Epílogo

Gray

Durante siglos viví en un mundo blanco y negro, sin olores, sin sabores, sin dolor, frío o calor; con el paso del tiempo también se desvanecieron sensaciones como el miedo, cualquier clase de satisfacción, y hasta cierto punto la empatía.

Aún me cuesta creer que esa tortura haya acabado de golpe.

¿Que si quería que pasara lo de hace un par de días? Por supuesto, ni siquiera sé en qué momento comencé a desearlo, sin embargo, nunca me atreví a dar ese paso porque sabía cómo serían las cosas. No voy a negar que me gustó e hice lo posible para que ella también lo disfrutara, pero la verdad es que ese beso resultó tan vacío como había pronosticado.

En cuanto a este, bueno, para ser claro, no quisiera tener que separarme nunca. Es como si fuera el primero ya que todo es diferente ahora. Ya no es solo una leve presión, siento la suavidad de sus labios, su calidez, el sabor a dulce de su bálsamo labial, los vestigios de un perfume cítrico, la calidez que desprende por cada uno de los puntos en los que hacemos contacto. Una sensación cálida y extraña pero agradable que ya había olvidado, me invade de pies a cabeza y es la confirmación de que esto es real.

Al abrir los ojos me sorprendo por un instante por la chica que tango en frente; siempre pensé que era linda, pero nunca me había detenido para verla a detalle, aunque ahora que lo pienso, lo más seguro es que antes de hoy no hubiera sido capaz de apreciar lo hermosa que es en realidad.

—Te amo —le confieso con la sonrisa que no puedo ni quiero quitar—. Te amo, Juvia. Desde hace mucho, solo había sido demasiado terco para admitirlo.

Ella no pronuncia una sílaba, tan solo ensancha un poco más su sonrisa antes de eliminar la distancia formando otro beso. No necesito más, ella ya dijo todo lo que tenía para decirme.

No recuerdo la última vez que estuve tan tranquilo, que pude pasar el día sin preocupaciones, haciendo y hablando de las cosas más triviales y mundanas que pueda haber, y creo que ha sido el día más feliz de mi vida. En gran parte puede deberse a que he estado todo el tiempo con Juvia, quien me ha tenido corriendo de un lado para otro para realizar todos -o casi todos- los planes a los que me había estado invitando y nunca accedí.

Todas esas cosas que ella había querido saber, pero temía preguntar ahora las sabe; ella siempre fue totalmente abierta conmigo, así que este es mi turno de dejar que me conozca por completo, incluso me siento más ligero luego de haberle hablado, sobre todo; por cierto, nunca olvidaré la cara que puso cuando se enteró de mi edad en años humanos, parece que sus estimaciones no se acercaban ni un poco.

Como sea, el resto del día pasa en lo que siento como un parpadeo. Debe ser cerca de la medianoche cuando Juvia se queda dormida con una película que sugirió que viéramos, imagino que estará agotada para este punto.

—¿Estás seguro de esto? —cuestiona Erza, aunque solo como una proyección, esta vez no vino físicamente.

—Sí —asiento, observando a través de la ventana a la chica de cabello azul, profundamente dormida en su cama—. Le debo mucho, de no ser por ella, seguramente nunca habría conseguido el perdón; ella merece su vida de vuelta, no está hecha para esto. Además, todavía hay asuntos que arreglar antes de poder estar tranquilo.

—Si te refieres a él, sabes que no tiene caso, mira todo lo que has tenido que pasar por su culpa, su alma está perdida desde hace mucho.

—No creo que sea así— niego, recordando la reacción de Natsu esta mañana, sé que vi algo ahí, algo que no tienen los demonios.

—Veo que sigues igual de terco —ella suspira—. Luego no digas que no te lo advertí.

Una media sonrisa tira de mis labios, me cuesta terminar de procesar que estemos hablando como si nada de esto hubiera pasado, nunca pensé que volvería a escuchar ese tono de "no lo hagas, pero si lo haces igual te salvaré el trasero".

—Al menos podrías despedirte —ella insiste luego de unos minutos en silencio, pero no tiene caso.

—Si me despido no voy a poder apartarme de ella; y sabes que ya no puedo quedarme en el mundo mortal mucho tiempo.

—En serio, te faltan un par de siglos más en la tierra para que aprendas algo. Ella te va a odiar cuando despierte.

—Lo sé —es verdad, soy consciente de lo que implica desaparecer sin decir una palabra.

Ella seguramente me odiará, pero puedo vivir con eso si significa que podré mantenerla a salvo y hacer que deje de arriesgarse sin sentido; con el tiempo su mente se encargará de convertir este período en un recuerdo borroso y de, eventualmente, olvidarme a mí también.

Podría ser egoísta, quedarme con ella y abandonar mis responsabilidades, pero eso no sería justo para ella o los demás que puedan ser afectados. Juvia merece una vida tranquila y si no tomo esta decisión, nunca la tendrá. Todo es mejor de esta forma, ella seguirá como si esto nunca hubiera pasado, y yo podré protegerla como es debido, desde las sombras, sin que tenga idea de que estoy allí. En algún momento llegará el día en que deba llevarla conmigo; hasta que ese día llegue estaré cuidándola, acompañándola, y ayudándole todo lo que pueda sin que ella lo sepa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top