3. Eres mía, Mara Bristol.

A lo largos de los años en un montón de libros –que en realidad no tienen ni puta idea como han pasados las cosas- he leído y escuchado un sinfín de teorías sobre los Caídos originales. Sobre sus amoríos con las terrenales y sobre los posibles planes que ellos han tenido para con ellas pero lo cierto es que ninguna de esas teorías han sido acertadas.

Por lo menos todavía.

Como antiguo ángel de la muerte vi  y estuve presente en la concepción y muerte de millones de personas y nunca me importó en absoluto hasta que Mara Bristol apareció dentro de mi campo de visión.

Tan malditamente perfecta siendo ajena a mí y a absolutamente todo lo que yo representaba. La vi nacer, la vi crecer y cuando estuvo a punto de morir me encargué de protegerla incluso con mis alas. La vi morir al final de cuentas y cuando la volví a recuperar sin lugar a dudas fue uno de los mejores putos días de mi puta vida.
Y ahora tenerla entre mis brazos completamente desnuda con la cabeza apoyada sobre mi hombro todo lo que quiero hacer es volver a protegerla.

Mantenerla a salvo a mi lado. Tal vez Christopher tiene razón al final de cuentas cuando dice que esta vez podría ser diferente.

—¿Qué tanto piensas?—cuestiona dejando un beso sobre mi mandíbula. Conecto nuestros ojos y una pequeña sonrisa se forma en sus labios. Pequeña pero preciosa al final de cuentas.

—Solo estaba pensando en esto…

—A que el chico misterioso ya no es tan misterioso, eh…—comenta con diversión. Me rio en voz baja y niego un poco dejando un beso sobre su frente.—¿Sabes algo…?

—¿Qué?

—A veces cuando te veo a los ojos siento que te conozco de algún lado.—anuncia.—Es decir, es como si te recordar o algo así pero después el recuerdo simplemente se va…

—No entiendo.—miento.

—Es que no realmente no sé cómo explicarlo.—anuncia apartándose un poco para poder mirarme. Cubre más su cuerpo con el edredón de la cama que ha traído desde la habitación y niega un poco.—Siento que te conozco desde siempre, Zabdiel…es decir, me inspiras esa confianza…

—¿Cómo de una vida pasada?—atino a preguntar. Sus ojos me miran por lacónicos segundos antes de dedicarme una pequeña sonrisa.—¿Crees en las vidas pasadas…?

—¿Las vidas pasadas…?—repite.

—Ajá…

—La verdad es que yo…—suspira.—No lo sé, Zabdiel. La verdad es que nunca lo había pensado.—acepta.—Una vez leí que cuando las personas nacen con el don de recordar algunas de sus vidas pasadas; después de los cinco años de edad eso deja de pasar…

—Lo sé.—asiento.—Pero hay excepciones, claramente…—una sonrisa divertida aparece en sus labios. Sus ojos siguen fijos en los míos.—¿Qué pasa?

Mara se muerde los labios antes de sentarse a horcajadas encima de mí.—No sé si me está fallando la memoria o algo así pero creí haber escuchado que tendríamos un round dos…

Una sonrisa socarrona se instala en mis labios antes de atrapar su labio inferior en mis dientes.  Mara se frota sobre mi regazo dejando escapar un pequeño gemido que retumba en mi cabeza y me incorporo un poco para poder besarla al tiempo que mis manos se deshacen de la sabana que todavía cubre su cuerpo.

Su jodido cuerpo desnudo es la puta obra de arte mejor hecha en la puta vida en una combinación perfecta con el dorado de su largo cabello y de sus increíbles ojos dorados.  Mara siempre ha sido perfecta, a su modo, pero perfecta al final de cuentas.

Mis labios abandonan los suyos en busca de más piel, misma que cuando entra en contacto con mi boca se estremece de golpe y un pequeño jadeo de placer escapa de su garganta. Llevo mis manos a su cadera para colocarla justo donde la necesito sin disfrutar de su cuerpo. Mara es caliente, tan jodidamente caliente como cualquier día de agosto pero al final de cuentas, el amor que he sentido por ella en cada una de mis vidas –de nuestras vidas, quiero decir- es tan grande que no haría absolutamente nada para lastimarla, incluso aunque mi vida estuviese en peligro. Su alma es inmortal, pero verla partir siempre termina siendo un dolor en el trasero con el que no estoy dispuesto a lidiar ahora mismo.

—Joder, Zabdiel.—reclama frotándose sobre mí con fervor.

Le sonrío de nueva cuenta pero permanezco completamente quieto explorando la delicada piel de su cuello. Otro gemido la abandona y se frota con desesperación sobre mi cuerpo. Y es que si puedo presumir de algo es precisamente de mi gran capacidad para mantener el control de mi cuerpo y de mis emociones, aunque en este momento esté perdiendo el de mi cuerpo, quiero decir. La erección que tengo entre las piernas está comenzando a doler y conforme van pasando los segundos y mi cuerpo va despertando de a poco, la desesperación de mi rubia aumenta.

Lo sé.

Porque puedo sentirla.

—¿Quieres que te folle?—pregunto inocentemente. Vuelvo mi atención a sus ojos y se muerde los labios mientras asiente con desesperación. Me rio un poco volviéndola a besar.—Ya habrá tiempo para eso…

—¡Eres un hijo de puta!—anuncia haciéndome reír de nueva cuenta.

Llevo mis manos a su espalda baja y dejo pequeñas caricias sobre su piel expuesta. Mara jadea de nueva cuenta y niega un poco separando más sus extremidades tratando de que nuestros cuerpos estén más pegados –si es que eso es posible quiero decir-. Su intimidad cubre la mía casi en su totalidad pero no es suficiente para ella. Para mí tampoco pero me gusta jugar.
Y el pequeño y malévolo juego del gato y el ratón es tan jodidamente caliente y divertido.

—Lo soy.—acepto.

—Por favor, Zabdiel.—reclama rechinando sus labios.—Dios mío.

—Oh, nada de Dios.—le espeto y ella se vuelve a frotar de nueva cuenta.—No creo que él esté demasiado contento con tu comportamiento, jovencita.—me burlo.

—¡Hijo de puta!—repite. Me vuelvo a reír antes de volver a besarla con fervor.

Su lengua se enreda con la mía e un beso violento que le arranca un gran gemido de placer. El calor que emana su cuerpo me pone al límite pero de los dos, claramente soy el menos necesitado. Al menos por el momento.

—Dime algo que no sepa…—respondo.

—Si no me follas en este jodido momento usaré un dildo…—replica.

—¿Oh, en serio?—pregunto sobre su boca.—Puedes hacerlo con toda la libertad del mundo, creo que verte usándolo será todo un espectáculo…—sus ojos dorados me fulminan de inmediato.—Incluso puedes usar tus dedos, he escuchado que el placer es casi igual…

—¡Te odio con toda mi alma!—me espeta lanzándome una mala mirada.

Me rio de nueva cuenta antes de tomar su cuerpo entre mis brazos para girarme y poder tener el control.
En sus ojos puedo ver un pequeño atisbo de esperanza y una bonita sonrisa surca sus labios. Le ofrezco un diminuto gesto antes de inclinarme para poder besarla. Su boca devora la mía con avives y un sonoro gemido la abandona de nueva cuenta. Separa sus piernas un poco y cuando soy capaz de sentir su humedad no puedo evitar que un gruñido se me escape.

—¿Todavía me odias?—cuestiono alzando una ceja.

—Sí.—decide.

Me rio antes de volver a besarla con fervor.—Perfecto, supongo que podría vestirme ahora mismo y volver a casa…—sus ojos me miran de nueva cuenta.—Ya sabes, sería raro que folles con un tipo al que odias…

—¡Follame de una puta vez, hijo de puta!—me espeta en un grito estrangulado. Suelto una carcajada y de una sola embestida me deslizo en su interior hasta el fondo. Mara gimotea mientras sus paredes me reciben estirándose a mi paso. Apretándome con fuerza y dándome una cálida bienvenida que me hace delirar y que me provoca que me quiera morir de deseo y de placer; que las ganas de quedarme pegado a su cuerpo, hasta lo más profundo de su interior se apoderen de mi jodido cuerpo.—¡Joder!—exclama.

—A que este hijo de puta es la único que te ha hecho sentir esto…—alardeo retrocediendo un poco para volver a entrar en ella.

Gime.

Gime tan fuerte que el sonido queda en mi cabeza como si fuese un eco. Un jodido eco que me hace fantasear sobre un montón de cosas con ella.

Tener fantasías sexuales no es malo. Todo el mundo las tiene. Pero cuando eres un ángel caído y tienes fantasías sexuales con una humana –o viceversa- las cosas se tornan tensas.

Sobre todo cuando las fantasías son con  Mara Bristol, un alma que a pesar de que ha muerto cientos de veces, nunca he muerto.

Aunque…morir de placer, sería una  muy buena forma de morir.

—Tienes razón.—acepta finalmente.—Follar con un hijo de puta nunca se había sentido tan jodidamente bueno…

—Y lo que viene está mejor.—anuncio tomando sus piernas para separarlas más. La perfecta vista de mí desapareciendo en su interior es tan jodidamente perfecta, erótica y placentera que me envía directamente al borde mientras los gemidos de Mara llenan la habitación.

—Lo que viene, eh…—repite.

—Claro que sí.—asiento.—Porque después te llevaré a la cocina y follaremos en la mesa…—le informo. Un ronroneo escapa de su garganta dándome a entender que le ha gustado la idea. Porque joder, a mí también me ha gustado.—Oh, y se me ocurre algo mejor…

—¿Qué cosa?—cuestiona.

—Después te llevaré a la entrada de la cabaña y follaremos sobre el barandal…—anuncia.—Joder, la sola imagen en mi cabeza de ti sentada sobre el filo completamente desnuda y con las piernas abiertas esperando por mí me hace delirar de placer…—la veo morderse los labios y una sonrisa maliciosa escapa de mis labios.—No hay vecinos así que no tenemos que preocuparnos por los curiosos…y solo imagínate esto…—murmura embistiéndola con fuerza.

Ella jadea.—Mjm…

—Primero te follaré con los dedos.—jadea.—Después con la boca.—gime.—Y después me enterraré tan profundamente en tu interior que no sabrás dónde termina tu cuerpo y donde comienza el mío…

—Zabdiel…—me llama y un segundo después se corre.

La sensación de estar en su interior mientras sus fluidos me empapan solo provoca que un poderoso orgasmo embargue mi cuerpo y que termine corriéndome en su interior. Mara jadea y con piernas temblorosas rodea mi cadera. Todavía estoy en su interior y parece que se ha negado a dejarme ir –aunque tampoco es que lo quiera hacer-. La sensación de estar dentro suyo es tan malditamente placentera.

—Eres mía, Mara Bristol.—anuncio.—Siempre has sido y siempre vas a ser mía…
 
 
 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top