Capítulo 24
Quise huir de ahí apenas el ejercito de demonios quedó incinerado, Samuel jalaba mi mano y me demandaba irnos, aún así no escuchaba al rubio, lo único que quería era estar, quedarme por Azzio, podía negarme y creer que lo que deseaba era venganza, pero ver como una vez más Alessia colocaba la vida del ángel en peligro...Me dejaba claro que no podía ir contra él, era incapaz, y después de la "pequeña" demostración de poder de Alessia, no estaba segura si tenía algún tipo de oportunidad de enfrentarla.
Estaba entre la espada y la pared, embelezada por la tensión, mis ojos no podían despegarse del punto en el risco donde no solo estaban ellos y el arcángel, sino también, un ser que solían catalogar como despreciable; El diablo mismo en forma encantadora.
Su imagen era más que hipnotizante, sabía que se debía a la sangre de demonio, al lugar de donde provenía mi magia, sin embargo no pude frenar el impulso, como si un millón de voces, ecos me atrayeran a él de una forma increíble.
No me importaba que Samuel me sujetara con fuerza, lo único que quería era correr, estar allí. Un impulso suicida.
El rubio me aprisionó entre sus brazos, deteniéndome detrás de los árboles con una fuerza increíble. —¿Acaso estás loca? -Susurró por lo bajo, al mismo tiempo que mi vista se resumía en oscuridad debido lo profundo del bosque, donde apenas los arbustos dejaban que la luz de la luna intercediera.
—¡Déjame ir! , ¡Tengo que ir! —Me retorcía en sus brazos como una chiquilla malcriada para liberarme, sus musculos me lo impedían, haciéndome sentir inútil.
—¡No debes estar en ningun lugar! ¿No ves que en cualquier momento habrá una matanza y tu estarás en el medio sin necesidad? —Se señala así mismo con desesperación. —Lo que ocurrió conmigo fue producto de que alguien me importara más de lo que yo a ella, no cometas el mismo error. Vámonos... —Samuel me suelta, visiblemente frustrado, pasa su mano libre por el cabello rubio alborotado y toma una bocanada de aire. Luce asutado hasta la médula pero sigue aquí.
Aquello hace click en mi cerebro; Él... sigue aquí.
Desconcertada doy un paso atrás, tentada a volver mi vista, pero me le quedo viendo tratando de entender. —¿Por qué sigues aquí?
Él levanta la vista del pasto, parece avergonzado. —Tú salvaste mi vida, yo trato de hacer lo mismo, así no tenga tu magia.
Abro la boca para contestar pero lo único que sale es el humo de mi respiración por el frío, me he quedado sin palabras, pues nunca habia sentido que le importaba a alguien a excepcion de mi madre y abuela. El choque fue mucho porque obligué a mis pies a avanzar.
—No es mi problema. —Dije para mi misma, no era mi problema Azzio o lo que ocurriera con él.
Claro, quería creérmelo, pero el detalle es que él había hecho justo lo mismo que yo hice con el rubio, salvó mi vida sin siquiera conocerme. ¿Debería simplemente dejarlo a morir?
Sin embargo mi batalla interna duro muy poco, mis ojos se agradaron y caí de rodillas en la tierra, primero sentí el golpe en mi estómago, aquel pinchazo de ardor que le seguía y me carcomía desde el mero centro, mi propia energía era jalada hacía un vacío sin fondo. Fui capaz de ver como la luz verde brotaba de mi para separarse como un cuerpo aparte, un ente independiente, mi magia abandonaba mi cuerpo como un transferencia obligada.
Solo pude parpader brevemente cuando Samuel dijo mi nombre, había un velo que cubría mi visión, como si de pronto no pudiera percibir lo que ya sabía.
Pude deducir la causa del vacío que se forno en mi estómago cuando mi energía se unio a miles de destellos de colores que hacían fila como un gran cometa. Me arrastré a mi posición anterior en los arbustos, con la palma en el abdomen y el sentimiento de que mi corazón fue arrebatado. Mi magia, mi energia, se fusionaba con millones con el objetivo de fortalecer a una mujer a poca distancia.
Una cobriza que lucía como un farol de luz azul, brillando con una intensidad cegadora, no tuve tiempo de procesar que habia pasado, solo me tomo minutos tortuosos en donde no fui capaz de procesar, donde todos a mi al rededor perdían la conciencia, fui capaz de observar como mi magia y la de muchos hechiceros más, se convertía en la suya, mi energía se unía a ellla, logrando derribar Lucifer mismo, y finalmente, hacer que perdiera el sentido.
Alessia no solo me habia arrebatado el amor, sino que también mi posesión mas preciada: MI magia.
En ocasiones las realidades son tan crueles que luchamos para salir de ellas a toda costa como si se tratase de un sueño, tu contra la parálisis, ese peso no palpable que no te deja despertar y agobia cada vez más, sabes que tienes que hacerlo, sabes que estarás a salvo una vez que lo hagas, aún así se convierte en una tarea imposible, tratas de gritar, pero ni siquiera tu boca responde, un sollozo muerto en tus labios que te desgarra por dentro.
El eterno vacío se convierte en una caída que dura millones de años, siempre caes, nunca impactas el suelo.
Este tipo de inconsiencia se sentía así, la pesadilla que sabía que existía. Y por más que peleara no podía escapar.
Me sentía desconectada, como si antes hubiera estado sujeta a un cordón invisible en la realidad y ahora yacía roto, imposible de acceder a el, el hoyo dentro inexplicable.
Estaba viva, lo percibía en mi piel, por como el pasto picaba y la brisa acariciaba mis mejillas, pero mi alma parecía vagar, sin encontrarme, no le hallaba lógica y al mismo tiempo entendía, necesitaba de la oscuridad, necesitaba guiarme a mi misma, guiarme a mi cuerpo.
Desamparada esperando a que algo retomara energía en mi, como si aguardara al poder, mi alma desconectada de mi cuerpo.
Dividida entre luchar cuando una parte me decía que me quedara quieta. Tranquila,
necesitas esto."
—¿Alessia? —Escuché, la voz preocupada repetía mi nombre en el risco. Era una tonalidad ronca, masculina. Quería moverme pero era incapaz, la voz seguía, luego de sujetarme de un hombro como zarandeándome.
—¡Genial! ¿Cómo se supone que transporte tres cuerpos?
¿Tres cuerpos?
Pero yo retomaba la inconsciencia.
Cuando era pequeña, en mis años del orfanato, siempre encontraba galletas de chocolate en mi almohada, al principio pensaba que eran de parte de Teresa.
Antes de que ella se ocupara de mi al cien por ciento. Un día le pregunté si sabía de quién eran, esperando a que ella me confesara que provenían de su astucia.
No obstante recibí una negativa. Recuerdo haber estado impresionada con "El misterio de las galletas" ya que las monjas del convento no aprobaban las golosinas, y Teresa en ese entonces solo había desechado la idea, pensé que nunca sabría de quién venía tan lindo gesto.
Hasta que el recuerdo que daba por perdido, volvió.
Tenía seis años y estaba sentada en la camita, rezando para que alguien me viera en el orfanato y decidiera llevarme a casa como su hija, rezaba todas las noches, y dibujaba siempre familias con los crayones.
Estaba desesperada porque me quisieran, por tener una conexión.
Justo cuando terminaba una de mis obras coloridas y nada buenas para esa edad. La ventana del cuartito se abrió. -Tenía el privilegio gracias a Teresa, de tener una habitación pequeñita para mí.
Y ahí estaba él, mi amigo, el que siempre trepaba por los techos como si fuera el hombre araña. Tenía una gran sonrisa perlada, y se veía feliz. Yo quería verme así como él.
—Hola, Alessia. —Me dijo.
Yo le respondí con el agitar de mi mano, mientras me concentraba en mi dibujo.
—Te traje unas galletas, se que te gustan.
Sonreí de oreja a oreja. Saltando en mi lugar. — ¡Fuiste tú! —Canturreé en medio de la breve felicidad y corriendo a la ventana, sin embargo la impresión le hizo caer de la misma y yo quede helada en mi lugar.
Mi amigo había salido por la ventana.
Pero obviamente, el moreno nunca cayó, más bien se elevó por los cielos con dos esplendorosas alas desiguales; bBlanco y negro, mientras llegaba a su posición anterior y me tendía el paquete de galletas con una mueca apenada.
De pronto su mirada se volvió muy triste y me hizo fruncir el entrecejo. —Lamento que tengas que olvidar esto...—Y apenas terminó de hablar, ya me había quedado sola en el cuartito, con las galletas y una ventana cerrada.
Todos mis recuerdos llegaron de golpe, como una película de años que se desarrollaba a toda velocidad en mi mente. El que más recordaba en este instante era el de las galletas porque... El olor era inconfundible y ese aroma fue lo primero que percibí al despertar.
—Alessia.
La simple mención de mi nombre hizo que abriera los ojos de inmediato.
—Ya quisiera yo tomar una siesta de dos meses.
Parpadee ajustando mis ojos a la luz del cuarto, estaba en una cama, Con un montón de cables y vías de suero en mi cuerpo.
El conjunto de voces está cerca pero no lo suficiente para que pueda escuchar con exactitud, me incorporo en la cama, sentada.
Las sábanas azules huelen a menta y suavizante de ropa de "bebé". En extremo suaves y cómodas.
El pitido de las máquinas a mi alrededor alertan a las voces porque de pronto hay un silencio absoluto.
¿Una siesta de dos meses?
Los recuerdos que ya llevaban atacando mi mente como un receptor de datos se amplifican, haciéndome volver a aquella noche.
El risco, Elihad...El arcángel, Lucifer y Azzio....
Trago saliva.
Al cuarto ingresan cuatro rostros que me dejan confundida
Samuel, Madyson, Nina e....¿Irisiana? están frente a mí observándome como si fuera algo apunto de romperse.
Hasta ahora caigo en cuenta de que estoy en la casa que Azzio compró para mí.
—¿Bienvenida? —Dice la castaña oscura con una sonrisa a medias.
Nina le pega un codazo nada disimulado. —¿Enserio, Mady?
El silencio es tenso cuando pregunto: —¿Dónde está, Azzio?
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