Capitulo 1

Nacida en el seno de un hogar, lleno de comodidades de los que no todos pueden presumir en los años 30 en España.

Todo gracias al trabajo de mi padre, un oficio ya casi perdido, ya que era maestro escultor y barnizador a muñequilla.

En su propio taller enseñaba a las mujeres del pueblo el oficio de barnizar, y les pagaba por ello. Como tal maestro todos los muebles de nuestra casa eran en caoba talladas.

Aún recuerdo esos zapatos de charol negro, pulcro y brillantes de los domingos, y como íbamos a misa toda la familia junta, mis padres y hermano.

Hasta que estalló el golpe de estado en 1936, yo a mis 7 años no comprendía que sucedía pero según los vecinos, los hombres estaban siendo reclutados para luchar en el bando republicano o nacional/falangista, muchos contra su voluntad e incluso miembros de una misma familia luchaban y se mataban, estando en bandos contrarios.

No entendía de política, tampoco me interesaba, solo quería jugar con mis muñecas de trapo o de cartón, ir con mi hermano al  parque, etc…

Un día regresando de uno de nuestros juegos divisamos a nuestro padre en casa, a esa hora era muy raro que se encontrará allí, ya que tendría que estar abriendo el taller.

Cuando entramos a casa el ambiente estaba raro, mi madre sentada en su sillón de costura, abrasada fuertemente a la cintura de mi padre, por hallarse este de pie.

Este la abrasa a por el cuello, con sus cejas fruncida y una expresión de dolor y confusión en su mirada, pérdida en algún lugar de la habitación.

Al sentir nuestra presencia, se giro a mirarnos, y su mirada cambió, se nublo lleno de tristeza y lágrimas no derramadas, lágrimas que aguantaba a duras penas.

Al verlo así, aún sin saber que ocurría, mi corazón se quebró y una lagrima traicionera resbaló por mi mejilla.

Mi padre al darse cuenta, corrió a nuestro lado y nos abrazo tan fuerte, que podía sentir los acelerados latidos de su corazón.
Y casi en un susurro nos pidió que Le prometiéramos que seríamos fuertes por ella y que la cuidáramos.

-Mi Ángel- me dijo- nunca dejes de ser tu misma y de hacer lo que crees correcto, lucha por tus convicciones y no tengas miedo de nada, solo lucha, mi guerrera y siempre triunfaras.

No se como pude aguantar el llanto. Alrededor de esa tarde mi madre y mi tía, bordaban según ellas el cangrejo en unos uniformes mientras lloraban.

En la noche me levante a beber agua, y escuche a mis padres hablar en el salón.

-María no llores, tienes que ser fuerte, pronto estaré de vuelta, mi amor.

-Sabes muy bien que no es así, replicó mi madre entre lágrimas, estarás en peligro constante, ¿cuéntame que pasó?

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