Capítulo 4
Al principio no entendí porque el área superior estaba desolada, entonces Samuel se acercó de a poco y me susurro que nos encontrábamos en el VIP. El balcón era el lugar en donde solo los considerados importantes en el club tenían acceso.
Elihad seguía nuestros pasos como una serpiente, tenía estos ojos tan oscuros que era anormal. No eras capaz ni de notar el reflejo de las luces en ellos. Su aura me parecía extraña, del tipo que debería saber identificar a estas alturas pero que no hallaba cómo hacerlo.
Elihad nos condujo hacia el fondo de los sillones en donde un hombre de uniforme retiró un cordón para dejarnos pasar, estaba confundida pero extrañamente hipnotizada por lo que pasaba, podría llamarse masoquismo pero después de haber pasado tiempo sin experimentar este tipo de situaciones peligrosas, ahora tenía ese pequeño choque de adrenalina que me hacía estar alerta, sentirme viva.
Quería olvidar el rostro de Azzio, quería olvidar que estaba con esa mujer, quería con toda mi alma sentir como si no necesitara al ángel, quería ser normal e irresponsable, quería que no me interesara que mi propio padre, el arcángel me deseaba muerta.
Respire profundo y conté hasta tres, eso fue lo que tarde en escuchar la voz de Azzio en mi cabeza, apenas me sentaba y el leve pero ronco sonar de sus palabras fueron como una caricia rota.
Debes alejarte de Samuel y mucho más de ese hombre, no sabes en lo que te estas metiendo.
Gruñí, juro que mi mente procuró un gruñido.
¿Enserio crees que tienes el derecho de decirme que hacer?
Azzio, a pesar de no verle sé que su quijada se tensó.
Estás actuando como una cría inmadura.
Se me olvidaba que tenía que tener mil años y ser una hechicera o ramera del infierno para ser considerada madura, Azael.
Literalmente suspiró en mi mente, la conversación entre los chicos seguía y de vez en cuando me miraban, trataba de tener mi vista en un punto fijo, pero Elihad me observaba de reojo.
Entonces el silencio de Azzio solo sirvió para que me enervara la sangre un poco más
¿Qué no te ha quedado claro que no quiero que te involucres en mis cosas? tu opinión no me interesa Azael, tu no me interesas.
Tal vez he mejorado al mentir o simplemente quiso ignorarme. En fin la respuesta que recibí fue el silencio de su parte así que me obligué a estar tranquila, con un nudo en la garganta pero tranquila.
–Samuel me conto mucho de ti...–Dice Elihad, frunzo el ceño en su dirección, hace referencia a la conversación que tenían mientras yo estaba absorta en mi cabeza.
–¿Qué?
Él sonríe, la perfecta dentadura me hace pensar en un felino, una especie hambrienta que aguarda a tomar bocado. Carraspeo con la intención de prolongar los segundos para pensar.
–Sí...recuerdo cuando vino a mí, estaba herido, confundido, no sabía qué hacer, me contó mucho de una chica de la que se enamoró pero ella nunca le hizo caso. –Hace una pausa para evaluar mi rostro, sé a dónde va esto y no me gusta. –Por lo que me dijo pude deducir que la chica de la que hablaba era una persona importante. ¿Qué haría el ángel de la muerte detrás de ella si así no fuera? Pero...El sello celestial ¡Vaya! ...No me lo esperaba. –Me sonríe como diciendo "Te atrape." y el escalofrío que recorre mi espalda me recuerda a aquel día en donde Ray, un caído me amenazó en las afueras del club al que me llevó Francesca.
<<–¿Adivino que eres tú no es cierto? Eres tú aquella chica, la que ahora necesita ayuda.
Abro la boca para refutar, en realidad no sabiendo que decir, le miro aturdida, Samuel interrumpe viendo que en efecto no tengo idea de lo que ha pasado. –Alessia...Elihad es un ángel, uno de los buenos, no como Azzio. Él me ayudo cuando Jezabel tuvo posesión de mi cuerpo, iba a morir de no ser por él.
El rubio dorado me observa esta vez con seriedad. ¿Otro ángel? Uno de los buenos.
Recuerdo haber visto al arcángel Gabriel, el aura recta y espiritual que lo envolvía apenas se apersonaba, no sentí lo mismo con Elihad así que dudé.
Me sorprendió la firmeza de mi voz, lo poco afectada que me vi. –¿Por qué crees que necesito ayuda?
Casi escuche la risa seca resonar, nunca dejo de verme a los ojos, brillante y amenazante. –¿Es que acaso desconoces que el arcángel Miguel te quiere muerta?
Parecía que la vena en el cuello de Azzio iba a brotar de su base, ya era muy visible de por sí pero respiraba acelerado y se veía como un depredador en caza.
Supe por como su vista cambio de la manera en la que cambia un parpadeo cuando vuelves a la realidad, que estaba comunicándose mentalmente, y no había que ser adivino para saber con quién.
Alessia.
Tuve ese pequeño choque de enojo sin justificación que me tomaba siempre por sorpresa y en el peor momento, el ángel frente a mí era testarudo, renuente pero acertado. A penas vio al caído su semblante se transformó, que estuviese cerca de su adorada Alessia fue la gota que colmó el vaso.
Duró en silencio poco tiempo pero el suficiente para que yo, deseara apartarme de la escalera y recostarme del muro en el rincón, odiaba el ambiente del club, hacía mucho calor.
Cuando volvió en sus pasos hacia mí, lo primero que procuró fue una maldición, no reparó en mi expresión, soltó sin más: –No sabes lo mucho que deseo el regreso de tus poderes. –Bufó y aclaró la garganta. –Así podría amarrar a esa testaruda a una silla y colocarle un hechizo para que de ahí no se mueva.
Le miro de reojo, estaba tan enfocada en mis pensamientos que ni me di cuenta lo cerca que tuvo que estar para que le oyera.
Las luces del lugar me mareaban, añoraba la comodidad de su departamento y el olor a té de canela que había sido un infaltable en nuestras conversaciones de teorías.
Azael trataba de entender muchas cosas y que más ayuda para entenderlas que la de alguien que vivió entre los archivos celestiales.
Y es por eso que tenía que retroceder, debía recordarme que él me usaba, me pedía un favor que yo a cambio de nada cumplía. Estaba ahí por el simple arte de estar, de disfrutar su presencia. Y era dañino.
Por un instante me miró confundido, como si hubiese dicho una barbaridad, mi cuerpo reaccionó por si solo y se acercó los pasos que había retrocedido, estábamos muy cerca, todo sucedió en micro segundos, coloque mi mano en su mejilla a modo de conforte como preguntando qué es lo que te sucede.
Cuando ni siquiera se inmuto por mi toque fue que comprendí, sus ojos miraban un punto alto detrás de mí, donde la cobriza observaba la escena en shock, su expresión era extraña, se veía en su rostro la decepción, sacudía su cabeza y capte la conversación interna.
Pero es ese instante admiré a la chica, sacó dureza a pesar de verse afectada y se abrió paso por la escalinata que llevaba al balcón, el rubio que venía detrás de ella gritaba su nombre para que lo escuchara más no se detenía.
Alessia no me empujó o tropezó, ni me toco al pasar. Me rodeo como si fuese parte de la decoración, las orbes verdes de Azzio le siguieron en todo momento, ya ni entendía porque se sometía a tal tortura, por qué yo también lo hacía.
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