C6. Nunca es suficiente.

—¿Por qué me estás mirando así…?—cuestiona Mara mientras lleva una papa frita a su boca.

—¿Así como?—pregunto inocentemente.

—Como si fuese el filete que tienes en el plato…—responde dejando escapar un prolongado suspiro.—Me estás poniendo incómoda…

—El fin de semana no parecías incómoda en absoluto cuando estabas abierta de piernas mientras yo te follaba en cada rincón de la cabaña…—anuncio haciendo que sus mejillas se tiñan de rojo de inmediato. Me rio para mis adentros al tiempo que Mara lleva su bebida a su boca.—¿O sí…?

—A veces puedes parecer bastante ordinario…—se queja.

—Vamos, Mara…—replico.—Follamos todo el jodido fin de semana ¿y ahora me vienes a decir que te pongo incómodo solamente porque te estoy mirando un poco…

Sus ojos se encuentran con los míos un segundo antes de que una risita escape de su garganta. Niego lentamente.--¿Te confieso algo…?

—Dímelo.

—No era virgen antes de estar contigo.—comienza.—Y no soy una santa, quiero decir, mis padres se han encargado de que vaya a la iglesia desde pequeña y todo, y estoy completamente segura que si supieran lo que he hecho se escandalizarían un poco pero…eres el primer extraño con el que he follado un montón de veces en el mismo fin de semana…

—¿Has ido a la iglesia desde pequeña?—cuestiono sin más.

—Oh, bueno, Zabdiel.—se queja entornando sus ojos.—Te acabo de decir que eres el primer extraño, por decirlo de alguna manera, con el que he follado un fin de semana completo y todo lo que tienes para preguntar es si he ido a la iglesia desde pequeña… ¿Es en serio?

Me rio.—Estoy seguro que has follado con un montón de personas…

—En su mayoría hombres.—me encojo de hombros.

—Tampoco es que me importe si has follado con mujeres, es caliente de todos modos.—comento y sus mejillas se tiñen de rojo.

—Sí…estamos desviándonos un poco del tema…—responde y estoy de acuerdo porque mientras más la miro más me convenzo de que tal vez Christopher tenía razón.

Tal vez esta era la puta vida en la que las cosas por fin iban a ser diferentes.

Tal vez.

—¿Si follamos todo el fin de semana significa que ya no somos extraños ¿no?—ofrezco.  

—¡Zabdiel!—reclama lanzándome un pequeño trozo de papa de frita. Me rio en voz baja y niego lentamente.

—Cuéntame de cuando eras niña…—pido.

Los ojos dorados de Mara me contemplan fijamente por largos segundos como si su cerebro estuviese procesando mi petición. Finalmente inspira con fuerza, coloca sus manos sobre la superficie de la mesa y aparta la mirada un breve momento.

—Toda mi vida he vivido aquí…mi abuela vive en Forks y por las vacaciones íbamos allá…amaba ir ¿sabes? Ella era una fiel creencia y aunque mis padres también lo eran pero no lo suficiente como para definirse y regirse por una religión en sí creo que por ella es que me llevaban a la iglesia siendo conscientes de la influencia que tenía en mí…

—Tu abuela era una fiel creyente…

—Sí.—asiente lentamente.—Supongo que es porque eso que incluso me bautizaron…decía que era para que fuese una hija de Dios…

Los latidos de mi corazón se multiplican de un segundo a otro pero ella ni siquiera lo nota porque es una simple humana y realmente no termina de comprender la magnitud del asunto.

Y es que Mara Bristol de alguna manera se las ha arreglado para romper el ciclo. Mara Bristol no lleva la jodida maldición que le ha marcado en cada una de sus vidas y ella ni siquiera lo sabe. Mara Bristol ha dejado de ser un alma eterna, no hay más sufrimiento para ambos pero todavía hay un pequeño detalle.

Si muere lo hará finalmente. Si muere se irá y no volverá nunca más.

—Vaya…—susurro finalmente cuando ella deja de hablar.

—Seguí asistiendo hasta que cumplí quince, comencé a alejarme un poco pero fue justo cuando conocí a Skye y a Penny…ellas ya eran amigas y supongo que te darás una idea de lo que pasó después…todavía voy pero si te soy honesta es solo para complacer a mi madre y claro…los discursos del padre de Skye son inspiradores…

—Tuviste una infancia aburrida, eh…—comento.

Ella enarca una de sus cejas y se echa a reír en voz baja.—No follaba con extraños desde entonces…—se burla.

—Vaya.—repito.

—Cuéntame de ti.—pide. Me quedo en silencio un segundo. No es que yo sea lo suficientemente sociable como para tener una gran cantidad de aventuras. De hecho, no puedo recordar demasiado y para ser honesto no es que piense decirle “Fui un ángel ¿sabes? Alguna vez bajé por tu alma pero ¿Qué crees? ¡Me enamoré de ti y terminé condenándote por el resto de la eternidad”.

Entonces me encuentro diciendo: —Tuve una infancia promedio. Un padre amoroso. Hermanos. Fue bueno mientras duró.

—Mientras duró…—repite en voz baja.

—Mi padre se fue hace mucho tiempo, Mara.—hago una pausa.—Mis hermanos también así que me las arreglé desde entonces…—le cuento la verdad…distorsionada pero no deja de ser la verdad.—inspiro.—Aunque si me lo preguntas, preferiría dejar estos temas de lado. No soy tan bueno lidiando con los temas relacionados al árbol genealógico o lo que sea…

—Bien.—responde encogiéndose de hombros.—Supongo que tengo que irme…—anuncia.

—¿Oh, en serio?—pregunto alzando una de mis cejas.

—Sí, probablemente.—asiente.—La verdad es que mi plan inicial para hoy era ir a casa, ver alguna película o lo que sea y después dormir…—hace una pausa llevando su atención un breve momento al enorme ventanal en el que estamos sentados.—Está por comenzar a llover y eso indica un clima increíble…

—La lluvia es afrodisiaca…—suelto.
Sus ojos dorados me miran un breve segundo.—¿Ah, sí?

—Sí.

—Vaya, pues no tenía ni idea.—acepta.—Y supongo que  este pequeño comentario se debe a que tienes alguna idea…ya sabes, que incluya gemidos y embestidas…

Me rio.—No en realidad. Era un simple comentario.

—¿Ah, sí?—pregunta estirándose un poco hacia mí. Nuestros ojos se encuentran de nueva cuenta y asiento.

—Sí.

—Entiendo.

Me echo a reír antes de apartar mi mirada y con un pequeño movimiento de mi mano llamar a la camarera. La morena camina hacia mí con movimientos sensuales y una amplia sonrisa se forma en sus labios.—¿Sí?

—¿Puedes traerme la cuenta, por favor…?—pregunto sin dejar de sonreírle. La mirada de Mara sigue completamente fija en mí pero aun así se mantiene en completo silencio.

—Claro que sí.

Y meneando las caderas se marcha.
Llevo mi atención a Mara que entorna sus ojos con fastidio tratando de ser disimulada pero aunque no lo diga en voz alta o trate de ocultarlo; sé que está molesta. Tan jodidamente molesta que casi soy capaz de oler su furia. Cuando la camarera vuelve le tiendo un billete y salimos del restaurante.

—Gracias por la comida.—anuncia.

—No tienes nada que agradecerme.

—Te veré después, supongo.—responde y luego comienza a caminar con pasos apresurados.

—¿Crees que pueda unirme a tu plan inicial…?—cuestiono. Mara frena su caminata, se queda quieta un segundo y luego se gira lentamente para mirarme.

—¿Por qué no se lo pides a la camarera?—reclama. Me echo a reír de inmediato y niego.

—Estás celosa, eh…—me burlo.

—¡Vete a la mierda, Zabdiel De Jesús!

—Ya, lo digo de verdad.—anuncio dando un paso hacia ella. Al principio la idea de que se alejará se cruza por mi cabeza pero cuando finalmente la tengo a mi alcance y no lo hace, lo agradezco.

—¿Por qué mejor no le pides a la camarera que…?—su voz cesa cuando mis labios se unen a los suyos en el beso más jodidamente salvaje. Un pequeño gemido escapa de su garganta y la siento estremecerse bajo mi toque. Cuando el aire nos hace falta parece un poco desenfocada mientras nuestros ojos se encuentran una vez más.

—Porque la camarera me importa una mierda.—respondo sincero.—Me da exactamente lo mismo que nada. Por eso te lo estoy pidiendo a ti…

(…)

La lluvia azota la ciudad con una fuerza tan descomunal que haría que hasta la persona más valiente y férrea  se quiera echar a correr.  El sonido de las gotas de lluvia cayéndose sobre el techo crean un sonido abrumador pero relajante.

En el momento en el que la puerta de la habitación de Mara se cierra detrás de nosotros sus labios buscan los míos. Sus manos son rápidas en deshacerse de mi camiseta sacándola por mi cabeza y luego arranca mi cinturón. Quiero burlarme pero me mantengo con la boca cerrada mientras ella hace lo que se le da la gana conmigo.

Mis manos hacen lo propio y cuando nuestros cuerpos están completamente libres de ropa incómoda sus ojos se encuentran con los míos una vez más. Alzo una ceja y ella se ríe.—¿No se supone que el plan inicial era ver películas…?

Mara me guiña un ojo.—Supongo que podemos hacerlo después.—anuncia encogiéndose de hombros.

Me rio y vuelvo a besarla con fervor. Mis brazos la toman con fuerza y la elevo un par de centímetros del suelo. Envuelve sus piernas en mi cintura acunando mi erección en la calidez de que emana su coño que ya parece estar completamente listo para mí. Avanzo con pasos lentos y la deposito sobre el escritorio.

—Eres una tramposa.—anuncio apartándome un poco.

—¿Crees que soy tan estúpida como para creerme ese cuento estúpido que querías ver películas conmigo?—cuestiona sarcásticamente.—Sé perfectamente bien que esto es lo que querías, Zabdiel…

—Tal vez.—respondo.—Pero eso era lo que querías…tampoco soy estúpido…

Una amplia sonrisa se forma en sus labios y separa sus piernas dándome una vista en primer plano de su intimidad resbaladiza, hinchada y húmeda para mí.

Con mi mano guio mi glande a su entrada y de una sola estocada  me hundo en su interior. Mara jadea echando su cabeza hacia atrás.—Joder, te eche de menos…—acepta mordiendo sus labios. Gruño a modo de respuesta antes de retroceder un poco para volver a embestirla con fuerza.—Oh…

Los gemidos de Mara llenan el ambiente. Tenerla de piernas abiertas delante de mí es la jodida vista más perfecta que he tenido alguna vez a lo largo de mi existencia y es que follar con ella a lo largo de cada vida que hemos vivido juntos siempre es mejor que la anterior pero está –que parece ser la última de por si- se lleva el trono de todas las maneras posibles.

Salgo de su interior y ella protesta.—Tranquila.—hago una pausa.—De rodillas a la cama…

—¿Qué?

—No pienso repetirlo dos veces…—anuncio.

Ella se muerde los labios una vez más pero lo hace. Camina lentamente y cuando finalmente se ha acomodado sobre el colchón jadea. Verla encima de la cama totalmente expuesta ante mí me da además de cierto “poder” también me da satisfacción total.

—Joder, Zabdiel…—reclama.

Me acomodo justo detrás de ella y pasó mi pulgar por sus labios inferiores. La escucho gemir antes de colocar mis manos en sus caderas y hundirme en su interior una vez más.—Separa más las piernas.—Yo digo. Mara lo hace.

Retrocedo un poco y vuelvo a penetrarla con fuerza arrancándole otro gemido. Levanto la vista y cuando veo a Mara con los ojos cerrados en el espejo de pedestal que tiene en la habitación mi pulso se acelera.—Oh…

—Míranos…—anuncio.—Mira en el espejo la manera en la que luces cuando te follo…—sus ojos se abren y su mirada cae encima de la mía a través del espejo. Un gruñido se le escapa y un gemido la secunda un momento después. Llevo mi mano a su clítoris y sin previo aviso la acaricio lentamente.

—Oh, Zab…—gime y puedo escucharla claramente por encima del sonido de la lluvia golpeteando el techo.

—¿Es caliente, no?—cuestiono.—Mira la manera en la que lucimos…tú encima de la cama con las piernas abiertas siendo no más que un montón de gemidos y jadeos y yo fallándote con fuerza…—hago una pausa.—Creo que está es más caliente que la anterior ¿no crees?—Pero Mara no responde.—¿No crees?—cuestiono de nueva cuenta hundiendo más mis dedos en ella.

—Oh, sí.—asiente.

Cuando los espasmos familiares comienza a formarse en la boca de mi estómago sé lo que viene. Salgo casi todo el camino dentro del cuerpo de Mara para volver entrar con fuera arrancándole un largo grito que me envía al borde. Salgo de su interior en el momento en el que me corro y ella gime apoyando su cabeza sobre el colchón de la cama. Me alejo lentamente. Mara se recuesta sobre la cama y la giro lentamente. Sus piernas tiemblan ligeramente y aprovecho ese pequeño momento para introducir mis dedos en ella. Gime de inmediato y una sonrisa maliciosa se instala en mis labios.

Me coloco de rodillas delante de ella. Sus ojos se encuentran con los míos un segundo muy breve pero no hace absolutamente cuando separo sus piernas y paso mi lengua a lo largo de su vulva, succiono su clítoris con fervor y ella gime sin control.—¿Crees que tuvimos suficiente…?—pregunto unos minutos después.

—Dímelo tú…—pide. Me pongo de pie lentamente y acomodándome entre sus piernas me deslizo en su interior una vez más comenzando con un nuevo vaivén de adentro-afuera-adentro-afuera-adentro.

—Nunca es suficiente, Mara…—hago una pausa y ella gime.—Mientras más tengo de ti, más quiero…
 
 
 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top