Capitulo 2

-Simplemente la mala suerte quiso que me cruzará con el guardia civil Martínez, sabes que desde que nos casamos no me puede ver- dijo mi padre sentándose al lado de ella y apretando sus manos para darle fuerza por lo que venia ahora- pues bien, me acorralo en el callejón cerca del taller, y me advirtió que si no me unía a los nacionales estaba muerto.

Mi madre ahogo su grito con su puño.

-Por eso necesito que acabes de bordar las flechas y el yugo de los uniformes mujer- dijo poniéndose en pie para poder seguir- porque mañana viene para llevarme.

-Huye amor- gritaba desesperada sin poder levantarse del sillón- vete lejos José donde no puedan encontrarte.

-¿Que clase de ejemplo Le estaría dando a nuestros hijos?, además si desaparezco tomarían represalias contra ustedes, No mi María, prefiero luchar por mi vida que vivir sin tener porque luchar.

Y eso fue suficiente para comprender lo que sucedía, y entender que esa noche era muy importante para los dos, ya que podía ser la última juntos.

A la mañana siguiente, cuando aún dormía sentí la puerta abrirse, y al notar su presencia me abrace a él, un abrazo que sabía a despedida, llenando de aire los pulmones y de amor el corazón.

Los días pasaban, y con su partida el dinero empezó a faltar, el taller no daba lo suficiente, ya que en tiempos de guerra se invierte en cosas de primera necesidad, además que la ausencia de mi padre, bajo la cantidad de clientes que por su desconfianza a que hicieran bien el trabajo el ayudante, ya no hacían encargos.

Al final cerramos el taller, mientras mi madre bordaba y remendaba la ropa de los vecinos por unas monedas, las cartas llegaban una al mes, en ellas nos contaba como veía caer a compañeros y amigos, y como muchas veces entre balas y gritos se escuchaba un "¿que haces cojones? " o un "picha apunta pa otro lado que me vas a convertir en colador", y entre risas dejaban de disparar para preguntarse de donde venía y empezar a contarse sus vidas y sueños, incluso compartir las meriendas o cenas para luego volver después de un "suerte y apunta mal" despedirse para seguir combatiendo, como niños que juegan a las guerras, decía en sus cartas, porque ninguno quería pelear, somos hermanos de tierra o de sangre, ¿porque pelear por una bandera o por el ideal de un dictador o republicano?, cuando nuestro ideal se desmorona mientras luchamos por nuestras vidas.

Dentro del mismo sobre siempre mandaba algo de dinero con la frase "cambiaría cada centavo por un beso de mi familia, os quiero", y cada vez que recibimos una carta, mi madre la abría entre miedo y esperanza, porque cada carta era señal de que aún vivía.

Pero fueron pasando los años, para ayudar con el dinero en casa, lavaba ropa y vendía carbón, en cubos de cinc, que por su peso y mi baja estatura ya que aún no cumplía los 9 años, dejaba más en el camino que lo que llegaba a vender, pero las personas al verme tan poca cosa haciendo trabajos tan pesados se apiadaban de mi.
Mi hermano José estaba de ayudante de cocina en una casa de un militar del pueblo, creo que su apellido es Martínez.

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