desplomó en sus brazos sin previo aviso.

—Nico. —Will lo sacudió, no reaccionaba— ¡Nico! —dijo ya más desesperado y el hijo de Hades tosió.

—Will... —alcanzó a decir en un susurro. De un segundo para otro, se había debilitado completamente.

Will lo dejó en el piso, con la cabeza en su regazo y le puso una mano en el corazón, sintiendo los acelerados latidos y le desgarró la camiseta, dejando ver las venas que se le marcaban.

Entonces lo vio. Un corte, no demasiado grande, en el brazo de Nico estaba teñido de negro, allí donde la manticora lo había atacado y no se había dado cuenta. Will estaba a punto de entrar en desesperación pero intentó controlarse como buen hijo de Apolo que era.

—Mierda —dijo dejando lentamente la cabeza de Nico en el suelo, este contrajo su rostro en una mueca de dolor. Corrió hasta tu mochila y se dejó caer al suelo con ella, tirando todo al suelo hasta entrar la ambrosia y el néctar.

—Duele, Will, duele mucho... —susurraba una y otra vez.

 Will volvió con su amigo rápidamente.

—Bebe, Nico, por favor.

Tomó la cabeza de Nico entre sus manos y puso la cantimplora de néctar en sus labios. Sin embargo, la negrura del corte se iba extendiendo cada vez más por su brazo.

—Will... y—yo.... Lo siento... tanto —dijo Nico con voz rasposa mirando a los hermosos ojos azules de Will—, si... no me hubiese... interpuesto... lo lamento...

—Shh —lo cayó Will, tomando su brazo lastimado con ambas manos y cerrando los ojos—. Cállate, no tienes nada que decir. Conserva fuerzas.

—Sabes... que no viviré... Sé cuál es el objeto... recién a—ahora se cual es. Tienes... que seguir —tosió una vez más y la sangre inundó su barbilla. La herida volvió a extenderse, casi hasta el pecho—. Ve unos... cuantos kilómetros más ha-hacia el norte... busca la... lira. Lo... tiene... un ciclope.

Will lo miró perplejo. ¿Cómo es que ahora sabía que cual era el objeto robado? ¿Tal vez una iluminación divina? Sacudió la cabeza, eso no era importante en ese momento, Nico estaba muriéndose.

Cerró los ojos otra vez y concentró toda su energía en sus manos, recordando momentos felices, ellos dos juntos. Aquel picnic. La risa de Nico. La forma en la que se miraban. El olor de su cama cada vez que Will sentía que el pelinegro tenía una pesadilla sobre el tártaro, iba con él a dormir, susurrándole palabras tranquilizadoras. Aquel primer beso después de que le cantara en su cama. Sus sentimientos confusos. Las veces que le había susurrado mientras dormía que parecía un ángel. Todos aquellos recuerdos pasaban fugazmente ente sus ojos, llenándoselos de lágrimas.

Sin embargo, ni toda la ambrosia del mundo y los poderes curativos de Will conseguirían salvar a Nico, el veneno ya había entrado en su sistema. Era demasiado tarde, lo único que estaba haciendo era aplazar el inevitable final. Aun así, puso ambas manos en el pecho del chico y dejó que toda su fuerza fluyera en tiras de luz y el poder curativo de Apolo lo invadiera.

Padre, ayúdame, no dejes que muera, por favor, si es necesario te daré mi vida sobre la de él, pero el necesita vivir. Lo merece. Por favor, ayúdale. Te lo estoy rogando por lo que más quieras. Imploraba Will mentalmente pero sin obtener respuesta alguna.

—Eres un ángel, Nico. Maldita sea, Los ángeles no pueden morir —decía entre dientes y lágrimas—. Por favor, resiste. Te amo no puedes morir, ¿Qué haría yo sin ti? No me dejes, por favor. —No era el mejor momento para confesarle su amor, sin embargo, no podía pensar que él moriría sin saber sus verdaderos sentimientos

Nico se esforzó en sonreír a pesar del dolor.

—no... no soy ángel —tosió—. No digas... estupideces, Will.

—Eres un ángel, Nico —se apresuró a decir, todavía tomando su mano—. Solo que un ángel oscuro, lleno de dolor y sufrimiento. Pero también conoces el amor. Y también por eso eres hermoso: no ves las cosas como todos nosotros. Tienes un ala rota, eso es todo.

>>Pero aun así, sería capaz de cerrar los ojos y dejar que me lleves a través de un camino de espinas porque confío en ti.

A Nico se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas también, pero no sabía si era por el dolor o por el emotivo momento.

El ángel de luz puso una mano en la mejilla del ángel oscuro y juntó ambas frentes, sollozando.

—El único ángel aquí... eres tú, Will —consiguió susurrar— Sin embargo, creo... que tu... cu...raste mi ala...rota. Solo... te pido... un favor. Can—tame.

Will asistió con energía y se obligó a calmarse tomando un hondo respiro. Comenzó a cantar lo primero que se le ocurrió, lo que le cantaba cada vez que tenía una pesadilla.

I hate to see the shadows

Form around your eyes

It takes me quite a while, to smile

 

When all is said and done

Is this the end?

El herido sonreía a medida que la canción avanzaba y cerraba sus ojos color noche, relajándose más y más...

Y el pobre ángel de un ala rota pudo extender ambas alas, libre al fin.

Will sintió como el corazón de su ángel dio su último latido y sus labios un último suspiro.

El ángel de luz lloró, hundiéndose en la oscuridad. Solo que su ángel ya no estaba ahí, había abierto sus alas que tanto tiempo habían estado plegadas, libres, yendo a donde realmente pertenecía. Sin saberlo, Will había sido la cura de esa ala y no fue con sus poderes.

Will lloró. Lloró como nunca al saber que no podría hacer todos los planes que tenía para él y Nico. Lloró porque su ángel guardián ya no estaría más en su vida.

Luego de estar quien sabe cuánto tiempo llorando y el sol volvió se salir, Will se obligó a levantarse y dejar a Nico allí, no tenía tiempo de hacer los ritos funerarios. Tal vez, si es que llegaba vivo al campamento, mandaría a alguien a buscar su cuerpo. Dejó dos dracmas sobre cerrados  y sin vida del hijo de Hades y partió.

En todo el trayecto, se obligó a no pensar, sin embargo, su mente parecía burlarse de él llevándolo de vuelta a la noche anterior con los recuerdos frescos en su mente y las lágrimas secas en su rostro.

Unas dos horas después, comenzó a escuchar los típicos sonidos fuertes e irritantes que hacían los ciclopes. Y también se oía el ruido de una lira siendo masacrada.

Sin pensarlo dos veces y con la ira y la adrenalina fluyendo por sus venas, entró a la pequeña casa abandonada, dándoles un susto a los monstruos. Aquellos dos ciclopes no eran muy inteligentes como la mayoría de su especie, así que no vieron venir a un furioso y deprimido hijo de Apolo masacrarlos casi instantáneamente.

Cubierto de sangre (no sabía si suya o de Nico) y exhausto, Will se dejó caer en el piso de aquella vieja sala de estar, abrazando a la lira que tantos problemas le había dado.

Los sueños se entrecruzaban con los recuerdos y las visiones.

Primero soñó que Nico aún estaba  a su lado, ambos acostados en la hermosa cama matrimonial, y Nico le acariciaba la mejilla con ternura y sonriente, sin un solo rasguño. Tenía un anillo en el dedo. Rápidamente cambió a verlo en el suelo, sangrando y las lágrimas de Will cayéndole sobre el rostro. La cara preocupada de Apolo desde el olimpo y moviendo la cabeza de un lado a otro, sin intervenir. La noche en como Nico lloraba en su hombro, preguntado diciendo que nunca nadie lo querría, el no merecía a nadie, y entonces Will sintió una ternura que nunca antes había sentido por alguien y lo besó...

Se despertó sobresaltado y miró hacia todos lados, completamente desorientado. Cuando su mirada llegó hasta la lira que estaba sus manos, su gesto se endureció y su mirada se enfrió, pasando de ser cielo a ser hielo. Respiró hondo y se obligó otra vez a levantarse y salir de aquel lugar.

Sin siquiera desayunar, fue hasta el centro de la ciudad y, con todos los dracmas que le quedaban, pidió un avión directo al Olimpo por un contacto suyo que tenía. Dos horas después, alrededor de las dos de la tarde, Will ya estaba en la entrada del Empire State. Largando un suspiro, tomó la mochila donde estaba el preciado objeto y entró al edificio, pidiendo para ir al piso 600.

En el Olimpo, todos estaban haciendo sus típicas cosas, sin importarles que abajo sus hijos, e incluso simples mortales, estuvieran muriendo a cada minuto. Pero claro, ellos eran inmortales, una vida humana era un abrir y cerrar de ojos.

Will caminó hasta el trono de su padre y se arrodilló con desprecio, sin el menor respeto. Apolo dejó de reír bruscamente con Afrodita y pasó su mirada hasta su hijo. El chico se levantó sin que nadie le hubiera dicho que podía hacerlo, y arrojó la mochila a los pies del dios. El resto de los dioses permanecieron en silencio.

—De nada —dijo con brusquedad y se dio la vuelta.

Apolo se mordió el labio y se encogió a tamaño normal con la mirada acusadora de Zeus sobre él. Le tocó el hombro a su hijo y este no se dio la vuelta, solo quería salir de aquel lugar.

—Sé que estas triste, pero...

—Pero nada —lo cortó Will con más enojo de lo que alguna vez había implementado en su voz. Si seguía así, los dioses lo cortarían en pedacitos—. Te oré, te pedí que lo salves, incluso ofrecí mi propia alma por él y tú no hiciste nada. Ni siquiera una respuesta. Así que toma tu lira y déjame en paz.

Los ojos azules de Apolo mostraban compasión.

—Yo también he visto morir a quienes amaba, Will. No hagas como si no tuviera la menor idea, porque he sufrido incluso más que tú.

—Pero yo tengo una sola vida con unos cuanto años. Tú puedes amar a cuantas personas quieras.

Se soltó con brusquedad del agarre del dios y salió del olimpo.

**

Dos días después, Will llegó al campamento mestizo con la ropa raída, cansado y sin ganas de seguir viviendo. Al principio, todos se alegraron de su llegada pero al ver que volvía sin su compañero, todos comprendieron lo que había pasado y le dieron su pésame.

El primero en enterarse de lo que realmente pasó fue Percy, y ambos hombres lloraron abrazados. Luego, los hermanos de Will también lloraron con él, pero sin el mismo sentimiento que Percy y Will habían tenido juntos, recordando sus mejores momento en vida de Nico.

A la noche siguiente, quemaron el sudario de Nico con su cuerpo dentro. Incuso Hazel, Jason y Frank habían ido a presenciar la partida de un gran héroe. Hazel lloraba desconsolada en el hombro de Frank cuando a Percy se le rompió la voz al decir algunas palabras. Will no dijo nada, tan solo observó, no sería capaz de decir nada con el cuerpo del hombre a quien amó estuviera siendo quemado frente a sus ojos.

 Pero debía seguir con su vida, tal vez no inmediatamente, no sería capaz, pero seguramente eso era lo que hubiese querido Nico.

Y el pequeño ángel abrió sus alas, siendo libre al fin y dejando atrás a la oscuridad.

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N/A: la canción que le canta Will a Nico se llama "A Hundred Reasons" de Ólafur Arnalds. Ah, y perdón si es que sufrieron (otra vez).

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