Capítulo 23✔️
Narrador omnisciente
Horas antes
En el despacho de Dimitri, se hallaban él, Drag y Anastasia. Hablando sobre el porque darle el permiso a Samantha para salir.
— No entiendo para qué ponerle guardias, si va a estar en casa de Ángel, como últimamente lo ha hecho— dice sumamente tranquilo, Drag.
— Será, ¿Por qué hay un maldito infeliz detrás de mí y mi familia?— dice con ironía, Dimitri.
— Olvídense de sus imperios por un instante, la vida de mi hija vale más que todo esto junto— dice cansada Anie.
— Anie ésto es un asunto de hombres, así que es mejor que no opines— dijo en un tono bajo pero amenazador Dimitri.
— Estás hablando de mi hija. Y ella no es un negocio. Puede que en el pasado sí. Pero no ahora— dijo desautorizando por primera vez a su esposo.
— En fin, dejen sus conflictos maritales para cuando estén en la cama— dijo Drag haciendo una mueca rara— En cuanto a Samantha, dejémosle creer que la dejaremos sin guardias. Uno de mis hombres, el Tiburón, la vigilará sin que se dé cuenta.
— Me parece lo más cuerdo.
— Gracias, Müller.
———
Narrador Edward Langell
Llevo varias horas en el Live Club, no recuerdo cuantas botellas de ron he bebido, ni con cuantas putas me he besado y todo por su culpa. Ella, mi maldito dolor de cabeza, mi mayor frustración y gran obsesión, mía y de mi jefe. Por que sí, el Fantasma la quiere, pero no sé por qué.
Estos años en los que estuve desaparecido, estuve haciéndome un hueco en la mafia inglesa, a sabiendas de que el padre de Samantha, estaba involucrado en el bajo mundo, decidí adentrarme en el. Pero jamás pensé que mi ex suegro era el cabecilla, el jefe de todo. Sin embargo, siempre había sido alguien que sabía tratar con las personas, y eso le agrado a mi actual jefe. Poco a poco, fui escalando de posición hasta convertirme en uno de sus subordinados más leales.
He de admitir que estoy asqueado por lo que me convertí. He asesinado a muchas personas, algunas malas y otras que estaban en el lugar y compañía equivocada. Pero todo eso lo hice por ella. Para estar a su altura. Y cuando por fin pienso que puedo volver ella, el maldito del Diablo se interpone. Esa alimaña que se cree mejor que todos pero no lo es, él es igual de asesino que yo, igual de corrupto que el Tuerto, igual de fanfarrón que el Demonio Italiano.
Una basura en toda su extensión. Por eso no entiendo que hace ella con él.
De seguro la obligan
Haré lo mismo que ella hizo por mí, buscaré la forma de sacarla de sus garras y llevarla por siempre conmigo. Pues ese es su lugar, junto a mí, conmigo, complaciéndome en todo lo que quiera. Dándome el puesto de rey como me lo merezco.
Sigo tomando con la mujerzuela en mi regazo, cuando la veo entrar con su sombra. Al principio pienso que es sólo mi imaginación jugándome una broma. Pero luego la veo bailar, reír y tomar, y sé que mi imaginación no da para tanta perfección. Veo que se aleja de su sombra perpetua, sale del club y se va a una especie de callejón.
Éste es mi momento, el momento en que le demostraré que ella es sólo mía.
———
Narrador Drag Müller
Ya pasada la media noche intento dormir, pero no puedo. Mi mente está en esa pelirroja que sabe pelear y en esa señorita que me mata con su mirada. Dos mujeres distintas y parecidas a la vez. Mundos distintos que jamás se conectarían a no ser...
Me interrumpe con una llamada, el Tiburón.
— Señor, disculpe la hora pero me pidió que le informara si pasaba algo raro.
— Déjate de formalidades y dime qué ocurre.
— Su prometida y su amigo dejaron el apartamento para irse a un club.
— Sí, ya lo sé. Eso fue lo que habíamos previsto. Así que no entiendo tu llamado.
— Cierto, señor. Pero no hace mucho observé a un sujeto muy parecido a Edward Langell y además estaba muy tomado.
— ¿Qué mierda estás diciendo? ¿El cabrón ese está en el mismo lugar que mi mujer?
— Sí señor, y éste la observaba como un loco.
— Sigue vigilando, ya voy para allá. Avísame si ocurre algo más. No intervengas si no he llegado.
Ese hijo de puta, no lo maté antes por respeto a Dimitri, él estaba haciendo un negocio con el Fantasma y ese maldito era pieza clave. Pero ahora nada evitará que mate a ese imbécil, si se atreve tan siquiera a hablarle a mi Roja. Nada se evitará que meta una bala entre sus cejas.
Como puedo me alisto, me pongo un jean negro y una sudadera de igual color. Agarro mis armas y las escondo de manera estratégica. Aviso a mis hombres que partimos al Live Club, y no pasan ni cinco minutos para que me indiquen que ya todo está listo para irnos. Antes de salir veo a María, ella me intercepta y no me deja salir.
— Amor, vamos a la cama, hace mucho que no me tocas.
— María, si aprecias tu vida me dejarás ir.
— Es por ésa, ¿no?
— ¿De qué hablas? Mira no estoy para tus ridiculeces. Apártate.
— Drag, recuerda que yo también tengo necesidades que satisfacer.
— Y tú recuerda que nadie debe llamarme por mi nombre— digo agarrándola con fuerza.
— Yo... sólo... te extraño amor.
— ¡Que no soy tu amor! Y ya deja de hacerme perder el tiempo— le digo, y antes de que diga algo más— Cuando regrese te atenderé. Bastó decir eso para que se largue.
Por ahora sólo una mujer cruza mi mente.
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