Capítulo 5
El corazón amenazaba con salírseme del pecho, fue peor, peor que encontrarlo en su departamento con ella, peor que me dejara marcharme sin darme explicaciones, incluso más doloroso que cuando perdió la memoria.
Hubo algo definitivo en como estaban, en su cercanía, en los ojos de ella. Algo en el rostro de Azzio, una chispa que no le había visto antes con nadie.
Con nadie que no fuera yo.
Me apresuro para abrirme paso entre todos los cuerpos danzantes, empujando a quien se atraviese en mi camino, escucho a Samuel gritando mi nombre, sus pisadas fuertes detrás de mí pero no me detengo, tengo la necesidad de salir corriendo, de aliviar el ardor en el pecho que es interminable.
Cuando consigo salir del club el aire frío me pega en el rostro como un soplido y lo agradezco, agradezco de sobre manera el respiro, la dosis de estabilidad que me brinda la calle iluminada por farolas y el silencio de la noche apenas tocado por la música del club, el reflejo del eco restante en la pesadilla.
El rubio me alcanza poco después, con el ceño fruncido y casi sin aire, se le ve muy agitado como si hubiese corrido dos manzanas en vez de un simple tramo en línea recta. Extraño y cuando pasa la mano por su frente para retirar los mechones rubios es que recuerdo; La marca en su mano...esta brilla a la luz de la luna como un espejo, la S que me persigue viva y rosa en la piel.
Me permito pausar el dolor en el pecho por un segundo, me digo que debo enfocarme en cosas más importantes. –Me dijiste que me explicarías eso. –Le digo, señalando el dorso de su mano.
Su expresión se torna amarga mientras lentamente bajo el brazo. –Te traje aquí porque necesitas la ayuda de Elihad.
Chasqueo la lengua en desagrado, empieza a cabrearme que todo mundo quiera disponer de mí. Yo decidiré si quiero o no confiar en otro ángel, por ahora quisiera que cumplieras a tu palabra y me aclararas porque tienes la marca del sello celestial.
Bufa, dándose la vuelta para alejarse calle abajo. –¡Samuel! –Le grito, mientras por instinto le sigo, la verdad no me ubico en donde estoy y si Samuel me deja varada estoy perdida.
Me oye acercarme así que sus pasos se vuelven lentos hasta que se recuesta de un pilar grisáceo, uno que pertenece a lo que luce como un edificio abandonado. Parece rendido como si supiera que en realidad no puede seguir callado y tal vez así sea.
–Te diré esto sin rodeos pero es algo que debes mantener para ti...No quiero meter a Elihad en problemas con tu Ángel ahora "bueno"
Me remuevo incómoda, el hecho de que se sepa que Azzio no tiene energía demoníaca (o lo implique) me perturba, es su secreto y de alguna forma él lo sabe. Y también me hace ruido su manera de nombrarlo, principalmente porque Azael...ya no es mío.
–Prometo que no lo diré, si no lo notaste no estamos en buenos términos.
La sonrisa de Samuel es pequeña no llega a sus opacos ojos azules.
–...Días después de lo que ocurrió. –Hace un ademán señalándome. –Pensé que estabas muerta. Es decir yo mismo casi lo estaba y no me encontraba ni la mitad de cerca que tú, la que causo aquella "explosión"
<<No entendía, había despertado solo en un cuarto oscuro, con miles de imágenes horrendas de demonios y el sabor de mi propia sangre en la boca y fue espantoso, tenía tanto miedo aun si no había nadie a mi alrededor, estaba enloqueciendo. –El rubio traga grueso y el nudo en mi garganta crece. –No tengo idea de cuánto estuve ahí pero solo respiraba, alejado del mundo en general...Entonces Elihad apareció un día, lucía como alguien normal, vestía de jeans y traía comida y agua cada tres veces al día.
<<Poco a poco le dejaba acercarse, hasta que hablo conmigo, me explico lo que me sucedía y...Se mostró en su figura original.
Me miro impresionado como si no creyera lo que decía. –Se paró frente a mí y desplego un par de alas tan blancas e inmaculadas que eran cegadoras, eran grandes y muy hermosas, como si fuera una paloma blanca recién nacida. Era un ángel blanco.
<<No como los que llevaban este plumaje negro el día de la batalla. Elihad me ayudo, me hizo volver a surgir y entender todo lo que pasaba en mi cuerpo.
Frunzo el ceño. –¿Qué es lo que pasa en ti?
Samuel hace una pausa. –El problema principal es que Jezabel dejo una marca demoníaca en mí cuando me utilizó, una que graciosamente luce como una S marcada. Y al estar instalada en un ser humano, sobrevivió de alguna forma al sacrificio.
Ahí encimado, me mira de reojo, el asfalto parece una piscina de alcatraz lista para ahogar a cualquiera. Sus ojos que eran tan azules y brillantes se ven ahora apagados y sin vida. –No puedo creerlo...
Pestañea como si haber dicho lo que paso le hizo rememorar sus dolencias. –Me está matando ¿sabes? –Suspira y la declaración me toma por sorpresa.
Primero pienso que es una expresión, pero el tono en su voz y como me sujeta la mano me dejan claro que no es así. Los escalofríos recorren mi ser, esos que quiero adjudicar a la noche, aunque sé que no es la razón.
De pronto me siento muy egoísta, de alguna forma lo que le ocurre es enteramente mi culpa, y no hallo las palabras para al menos fingir que todo estará bien.
–Siento como me debilita desde adentro, como se lleva lo que soy, la magia demoníaca es muy potente, ni siquiera la profecía pudo con ella.
Todo lo que me confiesa se asienta en mi estómago como una piedra. Entre impresionada y sumamente triste le abrazo, me quedo un buen rato entre sus brazos, tratando de no sollozar.
Mi error fue creer que todo había terminado, fue dejar por fuera todas aquellas señales que me indicaban que lo peor estaba por venir. El peligro no se ha ido, así no sea más el sello celestial.
Esto apenas está por comenzar.
Llegué a la AUAP pasadas las siete de la mañana.
La madrugada la pase en el auto con Samuel hasta que logró dormirse, ahí en la destartalada máquina que Elihad consiguió para él, me contó acerca de cómo veía la vida desde otro punto de vista.
Su sueño de ser escultor había sido arruinado me dijo, no podría enfocarse en tareas tan tontas y pequeñas –porque así las veía ahora- cuando en poco tiempo moriría gracias a la marca de Jezabel.
Tampoco quería tener contacto con su familia y cada día era menos el apetito que le daba, "El ángel blanco" como vanagloriaba a su salvador era quien en ocasiones le ayudaba a superar sus caídas violentas.
–De no ser por él, ya hubiese muerto hace mucho. –Me dijo minutos antes de reclinar el asiento de copiloto y cerrar los ojos, yo le miré mientras su pecho subía y bajaba en un compás tranquilo, pero no pude conciliar el sueño en ningún momento.
Cuando el sol se alzó por entre las nubes de Cevale, la provincia parecía un lugar distinto al que en realidad era. No lucía como un mundo habitado por criaturas místicas donde el mal no descansaba, se veía como una tranquila ciudad en la que querrías tener una pacífica vida.
Me repetía una y otra vez mientras caminaba en el pasillo vacío que mis opciones eran pocas, bueno pocas en donde podría sobrevivir. Primero estaba mi "padre" el arcángel que deseaba mi muerte por venganza, luego Azzio, dándome la espalda de la manera más vil, Samuel muriendo por mis errores, Francesca muerta por estar conmigo. Teresa muerta por protegerme. Leticia alejándose de mí por sus instintos de que yo era la culpable.
¿Y acaso ella estaba equivocada?
No. En muchas partes no.
¿Qué más tenía que pasar?
¿Cuántas veces tenía que morir alguien por mí?
Era una chiquilla egoísta y sin vergüenza que no sabía nada de la vida. Me otorgaron un poder que nunca quise, una responsabilidad de hierro que apenas y conseguí cumplir.
Yo no pedí estar viva, yo no pedí que este fuese mi destino y no tengo a quién recurrir y duele.
Asesinaron a mi madre por haberme traído al mundo.
¿Qué quedaba para mí?
¿Cuál era mi mísero propósito? Además de claro, traer tragedia.
No podía más y cada paso que daba lo dejaba en evidencia.
Me pareció eterno el trayecto hacia mi habitación, los pocos estudiantes con asignaturas a esta hora me miraban de manera despectiva por mis fachas, era ropa holgada y nada bonita, pero seguro lo que resaltaba era la maraña que traía por cabello, donde los mechones cobrizos se escapaban en todas las direcciones y mis ojeras debían parecer el reflejo de la luna llena en el agua.
El ala de dormitorios estaba silenciosa, la luz del sol iluminando por entre los espacios abiertos tipo jardín que yacían siempre en el medio de los amplios corredores, como un bosque personal bajo techo, era encantador en demasía y me hacía pensar en que al menos, había cosas hermosas en la vida.
Así fueran pequeñas.
Busque la llave en mi bolsillo trasero y la pase por el reconocedor digital, justo cuando la luz pasó de rojo a verde el indicador marcó que la puerta estaba abierta.
En un segundo, el collar en mi pecho pareció estar conectado con la entrada lo cual obviamente era imposible, sentí primero un choque de corriente del tipo que solo podría adjudicarse a energía eléctrica pero sin haber ninguna fuente de la misma.
Fruncí el ceño, el llamador empezaba a calentarse bajo la camiseta como las veces que algo malo iba a pasar, que percibía una mala energía, Fue lento y tortuoso acompasar mi respiración , el ardor del metal alado y precioso me escocia la piel.
Apenas me asomé en la habitación vi a plena vista que todo lucía normal, hasta parecía que Nina no había dormido aquí, las camas estaban hechas y todo en su lugar pero al entrar me dieron escalofríos, entonces como si fuera poco mi corazón ya de por si acelerado casi es víctima de un infarto cuando unas grandes manos me toman desde atrás.
Alguien aprisionaba mi cintura y acto seguido colocaba una de sus palmas en mi boca, cubiertas por guantes que me sofocaban, el cuero que me impedía gritar. El intruso olía a menta, cuero, y... ese peculiar olor que solo he percibido en Azzio.
–No grites. –Me habla lento como si le reprocharas a una cría, el tono de su voz es raposo tanto que me hace pensar en una lija y cuando desliza la mano de mis labios a mi cuello, se me eriza la piel.
Es él.
Se aleja de mí de a poco y es que giro en su dirección, no lleva la misma ropa de anoche, esta vez luce un jean azul oscuro y una camisa blanca, del estilo simple.
La personificación fantástica de James Dean.
Me toma por sorpresa, cansada y con la guardia baja, me mira a los ojos con intensidad, es tan fácil perderme en los orbes esmeraldas que me obligo a concentrarme, a hablar. –¿...Qué es lo que?
–¿Hago aquí? –Me interrumpe con descaro, me echa una buena mirada aprovechando la luz del sol y admito que desearía poder esfumarme en ese instante, hacerme un ovillo y olvidarme de que existe.
El espacio que impuso lo rompe cuando toma con sus dedos mi quijada y me hace mirarlo, normalmente pondría resistencia pero me siento tan imperturbable cuando lo tengo cerca que es imposible, hasta que claro recuerdo lo que ocurrió anoche y me retiro tan rápido como puedo.
–Sí. Dime que haces aquí si no tenemos nada que hablar.
–Yo no vine aquí por deseo propio. –Suelta con seriedad. –Tampoco a hablar.
Avanza a mí alrededor y por primera vez en mucho tiempo, me siento presa de él, la oveja rehén del león, mi corazón se acelera y maldigo internamente porque sé que puede escucharlo. –Entonces...¿Puedes dejar los rodeos y explicarme?
Azzio ríe, la característica risa sin gracia que ya había olvidado. –Alguien ha estado en tu cuarto, alguien con un nivel de energía demoníaca muy grande. Lo cual debería ser imposible teniendo en cuenta que ya no existe el mal. ¿No es cierto? pero aun así, lo percibo, incluso más que antes al no compartir esa misma sangre. Tenía que investigar de qué trataba.
Me quedo boquiabierta, esa es la razón por la que el llamador se calienta en mi pecho.
Debería contarle, debería decirle lo que pasó con Samuel, debería hablar de Elihad, pero ¿cómo es que él no sabría? Es Azael, el ángel de la muerte, se supone que debía sentir que Samuel estaba muriendo.
A menos que...
–¿Al no tener energía demoníaca también se te destituyó como ángel de la muerte?
La pregunta le desequilibra, esperaba que le dijera cualquier cosa menos eso.
Evita mirarme. Me contesta sí, pero no me explica, ya no soy merecedora de sus palabras. –Sí.
Dejo escapar el aire que no sabía retenía en mis pulmones.
<<¿Qué es lo que sabes Alessia? ¿Qué es lo que no me estás diciendo?
Miro hacia abajo tratando de retener las lágrimas que amenazan con salir, estoy cansada de verme débil frente a él.
–Hace poco yo sería la Alessia estúpida que te diría todo sin que siquiera me lo preguntaras, ahora, simplemente no sé quién eres, dejaste de ser el Azzio que amaba y te convertiste en una persona que me falló por el simple arte de hacerlo, me abandonaste apenas supiste que venían de nuevo tras de mí y...no confió en ti.
Si le afectaron mis palabras no lo demostró, su mirada fue gélida. Pero me mantuve con la barbilla alzada. <<Vete.
Sostengo la puerta abierta para él y me mira estupefacto. –¡No seas ridícula! Te van a matar...
Le sonrío con burla. –Lo sé, y cuando recurrí a ti me dijiste que estabas cansado de ayudarme. Cuando quise que estuvieras te encontrabas en los brazos de otra. –No sé de donde saque tanta entereza cuando le digo: –Prefiero ser asesinada, que tenerte a ti ayudándome con ella a tu lado.
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