C5. Día de lujuria.


Cuando la mañana siguiente llega, además de saber que he perdido por lo menos tres clases sabatinas porque el despertador no ha sonado…o más bien, no es que no haya sonado. Es simplemente que cuando Zabdiel y yo hemos ido a la cama para tratar de dormir luego de una pequeña ducha –en la que volvimos a tener sexo, claro está- ninguno de los dos estábamos demasiado conscientes y terminamos despertando por los menos dos horas después de la hora que se supone que teníamos que haber despertado.

 Ahora me encuentro sentada sobre el filo de la cama mientras espero a que termine de ducharse.  El vestido que él me ha traído la noche anterior todavía cubre mi cuerpo pero a diferencia de eso ahora llevo bragas…por seguridad pues he descubierto que me cuesta demasiado mantenerme alejada de Zabdiel cuando está cerca y volver a tener sexo cuando estamos a punto de volver a Stowe es sin duda alguna un problema.

Cuando Zabdiel sale del baño envuelto en una nube de vapor detrás de sí mismo sus ojos se encuentran con los míos y una diabólica sonrisa se abre paso en la comisura de sus labios. Encamina sus pasos lentamente hacia mí sin dejar de mirarme.

—¿Qué pasa…?—cuestiono pero él no responde.

—Abre las piernas.—anuncia. Mi piel se eriza ante sus palabras.—No voy a repetirlo dos veces…—canturrea. Trago con dificultad. Definitivamente estar cerca suyo y tratar de tener el control es un verdadero problema. Me siento sobre el borde de la cama, levanto mi vestido solo un poco y lo hago.—Más.

Obedezco.—Zab…—comienzo pero tras una leve señal con la que me pide que guarde silencio se arrodilla delante de mí. Cierro mis ojos un segundo y su mano me empuja suavemente sobre la cama, sus manos deslizan por mis piernas las bragas que me he colocado hace menos de una hora. Jadeo cuando puedo sentir la calidez de su boca sobre mi intimidad y cuando finalmente me lame es cuando los gemidos me abandonan sin que pueda evitarlo.—Joder… ¿no se supone que tenemos que volver a la ciudad ya…?—cuestiono pero no responde. En su lugar; su lengua me penetra sin piedad y quiero gritar de placer.—Oh…

—Hoy solamente voy a dedicarme a darte placer…—anuncia apartándose un momento de mí.

—¿Qué? ¿Más todavía…?

—Es sábado…—responde.—En vista de que has perdido tu día de clases sabatinas creo que podemos quedarnos hasta la tarde ¿no?

—¿Propones un día de lujuria…?—logro preguntar mientras me sigo retorciendo de placer. Gimo.

—Sí. Eso es lo que estoy proponiendo.—hace una pausa.—¿Te gustaría…?

—Joder, sí.

—Perfecto, porque anoche he preparado algo especial…—inquiere poniéndose de pie. Quiero protestar pero aun así mantengo mi postura.—Ahora…voy a ir a buscarlo y tú, querida Mara…vas a levantarte, vas a desnudarte y esperarás en esa cama por mí con las piernas abiertas y completamente dispuesta para mí ¿de acuerdo…?

Gimo ante sus palabras.—De acuerdo…

Hago lo que me pidió en el momento en el que sale de la habitación. Me pongo de pie y deslizo el vestido sobre mi cabeza quedando completamente desnuda. Mis dedos hormiguean y sentándome sobre el borde de la cama una vez más abro las piernas y comienzo a acariciarme a mí misma. No sé si él lo sabe pero la necesidad que ha dejado en mi cuerpo es demasiada.

Es como si tuviese un maldito interruptor que con solo un roce de su piel se activara. Acaricio lo largo de mi coño y cierro mis ojos mientras introduzco un dedo en mi interior pero cuando escucho los pasos de Zabdiel fuera de la habitación me recuesto sobre la cama y hago lo que me pidió.

Abro mis piernas tanto como puedo dándole una vista en primer plano de mi vulva completamente húmeda, caliente y dispuesta para él; pero para mi sorpresa; él ya está desnudo de pies a cabeza dándole un aire de superioridad que es de otro nivel definitivamente. Una sonrisa socarrona se instala en sus labios y coloca un recipiente encima de la mesa de noche.

—¿Qué es eso…?—pregunto.

—Hielo.—anuncia sin más. Mi piel se estremece de golpe.—Ahora…recuéstate bien  y se paciente…—hace una pausa.—Te prometo que esta será sin duda alguna la mejor follada de tu vida…

Cierro mis ojos y espero pacientemente a que él comience a jugar con mi cuerpo. Follar con un extraño es placentero –aunque ya no creo que llamarlo de ese modo sea correcto después de todo lo que hemos compartido en una sola noche- pero que ese extraño me cuide y me dé tanto placer como lo hace Zabdiel es lo mejor de todo. Lo veo tomar un pequeño cubo de hielo y cuando lo pasa primero por el valle de mis senos y después por mis pezones me estremezco dándome cuenta en el proceso que definitivamente este día voy a correrme más veces de las que pueda ser capaz de contar.

Lo desliza lentamente por mi abdomen de manera lenta dejando un pequeño y húmedo camino que desciende hasta mi vientre.—Oh, joder…—murmuro entre dientes.

—Relajate…—susurra él.

Y yo lo hago sin preámbulos porque el placer que este hombre me está haciendo sentir es tan jodidamente grande y fabuloso que si se le ocurriese pedirme que me sacara el corazón en este maldito momento yo lo haría sin pensármelo dos veces.

Trato de  regular mi respiración que por un segundo parece estar atascada en mi garganta. Me retuerzo sobre la cama ero cuando siento su mano dirigirse a mi entrada. Me muerdo los labios una vez más tratando de controlar las emociones que embargan mi cuerpo pero de cierta manera me sobrepasa. No puedo hacerlo.

—Za…—un gemido me abandona cuando él coloca el pequeño hielo en mis labios inferiores y lo deja ahí algunos segundos. Soy capaz de sentir la manera en la que entra en contacto con mi piel caliente.

—Sh…—murmura él.—Te importaría si…—sus palabras quedan interrumpidas en el momento en el que adentra la mitad del hielo en mi interior.

—¡Joder!—reclamo.

—Esto es perfecto.—anuncia su ronca voz.  

Sus movimientos son lentos y pequeños y en menos de lo que puedo terminar de comprender está en un pequeño y malévolo plan de retirar-meter-retirar-meter de mi interior y cada vez que lo hace las sensaciones solamente aumentan más y más.  Soy consciente que no soy más que un gran manojo de gemidos, jadeos y placer.

Y es que no es que Zabdiel me lo ponga fácil de todas maneras. Él no ha parado de hacerme sentir como la mujer más jodidamente sexy sobre el planeta Tierra de la misma manera en la que no ha parado de darme placer y sin temor a equivocarme puedo jurar que es la única persona que me ha dado más placer en menos de veinticuatro horas que cualquier otro hombre a lo largo de mi vida.

Cuando lo escucho gruñir por lo bajo y se acomoda entre mis piernas me estremezco. Deja un beso sobre mi estómago antes de seguir bajando con extrema lentitud, torturándome en el proceso y aunque no lo puedo ver, sé perfectamente bien que está sonriendo.

El tipo de sonrisa victoriosa que lo decreta como el hombre más jodidamente caliente sobre la faz de la Tierra.

Su boca es una maravilla. Bebe de mí a su antojo, succiona, muerde y juega con mi cuerpo dándome tanto placer que quiero comenzar a lloriquear. Las sensaciones intensas que me embargan son otro jodido asunto. Y sí eso no fuese lo suficientemente caliente, añade su polla.

Mis paredes lo reciben con gusto, se estiran y se adaptan a su longitud. Sus penetraciones son profundas, intensas y precisas. ¡Y me encanta! Apenas puedo respirar correctamente porque de un momento a otro el aire que hay en mis pulmones se ha convertido en fuego puro. Un fuego que no puedo y no quiero controlar.

—Joder, Zabdiel…—susurro cuando me penetra hasta el fondo de un solo y poderoso movimiento. Él no responde.

—Córrete para mí.—me ordena y como si mi cuerpo reconociera su orden lo hago. Me corro finalmente. Él también lo hace un par de minutos después antes de desplomarse sobre mi cuerpo.

—¡Que fin de semana!—exclamo.

Él se ríe.—Apenas es sábado, Mara… aún nos queda un día y medio y mucho, mucho placer por venir…

(…)

Cuando el lunes llega y mis ojos se abren cuando el despertador comienza a sonar todo lo que puedo hacer es rememorar cada jodido momento del fin de semana. Quitando el hecho de tener cien llamadas perdidas de mis amigas todo fue jodidamente perfecto.
Resulta que hacer el amor con Zabdiel –o por lo menos tener sexo- sin tregua alguna una cantidad de veces que se podría considerar insano es la aventura más caliente que alguien podría experimentar. Su experiencia es lo más interesante de todo lo que hace ser un amante perfecto.

Pero en teoría, el fin de semana además de caliente fue prometedor, tanto como para recordarlo por un largo, largo tiempo. Me pongo de pie y casi flotando sobre una nube de recuerdos eróticos avanzo hasta el cuarto de baño para tomar una ducha.

Cuarenta y cinco minutos después me encuentro atravesando las verjas de la entrada de la universidad mientras cada una de las personas que camina a mi lado me ignora simplemente. Y yo lo agradezco en silencio.

—¿Se puede saber dónde diablos te metiste, Mara Bristol?—cuestiona la voz de Penny y un segundo después Skye aparece en escena.

—No sé de que me están hablando…—respondo encogiéndome de hombros.

—Oh, no nos trates como si fuésemos estúpidas.—me recrimina la pelirroja.—Te estuvimos buscando toda la noche en esa fiesta y después llamando todo el puto fin de semana y no respondiste jamás…

—Tienes esa sonrisa en el rostro…—comenta Skye. Sus ojos azules me están mirando fijamente.

—¿Qué sonrisa?—cuestiono inocentemente aunque en el fondo sé perfectamente lo que quiere decir.

—Dios, es verdad.—agrega Penny.—Tienes esa jodida sonrisa que grita que tuviste un jodido fin de semana lleno de sexo y lujuria desenfrenada…—siento mis mejillas arder pero mantengo mi postura.

—Sí, bueno…tú también la tienes.—respondo.

—Es porque lo tuve…

—Un fin de semana, eh…—Penny entorna sus ojos.

—No un fin de semana pero estoy satisfecha por ahora…

—Vaya…—murmuro antes de llevar mi atención a Skye que permanece en completo silencio.—¿Y tú que tal tu sonrisa?

—Oh, vamos. No me metas en tus asuntos.—reclama haciéndome reír.

—También desapareciste en el club…—comento.—¿Dónde te metiste, por cierto?

Las mejillas de Skye toman color mientras se encoge de hombros.—Tengo que ir a la biblioteca…—anuncia.—Tengo que entregar un libro así que…

—No hace falta mientas para no contarnos que este jodido fin de semana follaste con Chris…

—Y fue lo mejor.—responde encogiéndose de hombros.—Pero lo digo de verdad, tengo que entregar un libro…

—¿Chris y tú son novios finalmente?—la pregunta de Penny a Skye la toma por sorpresa. Sus ojos azules se encuentran un segundo antes de negar.

—No. Pero de todos modos no es algo que esté buscando ahora mismo…el sexo ocasional está más que perfecto…

—Ew, creo que hemos creado un monstro…—bromeo y las dos se ríen.
El tiempo pasa lentamente mientras mis ganas por marcharme e ir a casa para dormir por el resto de la tarde hasta el día siguiente siguen aumentando. En la distancia logro divisar a Christopher en compañía de Zabdiel de pie en las verjas de la entrada, parecen estar compartiendo una charla tensa. Sus movimientos son tensos y da la impresión de que podrían estar  discutiendo.

Aun así entro en la visión periférica del rubio. Sus ojos me miran un momento antes de que una pequeña sonrisa se abra paso en sus labios. Puedo verla mientras sigo caminando.—Mara…—saluda Christopher cuando me ve.

—Hey.

—¿Ya te vas?—cuestiona el castaño y yo asiento.

—Sí, no es que me vea siendo capaz de tolerar un segundo más acá…—hago una pausa.—Supongo que iré a buscar algo para comer y después directamente a casa…

—Increíble.

—¿Te molesta si te invito a comer…?—pregunta la voz de Zabdiel. Lo miro por lacónicos segundos bajo la atenta mirada de Christopher pero él no dice absolutamente nada, simplemente me observa en silencio.

—Creo que los dejaré solos para que hablen.—anuncia Chris antes de inclinarse sobre mí para besar mi mejilla. Correspondo a su saludo de despedida y luego vuelvo mi atención a Zabdiel. Sus ojos parecen mucho más intensos que hace dos segundos y solo por un momento puedo detectar en sus irises el pasión y la lujuria del fin de semana.

—¿Entonces?—pregunta de nueva cuenta.

—No me molesta en absoluto…
 
 
 

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